jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)


Capítulo 26
El Círculo
Puede Romperse



Amado Osho,
A menudo te oigo decir que los políticos y los sacerdotes están explotando y timando a la gente, como si fueran una raza distinta procedente del espacio exterior que nos hubiera sido impuesta.
Mi comprensión es que, más bien, estos políticos y sacerdotes surgen de entre nosotros, por eso somos totalmente responsables de su actuación, y quejarnos de ellos es como quejarnos de nosotros mismos. ¿Dentro de cada uno de nosotros no se oculta un político y un sacerdote? ¿Lo comentarías, por favor?


Los políticos y los sacerdotes, evidentemente, no vienen del espacio exterior, crecen entre nosotros. Nosotros también tenemos la misma ansia de poder, el mismo deseo de ser más sagrados que los demás. Ellos son los que más éxito tienen en lo que respecta a estos deseos y ambiciones.

Ciertamente somos responsables, pero es un círculo vicioso; no somos los únicos responsables. Los políticos y sacerdotes de éxito siguen condicionando a las nuevas generaciones con las mismas ambiciones; ellos crean la sociedad, ellos cultivan su mentalidad y su condicionamiento. Ellos también son responsables, y son más responsables que la gente común, porque la gente común es víctima de todo tipo de programas que les son impuestos.

El niño llega al mundo sin ninguna ambición, sin ningún deseo de poder, sin ninguna idea de ser más elevado, más santo, superior. Ciertamente no puede ser responsable. Los que le educan -los padres, la sociedad, el sistema educativo, los políticos, los sacerdotes- todo este grupo va viciando a cada niño. Por supuesto, a su vez el niño viciará... pero es un círculo vicioso. ¿Desde dónde se puede romper?

Yo insisto en condenar a los sacerdotes y a los políticos, porque ese es el lugar desde donde el círculo se puede romper. Condenar a los niños pequeños que llegan al mundo no nos va a ser de ayuda. Condenar a las masas populares tampoco nos va a ayudar, porque ya han sido condicionadas y están siendo explotadas. Están sufriendo, son desgraciadas. Pero nada les despierta, están profundamente dormidas. El único punto donde se debe centrar nuestra condena es en los que tienen el poder, porque tienen el poder de contaminar a las generaciones futuras. Si podemos detenerles, podremos tener un nuevo ser humano.

Sé que todo el mundo es responsable. Pase lo que pase, de una u otra forma, cada uno tiene su parte en ello. Pero para mí lo importante es a quién golpear, para que en la próxima generación de niños se pueda evitar el círculo vicioso. La humanidad ha estado dando vueltas en él durante siglos. Por eso no condeno a las masas populares, no te condeno a ti. Condeno a los que ahora están en una posición tal que si se relajan un poco en lo que respecta a sus intereses creados y miran a la miseria de la masa humana, entonces la transformación es posible: el círculo puede romperse.

Yo elijo a los políticos y a los sacerdotes a propósito. Hay muchas cosas a recordar. Los sacerdotes saben perfectamente bien que no hay Dios. En este mundo, el sacerdote es el único que sabe que no hay Dios, pero su profesión depende de este Dios inexistente. No puede decir la verdad porque sus intereses creados se echarían a perder: no sólo los suyos, estaría echando a perder el juego para las generaciones futuras. Sabe que los rituales sólo son falsa magia, que los mantras no tienen poder, que su teología sólo es un encubrimiento. Nadie lo sabe mejor; ha estudiado las escrituras y sabe que no hay pruebas de la existencia de Dios por ninguna parte. Interpreta las escrituras de tal manera que le ayudan en su profesión. Sigue haciendo comentarios de las antiguas escrituras, añadiéndoles más y más cosas que le ayudan en su profesión.

A medida que cambian los tiempos tiene que hacer nuevos añadidos. Por ejemplo, Manú, un pensador de hace cinco mil años, sacerdote y padre del sacerdocio, en su obra Manusmriti -las memorias del Manú que los hindúes siguen palabra por palabra- creó el sistema de castas, una de las cosas más repugnantes de la existencia.

