jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)


Capítulo 34

Las Rocas, la Tierra... Todas ellas están Vivas!

Amado Osho,

Te he oído decir que si una persona puede recordar su nacimien­to y su estancia en el útero entonces puede sobrevenirle el recuerdo de su última muerte. Yo he intentado recordar pero sólo accedo a la ima­ginación. También te he oído decir que no es posible recordar más allá de los tres o cuatro años porque el niño no tiene mente.

¿Hay un tipo de recuerdo que no sea mental?

No hay recuerdo que no sea mental, pero no conoces la totalidad  de tu mente. Cuando tratas de recordar, sólo utilizas la mente cons­ciente y la mente consciente sólo puede llegar a la edad de cuatro años. Pero debajo de la consciencia está la mente inconsciente.

A veces, en tus sueños, vas más profundo de lo que la mente cons­ciente puede llevarte jamás. Muchos de tus sueños son recuerdos de vidas pasadas, pero no hay forma de que puedas reconocerlo. Por eso existe un método especial que es parecido a la hipnosis. Otra persona te lo hace y así es más sencillo porque te puedes relajar completamente, y ella puede guiarte a entrar profundamente en tus vidas pasadas.

En la hipnosis, que en terminología budista o jaina -porque ellos fueron los primeros en descubrir el método- se le llama jati-smaran: recordar las vidas pasadas; en la hipnosis no oyes a nadie más que a la persona que te hipnotiza. Ella puede hablarte y tú puedes responderle, pero seguirás estando profundamente dormido, no pasarás a la mente consciente. Sólo en la hipnosis se puede comunicar con tu mente incons­ciente, plantearle preguntas.

Esto puede repetirse una y otra vez, y si surge el mismo hecho continuamente, sin excepción, si surge el mismo recuerdo, la misma historia, entonces evidentemente no se trata de la imaginación.

Otra cosa es que... a través de la hipnosis la otra persona puede lle­gar hasta ti, pero no por medio de la mente consciente; porque en todo lo que hace la mente consciente hay esfuerzo y tensión, y eso impide que el inconsciente salga a la superficie. En la hipnosis es mejor comenzar con otra persona, y es tan sencillo que cualquiera puede hacerlo, no hace falta experiencia. Os voy a contar el método, así podéis ayudaros mutua­mente.

Cuando te has convertido en un buen médium y puedes deslizarte fácilmente en el inconsciente, entonces finalmente se le puede decir al inconsciente que ya puedes conectar con las vidas pasadas. Se le puede dar un símbolo para evitar la mente consciente completamente. Por ejemplo, se le puede decir que si repites; «Om, om, om,» tres veces, te quedarás hipnotizado. Antes de usar este mantra... -se puede usar cual­quier cosa, «uno, dos, tres»; no importa, las palabras no son significati­vas-, antes de hacerlo tienes que decirle a la mente consciente: «Despiértame después de diez minutos.» La otra persona también podría hacerlo, pero a ti te será más fácil porque no estás haciendo nada. Una vez que eres capaz de entrar en capas más profundas de tu vida pasada o de tus vidas pasadas, la otra persona puede decirle a tu incons­ciente: «Éste es tu mantra: uno, dos, tres. Y cuando lo repita, entrarás en un estado inconsciente.» Pero recuerda que debes dar la orden al consciente de que te despierte; si no, ¿quién te sacará de la inconscien­cia? Podría convertirse en un coma.                                 

La mente inconsciente es nueve veces mayor que la consciente; tiene tesoros tremendos, todos los recuerdos de tu pasado. Y debajo del inconsciente está el inconsciente colectivo. Uno también puede descen­der al inconsciente colectivo; para empezar es mejor con la ayuda de otra persona. Ese solía ser el trabajo de la escuela de misterios: el maestro te lle­vaba lentamente hacia el inconsciente y el inconsciente colectivo. En tu inconsciente colectivo tienes recuerdos de vidas pasadas en las que has sido animales, pájaros.  

Debajo del inconsciente colectivo está el inconsciente cósmico. Poco a poco uno puede ir profundizando más, y el inconsciente cósmi­co tiene recuerdos de cuando eras árboles, rosales, piedras.

