(Entrevista de los periodistas Joel Rosenberg y Miguel Ángel Dobrich con Fernando Cabrera, enNo toquen nada, de Océano FM.)
PRIMERA ENTREGA
La profunda vocación por la música lo llevó a dejar de lado la posibilidad de formar una familia. “Me alcanzaba con ser pobre yo. Es muy difícil acá sobrevivir de esta profesión. Yo pasé penurias económicas siempre hasta hace muy poco tiempo”, dice Fernando Cabrera. Hoy está en el lugar de siempre, en el de reiniciarse. Así planifica un DVD que saldrá en otoño como parte de un libro con poesías, tras un 2011 en el que reeditó El tiempo está después, luego de 22 años de su primera publicación.
Joel Rosenberg: Encontramos una excusa para esta entrevista con El tiempo está después, porque hace tiempo que queríamos invitarte. Es bueno que se haya concretado en el 2011, otro año muy movido para vos. Este disco es del año 1989.
Sí, 89, es mi cuarto disco con el sello Orfeo, que desapareció unos años después, y quedó todo el catálogo un poco boyando por ahí. Lo había adquirido en un principio la EMI Argentina. Pero quedó un poco sepultado y por suerte, en los últimos años, tengo entendido que con un esfuerzo bastante importante económicamente, el sello uruguayo Bizarro pudo adquirirlo. Estoy hablando de un catálogo muy grande de música uruguaya que abarca no sé si algo así como 900 títulos de toda la década del 60, 70, 80, entre los cuales estoy yo.
Este disco solamente había sido editado en vinilo y en cassette, no había todavía CD’s en el año 89. Entonces cuando se editó se agotó y nunca más estuvo a la venta. Una lástima por lo que yo he escuchado muchas veces decir de gente que le gusta lo mío y eso, muchos lo consideran uno de mis mejores discos, y recién ahora más de 20 años después sale por primera vez en CD. Hicimos un trabajito de remasterización, fue un poco mejorado por Rodolfo Fuentes, la masterización por César Lamschtein, así que agradezco a Bizarro.
Vos no lo decís solo por tu obra solo sino por toda la obra que están rescatando de la música uruguaya.
Abarca de todo. Estamos hablando desde cosas de Los Olimareños, Zitarrosa, toda la gente de los 60, pero también el fenómeno del rock post-dictadura, de los 80, son todas las primeras grabaciones de Los Estómagos, Traidores, Los Tontos, y muchas cosas más, cantautores de todos los géneros.
Miguel Ángel Dobrich: Fernando, ¿hacia dónde proyectás tu obra?
¿Ahora?
Si, tras tener la posibilidad de re-escucharte, con estas reediciones.
Las reediciones a veces me descolocan un poco. Me confunden.
¿Por qué?
Porque yo tengo unos diez o doce discos más o menos y todos ellos son bastante diferentes entre sí, algo que por otra parte yo siempre busqué, no es que hayan quedado accidentalmente diferentes. Y cuando escucho algunos de ellos encuentro que todos son como direcciones que no sé si son para continuarlas o no, son como cerrados en sí mismos también, entonces me vuelve a poner en el mismo lugar de siempre, que es el de reiniciarme, intentar que el próximo también tenga otras pautas, otros colores, otros estados de ánimo. Precisamente estoy preparando algunas cosas para el futuro. Y por consiguiente no soy mucho de mirar lo que hice como para tomarlo como base o punto de partida. Y me pasa también, no sé si será común esto con otros colegas, que así como por supuesto uno lo siente como propio -y son mis ideas y etapas mías de otros años, otros Fernandos Cabreras que me integran también- también siento una gran ajenidad en todos esos discos. Las dos cosas, un poco ambiguo lo que estoy diciendo, pero es así. También siento como que no fueran míos, los escucho como si fueran de otra persona.
Bueno, eso te permitae escucharlos.
No, no los escucho nunca. Muy rara vez.
¿Qué has ganado y qué has perdido con el paso del tiempo como compositor y como intérprete?
Bueno, las dos cosas. Como compositor creo que he perdido frescura y he ganado otras cosas, otros valores, que tienen que ver con la experiencia, de repente menos tirarse al agua, menos impulso, pero sí hay cosas más redondas o más encontradas. Trabajo mucho más que antes. En los comienzos, en mi juventud, los primeros discos yo recuerdo que una canción la componía en veinte minutos, en un rato, en una hora, en dos horas. Y también muchas canciones que yo grababa en los discos estaban recién hechas, recién compuestas, y antes siquiera de tocarlas en vivo ya iban al disco. Eso lo cambié por completo en la actualidad.
Joel Rosenberg: ¿Ahora cuánto tiempo te lleva?
