jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)


Capítulo 28

Simplemente, Va con su Flauta y una Botella de Vino



Amado Osho,
He traído este Sutra del que hablaste conmigo en Poona durante
muchos años. Dice:

El Buda dijo,

Es mejor alimentar a un hombre bueno
que alimentar a cien hombres malos.

Es mejor alimentar a uno que observe
los cinco preceptos de Buda
que alimentar a mil hombres buenos.

Es mejor alimentar a un srotapanna
que alimentar a diez mil
observantes de los cinco preceptos del Buda.

Es mejor alimentar un skridagamin
que alimentar un millón de srotapannas.

Es mejor alimentar un anagamin
que alimentar a diez millones de skridagamins.

Es mejor alimentar a un arhat
que alimentar a cien millones
de anagamins.

Es mejor alimentar a un pratyak buda
que alimentar a mil millones de arhats.

Es mejor alimentar a uno de los budas
sea del presente o del pasado
o del futuro
que Alimentar a diez mil millones de pratyak budas.

Es mejor alimentar a uno que está por encima
del conocimiento, la unilateralidad, la disciplina y
la iluminación que alimentar a cien
mil millones de budas del pasado, presente o futuro.

Dice mucho de Tu altura y de nuestra oscuridad, y me ha producido dos sentimientos: la bendición y la alegría de estar ante Tu magnificencia, y lo arduo de lo lejos que tenemos que viajar para probar un poco de tu consciencia.

¿Volverías por favor, a hablar de esto otra vez?


Una de las cosas más importantes a entender es que las distancias sólo son un fenómeno onírico, no existen en la realidad. Uno puede estar ligeramente dormido, uno puede dormir profundamente o uno puede estar casi en coma.

Hay distancias... Si quieres despertarles, entonces al primero, que está muy ligeramente dormido -medio despierto, medio dormido- se le puede despertar enseguida; pero se les puede despertar a todos. Sólo es cuestión de la intensidad del esfuerzo necesario para despertarles desde fuera y de la intensidad del esfuerzo necesario para despertarse desde dentro.

Todos debéis haber sentido momentos durante una pesadilla en los que quieres despertar pero no puedes moverte. Y a continuación, en un minuto, te despiertas. Parece muy extraño que un momento antes no pudieras abrir los ojos ni mover las manos, y al siguiente minuto estás plenamente despierto.

La distancia entre tú y yo es sólo una distancia onírica, por eso no tienes que sentir ninguna tristeza, no tienes que sentir que va a ser un viaje muy largo y arduo. Es un fenómeno muy simple y natural. Si puedes relajarte -y nada puede ser más fácil que relajarse-, las cosas empezarán a ocurrir por sí mismas.

Sobre el sutra de Gautama Buda..., es simbólico. Alimentar a alguien significa nutrirle, respetarle, amarle, hacer algo por él: por compasión, bondad, amor o respeto. Por eso lo del alimento no hay que tomarlo literalmente.

El sutra dice: Es mejor alimentar a un hombre bueno que alimentar a cien hombres malos. ¿Quién es el hombre bueno? El hombre bueno es el que actúa espontáneamente de manera correcta. Recuerda la palabra «espontáneamente». El hombre bueno es el que hace esfuerzos por comportarse de cierta forma aceptada como buena por la sociedad en la que nació..., porque puede no ser buena. Hay cientos de sociedades en el mundo, han existido cientos de civilizaciones, y no hay ni una sola cosa que no haya sido alabada como buena por unos o condenada como mala por otros.

Por ejemplo, los jainas dirán que estar desnudo es un acto bueno: indica que el hombre ha renunciado al mundo completamente. Pero estar desnudo para cualquier otra sociedad se considera malo, incluso enfermizo. Según Freud, la persona desnuda sólo quiere enseñar su cuerpo desnudo a los demás; es una forma de satisfacer una sexualidad muy pervertida y precaria: es una perversión. Y Freud le dio nombre a esta enfermedad: exhibicionismo.