La mente no es sólo lo que conoces de ella; tiene mucho por descubrir. Es tuyo, está allí, pero no resulta fácil acceder a ello. Y hay bue­nas razones para que el acceso no sea fácil. La naturaleza ha construido barreras porque sería muy confuso para ti si no hubieran barreras entre el consciente, el inconsciente, el inconsciente colectivo y el inconsciente cósmico. Incluso esta pequeña mente -la mente consciente- es tan confusa, está tan alterada. Si supieras que has vivido durante milenios, desde el principio mismo, naturalmente te harías un enorme lío, sería una locura.

Por ejemplo, amas a una mujer. Ella puede haber sido tu madre en una vida pasada, y si lo recuerdas te verás en problemas. Pero en el inconsciente colectivo puede haberte asesinado; entonces las cosas se complican todavía más. Y esas realidades son tan auténticas como las realidades de tu vida actual. Estarás confuso: ¿Cómo te vas a comportar con esta mujer que ahora es tu esposa, que era tu madre y que fue tu ase­sina? Cualquier cosa que hagas con esta mujer hará que te sientas cul­pable. No estarás relajado. Por eso la naturaleza va poniendo barreras entre tus experiencias pasadas y sólo te permite recordar las de esta vida.

La ciencia de la hipnosis ha sido condenada por todas las religiones, y la razón es que si el hipnotismo se acepta como una investigación cien­tífica -y una vez explorado tiene que ser aceptado, porque cumple todos los criterios científicos- entonces habrá problemas: los cristianos ya no puede decir que sólo hay una vida, los mahometanos no pueden decir que sólo hay una vida, Darwin no puede decir que el hombre ha evolucionado de los simios. Dependerá de los resultados de la investiga­ción efectuada sobre la mente total de miles de personas y de lo que digan.

Los hindúes creen que la consciencia humana ha evolucionado de la consciencia de las vacas, por eso las llaman «madre». Y en mi opinión la maternidad de la vaca parece más relevante que la paternidad del mono. Los hindúes dicen esto después de cierta investigación mental que ha estado presente en Oriente durante siglos: el acceso a las vidas pasadas. Y no ha habido ni una sola excepción: cuando cruzas el límite del inconsciente colectivo, procedes del cuerpo de una vaca, no del de un mono.

No se trata de una hipótesis. Lo que dice Darwin sólo es hipotéti­co, sólo es una conjetura, y ahora está siendo negado, incluso por los científicos. Ya no quedan muchos darwinistas, están pasados de moda.

Las últimas investigaciones evolutivas no apoyan la teoría de Darwin. Dicen que durante miles de años no hemos visto a ningún mono evolucionando hacia el estado humano, y tampoco hemos visto lo contrario, que el hombre vuelva hacia el mono. Y Darwin no pudo mos­trar el eslabón perdido, cosa que se le pidió una y otra vez durante toda su vida; ¡fue una pesadilla para él! No puede haber un simple salto del mono al hombre: en este momento eres un mono y al momento siguien­te decides ser un hombre, y te conviertes en hombre. Debe haber un eslabón perdido... no sólo un eslabón, quizá muchos eslabones, muchos pasos lentos, lentos, pero deben ser accesibles.          

Darwin ni siquiera pudo encontrar restos humanos que probaran la existencia del eslabón. Hemos estado buscando restos humanos y hemos encontrado un cuerpo humano que tiene noventa mil años, un cuerpo humano encontrado en China. Pero ya es humano; no es un mono. Fue conservado por la nieve. Y ya es humano, tan humano cómo tú.

Pero los hindúes tienen un planteamiento completamente diferen­te. Hay que recordar que éste es el único punto en el que las tres reli­giones nacidas en India se ponen de acuerdo: tienen su propia filosofía sobre todo lo demás, pero están de acuerdo respecto a la reencarnación. Y esto no es accidental, porque las tres religiones trabajaban siguiendo las mismas líneas -investigando el inconsciente humano- y todas lle­garon a los mismos resultados. Llamar madre a una vaca... creo que el resto del mundo se ríe de ello pero no creo que nadie entienda por qué los hindúes llaman madre a las vacas. Si tienen razón... las vacas tienen cualidades maternales, y es mucho mejor estar conectados con ellas que con los monos.

