Capítulo 33
La Oración, tu Armadura Psicológica
Amado Osho,
El otro día, cuando hablabas de acercarse a Ti, yo era consciente de que aún siento una fina armadura a mi alrededor que me impide acercarme. Esta armadura es incongruente con mi apertura a Ti. No se de dónde viene.
Por favor, ayúdame a fundirla.
Todo el mundo tiene ese tipo de armadura.
Existen razones para ello. En primer lugar, el niño nace completamente desvalido en un mundo del que no sabe nada. Naturalmente tiene miedo de lo desconocido que tiene ante sí. Aún no ha olvidado esos nueve meses de absoluta seguridad, en los que no había problema, ni responsabilidad, ninguna preocupación por el mañana.
Para nosotros son nueve meses, pero para el niño son la eternidad. No sabe nada del calendario, no sabe nada de minutos, horas, días, meses. Ha vivido una eternidad en absoluta seguridad, sin ninguna responsabilidad, y de repente es lanzado a un mundo desconocido, en el que depende de los demás para todo. Es natural que tenga miedo. Todo el mundo es más grande y poderoso, y él no puede vivir sin ayuda de los demás. Sabe que es dependiente; ha perdido su independencia, su libertad. Los menores incidentes le pueden dar un indicio de la realidad que experimentará en el futuro.
Napoleón Bonaparte fue derrotado por Nelson, pero de hecho el mérito no fue de Nelson. Napoleón Bonaparte fue derrotado por un pequeño incidente ocurrido en su infancia. La historia no contempla las cosas de esta forma, pero para mí está clarísimo.
Cuando sólo tenía seis meses de vida, un gato salvaje saltó sobre él. La sirvienta que le cuidaba se había ido a hacer algo a otra parte de la casa; estaba en el jardín bajo el primer sol de la mañana, tumbado al aire libre, y un gato salvaje saltó sobre él. No le hizo daño -quizá sólo estaba jugando- pero para la mente del niño casi fue la muerte. Desde entonces no tenía miedo de los tigres y leones; podría haber luchado contra un león sin armas, sin ningún miedo. ¿Pero un gato? Eso era otro tema. Se sentía absolutamente desvalido. Cuando veía un gato casi se quedaba congelado; volvía a ser un niño de seis meses, sin defensas, sin capacidad de luchar. A los ojos de ese niño pequeño el gato debe haber sido enorme, era un gato salvaje. El gato quizá miró al niño a los ojos. Algo en su psique se quedó tan profundamente grabado que Nelson lo explotó. Nelson no era comparable a Napoleón, que no había sido vencido nunca en toda su vida; ésta fue su primera y su última derrota. Y no habría sido vencido si Nelson no hubiera puesto setenta gatos delante de su ejército.
En el momento en que Napoleón vio los gatos, su mente dejó de funcionar. Sus generales no podían comprender lo que había pasado. Ya no era el mismo gran guerrero; se quedó casi helado de miedo, temblando. Nunca había permitido que uno de sus generales reordenara el ejército, pero aquel día dijo con lágrimas en los ojos: «Soy incapaz de pensar, reorganiza tú el ejército. Yo me quedaré aquí, me siento incapaz de luchar. Me ha ocurrido algo nefasto.»
Fue reemplazado, pero sin Napoleón, su ejército era incapaz de combatir a Nelson, y viendo la situación de Napoleón, todos los miembros de su ejército sintieron miedo: estaba ocurriendo algo muy extraño.
Un niño es débil, vulnerable, inseguro. De manera autónoma y de diversas formas empieza a crearse una armadura, una protección. Por ejemplo, tiene que dormir solo. Está oscuro y tiene miedo, pero tiene su osito de peluche y con él cree que ya no está solo; su amigo está con él. Verás niños llevando sus ositos de peluche en los aeropuertos, en estaciones de tren. ¿Crees que es un juguete? Para ti lo es, pero para el niño es un amigo. Y un amigo en momentos en los que nadie más le presta ayuda; en la oscuridad de la noche, cuando está solo en la cama, el osito está allí con él.
Creará ositos de peluche psicológicos. Y esto es para recordaros que aunque un adulto piense que no tiene ositos de peluche, se equivoca. ¿Qué es su Dios? Sólo un osito de peluche. A partir de sus miedos infantiles, el ser humano ha creado una figura paterna que lo sabe todo, que es todopoderosa, que es omnipresente; si tienes suficiente fe en él, te protegerá. Pero la idea misma de un protector, la idea misma de que se necesita un protector es infantil. Entonces aprendes a rezar: es parte de tu armadura psicológica. La oración sirve para recordar a Dios que estás allí solo y es de noche.
Cuando era niño siempre me preguntaba… Me encantaba el río que estaba muy cerca, a dos minutos de mi casa. Cientos de personas se bañaban en él y yo me preguntaba... En verano, cuando se sumergen en el río, no repiten el nombre de Dios -«Hare Krishna, Hare Rama»-, no. Pero en el frío invierno repiten: «Hare Krishna, Hare Rama.» Se sumergen rápidamente, repitiendo: «Hare Krishna, Hare Rama.»
Yo me preguntaba: ¿Es la estación la que marca la diferencia? Solía preguntar a mis padres: «Si son devotos de "Hare Krishna, Hare Rama", entonces el verano debe ser tan bueno como el invierno.»
Pero yo no creo que eso sea Dios, ni oración, ni religión; ¡simplemente es el frío! Se están creando una armadura con el «Hare Krishna, Hare Rama.» Están desviando su atención. Hace demasiado frío, necesitan poner la atención en otra cosa, y eso les ayuda.
En verano no lo necesitan; simplemente se olvidan de lo que han estado haciendo todo el invierno.
Nuestras oraciones, nuestros cánticos, nuestros mantras, nuestras escrituras, nuestros dioses, nuestros sacerdotes, todos son parte de nuestra armadura psicológica. Es muy sutil. Un cristiano cree que sólo él será salvado, nadie más. Éste es su mecanismo de defensa. Todo el mundo va a ir al infierno excepto él, porque es cristiano. Pero cada religión cree igualmente que sólo sus fieles serán salvados. No es una cuestión de religión. Es una cuestión de miedo y de ser salvados del miedo, por eso, de alguna manera, es natural. Pero en cierto punto de tu madurez, la inteli¬gencia demanda que dejes todo esto atrás. Era bueno mientras eras un niño, pero un día tienes que dejar atrás el osito de peluche, de la misma forma que un día tienes que dejar a tu Dios, y un día tienes que dejar tu cristiandad, tu hinduismo. Finalmente, el día que abandonas todas tus armaduras, significa que has dejado atrás el miedo. ¿Y qué tipo de vida te puede dar el miedo? Una vez que abandonas la armadura, puedes vivir por amor, puedes vivir de una forma madura.
El hombre plenamente maduro no tiene miedo, ni defensa; psicológicamente está completamente abierto y vulnerable.
En un momento la armadura puede ser una necesidad; quizá lo sea.
Pero a medida que creces, si no sólo te haces más viejo sino que maduras, entonces empezarás a ver lo que estás llevando contigo. ¿Por qué crees en Dios? Un día tienes que darte cuenta por ti mismo de que no has visto a Dios, de que no has tenido ningún contacto con Dios, y creer en Dios es una mentira: no estás siendo sincero.
¿Qué tipo de religión puede haber sin sinceridad, sin autenticidad? Ni siquiera puedes dar razones para tus creencias pero sigues aferrándote a ellas.
Míralas de cerca y detrás de ellas encontrarás tu miedo. La persona madura debería desvincularse de todo lo que tenga que ver con el miedo. Así es como llega la madurez.
Simplemente observa tus actos, tus creencias, y descubre si están basados en la realidad, en la experiencia, o están basados en el miedo. Cualquier cosa basada en el miedo ha de ser dejada atrás inmediatamente, sin pensarlo dos veces. Es tu armadura. Yo no puedo fundida. Sólo puedo mostrarte cómo dejarla atrás.
No es algo simple; hay muchas cosas a su alrededor... En India hay tantos templos. Mucha gente no tiene casas, pero hay tantos dioses -treinta y tres millones de dioses- y cada uno necesita sus templos. En algunos lugares, como Benarés, encontrarás dos casas y a continuación un templo, tres casas y otro templo... toda la ciudad es una ciudad de templos. En Khajuraho, que es una ciudad en ruinas, sigue habiendo cien templos, y cientos de templos más están entre las ruinas. Debió de ser una gran ciudad pero, mirando los templos, no podía imaginarme dónde vivía la gente, porque toda la ciudad parece estar hecha de templos y más templos. Aparentemente no queda espacio.
En Jabalpur solía salir a dar un paseo matinal por una calle silenciosa y un hombre solía seguirme, éramos los únicos que salíamos a caminar por la mañana. Tenía el hábito de presentar sus respetos a todos los dioses que encontraba por el camino: veía un templo y presentaba sus respetos, llegaba al siguiente templo y volvía a hacer lo mismo.
Le dije: «Escucha, si vas a venir conmigo no puedes seguir con esta estupidez; eres libre de hacer lo que quieras, pero yo no puedo esperar en cada templo. iMe da vergüenza estar a tu lado mientras haces ese acto idiota!»