Puedo estar dos años con una canción. O tres o quince. Porque voy guardando en carpetas y cosas, ideas, bocetos, y algunas las termino al cabo de un tiempo, y otras capaz que están conmigo quince o dieciocho años, y hasta que llega un día, el momento que le encuentro el punto final, que quedo plenamente conforme tanto sea con la letra como con la música. O sea, soy mucho más meticuloso en la parte compositiva. Y en la parte del intérprete creo que he ganado, creo que he mejorado en lo vocal y en lo guitarrístico notoriamente. Eso lo siento yo, por ahí el público o alguien que lo vea de afuera dice: “Está completamente equivocado, cada vez canta peor”. Yo siento que he mejorado mucho en lo expresivo, en el manejo de mi voz, y también en el tema de la guitarra. Yo siento que he hecho algunos avances. No lo digo con ninguna vanidad ni con nada que se le parezca, es algo estricto.
Vos decís que hay un vínculo emotivo con la gente que te sigue, en una nota del Portal 180 donde lo señalás: “Hay una comunicación profunda entre el público que me sigue y yo. Sobre todo en los últimos años, eso se ha fortalecido y profundizado”. ¿Por qué esa idea de que se ha fortalecido y profundizado? ¿Es de sentirlo nada más?
Lo veo. Lo poco que se puede apreciar desde el escenario, lo que te cuentan colaboradores que presencian en la platea, en la salida, en el hall del teatro, las reacciones de la gente. Me da la impresión de que cada vez es más honda y cada vez es más profundo y emotivo o emocional el tipo de vínculo que se establece entre el público y yo y mis canciones. Y creo que la gente que me sigue va buscando precisamente eso, experimentar determinadas experiencias sensoriales y emotivas, que incluso van quizá más allá de lo meramente musical o poético. Y ahí, bueno, por ahí como siempre llegamos a una posible definición de ese aparato mágico que es una canción, que permite tantas cosas.
Hay un clima que se crea en tus espectáculos. Ni mejor ni peor, distinto quizás a otros.
Hay un clima, sí, de gran concentración, de gran recogimiento, que también va permanentemente yuxtaponiéndose con muy lindas expresiones de aplausos y de expresiones muy fuertes del público. Un silencio absoluto en un momento y después una gran explosión de afecto, y de vuelta un silencio absoluto, y la gente se mete en la canción, no vuela una mosca. Es una cosa que pasa siempre.
Si, pero vos lo generás. No sé si es por timidez, vos tampoco sos de hablar mucho con el público, de interactuar, como hacen otros artistas.
Sobre todo antes sucedía eso. Yo era muy estaca, muy de clavarme en el lugar y no abrir la boca. En los últimos tiempos ha cambiado eso. Recientemente, dos o tres años a esta parte yo siento que estoy un poco más parlanchín y estoy más suelto.
Podés disfrutar un poco más con eso.
Sí, disfruto mucho con eso, porque también encontré que en algunas palabras que yo diga y que no suelen ser al azar tampoco, es lo mismo que lo que está sucediendo en este mismo tampoco con este reportaje. Un reportaje para mí tampoco es cualquier cosa, no es que yo venga a hacer un trámite. Yo en este momento me estoy comunicando con miles de personas, no me lo puedo tomar a la ligera, y yo sé que también ustedes establecen un canal de comunicación no igual pero sí parecido a cuando estoy arriba de un escenario en el marco de un teatro.
Entonces ese respeto a vos te lleva a forzarte como más estaca, más quieto.
No es que me forzara. Por un lado era un poco de timidez que yo tenía más en la juventud y que creo haber ido perdiendo. También un formato, un modelo de presentaciones que era muy común hace muchos años en mi infancia, en la época de mi adolescencia, que eran más así las presentaciones. Si vos ibas a ver a un grupo, un conjunto, un solista, lo que sea, la cosa era más seria, era más como formal, había algo más de liturgia que se fue perdiendo, es lógico, porque los tiempos cambiaron y ahora en la vida hay mucho más desparpajo en todo. Incluso en ustedes, en los comunicadores radiales es una cosa notoria de los últimos tiempos.
¿Tenés una idea etaria del público?
Tengo una idea, no sé si exagerada, porque francamente yo lo puedo comprobar, a veces uno ve un poco la gente. Sucede desde hace mucho tiempo pero cada vez más, y algo que a mí me halaga profundamente, me hace muy feliz: ya casi no hay límites de edad. En mis recitales puede haber niños muy chiquitos, por supuesto llevados por sus padres o sus hermanos, hasta personas de 80 años. Creo haber roto, me siento muy feliz por ello, esa cuestión de las barreras generacionales, que son a veces inevitables, porque por más que uno se lo proponga uno tiene un código, tiene cosas que lógicamente se dirigen a una franja etaria, generalmente a la propia. Pero a mí me alegra mucho observar que sigue aumentando cada vez la gente muy joven en los recitales, adolescentes, pero adolescentes me refiero a gente de 14 o 15 años, gente de 20, y de ahí para adelante. Y a veces niños también.
No hay comentarios:
Publicar un comentario