Por tanto no intentes recordar. No es una cuestión de recordar. No puedes cruzar la barrera con la mente consciente; sólo puedes imaginar, y sabes que sólo es imaginación porque cambia cada vez, sabes perfec­tamente bien que te lo estás imaginando. Pasa por el proceso hipnótico. Y el proceso hipnótico es muy simple, el más simple de todos.

La mente, la mente consciente, tiene que concentrarse en algo durante unos segundos, por ejemplo en una bombilla. No tengas nada en la habitación para que la mente no pueda vagabundear de aquí para allá; dispón una habitación vacía con una bombilla encendida en la oscuridad. Túmbate, relájate, y hazte ayudar por una persona en la que confíes. Eso es lo más importante, porque la mente consciente no se relajará si no hay confianza. Se mantendrá alerta porque esa persona podría hacer algo, lle­varte a alguna parte, y no serías consciente de ello. Por eso he dicho que la hipnosis era parte de las enseñanzas de las escuelas de misterios, en ellas había maestros en los que la gente confiaba, o había un gran maes­tro que te ayudaba. Confiabas en él y él te decía: «Este hombre te va a hipnotizar. Debes confiar en él como confías en mí. Yo lo he elegido.» O si el maestro mismo podía hacerlo, si la escuela era pequeña, lo hacía de vez en cuando para mostrar a los demás lo que ocurre.

El proceso es muy simple. Tienes que tumbarte relajarte, relajar todo el cuerpo. Mirando todo el cuerpo por dentro desde tus dedos del pie, observa si hay alguna tensión. Si hay alguna tensión cerca de la rodi­lla, del estómago o donde sea, relájala. Continúa relajándote hasta la cabeza y mantén los ojos enfocados en la luz.

Es fácil reconocer el momento cuando llegas al límite entre el cons­ciente y el inconsciente: tu cara cambia; puede tener sueño, pierde su cualidad de vigilia, y en ese momento el maestro dice: «El sueño llega... un sueño profundo... estás cayendo en un sueño en el que no has caído nunca antes.» Llega un momento en el que aunque intentes mantener los ojos abiertos... Previamente te han dicho que hasta que lo ojos no se cierren por sí mismos, a pesar de ti, has de mantenerlos abiertos. Eso mantiene activa la mente consciente.

Pronto -en dos minutos, tres minutos, como mucho cinco- tus ojos empiezan a cerrarse. Eso significa que estás cruzando la frontera. El maestro dice: «Estás cayendo. Contaré hasta siete. Con cada número caerás más profundo.» Y empieza a contar, «uno»... mientras sigue repi­tiendo: «el sueño es cada vez más profundo. Dos... el sueño es todavía más profundo. Tres...». Y se detiene al llegar a siete. Entonces dice: «Has caído en el inconsciente profundo. Ahora sólo estás disponible para mí; no oirás nada más, a nadie más. Ahora la única comunicación con el mundo es a través de mí; podrás oírme, podrás responderme...»

Y la belleza del inconsciente es que nunca miente, porque nunca ha sido parte de la civilización. Nunca ha sido educado, nunca se ha vuel­to hipócrita; es muy simple, muy inocente. Sólo dice lo que hay en cada caso. Entonces, durante unos segundos, el maestro se va para que pue­das estabilizarte en ese estado. Y entonces empieza a preguntarte dónde estás. Quizá estés en el vientre de tu madre, quizá ya has sido concebi­do, quizá estés muriendo en alguna vida pasada, en algún lugar. Y res­pondes diciendo donde estás. Él te pide: «Descríbelo con todo detalle», y lo describes con detalle. Esto puede grabarse, registrarse, para que cuando vuelvas puedas escucharlo.

El proceso tiene que repetirse muchas veces porque esa es la prue­ba: si se trata de sueño o de imaginación cambiará cada vez que lo hagas, pero si es la realidad no se puede hacer nada al respecto. Cada vez que vayas a ese lugar lo describirás con exactitud. Y todo lo que digas puede registrarse, para poder compararlo posteriormente cuando estés cons­ciente. ¡Si dices lo mismo una y otra vez no es un sueño, no es imagina­ción; has descubierto un recuerdo real. Estás reviviéndolo; no lo estás recordando, lo estás reviviendo.

