domingo

NELSON CAULA ENTREVISTA A ANÍBAL SAMPAYO


“LAS COPLAS QUE ME ANDAN POR ALLÁ ARRIBA ME PONEN AZUL LA CABEZA”


(Reportaje realizado en el domicilio de Paysandú de Aníbal Sampayo, al otro día del lanzamiento de su último libro "Desde Paysandú, canto y poesía", el 20 de setiembre de 2001, que tuve el inigualable honor de presentar, junto a músicos sanduceros y otros invitados. N.C.)

PRIMERA ENTREGA

EL INDIO FLORO

-¿Cómo hizo el indio Floro para vivir tantos años?

-Zafó de la matanza de Rivera en 1831, pasó con su tribu por el Queguay y allí frente a Entre Ríos se fueron escondiendo, y más adelante Urquiza los mandó al Paraná, a la altura de Diamante. Cuando los sacan de Entre Ríos, Floro, que era un indiecito, se perdió en el monte. Tenía ocho años entonces, y lo encuentra un peón de campo que lo lleva a la estancia y lo empezó a criar el patrón, y pasó de patrón en patrón.

-¿Y con los que se fueron al Paraná qué pasó? ¿Se quedaron allí? ¿Se volvieron? ¿O se fueron al Chaco? Porque hace poco encontramos Charrúas conviviendo con los Tobas en el Chaco.

-Sí, sí, Charrúas en el Chaco hay, sí; pero de estos que fueron al Paraná, se perdió un poco el rastro. Se fueron al delta, una isla del delta, se tuvieron que refugiar ahí. La cuestión es que el indio Floro quedó allí en esa estancia. Un día arrancamos a verlo con Raota, que era un amigo de ahí, después se casó con una alemana y se fue para Europa y se llevó todas las fotos que le sacamos al indio. Y el indio murió cuando yo estaba preso en (el penal de) Libertad. Recuerdo que la revista (argentina) Siete Días apareció en el penal, y un milico la estaba mirando, yo estaba barriendo un celdario y veo una foto y digo, "Ah, mirá el indio Floro en la revista ¿que será ésto?". Y le digo al milico, "a ese hombre lo conozco yo", pero no pasó nada, "ah, si", me dijo y nada más. Yo tratando de ver si me dejaba mirar, pero no, no te daban nada; además tenían miedo de contactarse con nosotros, al cuete nomás, porque estábamos re-encerrados ahí. O sea que se había muerto el indio ¿no? Pude captar eso y que habían llevado el cadáver a Buenos Aires para estudiarlo y esas cosas. Mucho después me encontré con el hijo de Raota, un muy buen fotógrafo él también, en Entre Ríos, ya muerto el padre en Alemania, y le dije, "a ver si me conseguís las fotos del indio, que les sacó tu padre".

-¿En vida lo frecuentó seguido o lo vio esa única vez?

-Yo anduve por ahí en el 63, cuando hacía giras. Después de eso no lo vi más al indio.

-Y las historias de que se quedó en el monte y todo eso, ¿se las contaba él?

-Sí, sí, sí; él me lo contó. Él estaba viviendo en esa estancia, un hombre muy de a caballo. El día ese que nosotros llegamos estaba comiendo, él sólo nomás, medio cordero. Ah, sí, comía bien el hombre.

-¿Manejaba algunas palabras de la lengua charrúa?

-Hablaba un poquito sí, pero por lo general en castellano, aunque era muy parco el hombre. Después lo presentaron como el último charrúa, y sí; te imaginás que en el 63 faltaban muchos datos, ya andaban algunos historiadores, pero no se sabía mucho ¿no?

SOLEDAD Y LOS DERECHOS DE GARZAS VIAJERAS

(En el espectáculo de la noche anterior, don Aníbal, al despedirse cerrando su actuación con Garzas viajeras, denunció que en el exitoso disco de Soledad Pastorutti, este tema figuraba a nombre de otros autores: "Garzas viajeras es un tema muy viejo, yo no sé si Soledad soñó y creyó que era de ella, al otro día al despertarse se levantó y se fue a SADAIC y lo apuntó como de ella. Me dijo mi gran amigo que es Alfredo Miranda que parece que el hombre de la grabadora no quiere pagar, parece que para ellos fue un jueguito que no molestó a nadie, pero a mí me embromó bastante.")