Pero él me amaba. Dijo: «Yo también pienso que es inútil. Nadie más lo hace, pero mi padre solía hacerlo y, por su causa casi se ha convertido en una herencia: yo lo hago, mis hijos lo hacen. Y ahora siento mucho miedo... mi padre me lo transmitió y quizá su padre se lo transmitiera a él. El miedo es que si pasas junto al templo de algún dios sin presentarle tus respetos, él puede enfadarse contigo. Y los dioses son muy vengativos; no te dejarán en paz, sufrirás. Por tanto, el miedo que tengo es: ¿Para qué crearse enemigos, enemigos poderosos, contra los que uno no puede defenderse? Es mejor presentarles respeto, no cuesta nada.»
Yo dije: «Entonces hazlo, pero no puedes venir conmigo.»
Y como le gustaba mucho venir conmigo, dijo: «Mañana lo intentaré, dame una oportunidad, porque puedo ver que tú no les presentas tus respetos; hay miles de personas que pasan al lado y yo soy el único... Parece que todos los dioses me estuviesen esperando a mí para presentarles respeto, si no sufriré su revancha. No les importa nadie más.»
Yo dije: «A eso me refiero: no están ahí. En el templo no hay nadie; todos los templos están vacíos. No hay dioses y no hay necesidad de tener miedo. Puedes venir conmigo, pero mañana mismo tienes que dejar este hábito; si no es el fin de nuestra amistad en lo que al paseo matinal se refiere.»
Él dijo: «Sólo un día...» Lo intentó decididamente, pero yo podía ver las cadenas psicológicas existentes. Me lo había prometido, y como yo estaba a su lado, no podía engañarme. Por un lado estaba el dios… y estaba pillado entre los dos lados. Podía ver que sus pies se detenían; podía ver que sus manos se preparaban para hacer la reverencia, pero al verme intentaba bajarlas.
Ese día tardamos casi el doble, porque él se iba parando...; casi tenía puesto un freno automático. Yo tenía que detenerme y mirarle severamente, entonces decía: «De acuerdo, no lo haré. ¿Pero estás seguro de que no hay dios?»
Yo dije: «Simplemente olvídate de los dioses. Hemos venido a dar un paseo matinal y estas paradas continuas... Y hay tantos templos; estoy harto!»
Pero lo que hizo a continuación te va a sorprender. Vino a verme por la noche y estaba muy feliz. Dijo: «¿Sabes qué? Tuve que volver a pasar. Cuando te fuiste volví a pasar a presentar mis respetos porque todos esos dioses iban a estar enfadados. Y como soy pobre, ¿cómo podría...? Pero ahora me siento tranquilo.» Y añadió: «Ahora encaja todo: primero iré contigo sin más y luego volveré únicamente apresentar mis respetos a los dioses.»
Yo dije: «Parece que eres incurable. Me ves todos los días a tu lado y nadie está enfadado conmigo, nadie quiere vengarse de mí. Ves pasar a miles de personas.»
Él dijo: «Veo todo eso, pero ¿qué puedo hacer con mi propia mente?»
Yo añadí: «Entonces es mejor que vayas una vez y presentes tus respetos, y yo dejaré de ir por esa calle: no quiero obligarte a pasar dos veces y a que pierdas tu tiempo.»
Pero cuando las personas tienen semejantes ataduras psicológicas, siempre encuentran razones. Un día vino a verme y me dijo: «Ahora voy a pasear solo, sin ti, y toda la alegría del paseo matinal ha desaparecido. Se que no vendrás conmigo a menos que deje a los dioses; tengo que elegir. Por eso hoy lo he intentado, ¡pensaba que quizá tuvieras razón! Lo he intentado por mí mismo: no he presentado mis respetos. Y cuando llegué a casa mi madre estaba muerta. Ahora no cabe duda de que enfadé a los dioses.»
Yo dije: «Todas las madres se mueren. ¿Piensas que se mueren porque los dioses están enfadados? ¿Tu madre es la única, es especial? Todos los padres se mueren, todo el mundo enferma, ¡todo el mundo tiene accidentes!»
Él añadió: «No puedo pensar en nada...; cuando salí a pasear estaba perfectamente bien y cuando volví estaba muerta. Los médicos dicen que tuvo un ataque al corazón, pero yo se que la he matado por no presentar mis respetos a los dioses.»
Yo dije: «Tú deberías haber muerto de un ataque al corazón por no presentar tus respetos a los dioses, no tu madre. ¿No puedes ver algo tan simple?, tu madre no tiene nada que ver con ello.»
Pero el condicionamiento psicológico te deja casi ciego. Él me dijo:
«Esto es un aviso para mí: “¡Mira, esta vez nos llevamos a tu madre, el próximo serás tú!". Me han dado una oportunidad, una posibilidad porque siempre les he presentado mis respetos. Están siendo buenos conmigo, ya no te voy a escuchar.»
Nadie puede retirarte la armadura psicológica. Lucharías por ella. Sólo tú puedes hacer algo por dejarla: observar cada una de sus partes. Si está basada en el miedo, entonces déjala. Si está basada en la razón, en la experiencia, en la comprensión, entonces no es algo que tengas que dejar, sino algo que tienes que hacer parte de tu ser.
Pero en tu armadura no encontrarás ni una sola cosa que esté basada en la experiencia. Todo es miedo, de la A a la Z.
Seguimos viviendo rodeados de miedo, por eso envenenamos cada experiencia.
Amamos a alguien por miedo, y eso echa a perder el amor, lo envenena.
Buscamos la verdad, pero si la buscamos por miedo no vamos a encontrarla.
Hagas lo que hagas, recuerda una cosa: con el miedo no puedes crecer, sólo te encogerás y morirás.
El miedo está al servicio de la muerte.
Mahavira tenía razón: hace del arrojo la virtud fundamental de la persona. Y entiendo a qué ser refiere por arrojo. Se refiere a dejar atrás toda armadura.
Para la persona sin miedo todo lo que le da la vida es un regalo. No hay barrera. Te lloverán regalos, y hagas lo que hagas, tendrá una fuerza, un poder, una certeza, un tremendo sentimiento de autoridad.
Un hombre que vive atemorizado siempre está temblando por dentro. Siempre está a punto de volverse loco, porque la vida es muy vasta, y si estás en un miedo continuo... Y hay muchos tipos de miedo.
Puedes hacer una lista muy larga y te quedarás sorprendido de todos los miedos que hay: ¡y aún sigues vivo! Estás rodeado de infecciones, enfermedades, peligros, secuestros, terroristas... y la vida es tan pequeña. Y finalmente también está la muerte, que no puedes evitar. Toda tu vida se oscurecerá.
¡Abandona el miedo! Lo tomaste inconscientemente en tu infancia; ahora déjalo conscientemente y madura. Y entonces la vida podrá ser una luz que vaya profundizándose a medida que creces.
Amado Osho,
Cuando en los discursos dices cosas como: «Vive totalmente el momento», siempre pienso: «¡Por supuesto!... ¡Eso es! Desde ahora siempre voy hacerlo así.» Y por supuesto, al momento siguiente, ya lo he olvidado. En cada discurso decido que ha llegado el momento de ser más meditativo, más religioso, más amoroso, más consciente; y lo olvido inmediatamente.
¿Es posible que simplemente por sentarme a tu lado uno de estos días lo pille, a pesar de mí mismo?
Es posible que lo pilles a pesar de ti mismo. Pero tu pregunta es muy significativa. Si la examinas, puedes ver lo que no funciona. Me escuchas hablar de vivir con intensidad, totalmente..., momento a momento, en el ahora, en el aquí, y te dices a ti mismo: «¡Por supuesto, eso es! Voy a hacerlo.» No es que después lo olvides, ya lo has olvidado. Diciendo: «¡Por supuesto, eso es!», decidiendo que lo vas a hacer, ya lo has pospuesto para mañana; decidiendo que vas a vivir así ya has dejado de entender.
Has dejado de entender ahora.
A continuación descubres que al momento siguiente lo has olvidado. No es que lo olvides al momento siguiente; ¡no lo has escuchado en absoluto! De otro modo no dirías: «¡Por supuesto! ¡Eso es!» Simplemente lo entenderías sin palabras. No lo verbalizarías, porque al verbalizarlo pierdes el momento... el momento es una cosa muy pequeña.
Tu mente te está engañando. Te está diciendo: «Ya lo he entendido, no te preocupes. ¡Por supuesto que es esto! Así es como vamos a vivir.» ¿Pero cuándo? La pregunta era ahora y tu mente ya la ha pospuesto. La pregunta estaba aquí, y la mente ha traído el futuro. No es que te olvides más tarde, más tarde es cuando reconoces que te has olvidado. Pero la verdad es que ni siquiera lo has entendido, porque si lo entiendes no hay posibilidad de olvidarlo.
La verdad tiene una cualidad: una vez comprendida es imposible olvidarla. Por eso, si eres un hombre veraz no tienes que recordar las cosas; pero si mientes, necesitas una excelente memoria, porque entonces tienes que recordar qué mentiras dijiste ayer para repetir la misma. Entretanto puedes haber dicho otras mentiras a otra gente. El mentiroso tiene que estar muy atento, y si le pillan, para arreglárselas tiene que ser muy lógico, como un sofista.