Una vez que has logrado recuperar una vida, siguiendo el mismo proceso puedes ir más a fondo, a otras vidas. Habrá una barrera en la que las vidas humanas se detendrán y comenzarán las vidas animales: eso significa que has llegado al inconsciente colectivo.

Ahora el maestro necesita ponerte en un inconsciente aún más pro­fundo, y eso puede hacerlo desde tu estado de inconsciencia. Diste el primer paso mientras estabas consciente; te llevó al inconsciente. El segundo paso tiene que darse de la misma forma: «Repetir siete veces que estás cayendo más profundamente en el inconsciente colectivo, y empezarás a caer.» Después de dejar otro breve período de descanso, puede volver a preguntarte dónde estás y tú puedes responder “soy un rosal”, o cualquier otra cosa que hayas sido. Lo revives; puedes hacer descripciones muy detalladas. Una vez más habrá una barrera cuando pases de los animales y de las plantas a lo que llamas materia; porque la materia también es consciencia, aunque profundamente dormida.

Y ese es el final del viaje en los niveles inferiores de la mente. Si se completa, tu consciencia irá cambiando. Tu consciencia se hará más rica  con  cada  nueva  revelación.  Y  entonces  llega  un  punto -cuando has hecho todo el viaje hacia abajo y hacia atrás- que puedes subir desde la consciencia a la superconsciencia hasta llegar a la consciencia cósmica. Nosotros estamos exactamente en el medio. A ambos lados de la consciencia hay tres estadios: por debajo están el inconsciente, el inconsciente colectivo y el inconsciente cósmico; y por encima está la superconsciencia, la super-superconsciencia y la consciencia cósmica.

Nuestra mente tiene siete mundos. Conocer el pasado, conocer nuestro trasfondo, es conocer toda la historia de la consciencia y de su evolución hasta este momento. Pero este viaje aclara qua el nuestro no es el último estadio, no puede serlo. Si hay tanto detrás: de ti, también debe haber algo por delante. Por eso la psicología occidental continúa trabajando con una sola cosa: el inconsciente, el primer escalón en la escala descendente. La psicología oriental ha trabajado con los siete.

Para avanzar desde la mente consciente, el método es la hipnosis. y la hipnosis no está reconocida por los científicos porque aún no la han estudiado. Es muy extraño. Quizá sea porque la ciencia es un desa­rrollo occidental, y como Occidente tiene un condicionamiento cristia­no simplemente niega que hay algo más que esta vida, por  eso desde el principio mismo uno parte con prejuicios: ¿para qué molestarse con la hipnosis? Unos pocos se han atrevido y lo han intentado, pero fueron conde­nadas por la sociedad; contundentemente. Mesmer lo intentó, pero fue condenado, y hubo una tradición de mujeres que la cristiandad conde­nó por brujas. Estaban haciendo pruebas con la hipnosis y estaban más cerca de la verdad de lo que la cristiandad ha estado nunca. Pero miles y miles de brujas fueron quemadas vivas, su tradición fue borrada com­pletamente, toda su literatura fue quemada. Sólo se conservó una copia de cada libro en el Vaticano.

La ONU tiene el deber de tomar el control de la biblioteca del Vaticano. Es algo soterrado: esa biblioteca tiene tremendos tesoros que la cristiandad ha destruido. Todavía temen sacar los libros a la luz por­que entonces la condena de la cristiandad sería unánime, incluso por parte de los cristianos: «Lo que decíais no era verdad y los que decían la verdad eran quemados, asesinados.»

Tienen al menos una copia de cada libro en su inmensa biblioteca. No se le permite la entrada a nadie; sólo cuando te conviertes en carde­nal, pero para entonces ya estás muy condicionado. Esos libros están escritos en clave para evitar llamar la atención de los cristianos. Han usado parábolas, diagramas, y otras cosas, como si no tuvieran que ver con la religión, cómo si trataran de otros temas.

El deber de todos los intelectuales del mundo es insistir al Vaticano: «Esa biblioteca no os pertenece. Ya habéis hecho suficiente daño; ahora al menos dar la biblioteca a Naciones Unidas y dejad que los eruditos vean la hermosa literatura que habéis destruido. Debería publicarse y ponerse a disposición de quien la desee.»

