ARQUETIPOS Y REPETICIÓN
DECIMOTERCERA ENTREGA
3. “Desdicha e historia”
Los ciclos cósmicos y la historia (1)
La significación adquirida por la “historia” en el cuadro de las diversas civilizaciones arcaicas no se nos revela en ninguna parte con más claridad que en las teorías del “Gran Tiempo”, es decir, de los grandes ciclos cósmicos, que hemos señalado al pasar en el capítulo precedente. Debemos volver sobre ello, porque es ahí donde se precisan por primera vez dos orientaciones distintas: una tradicional, presentida (sin que jamás fuera formulada con limpidez) en todas las culturas “primitivas”, la del tiempo-cíclico, que se regenera periódicamente ad infinitum; la otra, “moderna”, del tiempo-finito, fragmento (aunque cíclico también) entre dos infinitos atemporales.
Tales teorías del “Gran Tiempo” van casi siempre acompañadas por el mito de las edades sucesivas, encontrándose siempre la “edad de oro” al principio del ciclo, cerca del illud tempus paradigmático. En ambas doctrinas -la del tiempo-cíclico infinito y la del tiempo-cíclico limitado- esa edad de oro es recuperable; en otros términos, es repetible, una infinidad de veces en la primera doctrina, una sola vez en la otra. No recordamos esos hechos por su interés intrínseco, que es evidentemente considerable, sino para aclarar el sentido de la “historia” desde el punto de vista de cada doctrina. Empezaremos por la tradición hindú, porque en ella es donde el mito de la repetición eterna halló su fórmula más audaz. La creencia en la destrucción y la creación periódica del universo se encuentra ya en Atharva Veda (X, 8, 39-40). La conservación de las ideas similares en la tradición germánica (conflagración universal, ragnaröck, seguida de una nueva creación) confirma la estructura indoaria de ese mito, la cual puede, por consiguiente, ser considerada como una de las numerosas variantes del arquetipo examinado en el capítulo precedente. (Las eventuales influencias orientales sobre la mitología germánica no atentan necesariamente contra la autenticidad y el carácter autóctono del mito de ragnaröck. Por lo demás, sería difícil explicar por qué los indoarios no han dividido, ellos también, desde la época de su prehistoria común, la concepción del tiempo como los demás “primitivos”.)
Sin embargo, la especulación hindú amplía y combina los ritmos que ordenan la periodicidad de las creaciones y de las destrucciones cósmicas. La unidad de medida del ciclo más pequeño es el yuga, la “edad”. Un yuga va precedido y seguido por una “aurora” y un “crepúsculo” que enlazan las “edades” entre sí. Un ciclo completo, o mahayuga, se compone de cuatro “edades” de duración desigual, de las cuales la más larga aparece al principio del ciclo y la más corta al final. Así la primera “edad”, la Kritayuga, dura 4.000 años, de “aurora” y otro tanto de “crepúsculo”; le siguen treta-yuga, de 3.000 años, dvapara-yuga, de 2.000 años y Kali-yuga, de 1.000 años (más las “auroras” y “crepúsculos” correspondientes, como es natural). Por consiguiente, un mahayuga dura 12.000 años. A las disminuciones progresivas de la duración de cada nuevo yuga corresponde, en el plano humano, una disminución de la duración de la vida, acompañada de un relajamiento de las costumbres y de una declinación de la inteligencia. Esta decadencia continua en todos los planos -biológico, intelectual, ético, social, etcétera- alcanza un relieve más destacado en los textos puránicos. El paso de un yuga al otro se produce, como hemos visto, en el curso de un “crepúsculo” que señala un decrescendo aun en el interior de cada yuga, terminando cada uno por una etapa de tinieblas. A medida que nos acercamos al final del ciclo, es decir, al cuarto y último yuga, las “tinieblas” se espesan. El último yuga, aquel en que nos encontramos actualmente, se llama, por lo demás, la “edad de las tinieblas” (Kali-yuga). El ciclo completo termina por una “disolución”, un pralaya, que se repite de manera más radical (mahapralaya, la “gran disolución”) al final del milésimo ciclo.
H. Jacobi cree con razón que, en la doctrina original, un yuga equivalía a un ciclo completo, comprendiendo el nacimiento, el “desgaste” y la destrucción del universo. Semejante doctrina se acerca más al mito arquetípico, de estructura lunar, que hemos estudiado en el Traité d’Historie des Religions. La especulación ulterior no hace sino ampliar y reproducir hasta lo infinito el ritmo primordial de “creación-destrucción-creación”, proyectando la unidad de medida, el yuga, en ciclos cada vez más vastos. Los 12.000 años sin un mahayuga han sido considerados como “años divinos”, durando cada uno de estos 360 años, lo que da un total de 4.320.000 años para un solo ciclo cósmico. Un millar de semejantes mahayuga constituyen un kalpa; 14 kalpa hacen un manvantara. Un kalpa equivale a un día de la vida de Brahma; otro kalpa a una noche. Cien de esos “años” de Brahma constituyen su vida. Pero esa duración considerable de la vida de Brahma no llega siquiera a agotar el tiempo, pues los dioses no son eternos y las creaciones y destrucciones cósmicas prosiguen ad infinitum. (Por lo demás, otros sistemas de cálculo amplían, en proporción mucho mayor, las duraciones correspondientes.)
Notas
1) Sin duda provocado por el aspecto astrológico del yuga, respecto al establecimiento del cual no están excluidas las influencias astrológicas babilónicas; cf. A. Jeremías, Handbuch der altorientalischen Geiteskultur (2da edición, Berlín, 1929), pág. 303. Véase también E. Abegg, Der Messiasglaube in Indien und Iran (1928), págs. 8 y sig.; D. R. Mankad, Manvantara Caturyuga Method, passim; J. Scheftelowitz, Die Zeit als Schicksalsogottheit in der indischen und iranischen Religion, passim.
2) Cf. Mahayanasamgraha, V, 6; L. de La Vallée-Poussin, Vijñaptimatratasiddhi (París, 1929), págs. 731-733, etc. Sobre el cálculo de los asankheyya, cf. las notas de La Vallée-Poussin en Abhidharmakosa, III, 188-189; IC, 224 y Mahaprajñaparamitasastra de Nagarjuna, trad. según versión china, por Étienne Lamotte, Le Traité de la Grande Vertu de Sagesse, vol. I, Lovaina, 1944, págs.. 247 y sig. Sobre las concepciones filosóficas del tiempo, cf. La Vallée-Poussin, Documents d’Abhidharma. La controverse du temps (“Mélanges chinois et bouddhiques”, V, Bruselas, 1937, págs. 1-158), y S. Schayer, Contributions to the problem of Time in Indian Philosophy (Cracovia
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