Por esta causa, una cuarta parte de los hindúes han sufrido una larga esclavitud, explotación y humillación. Casi han sido reducidos a seres subhumanos; se les llama los achoot, los intocables. Han caído tan bajo que no puedes tocarlos; si lo haces tienes que tomar un baño inmediatamente. Incluso basta con que su sombra te toque para hacerte impuro. Parece que Manú redujo una cuarta parte de los hindúes a la esclavitud eterna.

Sé que todo el mundo es responsable, pero no todo el mundo tiene el poder suficiente para romper el círculo; por eso golpeo constantemente a los políticos y sacerdotes. Y ahora me tienen miedo, quizá anteriormente no hayan tenido miedo de un solo hombre. No quieren que entre en sus países, en ningún país del mundo. Los sacerdotes están detrás de los políticos que hacen las reglas y leyes para prohibirme el acceso.

La comuna de América fue destruida por los políticos, pero detrás de los políticos estaban los fundamentalistas cristianos, el grupo más ortodoxo de pastores cristianos. Ronald Reagan mismo es un fundamentalista cristiano. Y ser un fundamentalista cristiano significa ser completamente ortodoxo. Cree que cada palabra de la Biblia es sagrada, salida de la boca de Dios. Conspiraron juntos para destruir la comuna.

El otro día recibí la noticia de que ahora están construyendo un monumento en The Dalles; los obispos y políticos, y todo tipo de líderes y ciudadanos destacados están haciendo sus contribuciones monetarias; un gran monumento que indique que han vencido y expulsado a las fuerzas malignas que crearon la comuna. Me han expulsado, han destruido mi trabajo y aún no están satisfechos con eso; quieren crear un monumento para que las generaciones futuras lo sepan.

Y tanto los sacerdotes como los políticos son muy vulnerables; no tienen suelo bajo los pies. Si se les da un buen golpe, están acabados. Y cuando se acabe con ellos, la sociedad saboreará la libertad.

Podemos educar a los niños de una manera más humana, no condicionada, inteligente, considerando a toda la Tierra como una unidad: sin cristianos, sin hindúes, sin musulmanes, sin indios, sin chinos, sin americanos. Las naciones y las religiones son creaciones de los sacerdotes y de los políticos. Una vez que se acaben, las religiones y las naciones también se acabarán.

Y un mundo libre de religiones, libre de naciones, será un mundo humano: sin guerras, sin luchas innecesarias por cosas que nadie ha visto...

Es muy estúpido que durante miles de años la gente se haya estado matando en el nombre de Dios. Ninguno de ellos le ha visto, ninguno de ellos tiene pruebas, ninguno tiene una evidencia. Y ni siquiera sienten vergüenza, porque nadie les ha preguntado mirándolos directamente a los ojos... Y van cruzadas, yihads, guerras religiosas; destruyen a todos los que no creen en su dogma, porque su dogma es divino y todos los demás dogmas son una creación del diablo.

Tratan de servir a la humanidad matando a la gente. Su intención es liberar a esa gente de las garras del diablo. Pero lo extraño es que cada religión cree que las demás religiones han sido creadas por el diablo. Por eso la lucha continúa. Los políticos luchan una guerra tras otra, ¿para qué? No le veo el punto. La Tierra no tiene líneas, ¿por qué dibujarlas en los mapas?

Uno de mis profesores era un hombre muy inteligente. Un día nos trajo unos trozos de cartulina; había recortado todo el mapa en trocitos, lo puso sobre la mesa y preguntó: «¿Puede alguien venir y ponerlos en el orden correcto?». Muchos lo intentaron y fracasaron. Sólo un muchacho, viendo que todos los demás fracasaban y que no podían hacer el mapa mundi juntando las piezas, miró a una de las piezas por el otro lado. Entonces dio la vuelta a todas las piezas y vio la figura de un hombre. La clave era componer la figura humana, que era muy fácil. Por un lado encajaba la figura humana y por el otro encajaba el mapa mundi.

Quizá ocurra lo mismo con el mundo real... si podemos hacer encajar al ser humano, el mundo encajará. Si podemos hacer que el ser humano sea silencioso, pacífico, amoroso, las naciones desaparecerán, las guerras desaparecerán, toda la política sucia desaparecerá. Y recuerda, toda la política es sucia; no la hay de otro tipo.