Una de las cosas que se destruyó de esta forma es la hipnosis: el método, la ciencia y los resultados. Ahora sólo es una palabra condena­toria. Si me amas, si confías en mí, cualquiera puede decir que simple­mente estás hipnotizado. Esa persona no conocerá siquiera el significa­do de la palabra, ni sus implicaciones, pero la usará para condenarte. En realidad, ser hipnotizado y entrar en los reinos más oscuros de tu ser es el primer paso para llegar a los reinos más luminosos de tu ser.

Contienes en ti toda la evolución, presente, pasada y futura. Tienes un ser tan enorme, y sólo accedes a una pequeña ventana del conscien­te...; ese eres tú.

Tu amplitud es negada.

Tu universalidad es negada.

Por tanto si realmente quieres recordar, no sólo recordar, sino revi­vir, entonces tendrás que usar la hipnosis. En cuanto nos asentemos en alguna parte, voy a crear una sección absolutamente dedicada a la hip­nosis y sus implicaciones, y quiero que cada sannyasin pase por ella.

Esto me recuerda dos incidentes... Uno es de la vida de Gautama Buda y a otro de la vida de Vardhaman Mahavira. Un hombre tomó sannyas, se hizo miembro de la comunidad de Buda, pero aquello le resultaba duro, difícil, arduo. Estaba triste, deprimido y pensaba cons­tantemente en dejarlo. Un día Buda le llamó y le pidió que se sentara frente a él para practicar d método de jati-smaran; es decir, la hipnosis.

Como no lo había hecho antes, alguien le dio instrucciones para ir a las vidas pasadas. Y fue una revelación sorprendente: durante cinco vidas anteriores había tomado sannyas y lo había dejado. Hacer eso se había convertido en una rutina para su consciencia. Entonces Buda dijo: «Ahora estás volviendo a hacerlo. Depende de ti, pero lo has hecho cinco veces anteriormente.                            

Es una pura repetición, estás perdiendo el tiempo. Deja de tomar sannyas y haz lo que desees hacer, o se valiente; si lo has tomado, entra en ello en esta ocasión! Esto no debe repetirse. Esas cinco vidas han sido un desperdicio.»

Mirando a sus propias vidas... el mismo patrón, casi mecánico la misma rueda en movimiento: primero se sentía atraído hacia un gran maestro, iniciándose con gran entusiasmo, y después, al ver lo arduo, las dificultades de la autotransformación, se escapaba renunciando al sannyas mismo. Y volvía a pasarle una y otra vez         

Buda dijo: «Puedes hacerlo todo el tiempo que desees. En tu próxima vida lo volverás a hacer. Durante cinco vidas nadie te lo ha dicho, por­que los maestros con los que trabajabas no eran maestros de jati-smaran.»

El hombre se quedó. Aquello le hizo cambiar de actitud completa­mente: «Esto es estúpido. Si el sannyas es duro hay que enfrentarlo. Si es un desafío debe ser afrontado.» Y se convirtió en uno de los discípu­los iluminados de Buda.

Hay una historia similar en la vida de Mahavira. Un príncipe se quedó encantado con el individuo que era, pero no sabía que su vida era muy ardua. Nadie ha vivido como vivió Mahavira: desnudo en invierno, bajo el calor del sol, pasando meses de hambre, ayunando, comiendo sólo de vez en cuando, descalzo, caminando sobre la tierra ardiente bajo un sol de justicia.                                             

No usaba zapatos porque en aquellos tiempos sólo se usaban zapa­tos de cuero, y usarlos significaba apoyar directamente la industria de la violencia, porque el mejor cuero es el que procede de matar terneros jóvenes. 

Si realmente quieres un cuero perfecto, tienes que tomarlo del ter­nero cuando aún está vivo; no lo matas previamente. ¡Lo primero es extraer el cuero y, mientras lo extraes, obviamente el ternero se muere.

Ese es el mejor cuero y el más suave. Mahavira estaba totalmente en con­tra de apoyar nada que estuviera basado en la violencia.