Por tanto no se trata de una cuestión que tenga que ser decidida por la moralidad externa. La decisión tiene que estar de acuerdo con tu espontaneidad. Cualquier cosa que hagas desde el corazón -de forma que no sea una reacción sino una respuesta- es un acto bueno.

Buda dice: Es mejor alimentar a un hombre bueno -porque es muy difícil encontrar un hombre bueno, un hombre espontáneo, un hombre cuya acción surja del corazón- que alimentar a cien hombres malos. En lo tocante al hombre malo, cualquiera que actúe dormido, inconscientemente, es malo. El bien o el mal no tienen que ver con el acto; tienen que ver con la consciencia a través de la cual ha sido hecho. Consciencia espontánea, una pequeña alerta, o inconsciencia...; el acto puede ser el mismo, pero su cualidad cambia según el toque del hombre que lo realiza.

Buda dice que encargarse de cien hombres dormidos, inconscientes, que no saben quiénes son, que no saben por qué son, que no saben dónde van ni para qué, sólo son parte de la masa, aún no son hombres, son ovejas... Buda dice que es mejor ser respetuoso con el hombre espontáneo, el hombre que está alerta.

Tengo que resaltar la palabra «respetar», porque normalmente suele significar honrar. Pero el significado raíz de la palabra «respeto» es «re-espectar»: un hombre a quien te gustaría volver a ver una y otra vez; un hombre que de alguna forma te toca el corazón, que tiene un impacto magnético en ti, de forma que lo quieres mirar una y otra vez.

Es mejor alimentar a un observante de los cinco preceptos de Buda que alimentar a mil hombres buenos. Buda simplemente te está mostrando el vasto espectro de la consciencia, el tipo de respuesta consecuente y cómo tienes que comportarte: porque tu comportamiento será transformador para ti. Los cinco preceptos de Buda de alguna forma son muy simples, siempre que se hagan exactamente de acuerdo a las enseñanzas de Buda; de otro modo se convierten en una auto-tortura. Y él dice: Es mejor respetar a uno que observe los cinco preceptos de Buda que alimentar a mil hombres buenos.

El hombre bueno actúa espontáneamente, pero el hombre que observa los cinco preceptos tiene cierta responsabilidad con su espontaneidad, tiene cierto objetivo con su espontaneidad, tiene cierta visión clara dentro de su espontaneidad. Sabe lo que está haciendo, por qué lo hace y sabe cuál va a ser el resultado. Actúa muy conscientemente. Los cinco preceptos son simples, pero su base tiene que ser la consciencia..., y tiene que serlo porque Buda está diciendo: Es mejor alimentar a un observante de los cinco preceptos que a mil hombres buenos. Está comparando a mil hombres buenos, con toda su espontaneidad, con un sólo hombre.

Los cinco preceptos son los siguientes: el primero es no violencia; sea cual sea la situación, la persona no debe actuar de manera violenta. Su respuesta siempre debe ser no violenta, porque somos parte de la existencia una. Sea quién sea a quien estés hiriendo, a la larga te estás hiriendo a ti mismo. Quizá hoy no te des cuenta, pero un día, cuando seas más consciente, dirás: «¡Dios mío! Esta herida fue producida por mí, sobre mí mismo.» Habías herido a otra persona pensando que la gente es diferente. Nadie es diferente.

Toda esta existencia es una unidad cósmica. De esta comprensión surge la no violencia.

El segundo precepto es la no posesividad. Si toda la existencia es una, y si la existencia se hace cargo de los árboles, de los animales, de las montañas, de los océanos -desde la menor brizna de hierba hasta la más lejana estrella-, entonces también se puede hacer cargo de ti. ¿Por qué ser posesivo? La posesividad sólo muestra una cosa: que no puedes confiar en la existencia; necesitas hacer preparativos y delimitar una seguridad aparte para ti mismo, tienes que buscar tu propia seguridad. No puedes confiar en la existencia.