Una historia sufí cuenta que Mulla Nasruddin fue elegido por el Sha de Irán para ser enviado como mensajero al rey de India a fin de estrechar la amistad entre ambos países. Los demás miembros importantes de la corte del Sha eran muy celosos. Trataron de echar al traste el viaje de Nasruddin de todas las formas posibles, crear antagonismo contra él en la mente del rey, y le espiaron para ver qué hacía.
Nasruddin hizo lo siguiente: fue al emperador de India y ante toda la corte imperial dijo: “Verte es un gran privilegio para mí. Mi rey, el Sha de Irán es una luna joven, de sólo dos días. Tú eres una luna llena.”
El emperador se quedó impresionado: aquel embajador iraní le estaba comparando no con una luna de dos días que sólo se puede ver durante unos minutos, ¡sino con la luna llena! Le dio muchos presentes para su rey y le dijo: «Infórmale de que estoy muy contento con su mensajero.»
Pero los espías de la corte del Sha, los que conspiraban contra Nasruddin, llegaron a la corte antes que él. Dijeron a todos que Nasruddin había insultado al Sha de Irán llamándole luna joven de dos días, y comparándole con el emperador de India que era luna llena, ¡perfecta y en toda su gloria!
Naturalmente el Sha de Irán se ofendió mucho. Dijo: «¡Que venga Nasruddin! Solía pensar que era un hombre sabio, pero parece muy astuto.» Nasruddin llegó con grandes y valiosos presentes, pero el Sha estaba enfadado. Dijo: «No quiero ningún regalo. En primer lugar tienes que darme una explicación: ¿Es verdad que me comparaste con el emperador diciendo que sólo soy una luna de dos días y que él es una luna llena perfecta?»
Nasruddin dijo: «Sí, y el emperador es un estúpido! No comprendió el significado de lo que le decía.»
El Sha dijo: «¿Cuál es el significado?»
Él respondió: «Me refería a que la luna llena está en su lecho demuerte, mañana empezará a declinar. La luna de dos días está en pleno desarrollo: mañana será mayor, y al día siguiente ¡será aún más grande. Por eso mi Sha de Irán se está expandiendo, se está haciendo cada vez mayor. El emperador no tiene ningún futuro, mi Sha tiene un futuro; él sólo tiene pasado, y su futuro es la muerte.»
La Oración, tu Armadura Psicológica
Amado Osho,
El otro día, cuando hablabas de acercarse a Ti, yo era consciente de que aún siento una fina armadura a mi alrededor que me impide acercarme. Esta armadura es incongruente con mi apertura a Ti. No se de dónde viene.
Por favor, ayúdame a fundirla.
Todo el mundo tiene ese tipo de armadura.
Existen razones para ello. En primer lugar, el niño nace completamente desvalido en un mundo del que no sabe nada. Naturalmente tiene miedo de lo desconocido que tiene ante sí. Aún no ha olvidado esos nueve meses de absoluta seguridad, en los que no había problema, ni responsabilidad, ninguna preocupación por el mañana.
Para nosotros son nueve meses, pero para el niño son la eternidad. No sabe nada del calendario, no sabe nada de minutos, horas, días, meses. Ha vivido una eternidad en absoluta seguridad, sin ninguna responsabilidad, y de repente es lanzado a un mundo desconocido, en el que depende de los demás para todo. Es natural que tenga miedo. Todo el mundo es más grande y poderoso, y él no puede vivir sin ayuda de los demás. Sabe que es dependiente; ha perdido su independencia, su libertad. Los menores incidentes le pueden dar un indicio de la realidad que experimentará en el futuro.
Napoleón Bonaparte fue derrotado por Nelson, pero de hecho el mérito no fue de Nelson. Napoleón Bonaparte fue derrotado por un pequeño incidente ocurrido en su infancia. La historia no contempla las cosas de esta forma, pero para mí está clarísimo.
Cuando sólo tenía seis meses de vida, un gato salvaje saltó sobre él. La sirvienta que le cuidaba se había ido a hacer algo a otra parte de la casa; estaba en el jardín bajo el primer sol de la mañana, tumbado al aire libre, y un gato salvaje saltó sobre él. No le hizo daño -quizá sólo estaba jugando- pero para la mente del niño casi fue la muerte. Desde entonces no tenía miedo de los tigres y leones; podría haber luchado contra un león sin armas, sin ningún miedo. ¿Pero un gato? Eso era otro tema. Se sentía absolutamente desvalido. Cuando veía un gato casi se quedaba congelado; volvía a ser un niño de seis meses, sin defensas, sin capacidad de luchar. A los ojos de ese niño pequeño el gato debe haber sido enorme, era un gato salvaje. El gato quizá miró al niño a los ojos. Algo en su psique se quedó tan profundamente grabado que Nelson lo explotó. Nelson no era comparable a Napoleón, que no había sido vencido nunca en toda su vida; ésta fue su primera y su última derrota. Y no habría sido vencido si Nelson no hubiera puesto setenta gatos delante de su ejército.
En el momento en que Napoleón vio los gatos, su mente dejó de funcionar. Sus generales no podían comprender lo que había pasado. Ya no era el mismo gran guerrero; se quedó casi helado de miedo, temblando. Nunca había permitido que uno de sus generales reordenara el ejército, pero aquel día dijo con lágrimas en los ojos: «Soy incapaz de pensar, reorganiza tú el ejército. Yo me quedaré aquí, me siento incapaz de luchar. Me ha ocurrido algo nefasto.»
Fue reemplazado, pero sin Napoleón, su ejército era incapaz de combatir a Nelson, y viendo la situación de Napoleón, todos los miembros de su ejército sintieron miedo: estaba ocurriendo algo muy extraño.
Un niño es débil, vulnerable, inseguro. De manera autónoma y de diversas formas empieza a crearse una armadura, una protección. Por ejemplo, tiene que dormir solo. Está oscuro y tiene miedo, pero tiene su osito de peluche y con él cree que ya no está solo; su amigo está con él. Verás niños llevando sus ositos de peluche en los aeropuertos, en estaciones de tren. ¿Crees que es un juguete? Para ti lo es, pero para el niño es un amigo. Y un amigo en momentos en los que nadie más le presta ayuda; en la oscuridad de la noche, cuando está solo en la cama, el osito está allí con él.
Creará ositos de peluche psicológicos. Y esto es para recordaros que aunque un adulto piense que no tiene ositos de peluche, se equivoca. ¿Qué es su Dios? Sólo un osito de peluche. A partir de sus miedos infantiles, el ser humano ha creado una figura paterna que lo sabe todo, que es todopoderosa, que es omnipresente; si tienes suficiente fe en él, te protegerá. Pero la idea misma de un protector, la idea misma de que se necesita un protector es infantil. Entonces aprendes a rezar: es parte de tu armadura psicológica. La oración sirve para recordar a Dios que estás allí solo y es de noche.
Cuando era niño siempre me preguntaba… Me encantaba el río que estaba muy cerca, a dos minutos de mi casa. Cientos de personas se bañaban en él y yo me preguntaba... En verano, cuando se sumergen en el río, no repiten el nombre de Dios -«Hare Krishna, Hare Rama»-, no. Pero en el frío invierno repiten: «Hare Krishna, Hare Rama.» Se sumergen rápidamente, repitiendo: «Hare Krishna, Hare Rama.»
Yo me preguntaba: ¿Es la estación la que marca la diferencia? Solía preguntar a mis padres: «Si son devotos de "Hare Krishna, Hare Rama", entonces el verano debe ser tan bueno como el invierno.»
Pero yo no creo que eso sea Dios, ni oración, ni religión; ¡simplemente es el frío! Se están creando una armadura con el «Hare Krishna, Hare Rama.» Están desviando su atención. Hace demasiado frío, necesitan poner la atención en otra cosa, y eso les ayuda.
En verano no lo necesitan; simplemente se olvidan de lo que han estado haciendo todo el invierno.
Nuestras oraciones, nuestros cánticos, nuestros mantras, nuestras escrituras, nuestros dioses, nuestros sacerdotes, todos son parte de nuestra armadura psicológica. Es muy sutil. Un cristiano cree que sólo él será salvado, nadie más. Éste es su mecanismo de defensa. Todo el mundo va a ir al infierno excepto él, porque es cristiano. Pero cada religión cree igualmente que sólo sus fieles serán salvados. No es una cuestión de religión. Es una cuestión de miedo y de ser salvados del miedo, por eso, de alguna manera, es natural. Pero en cierto punto de tu madurez, la inteli¬gencia demanda que dejes todo esto atrás. Era bueno mientras eras un niño, pero un día tienes que dejar atrás el osito de peluche, de la misma forma que un día tienes que dejar a tu Dios, y un día tienes que dejar tu cristiandad, tu hinduismo. Finalmente, el día que abandonas todas tus armaduras, significa que has dejado atrás el miedo. ¿Y qué tipo de vida te puede dar el miedo? Una vez que abandonas la armadura, puedes vivir por amor, puedes vivir de una forma madura.
El hombre plenamente maduro no tiene miedo, ni defensa; psicológicamente está completamente abierto y vulnerable.
En un momento la armadura puede ser una necesidad; quizá lo sea.