Este príncipe -naturalmente, es comprensible- se quedó impre­sionado por aquel hombre, por su integridad, por su autoridad, por su enseñanza. No se daba cuenta de que la vida con él sería extraordina­riamente dura, y él estaba acostumbrado a vivir rodeado de lujos. Pero en un momento de entusiasmo tomó sannyas y entró en la comuna de Mahavira.

Ahora bien, con Mahavira solían moverse diez mil sannyasins y resi­dían en grandes caravanas, y la norma era que los más ancianos -es decir, los que eran sannyas desde hacía más tiempo- tomarían los mejo­res lugares y los demás se situaran por orden de antigüedad. Este prín­cipe sólo llevaba un día de sannyasin, por eso por la noche le tocó el lugar junto a la puerta principal, donde la gente dejaba, los zapatos, para­guas y otras cosas. Era el hijo de un rey y dormir junto a aquella puerta le resultaba imposible; la gente entraba y salía continuamente. Donde hay diez mil sannyasins... Nunca había dormido en una situación así y pensó inmediatamente: «Ésta no es la vida que yo desearía. Mañana por la mañana presentaré mis disculpas, y diré: "Éste no es el tipo de vida que quiero.»

Pero antes de que él llegase a Mahavir, Mahavir llegó hasta él y le pidió, que se dejara entrar en jati-smaran; y vivió el mismo proceso. Había estado haciendo lo mismo durante tres vidas: se quedaba impre­sionado por personas magnéticas, gente carismática, y después encon­traba pequeños problemas y los dejaba. En esas tres vidas él podría haberse iluminado, porque esas tres personas eran capaces de activar el proceso de la iluminación.

Mahavira dijo: «Has perdido tres vidas, y ahora estás perdiendo la cuarta. Decídete. Eres un guerrero, no sólo eres un príncipe. No insistas en que eres un príncipe y en que sólo has vivido en el lujo; recuerda que eres un guerrero y que has estado luchando en guerras. Y no hay nadie en toda esta zona que sea mejor espadachín, mejor arquero que tú. No te insultes, no te humilles. Esto es un escape.»  

Y el hombre se quedó. Pero el factor que ayudó a estos dos hombres al quedarse fue revivir sus experiencias pasadas. Es muy útil, pero está tan condenado en Occidente que ahora la condena ha llegado también a Oriente; porque ahora Oriente sólo es un loro. Ahora Oriente no es el Oriente qué solía ser; sólo es una sombra de Occidente. Todos los erudi­tos orientales están formados en Occidente. Aprenden en universidades occidentales: en París, en Londres, en Oxford, en Cambridge, en Harvard.

Yo he estado luchando en muchas universidades de India para que a estos eruditos no se les llame orientales, porque todo lo que han aprendido es occidental; aunque sea filosofía india, la han aprendido en Oxford.

Es ridículo que para entender la filosofía india te tengas que ir a Oxford. Estos intelectuales no son orientales en absoluto; todo su plan­teamiento es occidental. Por tanto no queda mucho de Oriente, ahora todo es occidental. Oriente está tan interesado en el éxito occidental, en el materialismo, en la tecnología, que ha olvidado el éxito que ha alcan­zado en otro mundo diferente -el mundo interno- y el hecho de que ha alcanzado las cumbres más altas de la iluminación.   

Por tanto no trates de recordar; más bien consigue la ayuda de alguien en quien confíes, de alguien que pueda hipnotizarte. Pronto, cuando la existencia me permita asentarme en algún lugar, formaré a gente que pueda ayudar a todo el mundo a ir al pasado y experimentar y revivir esos momentos.

Esto hará cambiar todas tus actitudes. Te hará tomar consciencia de que estás moviéndote en círculo, y ya es hora de salir de él, porque no tiene sentido: estás haciendo lo mismo en cada vida, moviéndote en el mismo círculo. Y puedes seguir haciéndolo eternamente -nadie te lo va a impedir-, a menos que tú mismo decidas saltar del círculo vicioso.

Amado 0sho,

Mientras viajábamos por Grecia con un grupo de sannyasins visi­tamos Delfos, la sede del antiguo oráculo y el lugar donde se dice que vivió Pitágoras. Todos sentimos una felicidad serena mientras ca­minábamos por las ruinas y al final nos reunimos en la parte alta del estadio y nos sentamos en silencio y en mutua compañía. ¿Qué nos ocurrió?