Pero tenemos que golpear a los que tienen el poder. Golpear al pobre hombre común no nos va a servir para nada, porque no tiene poder, es una víctima. Aunque le cambiemos, no será un gran cambio. Pero si podemos abolir la conspiración entre la religión y la política, entre los sacerdotes y los políticos, será realmente un gran cambio, una revolución: la única revolución que es necesaria y que aún no ha ocurrido.

Amado Osho,
Cuando hablaste de avaricia, me quedé horrorizado. Finalmente he llegado al punto en que estoy dispuesto a ver qué papel juega en mi vida y la miseria que trae con ella. ¿Podrías por favor poner más luz en qué es esta cosa que llamamos avaricia, de dónde viene? ¿Y quizá ofrecerme alguna herramienta de ayuda?

Basta con entender la naturaleza de la avaricia. No tienes que hacer nada más para librarte de ella; la comprensión misma aclarará todo el lío.

El hombre se siente pleno si está en sintonía con el Universo; si no está en armonía con el Universo está vacío, totalmente vacío. Y de ese vacío procede la avaricia.

La avaricia, intenta llenarlo: con dinero, con casas, con muebles, con amigos, con amantes, con cualquier cosa, porque uno no puede vivir como vacío. Es horrible, es una vida fantasmal. Si estás vacío y no tienes nada dentro de ti, te será imposible vivir.

Para sentir que tienes mucho dentro de ti, sólo hay dos caminos: o te pones en armonía con todo el Universo... Entonces te llenas de la totalidad, de todas las flores y estrellas. Están tanto dentro de ti como fuera. Esa es una plenitud real. Pero si no haces eso, y hay millones de personas que no lo hacen, entonces lo más fácil es llenar el vacío con cualquier trasto viejo.

Yo solía vivir con un hombre. Era un hombre rico y tenía una casa preciosa. Y de alguna forma se interesó por mis ideas; escuchó algunas de mis conferencias y me invitó a vivir con él, diciéndome: «¿Para qué vivir alejado, fuera de la ciudad? Yo tengo una hermosa casa en la ciudad y es muy grande; puedes quedarte con la mitad de la casa. No te voy a cobrar nada, sólo quiero tener tu presencia en mi casa.»

Yo vivía fuera, en las montañas, y me resultaba difícil venir desde allí hasta la universidad. Su casa quedaba cerca de la universidad, tenía un jardín precioso y estaba ubicada en el mejor sitio de la ciudad, así que acepté su invitación.

Pero cuando entré en la casa, no podía creérmelo; había reunido tantos trastos que no quedaba sitio para vivir. La casa era grande, pero su colección de cosas era aún mayor; y era una colección absolutamente estúpida. Compraba todo lo que encontraba en el mercado. Yo le pregunté: «¿Qué vas a hacer con todas estas cosas?».

Y el dijo: «Nunca se sabe, un día podría necesitarlas.»

«Pero», dije yo, «¿dónde puede uno vivir en esta casa?» Tantos muebles de todas las edades...; porque los europeos, al irse del país, habían vendido sus cosas. No tenía suficiente con nada; se las arreglaba para comprar cualquier cosa, cosas que no necesitaba. Había un coche en el porche que siempre estaba allí porque era muy viejo y estaba roto. Yo le pregunté: «¿Por qué no lo tiras? al menos limpiarías el lugar…»

Él dijo: «Tiene buen aspecto en el porche.»

Todos los neumáticos estaban pinchados, no valía para nada. Cuando querías moverlo de un sitio a otro, había que empujarlo y devolverlo a su sitio.

Y estaba allí, pudriéndose. Él dijo: «Lo conseguí por un precio muy razonable. Pertenecía a una anciana enfermera que trabajaba aquí y se volvió a Inglaterra.»

Pero yo le dije: «Si te interesaba comprar un coche, al menos deberías haber comprado un coche que se moviera.»

Él dijo: «No me interesa moverme en coche. Mi bicicleta funciona perfectamente.» Y su bicicleta también era una maravilla. Sabías que venía desde un kilómetro de distancia por el ruido que hacía; no tenía ni guardabarros ni cubierta para la cadena: debe haber sido la bicicleta de fabricación más antigua. No tenía claxon.