Pero a medida que creces, si no sólo te haces más viejo sino que maduras, entonces empezarás a ver lo que estás llevando contigo. ¿Por qué crees en Dios? Un día tienes que darte cuenta por ti mismo de que no has visto a Dios, de que no has tenido ningún contacto con Dios, y creer en Dios es una mentira: no estás siendo sincero.
¿Qué tipo de religión puede haber sin sinceridad, sin autenticidad? Ni siquiera puedes dar razones para tus creencias pero sigues aferrándote a ellas.
Míralas de cerca y detrás de ellas encontrarás tu miedo. La persona madura debería desvincularse de todo lo que tenga que ver con el miedo. Así es como llega la madurez.
Simplemente observa tus actos, tus creencias, y descubre si están basados en la realidad, en la experiencia, o están basados en el miedo. Cualquier cosa basada en el miedo ha de ser dejada atrás inmediatamente, sin pensarlo dos veces. Es tu armadura. Yo no puedo fundida. Sólo puedo mostrarte cómo dejarla atrás.
No es algo simple; hay muchas cosas a su alrededor... En India hay tantos templos. Mucha gente no tiene casas, pero hay tantos dioses -treinta y tres millones de dioses- y cada uno necesita sus templos. En algunos lugares, como Benarés, encontrarás dos casas y a continuación un templo, tres casas y otro templo... toda la ciudad es una ciudad de templos. En Khajuraho, que es una ciudad en ruinas, sigue habiendo cien templos, y cientos de templos más están entre las ruinas. Debió de ser una gran ciudad pero, mirando los templos, no podía imaginarme dónde vivía la gente, porque toda la ciudad parece estar hecha de templos y más templos. Aparentemente no queda espacio.
En Jabalpur solía salir a dar un paseo matinal por una calle silenciosa y un hombre solía seguirme, éramos los únicos que salíamos a caminar por la mañana. Tenía el hábito de presentar sus respetos a todos los dioses que encontraba por el camino: veía un templo y presentaba sus respetos, llegaba al siguiente templo y volvía a hacer lo mismo.
Le dije: «Escucha, si vas a venir conmigo no puedes seguir con esta estupidez; eres libre de hacer lo que quieras, pero yo no puedo esperar en cada templo. iMe da vergüenza estar a tu lado mientras haces ese acto idiota!»
Pero él me amaba. Dijo: «Yo también pienso que es inútil. Nadie más lo hace, pero mi padre solía hacerlo y, por su causa casi se ha convertido en una herencia: yo lo hago, mis hijos lo hacen. Y ahora siento mucho miedo... mi padre me lo transmitió y quizá su padre se lo transmitiera a él. El miedo es que si pasas junto al templo de algún dios sin presentarle tus respetos, él puede enfadarse contigo. Y los dioses son muy vengativos; no te dejarán en paz, sufrirás. Por tanto, el miedo que tengo es: ¿Para qué crearse enemigos, enemigos poderosos, contra los que uno no puede defenderse? Es mejor presentarles respeto, no cuesta nada.»
Yo dije: «Entonces hazlo, pero no puedes venir conmigo.»
Y como le gustaba mucho venir conmigo, dijo: «Mañana lo intentaré, dame una oportunidad, porque puedo ver que tú no les presentas tus respetos; hay miles de personas que pasan al lado y yo soy el único... Parece que todos los dioses me estuviesen esperando a mí para presentarles respeto, si no sufriré su revancha. No les importa nadie más.»
Yo dije: «A eso me refiero: no están ahí. En el templo no hay nadie; todos los templos están vacíos. No hay dioses y no hay necesidad de tener miedo. Puedes venir conmigo, pero mañana mismo tienes que dejar este hábito; si no es el fin de nuestra amistad en lo que al paseo matinal se refiere.»
Él dijo: «Sólo un día...» Lo intentó decididamente, pero yo podía ver las cadenas psicológicas existentes. Me lo había prometido, y como yo estaba a su lado, no podía engañarme. Por un lado estaba el dios… y estaba pillado entre los dos lados. Podía ver que sus pies se detenían; podía ver que sus manos se preparaban para hacer la reverencia, pero al verme intentaba bajarlas.
Ese día tardamos casi el doble, porque él se iba parando...; casi tenía puesto un freno automático. Yo tenía que detenerme y mirarle severamente, entonces decía: «De acuerdo, no lo haré. ¿Pero estás seguro de que no hay dios?»
Yo dije: «Simplemente olvídate de los dioses. Hemos venido a dar un paseo matinal y estas paradas continuas... Y hay tantos templos; estoy harto!»
Pero lo que hizo a continuación te va a sorprender. Vino a verme por la noche y estaba muy feliz. Dijo: «¿Sabes qué? Tuve que volver a pasar. Cuando te fuiste volví a pasar a presentar mis respetos porque todos esos dioses iban a estar enfadados. Y como soy pobre, ¿cómo podría...? Pero ahora me siento tranquilo.» Y añadió: «Ahora encaja todo: primero iré contigo sin más y luego volveré únicamente apresentar mis respetos a los dioses.»
Yo dije: «Parece que eres incurable. Me ves todos los días a tu lado y nadie está enfadado conmigo, nadie quiere vengarse de mí. Ves pasar a miles de personas.»
Él dijo: «Veo todo eso, pero ¿qué puedo hacer con mi propia mente?»
Yo añadí: «Entonces es mejor que vayas una vez y presentes tus respetos, y yo dejaré de ir por esa calle: no quiero obligarte a pasar dos veces y a que pierdas tu tiempo.»
Pero cuando las personas tienen semejantes ataduras psicológicas, siempre encuentran razones. Un día vino a verme y me dijo: «Ahora voy a pasear solo, sin ti, y toda la alegría del paseo matinal ha desaparecido. Se que no vendrás conmigo a menos que deje a los dioses; tengo que elegir. Por eso hoy lo he intentado, ¡pensaba que quizá tuvieras razón! Lo he intentado por mí mismo: no he presentado mis respetos. Y cuando llegué a casa mi madre estaba muerta. Ahora no cabe duda de que enfadé a los dioses.»
Yo dije: «Todas las madres se mueren. ¿Piensas que se mueren porque los dioses están enfadados? ¿Tu madre es la única, es especial? Todos los padres se mueren, todo el mundo enferma, ¡todo el mundo tiene accidentes!»
Él añadió: «No puedo pensar en nada...; cuando salí a pasear estaba perfectamente bien y cuando volví estaba muerta. Los médicos dicen que tuvo un ataque al corazón, pero yo se que la he matado por no presentar mis respetos a los dioses.»
Yo dije: «Tú deberías haber muerto de un ataque al corazón por no presentar tus respetos a los dioses, no tu madre. ¿No puedes ver algo tan simple?, tu madre no tiene nada que ver con ello.»
Pero el condicionamiento psicológico te deja casi ciego. Él me dijo:
«Esto es un aviso para mí: “¡Mira, esta vez nos llevamos a tu madre, el próximo serás tú!". Me han dado una oportunidad, una posibilidad porque siempre les he presentado mis respetos. Están siendo buenos conmigo, ya no te voy a escuchar.»
Nadie puede retirarte la armadura psicológica. Lucharías por ella. Sólo tú puedes hacer algo por dejarla: observar cada una de sus partes. Si está basada en el miedo, entonces déjala. Si está basada en la razón, en la experiencia, en la comprensión, entonces no es algo que tengas que dejar, sino algo que tienes que hacer parte de tu ser.
Pero en tu armadura no encontrarás ni una sola cosa que esté basada en la experiencia. Todo es miedo, de la A a la Z.
Seguimos viviendo rodeados de miedo, por eso envenenamos cada experiencia.
Amamos a alguien por miedo, y eso echa a perder el amor, lo envenena.
Buscamos la verdad, pero si la buscamos por miedo no vamos a encontrarla.
Hagas lo que hagas, recuerda una cosa: con el miedo no puedes crecer, sólo te encogerás y morirás.
El miedo está al servicio de la muerte.
Mahavira tenía razón: hace del arrojo la virtud fundamental de la persona. Y entiendo a qué ser refiere por arrojo. Se refiere a dejar atrás toda armadura.
Para la persona sin miedo todo lo que le da la vida es un regalo. No hay barrera. Te lloverán regalos, y hagas lo que hagas, tendrá una fuerza, un poder, una certeza, un tremendo sentimiento de autoridad.
Un hombre que vive atemorizado siempre está temblando por dentro. Siempre está a punto de volverse loco, porque la vida es muy vasta, y si estás en un miedo continuo... Y hay muchos tipos de miedo.
Puedes hacer una lista muy larga y te quedarás sorprendido de todos los miedos que hay: ¡y aún sigues vivo! Estás rodeado de infecciones, enfermedades, peligros, secuestros, terroristas... y la vida es tan pequeña. Y finalmente también está la muerte, que no puedes evitar. Toda tu vida se oscurecerá.
¡Abandona el miedo! Lo tomaste inconscientemente en tu infancia; ahora déjalo conscientemente y madura. Y entonces la vida podrá ser una luz que vaya profundizándose a medida que creces.
Amado Osho,
Cuando en los discursos dices cosas como: «Vive totalmente el momento», siempre pienso: «¡Por supuesto!... ¡Eso es! Desde ahora siempre voy hacerlo así.» Y por supuesto, al momento siguiente, ya lo he olvidado. En cada discurso decido que ha llegado el momento de ser más meditativo, más religioso, más amoroso, más consciente; y lo olvido inmediatamente.