¿Por qué uno tiene unos sentimientos tan diferentes con los dis­tintos lugares?

La gente como Pitágoras, Sócrates, Plotino, Gautama Buda, Lao Tse, Chuang Tzu... la gente que está en este estado irradia conti­nuamente, pero no a base de esfuerzo: sin esfuerzo y espontáneamente. Su experiencia, como una vela, irradia luz; su consciencia se ha converti­do en una luz. Su ser ha adquirido una fragancia, un florecimiento, y todo lo que les rodea atrapa esa vibración que continuará durante siglos. Yo no he estado en Delfos. Estaba pensando en ir pero antes de poder hacerla fui arrestado y expulsado de Grecia. Pero Delfos era uno de los lugares que me hubiera gustado visitar.

En India he visitado algunos lugares... El lugar donde Gautama Buda se iluminó se llama Bodh Gaya. Es un pequeño templo. Algunos seguidores construyeron un templo que sirviera de recordatorio bajo el árbol donde Buda se iluminó. Ese árbol aún recuerda algo, y más tarde me enteré de que el árbol bodhi tiene cierta sustancia que no tiene nin­gún otro árbol, es la sustancia que hace del hombre un genio. Sólo los genios tienen esa sustancia en sus mentes, y en el mundo de los árboles, sólo el bodhi tiene esa sustancia. Quizá sea más perceptivo, más recep­tivo; tiene cierta genialidad.

Buda se quedó debajo del árbol durante muchos años. Toda aque­lla área aún desprende una fragancia, y justo al lado del árbol está el lugar donde él solía caminar. Cuando se cansaba de estar sentado en meditación, se levantaba y meditaba, y ese lugar está señalado por pie­dras de mármol. Pero sentado bajo el árbol o caminando sobre esas pie­dras, puedes sentir que no estás en este mundo, que ese lugar tiene algo que no tiene ningún otro lugar. Quizá en el momento en que se iluminó algo explotó en él y se quedó pegado a todo lo que pudiera atraparlo. Antes solíamos pensar..., pero no es el caso. Ahora está muy bien pro­bado que los árboles son muy sensibles, más sensibles que los seres humanos, aunque su sensibilidad está a otro nivel.

Un científico estaba trabajando con árboles. Puso en el árbol cierto aparato, una especie de cardiograma que dibuja gráficos de los senti­mientos del árbol, y se quedó sorprendido de que cuando vino el jardi­nero... El científico dijo al jardinero: «Ve y corta una de las ramas del árbol. Quiero ver el efecto.» Pero no hubo necesidad de cortar la rama. Cuando el jardinero vino con el hacha, ¡el gráfico ya estaba disparado!

El científico dijo: «No lo hagas; al árbol ya le ha llegado la idea de que vas a cortarlo y hacerle daño.» Más adelante se sorprendió todavía más porque, cuando cortas un árbol, los gráficos de todos los demás árboles de la zona se vuelven locos. Cuando el mismo jardinero viene a regar el árbol, el gráfico permanece perfectamente equilibrado. Se vuel­ve todavía más armonioso. Parece que el árbol es capaz de captar tus pensamientos, tus ideas.

Quizá suceda lo mismo con las rocas, la tierra, porque todas ellas están vivas. Su vida puede estar a otro nivel, pero siguen estando vivas, y ciertamente son más simples y más inocentes. La gente ha mantenido... En Tíbet han conservado los cuerpos de los iluminados porque si los árboles, las piedras y la tierra se quedan impresionados por una gran experiencia, entonces ciertamente el cuerpo humano, sus huesos, también deben quedarse impresionados; están más cerca.         

Quizá los tibetanos fueron los primeros en entenderlo: recubrieron de oro los cuerpos de noventa y nueve grandes maestros. Ese solía ser el lugar más sagrado del Tíbet. Es justamente... Si has visto una fotografía del Potala, el palacio del Dalai Lama, está justo debajo. El Potala está en lo alto de una montaña y debajo hay muchas cuevas. Una de las cuevas está dedicada exclusivamente a esos noventa y nueve cuerpos.       