La no posesividad es básicamente confianza en la existencia.

No te hace falta poseer porque la totalidad ya es tuya.

La tercera es no robar. Si sólo hay un cosmos, robar es simplemente tan estúpido como... He oído decir que un carterista solía tener problemas para encontrar él gente a la que robar. Pero estaba tan habituado a hacerlo y le resultaba tan difícil aceptar el hecho de que no había conseguido nada ese día, ¡que se robaba de sus propios bolsillos! La gente puede engañarse de este modo.

He oído que un hombre entró una tarde en una pescadería y dijo: «Quiero ese pez. Lánzamelo y yo lo cogeré.»

El pescadero dijo: «¿Para qué quieres que lo lance? Te lo puedo dar a la mano.»

El hombre respondió: «No, tienes que lanzarlo y yo lo cogeré, porque no quiero mentir. Cuando vaya a casa mi esposa me preguntará: «¿Dónde has estado?» He estado pescando, pero no he podido coger ningún pez. Pero éste sí que lo habré cogido. No lo he comprado; tú lo has lanzado y yo lo he recogido. Por eso podré decir sin rubor: «Ésta es mi captura, un pez precioso.» Como no puedo mentir, tienes que lanzarlo y yo tengo que cogerlo.»

De hecho esto es lo que estamos haciendo. Todo es nuestro y sin embargo estamos robando de manera sutil. No significa que robes dinero u otras cosas; puedes robar pensamientos, puedes robar palabras. Todo tu conocimiento es robado. No es algo que hayas descubierto, es algo que has tomado, de aquí, de allá. Y a continuación, sin pensarlo dos veces, sin rubor, dices al mundo: «Ésta es mi opinión.» ¡No es tu opinión! Ni siquiera eres consciente de ti mismo, ¿qué opinión puedes tener? Por eso todos estos comportamientos son robar.

El cuarto precepto es no degustar. Se convirtió en una tortura, pero no se propuso con esa intención. Un hombre de la sensibilidad de Gautama Buda no puede proponer una auto-tortura. Su idea de no degustar simplemente indicaba no anhelar el gusto del alimento. El alimento es para nutrir el cuerpo; el gusto es secundario, no hagas de él algo fundamental. Y segundo, todos sus discípulos eran monjes: tenían que mendigar. Él era un hombre muy cuidadoso. No quería que su gente fuera una carga para la sociedad. Si empezaban a pedir: «Queremos esto, queremos lo otro... por favor prepárame este plato para mañana cuando venga a mendigar, entonces acabarían siendo pesados y cargantes.

Creó una regla: no pidas alimento en una sola casa. Tu comida -y el monje budista sólo debía tomar una sola comida al día. Tu comida debe proceder de cinco hogares. Simplemente estaba intentando distribuir la carga, de otro modo; fuera donde fuera se movía con diez mil bhikkus, sus discípulos, y habría sido muy problemático que diez mil bhikkus se presentasen en una pequeña ciudad -que quizá ni siquiera tenía diez mil habitantes- y empezasen a pedir según sus preferencias. Sería problemático para la pobre gente del pueblo.

Todo el esfuerzo de Buda en relación a no degustar consistía en que, fueras donde fueras, nunca te sintieses mal recibido. La gente debía saber que por compasión ibas a cinco hogares para tomar una única comida. Se negaba a tomar más de una comida. A nosotros nos parece ascetismo, nos parece una auto-tortura. Incluso en los países más pobres la gente toma al menos dos comidas al día. En los países ricos, como América, la gente come al menos cinco veces, o tantas veces como visitas hacen al frigorífico...; todo el día. No hay un número fijo de veces.