Él decía: «No le hace falta el claxon. Hace tanto ruido que la gente se aparta a un kilómetro de distancia. Y eso es bueno porque no pueden robarla.»

Yo dije: «¡Qué extraño! ¿Por qué no pueden robarla?»

Él dijo: «Ninguna otra persona puede ir montada en ella. Ha sido robada dos veces y, como hace tanto ruido, el ladrón fue hallado inmediatamente; además, todo el mundo sabe que es mi bicicleta, por eso la gente cogió al ladrón y le preguntó: «¿A dónde te llevas esa bicicleta?»

»Puedo dejarla en cualquier parte. Cuando voy a ver una película no la dejo en el puesto de bicicletas porque tendría que pagar dinero. Lo dejo en cualquier parte y siempre está allí, cuando vuelvo siempre la encuentro allí! Todo el mundo sabe que le daría problemas. Y aunque uno consiga llevársela a casa, sabe que no puede utilizarla por la ciudad, le pillarían enseguida. Por eso es mejor no molestarse en cogerla.»

Y añadió: «Es un espécimen raro.»

Yo respondí: «Tal como la describes, parece serlo.».

Y tenía todo tipo de cosas en su casa... radios rotas, porque podía comprarlas muy baratas. Era jaina y tenía una estatua rota de Jesucristo en la cruz.

Le pregunté: «¿Para qué la compraste?»

Él dijo: «La mujer me la regaló cuando le compré el coche, me la ofreció como regalo. No es que crea en Jesucristo ni nada, pero no podía rechazar una obra de arte.»

Yo le dije: «Desde hoy tienes que recoger una mitad de la casa en la otra mitad; mi parte tiene que quedar vacía.»

Se sintió muy feliz de recogerlo todo. Su parte de la casa estaba tan llena que no se podía ni andar, no podías ni abrirte camino. Se lo llevó todo. Tenía tantos tipos de muebles apilados sobre el sofá; y no se usaba, porque uno no puede sentarse en un sofá que toca con el techo. Y le pregunté: «¿Para qué todo esto?»

Él dijo: «No lo entiendes, ipor el precio! Y algún día puede que me case» -no estaba casado- «y puede que tenga niños y que ellos necesiten todas estas cosas. No te preocupes, todo tendrá un uso en su momento.»

Recogía incluso las cosas que estaban tiradas por la carretera. Un día iba conmigo desde el jardín hacia la casa, encontró un manillar de bicicleta y lo recogió. Yo le pregunté: «¿Qué vas a hacer con un manillar de bicicleta?»

Él dijo: «No entiendes. Te lo mostraré.» Fui con él. En su baño casi tenía un bicicleta completa, sólo faltaban algunas cosas. Y dijo: «He ido recogiendo todo esto de la carretera. Voy juntando las piezas y uniéndolas. Ya sólo faltan unas pocas cosas. Faltan la cadena y el asiento, pero los conseguiré. Algún día, alguien se deshará de ellos y los tirará. La vida es larga y no me molesta, la bicicleta está perfectamente en el baño.

La avaricia simplemente significa que estás sintiendo un profundo vacío y quieres llenarlo con cualquier cosa que puedas, sea lo que sea. Una vez que la entiendes, no te queda nada que hacer con la avaricia. Tienes que hacer algo para entrar en comunicación con la totalidad de manera que desaparezca el vacío interno. Y cuando desaparece, también desaparece toda avaricia. Eso no significa que empieces a vivir desnudo; simplemente significa que no dedicas la vida a coleccionar cosas. Cuando necesitas algo, puedes obtenerlo.

Pero hay gente loca en todo el mundo que se dedica a reunir... Unos reúnen dinero aunque nunca lo usen. Es extraño. En la comuna, hicimos una pegatina para los coches que decía: «Moisés gana, Jesús ahorra, Osho gasta.»

Las cosas tienen que tener utilidad; si no tienen utilidad es que no son necesarias.

Esto puede ir en cualquier sentido: la gente come; no tienen hambre, pero siguen tragando. Saben que eso les va a crear sufrimiento, se pondrán enfermos, pero no pueden evitarlo. Esta forma de comer también es un proceso de llenarse.