-¿Y cómo vivió anoche el homenaje que se le tributó a usted en el Florencio?

-Bien, muy lindo, muy bien... La presencia de todos ustedes que vinieron. Hoy se fue Alfredo Miranda, un gran muchacho.

-¿Es quién le está moviendo todo este lío que tiene con esta muchacha, Soledad?

-Sí, él tiene un amigo allá, que es muy buen abogado y me invitó para ir allá. Y fuimos y movimos todo eso en SADAIC, yo justo pertenezco a SADAIC desde hace años.

-¿Hay manera de recuperar algo de esa pérdida tan tremenda, dejando de lado lo afectivo, por lo menos por el lado económico?

-No creo; pero en eso estamos ¿no? Las nuevas ediciones están saliendo ya a mi nombre. Antes lo habían metido a Larralde. Larralde también les quiso hacer un juicio, él no tenía nada que ver. Y yo les caí, en los diarios argentinos, a estos de la SONY que son grandes bandidos; y también se complicó porque la SONY la compraron otros gringos que son más vivos que ellos, y ahí perdieron mucha plata. Los locos le retiraron todos los discos de todo Buenos Aires. Lo que estaba distribuido.

-Y César Isella, que sabe bien que usted es el autor, ¿no hizo nada?

-Y lo que pasa que él esta medio de representante de la Soledad. La última vez que estuve, había un expediente de más de un metro de alto de todo lo que debe la SONY. El problema es que además de a mí, le deben a todo el mundo. Hay un pleito tremendo.

LAS COPLAS EN LA CABEZA

-Cambiando de tema, ¿anda creando algo, más o menos seguido, don Aníbal?

-Yo tengo muchos momentos para crear. Está lo histórico, lo demás son poemas. Yo soy muy caminador, muy observador y así se van dando mis coplas. Puede ser desde un pájaro, hasta gente que encuentro por el camino; todo inspira. Por ejemplo, allá en La Matanza, frente al Paraná, un lugar hermoso, ahí mismo creé esa canción.

Pero a veces... una vuelta iba caminando, y una persona me para, alguien conocido ¿no?, "Y cómo le fue don Aníbal", me dice; yo venía con las coplas en la cabeza y él me preguntaba, "Y allá en Suecia cómo está la cosa, el trabajo y todo lo demás"; preguntaba cosas el hombre, pero yo iba caminando, y le respondí, pero él seguía preguntando y yo le digo, "Mirá hermano, te dejo porque llevo unas coplas en la cabeza". "Pa", me dice, "se te está cayendo el pelo". "No", le digo, "es que las llevo allí, sé que la tengo azul la cabeza". Y me dice "Che, y no te hiciste ver con el médico". "Azul la cabeza -le digo- porque las coplas andan por allá arriba". Qué se yo, el tipo ya no sabía qué decirme, habrá pensado que estaba loco.

ME DESPEONÉ

En fin, yo tuve muchas épocas, también. En primer lugar me despeoné de los ingleses del ferrocarril, acá en Paysandú. Tenía 16 años cuando salí de la escuela industrial, fui elegido porque era buen mecánico, aprendí bien en la UTU. Entonces trabajando para los gringos, un día me corté este dedo con la máquina, me dolió muchísimo, me anulaba dos dedos, y seguí tocando igual con tres, me puse una cuestión de cuero y seguí para no perder la agilidad en la guitarra, porque yo tocaba desde los doce años, en la radio y todo eso. Trataba de ganarme algunos mangos, seguro, y cruzaba a la Argentina. Entonces los gringos supieron que yo andaba en eso, no podía ir a trabajar por el corte, estaba en el seguro y me iba a tocar. Y cuando fui a cobrar el seguro, los gringos no me querían pagar. "Ya le pagar mucho a usted", me dijo el gringo, y yo le salté por encima del mostrador, yo andaba con un inflador de bicicleta... y bueno, me echaron. Entonces no quería saber más nada, y me fui al campo. Mis padres querían que yo siguiera, estuvieron hablando en otro taller, pero no hubo caso. El gringo ese, estaba acostumbrado a correr a la gurisada y yo era medio peleagudo, y el tipo me vino a retar. "Mirá", le digo, "yo ya tuve problemas y acá has echado a muchos gurises, pero a mí no vas a echar así nomás, porque te voy a matar a fierrazos, sabés"; andaba con los marrones y unos fierros calientes; y ya no fui más, seguro, que iba a ir. Le tuve que pedir a mi padre, "Andá y cobrale a ese gringo, todo lo que me debe, porque si voy yo va a ser fea la cosa, lo voy a liquidar". Se apretó el gringo y pagó.