Actualmente hay treinta millones de personas en América que mueren por comer en exceso. Saben que este exceso de comida les está matando, pero no pueden evitarlo. Es como ser alcohólico; su adicción es tan fuerte que necesitan algo. Si no tienen otra cosa, mastican chicle para que su boca pueda seguir funcionando. En un sentido esto es bueno, porque de otro modo no pararían de hablar -bla, bla bla-, ya que necesitan usar la boca como sea, continuamente. Su hablar sólo es un sustituto. ¡La goma de mascar por lo menos los mantiene callados!

La comprensión de Buda es muy profunda, porque muchos experimentos modernos, en particular los del psicólogo Delgado, han probado más allá de toda duda que tomando una única comida se puede doblar la vida de un hombre. Cuanto más comas, menos vivirás; cuanto menos comas, más vivirás. Hizo un experimento..., lo repitió mil veces y después extrajo la conclusión.

Tenía dos grupos de ratas blancas. A un grupo se le dio todo el alimento que quería, al estilo americano. Siempre había comida disponible; podían comer todo lo que quisieran. Y el segundo grupo, como los bhikus, sólo tomaba una comida diaria, nutritiva y completa para el cuerpo. El experimento se probó miles de veces y las ratas que comían al estilo americano siempre se morían a medio camino. Las bhikus budistas vivían el doble que las americanas.

En este caso Buda tuvo una comprensión profunda: come sólo una vez al día y no anheles la degustación; si no querrás comer muchas veces.

Se sabe que a Nerón le gustaba comer tantas veces al día que sehacía acompañar por cuatro médicos; cuando comenzaba a comer, ellos le ayudaban a vomitarlo todo para que pudiera volver a empezar. Pura locura..., pero él simplemente anhelaba degustar. Y esa era la única forma de hacerlo, no hay otro modo de seguir comiendo durante todo el día. Comía desde la mañana hasta la noche, cuando se iba a dormir; siempre estaba comiendo o vomitando. Y el único fin de los médicos era ayudarle a vomitar con facilidad para que pudiera volver a comer.

La comprensión de Buda es correcta. No es una auto-tortura. Simplemente es una profunda comprensión sobre la salud y la longevidad; y quizá antes o después la ciencia acabe recomendando a todo el mundo comer sólo una vez. Por supuesto el alimento debe ser suficiente, debe contener todo lo que el cuerpo necesita, pero sólo una vez. A nosotros nos parece difícil, pero sólo es una cuestión de hábito. En África hay muchas tribus que nunca han comido -durante miles de años- más de una vez al día. Se quedaron muy sorprendidos cuando los misioneros cristianos llegaron a África. No podían creérselo: empezaban tomando el té en la cama, después el desayuno, más tarde la comida, a continuación el descanso para el café, después la cena... y aperitivos aquí y allá. No podían creerlo: «¿Qué está haciendo esta gente? ¿Viven o sólo se dedican a comer?», porque ellos sólo comían una vez, y estaban mucho más sanos y vivían más tiempo.

Y siguen comiendo sólo una vez. Sus cuerpos son más proporcionados, viven más tiempo, corren más deprisa: pueden correr como los animales, como los ciervos. Y sus cuerpos tienen las proporciones que la gente trata de conseguir en miles de gimnasios de todo el mundo. Ellos lo tienen sin ningún esfuerzo, por tomar una sola comida.

No-violencia, no-posesividad, no-robar, no-degustar..., y el quinto precepto es la compasión.

Vivimos en la pasión, nuestras vidas son apasionadas. La pasión siempre es un remolino: subidas y bajadas, un día es bueno, otro día es malo, el día sigue a la noche... De esta forma, en la vida apasionada se suceden continuamente el placer y el dolor; y ambos se equilibran entre sí.

Compasión no es vivir apasionadamente, sino vivir en calma, tranquilamente, en silencio. La compasión carece de subidas y bajadas: es una profunda serenidad. No importa lo que ocurra fuera, el centro de tu ser permanece tranquilo, inalterado.