¿Por qué se detuvieron en noventa y nueve? ¡Es un número extra­ño! El número cien habría sido más apropiado. Tuvieron que detenerlo porque el linaje del Dalai Lama cayó desde la altura a la que solía estar, y el país no podía producir a nadie que mereciera tomar el centésimo lugar en el templo sagrado. Se abría a la gente una vez al año y pasar por él era pasar por otro mundo.

Ahora está completamente cerrado para que los comunistas no pue­dan encontrarlo, porque ellos no estarían interesados en los cuerpos sino en el oro. Destruirían esos cuerpos y tomarían el oro; y es una gran cantidad de oro. Por eso antes de que el Dalai Lama se fuera de Lhasa tras la invasión del país por parte de los comunistas, la selló de todas las for­mas posibles para que no pudieran descubrirla. Y aún no han sido capa­ces de hallarla.

Poco a poco en todos los países en los que florecía la espiritualidad, la gente se dio cuenta de que pasaba algo... Por eso se han preservado las cosas que eran usadas por estas personas y sus cuerpos se han converti­do en reliquias. En India se queman los cuerpos, pero te sorprenderá saber que a los restos que quedan después de la cremación se les llama «flores.» Las cenizas de la gente común son arrojadas a ríos sagrados, pero las «flores» de los iluminados son preservadas en samadhis: en pre­ciosos mausoleos de mármol. Simplemente el hecho de sentarse allí ya es una meditación. El problema es que el mundo está gobernado por gente que no sabe nada de esto.

Por ejemplo, Delfos no debería estar abierto a todo el mundo por­que destruirán su vibración sutil. ¡Pero al Gobierno le interesa el tu­rismo!

Delfos sólo debería estar abierto a unos pocos elegidos, elegidos por la escuela de misterios que debería existir allí. Delfos fue una escuela de misterios. En los días de Pitágoras y Sócrates, Delfos era el tem­plo de la sabiduría, el más famoso de todos los templos. La sacerdotisa solía entrar en trance. Mientras rezaba, bailaba y cantaba en el templo, debía entrar en trance y durante ese estado decía cosas que siempre resultaban ser ciertas. Ella misma no podía recordar nada al regresar del trance; quizá el trance la llevaba a una capa superior de la mente, tal vez a la mente cósmica.

En uno de esos trances ella declaró que Sócrates era el hombre más sabio del mundo. Y unos pocos visitantes procedentes de Atenas se pusieron muy contentos porque Sócrates era ateniense. Llegaron hasta él -ya era anciano- antes de su muerte, antes de su asesinato y le dije­ron: «Deberías estar contento; el oráculo de Delfos te ha declarado el hombre más sabio del mundo.»

Sócrates dijo: «Ya es demasiado tarde. Cuando era joven pensaba que sabía mucho, que era muy sabio. Cuanto más aprendía, más igno­rante me hacía porque tomaba consciencia de que lo que se es poco y lo que no se es muchísimo. Ahora, a mi edad, puedo decir con certeza que no sé nada. El oráculo, parece que por primera vez, ha fallado.»

La gente se quedó muy sorprendida porque Sócrates debería haber­se sentido feliz al oírlo. Volvieron a Delfos y la sacerdotisa volvió a bai­lar y a caer en trance. Le preguntaron durante el trance: «Dijiste que Sócrates es el hombre más sabio del mundo, pero él lo niega. Él dice: "Yo no sé nada..."»

Y la sacerdotisa en su trance dijo: «Por eso es el hombre más sabio del mundo. Sólo los idiotas dicen que saben. Los sabios no pueden de­cir eso.»

Lugares como estos, o como Bodh Gaya, no deberían permitir el acceso a los turistas, que son una raza horripilante con sus cámaras, bino­culares y demás cosas estúpidas. Y no les interesa el lugar en absoluto; toman fotografías y van de aquí para allá. Más tarde, sentados en casa, miran las fotografías y dicen: «¡Genial! Nuestra gira fue estupenda. Visitamos lugares muy hermosos, puedes verlos.» Pero nunca estuvieron allí; estaban con sus cámaras. Deberían sentarse allí y absorber la vibra­ción sutil del lugar... Algo de Gautama Buda debe quedar allí; ¡tiene que estar allí!

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