Y me fui al campo. Mi tío estaba en la estancia Elorza, era capataz él ahí; y me fui a un puesto, allí cerca, a unas cuatro leguas de Young, haciendo trabajo de campo. Fui abriendo lecheras, ayudaba a ordeñar a mi tía, que hacía pan para los primos, y bueno, todos los jueves, me encaramaba para allá a caballo. Y también les llevaba la ropa, que lavaba y planchaba mi tía.

Y con otros gurises de Young, que eran medio baqueanos, teníamos loco a un ruso. Cruzábamos el alambrado y le robábamos los melones y entonces nos tiraba con una escopeta con sal. Y yo les había enseñado a todos ellos, seguro, eran un paisanitos, "Ahora cuando nos corran, vos tenés que meterle a los caballos a todo lo que da. Vos no viste en la películas". "No, no, nunca vi", seguro, qué van a ver; y yo les decía, "Hay que darle así y así a las riendas". Y claro, un día fuimos a dar allá bien lejos y andaba mi tío por ahí, apartando ganado y me vio y se armó un lío, y ya me despioné de mi tío también. Me fui. Andaba el viejo Elorza que había venido de Montevideo y vio a esa gente corriendo y ta...

Además, a mi gustaba bolear "ñanduses", los esperaba cerquita de la portera, y ahí tenía una yegüita gateada que la montaba y los agarraba de cerca.

Boleaba bien yo, las boleadoras esas de plomo... Y ahí también me vio el tío, boleando "ñanduses", y el sábado vino a la casa y me dijo que cómo iba a andar haciendo eso y qué sé yo. Y "Bueno tío", le digo, "si no le gusta a usted yo me voy mañana mismo nomá".

Yo ya era conocido en la radio, incluso. Un día, todavía en esa estancia con mi tío, me invitan a ir cantar donde estaban los rusos, los campos de ellos, y yo no quería ir. Unos tal Sischí y otros. "Este me va conocer" pensaba yo, era el que le robábamos los melones y nos tiraba con la escopeta. Me vestí bien de traje y todo, prendí el sulki, y nos fuimos a cantarle a los rusos. "Con esto no me va conocer el tipo" pensaba yo; bien trajeado y todo, y bien peinado pa' tras, gomina... Y bue, yo estaba sentado ahí y venía el ruso y me miraba che, y me miraba, y yo decía “pa, me estará conociendo éste". Y bueno, no pasó nada al final. Y me vine de la estancia, era medio "retobao" yo, no siempre; sino cuando tenía razón, no me gustaba que me agarraran... como estos gringos, que se aprovechaban que teníamos 16 años y nos pagaban poco y todavía nos prepoteaban.

CORRENTINADA

Yo tocaba la guitarra y cuando cruzaba pal otro lado del río, ganaba mucho más y ayudaba bastante a mis padres. Yo en una noche, en Entre Ríos y Corrientes, en las bailantas con pista de hormigón y todo, iba y sacaba plata. Cuando yo ganaba en esos tiempos ochenta pesos, que estaba casi como el dólar, mi padre cobraba setenta por mes, trabajando como un burro, y yo traía plata dulce y se las daba a ellos. Y ya me había endulzado yo también pa' seguir la guitarra, si me iba bien; y me gustaba mucho.

-¿Ya hacía temas propios?