¿Es posible que simplemente por sentarme a tu lado uno de estos días lo pille, a pesar de mí mismo?
Es posible que lo pilles a pesar de ti mismo. Pero tu pregunta es muy significativa. Si la examinas, puedes ver lo que no funciona. Me escuchas hablar de vivir con intensidad, totalmente..., momento a momento, en el ahora, en el aquí, y te dices a ti mismo: «¡Por supuesto, eso es! Voy a hacerlo.» No es que después lo olvides, ya lo has olvidado. Diciendo: «¡Por supuesto, eso es!», decidiendo que lo vas a hacer, ya lo has pospuesto para mañana; decidiendo que vas a vivir así ya has dejado de entender.
Has dejado de entender ahora.
A continuación descubres que al momento siguiente lo has olvidado. No es que lo olvides al momento siguiente; ¡no lo has escuchado en absoluto! De otro modo no dirías: «¡Por supuesto! ¡Eso es!» Simplemente lo entenderías sin palabras. No lo verbalizarías, porque al verbalizarlo pierdes el momento... el momento es una cosa muy pequeña.
Tu mente te está engañando. Te está diciendo: «Ya lo he entendido, no te preocupes. ¡Por supuesto que es esto! Así es como vamos a vivir.» ¿Pero cuándo? La pregunta era ahora y tu mente ya la ha pospuesto. La pregunta estaba aquí, y la mente ha traído el futuro. No es que te olvides más tarde, más tarde es cuando reconoces que te has olvidado. Pero la verdad es que ni siquiera lo has entendido, porque si lo entiendes no hay posibilidad de olvidarlo.
La verdad tiene una cualidad: una vez comprendida es imposible olvidarla. Por eso, si eres un hombre veraz no tienes que recordar las cosas; pero si mientes, necesitas una excelente memoria, porque entonces tienes que recordar qué mentiras dijiste ayer para repetir la misma. Entretanto puedes haber dicho otras mentiras a otra gente. El mentiroso tiene que estar muy atento, y si le pillan, para arreglárselas tiene que ser muy lógico, como un sofista.
Una historia sufí cuenta que Mulla Nasruddin fue elegido por el Sha de Irán para ser enviado como mensajero al rey de India a fin de estrechar la amistad entre ambos países. Los demás miembros importantes de la corte del Sha eran muy celosos. Trataron de echar al traste el viaje de Nasruddin de todas las formas posibles, crear antagonismo contra él en la mente del rey, y le espiaron para ver qué hacía.
Nasruddin hizo lo siguiente: fue al emperador de India y ante toda la corte imperial dijo: “Verte es un gran privilegio para mí. Mi rey, el Sha de Irán es una luna joven, de sólo dos días. Tú eres una luna llena.”
El emperador se quedó impresionado: aquel embajador iraní le estaba comparando no con una luna de dos días que sólo se puede ver durante unos minutos, ¡sino con la luna llena! Le dio muchos presentes para su rey y le dijo: «Infórmale de que estoy muy contento con su mensajero.»
Pero los espías de la corte del Sha, los que conspiraban contra Nasruddin, llegaron a la corte antes que él. Dijeron a todos que Nasruddin había insultado al Sha de Irán llamándole luna joven de dos días, y comparándole con el emperador de India que era luna llena, ¡perfecta y en toda su gloria!
Naturalmente el Sha de Irán se ofendió mucho. Dijo: «¡Que venga Nasruddin! Solía pensar que era un hombre sabio, pero parece muy astuto.» Nasruddin llegó con grandes y valiosos presentes, pero el Sha estaba enfadado. Dijo: «No quiero ningún regalo. En primer lugar tienes que darme una explicación: ¿Es verdad que me comparaste con el emperador diciendo que sólo soy una luna de dos días y que él es una luna llena perfecta?»
Nasruddin dijo: «Sí, y el emperador es un estúpido! No comprendió el significado de lo que le decía.»
El Sha dijo: «¿Cuál es el significado?»
Él respondió: «Me refería a que la luna llena está en su lecho demuerte, mañana empezará a declinar. La luna de dos días está en pleno desarrollo: mañana será mayor, y al día siguiente ¡será aún más grande. Por eso mi Sha de Irán se está expandiendo, se está haciendo cada vez mayor. El emperador no tiene ningún futuro, mi Sha tiene un futuro; él sólo tiene pasado, y su futuro es la muerte.»
El Sha de Irán se quedó muy impresionado. Dio a Nasruddin todos los presentes que le había enviado el emperador de la India y muchos más y le dijo: «Verdaderamente eres un sabio.» Toda la corte se quedó en silencio, viendo que la cosa había cambiado radicalmente: «Este Nasruddin es realmente un tipo extraño; nunca habríamos pensado que podría interpretarlo de esa manera.»
Esa noche fueron a verle porque se había convertido en el hombre más importante de la corte, el segundo después del Sha, y todos le alababan. Él dijo: «No os molestéis, ¡simplemente soy un mentiroso incurable! Sea cual sea la situación me las arreglo para agradar a la parte concernida: ¡Tanto el emperador de India como el Sha de Irán son unos idiotas! ¡Y yo soy un mentiroso incurable. Nada de lo dicho es verdad!»
La verdad tiene una cualidad, una validez intrínseca. No tienes que probarla; su prueba consiste en experimentarla. No hace falta ninguna otra lógica.
Mira a tus actos, tus pensamientos, tus sentimientos: encontrarás la armadura por todas partes. Donde quiera que veas miedo, tú lo has creado. En un momento fue necesario, pero ahora ya no. Basta con una simple comprensión de que ya no es necesario... ahora es una barrera, una dificultad, una carga. Si encuentras algo verdadero, tendrá su propia validez. Pero en la coraza no encontrarás nada relacionado con la verdad. Toda la armadura está hecha de miedo: capas y capas de miedo.
Los leñadores y los científicos que trabajan la madera cuentan su edad por las capas de la corteza. Cuando cortas un árbol puedes ver sus anillos en el tronco. Cada año el tronco añade una capa más, así es como se cuenta su edad. Hay árboles de cuatro mil años que tienen cuatro mil capas.
Tu armadura también tiene tantas capas como lo que has vivido. No una por año, quizá una cada dos o tres años, dependiendo de las condiciones: qué tipo de educación, qué tipo de crianza, con qué tipo de gente has vivido. Cada año acumulas capas, la armadura se hace más gruesa y te impide tocar la vida. Hay una separación entre la vida y tú.
Llevas una prisión a tu alrededor. Pero como la has creado tú mismo, puedes abandonarla en cualquier momento..., en este mismo momento. Pero no lo pospongas, no digas: «Lo haré mañana.» El mañana nunca llega. Y cuando digo: «Hazlo...», de hecho no hace falta hacerlo; basta con verlo. Si lo has visto, no lo verbalices, no digas «esto es», porque al verbalizarlo lo perderás, el momento se ha ido. No verbalices, sólo míralo y se evaporará. Es insustancial. No es algo real. Es algo irreal que has creado y sigues creando cada día.
Yo te digo que vivas intensamente aquí y ahora, pero la barrera presente en ti lo traslada inmediatamente hacia el futuro. Tú sientes que lo has entendido; en ese mismo momento lo estás trasladando hacia él futuro y tienes la sensación de haber entendido. Pero al momento siguiente lo habrás olvidado porque en primer lugar no lo comprendiste en absoluto. Una vez entendido, no se olvida nunca.
Mis profesores universitarios estaban muy enfadados conmigo porque nunca tomaba notas y todos los demás estudiantes lo hacían. Me veían simplemente sentado allí y me preguntaban: «¿No quieres tomar notas?»
Yo dije: «No me hace falta. Estoy intentando entenderlo, y cuando lo entiendo, no me hacen falta notas; la comprensión seguirá conmigo. La comprensión se convierte en parte de tu sangre, de tus huesos, de tu tuétano. La gente que toma notas es la que no entiende. Piensan que al tomar notas podrán recordar, ¿pero qué recordarán? En principio no lo han comprendido. Las notas estarán muertas, aunque quizás sean capaces de repetirlas en el examen.
«Tú eres el responsable, porque los alumnos llevarán las notas al examen y entonces les pillarán. De hecho, tú eres el responsable; deberías haber impedido que tomaran notas. Es simple lógica: no entienden y están tomando notas. No pueden hacer dos cosas a la vez. Al final, sólo tienen unas notas en la mano y ninguna comprensión, y ¿qué harán en el examen? Tratarán de introducir en él las notas de mil maneras distintas.»
La gente se escribirá pequeñas notas en la mano, escribirán en sus ropas..., y en India, la gente lleva un kurta, una túnica larga, debajo de ella se pueden escribir grandes notas. Nadie puede detectarlas; cuando quieres verlas, puedes darle la vuelta al kurta y ver la nota; no tienes que llevarla a la vista.
La gente peligrosa, y que es conocida por ser peligrosa, llevará sus copias consigo junto a un cuchillo. Pondrán el cuchillo encima de la mesa con la nota, y copiarán delante mismo del profesor. El profesor sabe que esos tipos son peligrosos, el cuchillo es un símbolo: «Si me lo impides o me haces algo, puedo hacer cualquier cosa; puedo matarte.» ¿Pero quién es el responsable?