Por eso Buda dice: Es mejor alimentar a un observante de los cinco preceptos del Buda que alimentar a mil hombres buenos.

Es mejor alimentar a un srotapanna que alimentar a diez mil observantes de los preceptos del Buda.

Srotapanna es una palabra preciosa. Significa «el que ha entrado en la corriente.» Literalmente, srot significa «la fuente»; srotapanna significa «el que ha entrado en la corriente que lleva a la fuente.» Ya no está sentado en la orilla. El hombre que sigue los cinco preceptos todavía puede permanecer sentado en la orilla. Ante un srotapanna, Buda dice, diez mil seguidores de los cinco preceptos del Buda... Un srotapanna pesa más, es más valioso. Se ha arriesgado a hacer el viaje. Ha saltado de la orilla al río; está preparado para ir a la fuente. Ha dado el paso más valiente que el hombre tiene que dar, en toda su vida. 

La orilla parece un lugar seguro y puedes llegar a hacerlo muy cómodo. Y entrar en una corriente desconocida... nadie sabe a dónde va; ciertamente se trata de entrar en lo desconocido y quizá en último término en lo incognoscible... El hombre que tiene el valor de dar el paso, es mejor alimentar a ese srotapanna -sólo a un srotapanna- que alimentar a diez mil observantes de los preceptos del Buda.

Es mejor alimentar a un solo skridagamin que alimentar a un millón de srotapannas. Un millón de srotapannas no son nada en comparación con un skridagamin: el que ha alcanzado la fuente. Un millón de srotapannas pueden haber entrado en la corriente, pero pueden quedarse atascados allí. Su primer paso puede también ser el último, porque el viaje se irá haciendo cada vez más misterioso, más y más incognoscible, cada vez más lejos de sus mentes y más allá de su control.

Por eso muchos darán el paso, pero pocos llegarán al final. Uno sólo que llegue al final, un skridagamin, equivale a un millón de srotapannas.

Es mejor alimentar a un anagamin que alimentar a diez millones de skridagamins. Los que han alcanzado la fuente no se van a quedar necesariamente en ella. Vuelven. Anagamin significa «el que no va a mirar atrás»; ni se plantea la posibilidad de volver atrás.

El skridagamin puede haber ido a la fuente por extrañas razones, quizá por su ego: es una persona fuerte; cuando los más débiles abandonan o se detienen, él sigue hasta el final, pero sigue teniendo todos los deseos dentro de sí. Y los deseos sólo pueden ser cumplidos, o al menos sólo puedes tener la esperanza de cumplirlos, en la orilla. Volverá, no puede permanecer en la fuente.

Sólo el que permanece en la fuente y no vuelve es un anagamin... Estas palabras tienen la misma raíz. Gamin significa «yendo» . La palabra inglesa go procede de la misma raíz que la palabra pali gamin. Anagamin significa «el que no va a volver». Es mejor alimentar a un anagamin que alimentar a diez millones de skridagamins.

Es mejor alimentar a un arhat que alimentar a cien millones de anagamims. Ahora las cosas son un poco más sutiles. Arhat significa «el victorioso.» Ahora no le queda nada por conseguir; ha llegado a casa. El anagamin ha llegado a la fuente. No va a volver, pero aún hay debilidades en él que no le permiten salir completamente victorioso. Ha alcanzado el lugar desde donde la victoria es posible. No va a volver, pero tampoco avanza.

Un arhat es el que sigue adelante, más allá del anagamin. El anagamin está tan contento con haber alcanzado la fuente que siente que eso es todo lo que hay; cree que ha llegado, y eso es una ilusión. Hay mucho más. Aunque su estado es muy placentero, muy agradable, el arhat no está satisfecho. No se ha embarcado en este viaje para alcanzar un estado placentero. Quiere la verdad, y está dispuesto a perder todos los placeres, incluso su placer espiritual de estar en la fuente. Busca la verdad, no el placer. Es mejor alimentar a un arhat que alimentar a cien m¡llones de anagamins.