-Había de todo un poco, correntinada y todo eso. Mucho chamamé. A mi me gustaba mucho, y yo seguía, lo que hacían Los Trovadores de Cuyo, La Tropilla Guachipampa; Tormo, primera voz en esos tiempos. Esa música me atraía mucho, y algo que pasaba por el litoral. Ahí me fui formando. Y cuando voy al Paraguay, me junté con esos músicos, aprendí el arpa, anduve tres años por el Paraguay, por el Chaco, todo eso me recorrí. Me integré con ellos y en el año cincuenta, ganamos el primer premio de Miscelánea Criolla.

Los traje yo especialmente. Actuamos también en los carnavales con dos arpas, ocho guitarras, zapateadores, de todo. Y ahí conocí, de los negros de acá, a Marta Gularte; éramos muy amigos. Y en un conjunto que se llamaba Brindis de Sala, actuó Lágrima Ríos. Había un bar grande, frente a la ONDA en la Plaza Libertad, el Sorocabana creo, y ahí actuábamos, estaba Roberto Barry también, casi todas las noches, subíamos a un palco grande que tenían allí. Y ahí los traje, y ya arrancamos otra gira más por Paraguay. Ellos eran gente del campo y yo ayudé, en la caña de azúcar. Hacía de carretero yo para cargar la caña de azúcar en el Paraguay. Van los trapiche; andaba un gurisito con el látigo, metiéndole a los bueyes, y ahí venía la caña, y traía también un tacho grande donde se hacía -en Nicaragua donde estuve mucho tiempo, le decían igual- "el guaro", la melaza que sale de la caña. Era una explotación bastante brava también, pagaban bien poco la melaza para un litro de caña ahí en Paraguay.

TORERO Y TRAPECISTA

Y después entré de torero. Por un lugar que se llama Zapucay, andaban los toreros, cantaba en la primera parte y después hacía de torero. Primero de cómico, nos pintábamos las caras y esperábamos los toros... ¡unos toros que!... se agarraban en el monte... tremendos salvajes. Ahí tenía un amigo, un tal Gómez, que era domador y todo eso y a mi gustaba toda esa cosa y me fui con él. Con un lazo patero, nos metíamos en el monte, eran una bestias bárbaras y después los llevábamos a los toriles. Vos te arrimabas a los corrales y pegaban cada salto, se ponían parado así, y bufaban; después los soltaban y nosotros nos hacíamos los bobos, con otro paraguayito. Ahí sí que nos peleábamos con él, quién quedaba de espalda. Y hacíamos de cómicos, nos dábamos una cachetadas y saltaban los bichos, el paraguayo medía como dos metros, grandote una fuerza bárbara. "Vo, uruguaio", dice, "cuando el toro venga vos quedate así nomás chamigo, que él te va a levantar y cuando caigas, te ponés las manos aquí, en la oreja, (y cuando yo te diga ¡ahhh!, vo lenvantáte nomá". Y ahí había que ir a lo seguro.
La gente que venía y pagaba las entradas -el toril era todo con palos a pique- arriba hacían una especie de palco, toda la gente miraba de parado, los toreos, y había un lugar donde se esconden los toreros y bueno, nosotros rajábamos para ahí.

En eso me sale una propuesta de ZP1, la Radio Nacional de Paraguay para ir a cantar allí, y no querían que me fuera. "Che vo, andás bien che vo, uruguaio", me decía el paraguayo. "Tas lo más bien chamigo, vas a ser buen torero, che vo; para qué te vas a ir". Me probaban con una carretilla con guampas y tenía la capa y todo eso ya. "No", le digo, "pero yo tengo que seguir mi camino, me sale esto en Radio Nacional, tengo que aprovechar", además lo que nos pagaban ellos... eran unos mangos ahí... Así que hice de torero, lo que venía me metía yo. Era joven...

-¿Anduvo en un circo también?

-Sí, de Posadas pa' delante. Andaba con los Hermanos Baldovino. Empezamos cantando y después anduve ensayando el alambre, me metí de alambrista. También querían que me quedara. Después de cantar ayudábamos en todo un poco. Me estaban enseñando trapecio también. Miedo no le tenía y después había que aprender nomás.

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