«Y tú», les decía yo, «¿te enfadas conmigo que estoy tratando de entender?»
En mi propia clase, cuando me hice profesor, lo impedí completamente...; nadie podía tomar notas. Yo dije: «La mente sólo puede hacer una cosa de vez, por eso trata de entender para no tener que colar notas al examen.»
Al principio mis estudiantes estaban muy confundidos. Dijeron: «Todos los profesores dicen, "tomad notas para no olvidaros."»
Yo dije: «El problema de olvidar sólo surge cuando no has entendido. Yo estoy diciendo: "Comprende, y no te preocupes de que puedas olvidarte." Cualquier cosa entendida no se olvida, y cualquier cosa que no se haya entendido se olvidará seguro.»
Entonces, lo que ocurre es...; yo digo: «Vive ahora.» Y tú dices: «¡Eso es! Ya basta, voy a empezar a vivir el momento.» ¿Pero por qué tomar una decisión?
¡Simplemente empieza. Hagas lo que hagas...; aquí estás escuchando, pues únicamente escucha. No hay necesidad de verbalizar. La mente es un comentador -sigue comentando-, pero si tratas de oír con intensidad, la mente comentadora se detendrá porque es una cuestión de energía. Tú tienes cierta energía. Si dedicas toda tu energía a escuchar, entonces el continuo comentario mental se detiene automáticamente. Ya no tiene más energía; no lo estás alimentando.
Y sí, es verdad: va a ocurrir a pesar de ti. ¿Cuánto tiempo vas a seguir sin escucharme? Por simple cansancio, un día dirás: «¡Escúchemos!»
Amado Osho,
George Gurdjieff dijo: «¡Bravo América! Después de ver lo inhumanamente que los Estados Unidos te han tratado, yo digo: «¡Al infierno con América!»
Amado Maestro, ¿qué dices tú?
No puedo decir nada contra Gurdjieff. Seguiría diciendo: «¡Bravo América!» por la simple razón de que América no me ha maltratado. El pequeño grupo de burócratas que me maltrató no son América; ellos también están maltratando a América. No digas: «¡Al infierno con América!»; di: «¡Al infierno con el Gobierno americano!» Haz una distinción clara.
América no sabe mucho respecto a mí. Fue el comportamiento del Gobierno americano, su mal trato, lo que me dio a conocer a todos los americanos. Y allí por donde pasé aquellos doce días -pasé por casi toda América-, fui recibido con amor y respeto por los extraños. Todo el mundo podía ver que el Gobierno americano se estaba comportando como un Gobierno fascista; todo el mundo pudo ver que se trataba de persecución religiosa, que aquello no era democrático. Pasó así incluso con los burócratas que entraron en contacto conmigo -los carceleros, los médicos, las enfermeras, los demás auxiliares de la cárcel, los internos-; no hubo ni una sola excepción. Me quedé sorprendido porque era imposible que los internos me conocieran. Sólo sabían lo que estaba pasando conmigo a través de la televisión: pequeños trocitos.
Pero estaban seguros de que estaba siendo perseguido por los fanáticos cristianos y por la burocracia; seguros de que el Gobierno tenía miedo por unas razones y la iglesia tenía miedo por otras. Simplemente querían alguna excusa para que no pudiera entrar en América porque sabían que si estaba fuera, mi gente se dispersaría de manera natural.
Pero sentí mucho amor de la gente americana. En la primera cárcel en la que estuve recibí tantos telegramas y tantas llamadas telefónicas..., miles. Pregunté al carcelero: «¿Todo esto te está cansando?»
Él dijo: «No, hemos tenido que destinar tres o cuatro personas más a recibir las llamadas y abrir los telegramas.»
El primer día alguien telefoneó desde Alemania y preguntó al carcelero: «¿Quizá Osho sea la primera persona que entra en vuestra cárcel de fama internacional?»
Y el carcelero dijo: «No, hemos tenido ministros del Gobierno, líderes de partidos políticos y muchas celebridades.»
Yo no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo, pero a partir del segundo día comenzaron a llegar flores...; había tantas que en aquella cárcel, y es una cárcel grande -tenían seiscientos internos o más-, no tenían lugar donde ponerlas. Sólo tenían una habitación vacía, una habitación grande, mayor que ésta, y estaba llena de flores.
El carcelero se me acercó diciendo: «¿Qué se puede hacer con todas estas flores?»
Yo dije: «Envíalas a escuelas, universidades, hospitales, a la gente enferma de la ciudad; a cualquier lugar que desees, envíalas de mi parte.»
Él dijo: «Una cosa más, quiero pedir perdón: lo siento. No se el número del hombre que llamó de Alemania...; acababas de llegar y no tenía ni idea de la clase de persona que eres. Ahora, en dos días, puedo ver que todo el mundo está interesado en ti. No hay ningún lugar del mundo del que no recibas cartas, telegramas y flores. Y la gente de toda América quiere saber por qué has sido arrestado.
«No puedo telefonear a ese hombre y pedirle perdón, pero puedo decirte a ti lo que quiero decirle a él: por favor, perdóname. Los ministros del Gobierno y los líderes políticos, no perteneces a la misma categoría. Quizá nunca tengamos otro hombre como tú en esta cárcel. Estos dos días han sido los más preciosos de mi vida.»
El carcelero solía llevarme al tribunal cada día, y a la vuelta decía: «Es pura injusticia. Nunca he visto una injusticia tal. No pueden probar nada contra ti y sin embargo no están dispuestos a dejarte salir bajo fianza. Esto no tiene precedentes en toda mi vida, y he estado aquí durante veinte años.»
En la calle la gente se apostaba a ambos lados cuando volvía del tribunal -quizá durante horas porque no tenían ni idea de a qué hora saldría- gritando, mostrando el signo de la victoria con los dedos, lanzando flores a los coches de la policía.
No, América no me ha maltratado. El Gobierno, y eso es algo totalmente diferente...
Los políticos y la iglesia conspiraron; ambos estaban en peligro. Y ahora están intentando crear miedo en todos los demás países a los que pueden presionar. Como ayudan económicamente a los países más pobres, estos países se sienten obligados a seguir todo lo que les diga América. Todo su esfuerzo consiste en no dejarme asentar de nuevo y crear una comuna, porque esa comuna será la respuesta que pruebe que todas sus acusaciones, sus alegaciones, están completamente equivocadas.
Pero en lo que respecta a la gente y a la Tierra, son preciosas. Y Gurdjieff tenía razón.
Este Gobierno no durará mucho. Ya ha empezado a hacer actos suicidas. Con su ataque a Libia ha mostrado su verdadero rostro. Un pequeño país como Libia frente a un poder nuclear como América; no tienen comparación... El único motivo de atacar a Libia es que el hombre que gobierna el país, Gadafi, es un hombre muy valiente, que dice lo que piensa, que dice la verdad. No es un político.
Y él dijo que Ronald Reagan es un segundo Adolf Hitler. Está afirmación fue la causa principal de su ataque a Libia; todo lo demás no tenía ninguna importancia. Pero él no sabe que antes de atacar Libia me debería haber atacado a mí -afortunadamente yo no tengo ninguna tierra-, porque yo corregí a Gadafi inmediatamente: «Te equivocas. Ronald Reagan no es el segundo Adolf Hitler, sino el primero.»
El pobre Adolf Hitler de la Segunda Guerra Mundial no puede ser el número uno. Ahora es el segundo por la simple razón de que Ronald Reagan tiene un millón de veces más poder que el que tenía Adolf Hitler. Ahora llama a Gadafi «el perro rabioso de Oriente Medio» y también le llama «el mal olor.»
Ronald Reagan y su Gobierno comenzaron a morir el día que me arrestaron. No hará falta mucho tiempo. Déjales que hagan algunas estupideces más y que la gente americana entienda el tipo de democracia que tienen. No es una democracia: no es para la gente, no es de la gente, no es por la gente.
América está gobernada por un grupo de fascistas, y sería bueno para el pueblo americano librarse de ellos; de otro modo... La gente suele pensar de manera natural que el Gobierno y los llamados líderes políticos son los líderes de la gente. Esto no es así.
Recientemente he recibido noticias de Creta sobre los incidentes que ocurrieron tras mi arresto. Justo cuando salía de la casa con la policía llegaron once ancianos -de cincuenta a sesenta años de edad- y dijeron: «Esto no habría sucedido de estar nosotros. ¿Por qué no nos informasteis? Tenemos nuestras escopetas de caza, habríamos venido y habríamos mostrado a la policía lo que implica portarse tan mal.»
Un periodista me había preguntado: «¿Algún mensaje para la gente?
Yo dije: «Simplemente diles que vayan por la noche al aeropuerto para mostrar que están conmigo, no con la iglesia y el Gobierno.» Había tres mil personas en el aeropuerto. Habían esperado durante horas para apoyarme y para decir que lo que la policía y el Gobierno me habían hecho no estaba bien. Cincuenta personas se encontraron con un sannyasin, estaban muy enfadadas con lo ocurrido y preguntaban: «¿Qué podemos hacer?» Eran gente sencilla, gente pobre... Otro grupo de cuarenta personas se encontraron con otro sannyasin: y le dijeron: «Dirígenos..., queremos hacer algo. No debemos permitir que esto ocurra. Y todo lo que Osho decía sobre la iglesia es cierto; no se equivocaba en nada.»