Por eso puede haber muchas formas y muchos caminos para llenar el vacío, pero nunca se llena: permanece vacío, y tú te sientes desgraciado porque nunca es suficiente. Hace falta más, y esa demanda de más nunca tienen fin.

No considero la avaricia como un deseo, es una enfermedad existencial. No estás en sintonía con la totalidad, y sólo esa sintonía con la totalidad puede darte la salud. Esa sintonía con la totalidad puede hacerte sagrado.

Es extraño que (en inglés) las palabras health (salud) y holy (sagrado), ambas provengan de wholeness (totalidad). Cuando te sientes uno con la totalidad, toda avaricia desaparece. Por lo demás..., ¿qué han estado haciendo las religiones? Han malinterpretado la avaricia como deseo, por eso tratan de reprimirla: «No seas avaricioso.» Entonces uno se va al otro extremo, a la renuncia. Un tipo de persona, la persona avariciosa, reúne; y la persona que quiere librarse de la avaricia comienza a renunciar. En la renuncia, tampoco hay final.

Mahavira nunca pudo reconocer a Gautama Buda como iluminado por la simple razón de que llevaba consigo tres juegos de ropa; sólo tres juegos de ropa, que son absolutamente necesarios. Uno lo llevas puesto, otro se está lavando, y el tercero en caso de emergencia...; algún día puede no llegarte la ropa de la lavandería, o puede que no se seque, o puede estar lloviendo todo el día. Por eso tres juegos parecen ser esenciales, una emergencia y...

Mahavira está completamente en contra de la avaricia. Ahora bien, él lo lleva al extremo: está desnudo. Buda lleva un cuenco para mendigar. Mahavira no puede aceptarlo porque incluso un cuenco es una posesión, y un hombre iluminado, según él, no debe poseer nada. Un cuenco para mendigar... está hecho de coco. Cortas el coco en dos...; hay unos cocos especiales que son muy grandes. Los cortas por medio, extraes toda la fruta y quedan dos cuencos que son dos cáscaras duras. Son lo más barato, porque se tiran, no puedes comértelas. No está bien tener un cuenco para mendigar y decir que eso es ser posesivo.

Pero cuando consideras que la avaricia es un deseo y te opones a ella de manera testaruda, entonces todo se convierte en una posesión. Mahavira vivía desnudo y en lugar de usar un cuenco, solía formado con sus dos manos. Ahora bien, aquello le ponía en una posición muy difí¬cil: tenía las manos llenas de alimento y tenía que comer como los animales porque no podía usar las manos; tenía que usar la boca directamente para tomar la comida de las manos.

Todo el mundo come sentado. Pero la idea de Mahavira era que si comes sentado, comes más. Esto sí que es ir al extremo opuesto. Por eso enseñaba a comer de pie, de pie y con la comida en las manos; es algo muy forzado. Sólo puedes comer una vez, por eso lo que te quepa en las manos de una vez constituye una comida. Tienes que comer de pie, y tienes que comerlo todo junto, sea dulce o salado, y todos los sabores se mezclan. Esa es la idea de Mahavira para que la comida no tenga sabor, porque disfrutar del sabor es disfrutar del cuerpo, es disfrutar de la materia.

Para mí, la avaricia no es un deseo en absoluto. Por eso no tienes que hacer nada al respecto. Tienes que entender el vacío que estás tratando de llenar, y preguntarte: «¿Por qué estoy vacío?» Toda la existencia está tan llena, ¿por qué estoy yo tan vacío? Quizá haya perdido la pista, quizá ya no esté moviéndome en la misma dirección que ella, ya no soy existencial. Esa es la causa de mi vacío.»

Por tanto, sé existencial.

Abandónate y acércate a la existencia en silencio y en paz, en meditación.

Y un día verás que estás tan lleno -más que lleno, rebosas- de alegría, de dicha, de bendición. Tienes tanto que puedes dárselo a todo el mundo y no se agota.

Ese día, por primera vez, no sentirás ninguna avaricia: de dinero, de alimento, de objetos, de nada. Vivirás naturalmente y encontrarás todo lo que necesites. Y vivirás, no estarás siempre con una avaricia constante e imposible de satisfacer, con una herida que no se puede curar.