Es mejor alimentar a un pratyak buda que alimentar a mil millones de arhats.

Pratyak buda significa «un hombre que ha alcanzado la iluminación.» El arhat es victorioso, pero no está iluminado. Todavía hay oscuridad en el centro mismo de su ser. Pratyak buda es aquel de quien ha desaparecido toda oscuridad; simplemente es luz. El arhat ha descubierto la verdad; el pratyak buda se ha convertido en ella.

Tienes que entender la diferencia. Uno la ha descubierto, pero la verdad está allí: y es algo separado de él mismo. El pratyak buda se ha convertido en ella. No es una cuestión de vencer a nadie, porque no hay dos; de ahí la diferencia. Puedes ver que: Es mejor alimentar a un pratyak buda que alimentar a mil millones de arhats. La distancia se va haciendo cada vez mayor. Es mejor alimentar a uno de los budas, del pasado, del presente o del futuro, que alimentar a diez mil miillones de pratyak budas.

¿Cuál es la diferencia entre los budas y los pratyak budas? El pratyak buda es el que se ha iluminado, pero no se convierte en un maestro. Lo ha experimentado pero no puede explicarlo. Tampoco está interesado en los demás, ni en compartir su experiencia con los demás. Tiene el mismo estatus que un buda, pero la diferencia es que el buda quiere compartirlo y el pratyak buda simplemente lo guarda dentro de sí. Se ha convertido en la verdad, pero su gran realización está confinada en sí mismo. Un buda trabaja duro, contra todo tipo de oposiciones y dificultades para llegar a la gente, para llegar a los que están en el camino pero a oscuras.

La historia de Gautama Buda es que cuando llegó a las puertas del nirvana se quedó allí, de espaldas a ellas. Las puertas estaban abiertas y los guardas querían que entrara. Estaban preparados para darle la bienvenida, porque las puertas se abren una vez cada muchos siglos y estaban muy contentos de que alguien hubiera llegado a ser un buda.

Pero Buda se negó. La historia es simbólica. Él dijo: «Me voy a quedar aquí hasta que cada ser vivo pase a través de mí al nirvana. Yo seré el último. No puedo entrar solo, tengo que llevarme a todos conmigo. Ellos están luchando en el dolor y la miseria, y ¿crees que yo voy a disfrutar en el nirvana y su enorme dicha? No es posible. Esperaré. Pero mientras espero intentaré ayudar a esas almas que luchan, que tropiezan en la oscuridad, que andan a tientas. Hasta que no me sienta satisfecho porque todo el mundo haya entrado, no entraré y cerraré las puertas.»

Ciertamente Buda es uno de los hombres más sabios. No se detiene en sí mismo. Cualquiera se habría detenido allí; existe una tendencia a ponerse en el punto más alto y después detenerse.

Él dice: Es mejor alimentar a uno que esté por encima del conocimiento, de la unilateralidad, de la disciplina y de la iluminación que alimentar a cien mil millones de budas, del pasado, presente o futuro.

La última categoría es tremendamente significativa, porque será la categoría peor entendida. El que esté por encima del conocimiento no será consistente, será contradictorio. El que esté por encima de la unilateralidad, no podrá favorecer un lado de la verdad, un aspecto de la verdad; a riesgo de contradecirse apoyará todos los aspectos de la verdad. Apoyará los opuestos, y naturalmente parecerá ilógico, parecerá absurdo. El que esté por encima de la disciplina -el que no tenga disciplina, el que viva momento a momento, el que no tenga cierto orden que seguir- no seguirá a nada. Decidirá lo que va a hacer a cada momento.

No puedes categorizar a un hombre así. No puedes llamarlo bueno, no puedes llamarlo malo; no puedes llamarlo religioso, no puedes llamarle irreligioso, porque no sigue ninguna disciplina. Y no sólo la disciplina, también transciende la iluminación.