Estos simples campesinos comprendían que lo que yo decía sobre la Iglesia es verdad; no había en ello nada equivocado. E incluso después de irme de Creta, la gente de allí envió una delegación al presidente para decirle: «Este comportamiento del Gobierno y de la policía nos deshonra.»
Por eso recuerda siempre que debes hacer una diferencia entre el Gobierno y la gente. El Gobierno no es necesariamente el representante de la gente. En la mayoría de los casos ha timado a la gente, la ha explotado. No es para ellos.
Ya sé... la pregunta es de Milarepa. Puedo entender tu enfado. A cada sannyasin le gustaría decir: «¡Al infierno con América!» Pero decid únicamente: «¡Al infierno con el Gobierno americano!»
América es mucho más grande, mucho más importante; y yo sigo esperando que el nuevo hombre nazca en América.
Los gobiernos van y vienen; la gente permanece. La gente es el alma del país. El país no está hecho de tierra, sino de gente. En esas doce cárceles, mientras iba de una a la otra, entré en contacto con la gente común y con lo más bajo de lo bajo -los criminales…y he visto tanto amor en sus corazones. En cualquier cárcel a la que entraba era muy bien recibido... no sentía que era una cárcel porque la recepción era muy cálida.
Por supuesto que estaban detrás de los barrotes, pero gritaban: «¡Osho, te conocemos, sabemos que tienes razón!» a la cara de los carceleros, el médico y otros funcionarios. Se ponían en línea y cuando yo llegaba a mi celda, los internos empezaban a llegar con fruta...; uno con leche, otro con jabón, otro con un cepillo de dientes, otro con pasta de dientes. Y decían: «Esta gente no te dará nada. Quieren torturarte: Pero como ayer oímos que te iban a traer aquí, hemos estado ahorrando; todas estas cosas son nuevas.»
Estas personas son criminales, y ¿Ronald Reagan no es un criminal?
Y mató innecesariamente a la hija de Gadafi, bombardeó tres casas que estaban en una zona civil. Él es el perro rabioso, y llama a Gadafi perro rabioso.
Puedo entender tu enfado, pero recuerda siempre que debes trazar líneas muy finas para golpear sólo al criminal, no a la gente simple, pobre e inocente.
Esa noche fueron a verle porque se había convertido en el hombre más importante de la corte, el segundo después del Sha, y todos le alababan. Él dijo: «No os molestéis, ¡simplemente soy un mentiroso incurable! Sea cual sea la situación me las arreglo para agradar a la parte concernida: ¡Tanto el emperador de India como el Sha de Irán son unos idiotas! ¡Y yo soy un mentiroso incurable. Nada de lo dicho es verdad!»
La verdad tiene una cualidad, una validez intrínseca. No tienes que probarla; su prueba consiste en experimentarla. No hace falta ninguna otra lógica.
Mira a tus actos, tus pensamientos, tus sentimientos: encontrarás la armadura por todas partes. Donde quiera que veas miedo, tú lo has creado. En un momento fue necesario, pero ahora ya no. Basta con una simple comprensión de que ya no es necesario... ahora es una barrera, una dificultad, una carga. Si encuentras algo verdadero, tendrá su propia validez. Pero en la coraza no encontrarás nada relacionado con la verdad. Toda la armadura está hecha de miedo: capas y capas de miedo.
Los leñadores y los científicos que trabajan la madera cuentan su edad por las capas de la corteza. Cuando cortas un árbol puedes ver sus anillos en el tronco. Cada año el tronco añade una capa más, así es como se cuenta su edad. Hay árboles de cuatro mil años que tienen cuatro mil capas.
Tu armadura también tiene tantas capas como lo que has vivido. No una por año, quizá una cada dos o tres años, dependiendo de las condiciones: qué tipo de educación, qué tipo de crianza, con qué tipo de gente has vivido. Cada año acumulas capas, la armadura se hace más gruesa y te impide tocar la vida. Hay una separación entre la vida y tú.
Llevas una prisión a tu alrededor. Pero como la has creado tú mismo, puedes abandonarla en cualquier momento..., en este mismo momento. Pero no lo pospongas, no digas: «Lo haré mañana.» El mañana nunca llega. Y cuando digo: «Hazlo...», de hecho no hace falta hacerlo; basta con verlo. Si lo has visto, no lo verbalices, no digas «esto es», porque al verbalizarlo lo perderás, el momento se ha ido. No verbalices, sólo míralo y se evaporará. Es insustancial. No es algo real. Es algo irreal que has creado y sigues creando cada día.
Yo te digo que vivas intensamente aquí y ahora, pero la barrera presente en ti lo traslada inmediatamente hacia el futuro. Tú sientes que lo has entendido; en ese mismo momento lo estás trasladando hacia él futuro y tienes la sensación de haber entendido. Pero al momento siguiente lo habrás olvidado porque en primer lugar no lo comprendiste en absoluto. Una vez entendido, no se olvida nunca.
Mis profesores universitarios estaban muy enfadados conmigo porque nunca tomaba notas y todos los demás estudiantes lo hacían. Me veían simplemente sentado allí y me preguntaban: «¿No quieres tomar notas?»
Yo dije: «No me hace falta. Estoy intentando entenderlo, y cuando lo entiendo, no me hacen falta notas; la comprensión seguirá conmigo. La comprensión se convierte en parte de tu sangre, de tus huesos, de tu tuétano. La gente que toma notas es la que no entiende. Piensan que al tomar notas podrán recordar, ¿pero qué recordarán? En principio no lo han comprendido. Las notas estarán muertas, aunque quizás sean capaces de repetirlas en el examen.
«Tú eres el responsable, porque los alumnos llevarán las notas al examen y entonces les pillarán. De hecho, tú eres el responsable; deberías haber impedido que tomaran notas. Es simple lógica: no entienden y están tomando notas. No pueden hacer dos cosas a la vez. Al final, sólo tienen unas notas en la mano y ninguna comprensión, y ¿qué harán en el examen? Tratarán de introducir en él las notas de mil maneras distintas.»
La gente se escribirá pequeñas notas en la mano, escribirán en sus ropas..., y en India, la gente lleva un kurta, una túnica larga, debajo de ella se pueden escribir grandes notas. Nadie puede detectarlas; cuando quieres verlas, puedes darle la vuelta al kurta y ver la nota; no tienes que llevarla a la vista.
La gente peligrosa, y que es conocida por ser peligrosa, llevará sus copias consigo junto a un cuchillo. Pondrán el cuchillo encima de la mesa con la nota, y copiarán delante mismo del profesor. El profesor sabe que esos tipos son peligrosos, el cuchillo es un símbolo: «Si me lo impides o me haces algo, puedo hacer cualquier cosa; puedo matarte.» ¿Pero quién es el responsable?
«Y tú», les decía yo, «¿te enfadas conmigo que estoy tratando de entender?»
En mi propia clase, cuando me hice profesor, lo impedí completamente...; nadie podía tomar notas. Yo dije: «La mente sólo puede hacer una cosa de vez, por eso trata de entender para no tener que colar notas al examen.»
Al principio mis estudiantes estaban muy confundidos. Dijeron: «Todos los profesores dicen, "tomad notas para no olvidaros."»
Yo dije: «El problema de olvidar sólo surge cuando no has entendido. Yo estoy diciendo: "Comprende, y no te preocupes de que puedas olvidarte." Cualquier cosa entendida no se olvida, y cualquier cosa que no se haya entendido se olvidará seguro.»
Entonces, lo que ocurre es...; yo digo: «Vive ahora.» Y tú dices: «¡Eso es! Ya basta, voy a empezar a vivir el momento.» ¿Pero por qué tomar una decisión?
¡Simplemente empieza. Hagas lo que hagas...; aquí estás escuchando, pues únicamente escucha. No hay necesidad de verbalizar. La mente es un comentador -sigue comentando-, pero si tratas de oír con intensidad, la mente comentadora se detendrá porque es una cuestión de energía. Tú tienes cierta energía. Si dedicas toda tu energía a escuchar, entonces el continuo comentario mental se detiene automáticamente. Ya no tiene más energía; no lo estás alimentando.
Y sí, es verdad: va a ocurrir a pesar de ti. ¿Cuánto tiempo vas a seguir sin escucharme? Por simple cansancio, un día dirás: «¡Escúchemos!»
Amado Osho,
George Gurdjieff dijo: «¡Bravo América! Después de ver lo inhumanamente que los Estados Unidos te han tratado, yo digo: «¡Al infierno con América!»
Amado Maestro, ¿qué dices tú?
No puedo decir nada contra Gurdjieff. Seguiría diciendo: «¡Bravo América!» por la simple razón de que América no me ha maltratado. El pequeño grupo de burócratas que me maltrató no son América; ellos también están maltratando a América. No digas: «¡Al infierno con América!»; di: «¡Al infierno con el Gobierno americano!» Haz una distinción clara.