Amado Osho,
Muchas veces te he oído contar la historia zen de que: «si te encuentras al maestro en tu camino, mátalo.»
Osho, ¿tiene que ser realmente así? Si nos encontramos en el camino, ¿no podemos simplemente reírnos, charlar un poco, y después, si tenemos que irnos, hacerlo con un namasté y una sonrisa?

La historia no es sobre un camino concreto ni sobre un encuentro concreto con el maestro. La historia trata de cuando estás meditando y las cosas van desapareciendo de la mente: se va volviendo silenciosa. Lo último en irse será lo que has amado más.

Es decir, lo último será el maestro. En tu meditación, cuando todo lo demás haya desaparecido, seguirás viendo al maestro. Charlar con él alterará tu meditación y prepararte una taza de café no será de ninguna ayuda.

El dicho parece duro, pero es verdad: ¡Córtale la cabeza al maestro! Tienes que cortársela en tu imaginación. Si charlas con él, o te ríes, o hablas, no te librarás del maestro. Tienes que ser muy simple y directo; toma una espada, córtale la cabeza al maestro y sigue adelante. ¡No mires atrás!

El maestro te dice esto para que puedas entrar en suneeta-shunyata, en la nada, en el nirvana. El maestro quiere hacerte consciente de que ni siquiera él debe, ser un obstáculo para ti.

Y yo seré un obstáculo. Me has amado tanto que eres capaz de abandonar todo lo demás, pero yo seguiré allí; y tienes que soltarme a mí también. No es una situación real, tiene que ver con la imaginación, con el último truco de tu mente.

Tu mente traerá al maestro porque sabe que no puedes arrojarlo lejos de ti. Has arrojado todo lo demás, éste es el último resorte de la mente para impedirte entrar en meditación.

Y si tienes miedo de cortar la cabeza del maestro -si sientes que eso es ser desagradecido, si crees que no es lo que tienes que hacer- entonces la mente está jugando contigo, estás en sus manos. No tiene nada que ver con el maestro, porque no hay maestro; sólo se trata de una proyección de tu mente.

Y no preguntes: «¿De dónde voy a sacar una espada?» Es algo que se ha preguntado a lo largo de los siglos. Cuando los maestros han dicho a sus discípulos; «Si me encuentras en tu camino, córtame la cabeza», los discípulos han preguntado: «¿Pero de dónde voy a sacar la espada?»

Te contaré una historia sufí. Mulla Nasruddin había solicitado trabajo en un barco. Le estaban entrevistando, el capitán y los oficiales de la compañía le estaban planteando preguntas. El capitán le pregunta: «Si las aguas están arremolinadas y el viento sopla con mucha fuerza y hay peligro de que el barco de la vuelta o sea desviado hacia una dirección que no debe seguir, que harías tú?»

Él dijo: «Muy simple, yo arrojaría el ancla.»

El capitán continuó: «Eso está bien. Pero supón que aparece otra tormenta; ¿qué harías entonces?»

Él dijo: «Nada más; arrojaría otra ancla.»

El capitán dijo: «Correcto, pero supón que viene una tercera tormenta. ¿Qué harías?»

Él dijo: «¡Lo mismo! Yo arrojaría un ancla.»

Y el capitán dijo: «¿De dónde sacas todas esas anclas?»

Y Mulla Nasruddin dijo: «¿De dónde sacas tú tantas tormentas? ¡Del mismo lugar!»

De la misma forma que el maestro es imaginario, tu espada también es imaginaria. Si la mente te puede proporcionar una cosa imaginaria, también te podrá proporcionar la otra; y quizá esté contenta de hacerlo, porque vas a matar al maestro. La mente es muy feliz cuando estás en contra del maestro -enfadado, resentido- y ahora estallará de alegría porque vas a matarle. Te dará una espada preciosa inmediatamente; basta con pedirla.

Ambos son imaginarios, el maestro y la espada. Y tú tienes que ir más allá de la imaginación. Ésta es la última barrera, y cuando ya no queda nadie, la nada se abre: estás conectado con la existencia, estás conectado con tu realidad.

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