La iluminación es la experiencia última, pero sigue siendo una experiencia..., la más alta, pero sigue formando parte de todas las demás experiencias: aunque las demás sean menores y ésta sea la más alta. Finalmente uno también la transciende. Uno simplemente se olvida de ella, de forma que se convierte en su propia naturaleza.

Al principio, cuando llegas de tu ignorancia a la iluminación, la diferencia es tal que te sientes inmensamente gratificado. Ahora la ignorancia ha desaparecido. La iluminación va perdiendo poco a poco la excitación que suponía en un principio. Ya no es un éxtasis, es simplemente tu naturaleza. Y nadie se acuerda de su propia naturaleza.

Ésta es la última categoría de la que habla Buda: más allá del conocimiento, más allá de la disciplina, más allá de la iluminación. Este tipo de hombre encontrará la oposición de todos, será condenado por todos. Este tipo de hombre acabará estando solo contra el mundo, por la simple razón de que ha trascendido todo lo que el mundo valora.

En Japón hay una serie de cuadros muy bellos que describen todo el recorrido de la peregrinación hacia la verdad. El nombre del pintor Zen que los compuso es desconocido y al principio había diez cuadros. Pero hasta los maestros Zen suprimieron el décimo y durante siglos se ha pensado que la serie sólo constaba de nueve cuadros. Fue más adelante cuando se descubrió en algunas antiguas escrituras que originalmente tenía diez cuadros y el décimo describe al último hombre mencionado por Buda.

Esta serie de cuadros describen que un hombre pierde su toro. En el primer cuadro, mira por todas partes y no puede encontrarlo. Hay montañas, hay árboles, hay un lago y el hombre está por allí, mirando por los alrededores; no puede ver al toro por ninguna parte. En el segundo cuadro encuentra las huellas del toro. Aún no puede verlo, pero encuentra sus huellas y las sigue.

En el tercero divisa la espalda del toro, que está de pie bajo un árbol. En el cuarto encuentra al toro. En el quinto intenta agarrarlo con un gran esfuerzo; como se trata de un toro es difícil atraparlo, tiene mucha fuerza. Pero en el séptimo cuadro lo consigue. En el octavo va montado en él, aunque el toro no lo permite y trata de quitárselo de encima. En el noveno llega a casa con el toro.

El décimo fue reprimido incluso por la gente de la que se puede afirmar que es la más meditativa, la más alerta del mundo. Quizá pensaron que el décimo cuadro podía confundir a la gente o despistarles, porque en el décimo -el toro está en el establo, atado- en el décimo, el hombre coge una botella de vino y una flauta, y vuelve junto al lago. Simplemente va con su flauta y una botella de vino. Este cuadro fue reprimido, destruido, aunque ahora ha sido recuperado. Pero es el cuadro que representa el último estado. Ya no hay disciplina: el hombre puede beber vino, puede tocar la flauta.

El toro es el yo, tu realidad interna. Encontrarlo representa el nirvana. Lógicamente la serie debería detenerse en el noveno cuadro. Pero la existencia no es lógica, y ¿quién puede saberlo mejor que Gautama Buda? El décimo cuadro va más allá de la lógica, de toda comprensión.

Se abandona incluso la iluminación. El hombre se vuelve absolutamente ordinario, sin ninguna disciplina -un vagabundo disfrutando de su botella de vino bajo un árbol mientras toca la flauta-, totalmente ordinario.

Pero esta ordinariedad no es la ordinariedad que conocemos; es de lo más extraordinario. Él dice: Es mejor alimentar al que está por encima del conocimiento, de la unilateralidad, de la disciplina y de la iluminación, que alimentar a cien mil millones de budas del pasado, del presente o del futuro.

Este sutra muestra la belleza de este hombre, su magnificencia, su grandeza.

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