América no sabe mucho respecto a mí. Fue el comportamiento del Gobierno americano, su mal trato, lo que me dio a conocer a todos los americanos. Y allí por donde pasé aquellos doce días -pasé por casi toda América-, fui recibido con amor y respeto por los extraños. Todo el mundo podía ver que el Gobierno americano se estaba comportando como un Gobierno fascista; todo el mundo pudo ver que se trataba de persecución religiosa, que aquello no era democrático. Pasó así incluso con los burócratas que entraron en contacto conmigo -los carceleros, los médicos, las enfermeras, los demás auxiliares de la cárcel, los internos-; no hubo ni una sola excepción. Me quedé sorprendido porque era imposible que los internos me conocieran. Sólo sabían lo que estaba pasando conmigo a través de la televisión: pequeños trocitos.
Pero estaban seguros de que estaba siendo perseguido por los fanáticos cristianos y por la burocracia; seguros de que el Gobierno tenía miedo por unas razones y la iglesia tenía miedo por otras. Simplemente querían alguna excusa para que no pudiera entrar en América porque sabían que si estaba fuera, mi gente se dispersaría de manera natural.
Pero sentí mucho amor de la gente americana. En la primera cárcel en la que estuve recibí tantos telegramas y tantas llamadas telefónicas..., miles. Pregunté al carcelero: «¿Todo esto te está cansando?»
Él dijo: «No, hemos tenido que destinar tres o cuatro personas más a recibir las llamadas y abrir los telegramas.»
El primer día alguien telefoneó desde Alemania y preguntó al carcelero: «¿Quizá Osho sea la primera persona que entra en vuestra cárcel de fama internacional?»
Y el carcelero dijo: «No, hemos tenido ministros del Gobierno, líderes de partidos políticos y muchas celebridades.»
Yo no tenía ni idea de lo que estaba ocurriendo, pero a partir del segundo día comenzaron a llegar flores...; había tantas que en aquella cárcel, y es una cárcel grande -tenían seiscientos internos o más-, no tenían lugar donde ponerlas. Sólo tenían una habitación vacía, una habitación grande, mayor que ésta, y estaba llena de flores.
El carcelero se me acercó diciendo: «¿Qué se puede hacer con todas estas flores?»
Yo dije: «Envíalas a escuelas, universidades, hospitales, a la gente enferma de la ciudad; a cualquier lugar que desees, envíalas de mi parte.»
Él dijo: «Una cosa más, quiero pedir perdón: lo siento. No se el número del hombre que llamó de Alemania...; acababas de llegar y no tenía ni idea de la clase de persona que eres. Ahora, en dos días, puedo ver que todo el mundo está interesado en ti. No hay ningún lugar del mundo del que no recibas cartas, telegramas y flores. Y la gente de toda América quiere saber por qué has sido arrestado.
«No puedo telefonear a ese hombre y pedirle perdón, pero puedo decirte a ti lo que quiero decirle a él: por favor, perdóname. Los ministros del Gobierno y los líderes políticos, no perteneces a la misma categoría. Quizá nunca tengamos otro hombre como tú en esta cárcel. Estos dos días han sido los más preciosos de mi vida.»
El carcelero solía llevarme al tribunal cada día, y a la vuelta decía: «Es pura injusticia. Nunca he visto una injusticia tal. No pueden probar nada contra ti y sin embargo no están dispuestos a dejarte salir bajo fianza. Esto no tiene precedentes en toda mi vida, y he estado aquí durante veinte años.»
En la calle la gente se apostaba a ambos lados cuando volvía del tribunal -quizá durante horas porque no tenían ni idea de a qué hora saldría- gritando, mostrando el signo de la victoria con los dedos, lanzando flores a los coches de la policía.
No, América no me ha maltratado. El Gobierno, y eso es algo totalmente diferente...
Los políticos y la iglesia conspiraron; ambos estaban en peligro. Y ahora están intentando crear miedo en todos los demás países a los que pueden presionar. Como ayudan económicamente a los países más pobres, estos países se sienten obligados a seguir todo lo que les diga América. Todo su esfuerzo consiste en no dejarme asentar de nuevo y crear una comuna, porque esa comuna será la respuesta que pruebe que todas sus acusaciones, sus alegaciones, están completamente equivocadas.
Pero en lo que respecta a la gente y a la Tierra, son preciosas. Y Gurdjieff tenía razón.
Este Gobierno no durará mucho. Ya ha empezado a hacer actos suicidas. Con su ataque a Libia ha mostrado su verdadero rostro. Un pequeño país como Libia frente a un poder nuclear como América; no tienen comparación... El único motivo de atacar a Libia es que el hombre que gobierna el país, Gadafi, es un hombre muy valiente, que dice lo que piensa, que dice la verdad. No es un político.
Y él dijo que Ronald Reagan es un segundo Adolf Hitler. Está afirmación fue la causa principal de su ataque a Libia; todo lo demás no tenía ninguna importancia. Pero él no sabe que antes de atacar Libia me debería haber atacado a mí -afortunadamente yo no tengo ninguna tierra-, porque yo corregí a Gadafi inmediatamente: «Te equivocas. Ronald Reagan no es el segundo Adolf Hitler, sino el primero.»
El pobre Adolf Hitler de la Segunda Guerra Mundial no puede ser el número uno. Ahora es el segundo por la simple razón de que Ronald Reagan tiene un millón de veces más poder que el que tenía Adolf Hitler. Ahora llama a Gadafi «el perro rabioso de Oriente Medio» y también le llama «el mal olor.»
Ronald Reagan y su Gobierno comenzaron a morir el día que me arrestaron. No hará falta mucho tiempo. Déjales que hagan algunas estupideces más y que la gente americana entienda el tipo de democracia que tienen. No es una democracia: no es para la gente, no es de la gente, no es por la gente.
América está gobernada por un grupo de fascistas, y sería bueno para el pueblo americano librarse de ellos; de otro modo... La gente suele pensar de manera natural que el Gobierno y los llamados líderes políticos son los líderes de la gente. Esto no es así.
Recientemente he recibido noticias de Creta sobre los incidentes que ocurrieron tras mi arresto. Justo cuando salía de la casa con la policía llegaron once ancianos -de cincuenta a sesenta años de edad- y dijeron: «Esto no habría sucedido de estar nosotros. ¿Por qué no nos informasteis? Tenemos nuestras escopetas de caza, habríamos venido y habríamos mostrado a la policía lo que implica portarse tan mal.»
Un periodista me había preguntado: «¿Algún mensaje para la gente?
Yo dije: «Simplemente diles que vayan por la noche al aeropuerto para mostrar que están conmigo, no con la iglesia y el Gobierno.» Había tres mil personas en el aeropuerto. Habían esperado durante horas para apoyarme y para decir que lo que la policía y el Gobierno me habían hecho no estaba bien. Cincuenta personas se encontraron con un sannyasin, estaban muy enfadadas con lo ocurrido y preguntaban: «¿Qué podemos hacer?» Eran gente sencilla, gente pobre... Otro grupo de cuarenta personas se encontraron con otro sannyasin: y le dijeron: «Dirígenos..., queremos hacer algo. No debemos permitir que esto ocurra. Y todo lo que Osho decía sobre la iglesia es cierto; no se equivocaba en nada.»
Estos simples campesinos comprendían que lo que yo decía sobre la Iglesia es verdad; no había en ello nada equivocado. E incluso después de irme de Creta, la gente de allí envió una delegación al presidente para decirle: «Este comportamiento del Gobierno y de la policía nos deshonra.»
Por eso recuerda siempre que debes hacer una diferencia entre el Gobierno y la gente. El Gobierno no es necesariamente el representante de la gente. En la mayoría de los casos ha timado a la gente, la ha explotado. No es para ellos.
Ya sé... la pregunta es de Milarepa. Puedo entender tu enfado. A cada sannyasin le gustaría decir: «¡Al infierno con América!» Pero decid únicamente: «¡Al infierno con el Gobierno americano!»
América es mucho más grande, mucho más importante; y yo sigo esperando que el nuevo hombre nazca en América.
Los gobiernos van y vienen; la gente permanece. La gente es el alma del país. El país no está hecho de tierra, sino de gente. En esas doce cárceles, mientras iba de una a la otra, entré en contacto con la gente común y con lo más bajo de lo bajo -los criminales…y he visto tanto amor en sus corazones. En cualquier cárcel a la que entraba era muy bien recibido... no sentía que era una cárcel porque la recepción era muy cálida.
Por supuesto que estaban detrás de los barrotes, pero gritaban: «¡Osho, te conocemos, sabemos que tienes razón!» a la cara de los carceleros, el médico y otros funcionarios. Se ponían en línea y cuando yo llegaba a mi celda, los internos empezaban a llegar con fruta...; uno con leche, otro con jabón, otro con un cepillo de dientes, otro con pasta de dientes. Y decían: «Esta gente no te dará nada. Quieren torturarte: Pero como ayer oímos que te iban a traer aquí, hemos estado ahorrando; todas estas cosas son nuevas.»
Estas personas son criminales, y ¿Ronald Reagan no es un criminal?
Y mató innecesariamente a la hija de Gadafi, bombardeó tres casas que estaban en una zona civil. Él es el perro rabioso, y llama a Gadafi perro rabioso.
Puedo entender tu enfado, pero recuerda siempre que debes trazar líneas muy finas para golpear sólo al criminal, no a la gente simple, pobre e inocente.
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