Capítulo 21
El momento más dichoso: cuando no puedes
encontrarte a ti mismo
Amado Osho,
Cuando me siento ante ti y te oigo hablar, siento como si ocurriera un proceso de ósmosis. Siento que no escucho de una manera intelectual. ¿Es la forma correcta de hacerlo o me estoy perdiendo algo? Esa es la forma correcta.
Si me escuchas intelectualmente te estás perdiendo, no algo, sino todo. La escucha intelectual es una especie de sordera. Cuando digo algo, puedes escuchar la palabra. Tienes una mente, y en tu mente una biblioteca con todos los prejuicios, filosofías, ideologías. La palabra tiene que pasar a través de todos esos patrones preconcebidos, y para cuando llega a ti ya no es la misma.
Pasando por el proceso de escucha intelectual ha cambiado tantas veces que cuando llega es absolutamente otra cosa. Y sin embargo racionalmente parece ser lo correcto; encaja en tu mente. El proceso de escucha se las ha arreglado para cortado aquí y allá, cambiarlo aquí y allá; coloreado aquí y allá; para hacer de ello lo que tú quieres que sea no lo que es. Y estarás de acuerdo en que se convierte en tu propia idea: no tiene nada que ver conmigo.
Escuchar intelectualmente es no escuchar en absoluto. Es una forma de evitación. La forma correcta es que no pongas tu mente en medio y me dejes llegar hasta tu ser más interno sin barreras. Entonces habrá un entendimiento. Entonces habrá una comunión, una escucha real, porque has cambiado en el proceso mismo de escucha.
El acuerdo que surge en tu ser no es un acuerdo mental, es un acuerdo con otra cosa, de la que tu mente no sabe nada. La mente siempre es vieja y la verdad siempre es nueva; nunca se encuentran, nunca coexisten.
Tienes mucha suerte de poder escuchar de la forma correcta, poniendo la mente a un lado y dejando que yo me sumerja profundamente en ti. Entonces, aunque se usen palabras, lo que se ha transmitido es el silencio. Aunque se hayan usado palabras, lo que no puede ser dicho ha sido dicho; al menos se ha oído.
Y lo importante no es decir; lo importante es oír.
La escucha correcta implica que nunca preguntarás cómo hacerlo.
Por ejemplo, si hablo del silencio y escuchas de la forma correcta, nunca preguntarás cómo estar en silencio porque lo habrás saboreado en la escucha misma. Lo habrás experimentado en la escucha misma: la ventana se ha abierto.
La gente que escucha intelectualmente a continuación preguntará cómo hacerlo. Esa pregunta sobre cómo hacerlo indica que no han captado lo que se les estaba transmitiendo.
No son sólo palabras lo que os estoy diciendo: os estoy transmitiendo mi corazón mismo. Las palabras sólo son vehículos. Los vehículos llegarán a través del intelecto, pero yo me quedaré atrás. Cuando escuchas sin mente, el vehículo no es lo importante; su única utilidad es la de ayudarme a llegar hasta ti. Es la mano que tiendo para poder tocar tu corazón.
Amado Osho,
Recuerdo lo que decías de los ojos, de mirar a la gente a los ojos y lo de que uno se oculta cuando no mira a los ojos. Después de ese discurso me quité las gafas, que había estado llevando desde que tenía un año de edad. Al no llevarlas, me di cuenta de que estaba más abierto a mirar a los ojos de los demás y sentí un gran poder en mis ojos. ¿Hablarías, por favor, de la necesidad psicológica de llevar gafas?
Esto es algo a entender, algo verdaderamente significativo. Ningún animal necesita gafas. Es muy extraño que el hombre necesite gafas.
Existen dos razones: la primera es la razón fisiológica y la segunda es la psicológica.
La fisiológica es que nuestra forma de ayudar a las madres durante el parto es básicamente errónea. Por ejemplo, el niño ha estado en una profunda oscuridad durante nueve meses; sus ojos son muy delicados, frágiles. En cualquier hospital que nazca, se encontrará inmediatamente después de nacer con luces muy brillantes a su alrededor. Éste es el primer shock para todo su delicado sistema ocular. Y los ojos son la parte más delicada del cuerpo: más suaves que los pétalos de rosa, son muy frágiles y muy importantes, porque el ochenta por ciento de tu experiencia de vida depende de ellos. Los otros sentidos sólo contribuyen con el veinte por ciento.
Esa es la razón por la que un ciego de repente suscita una profunda compasión en ti. El sordo no suscita la misma compasión. A él también le falta algo: no puede oír. El mudo no puede hablar... El cuerpo puede estar lisiado de la forma que sea, pero nada suscitará en ti más compasión que el ciego. Inconscientemente, sin razonarlo, comprendes que el ciego es el más pobre de ellos.
El ochenta por ciento de su experiencia de vida está cortada; está viviendo sólo un veinte por ciento. Su vida no tiene color, en su vida no existe una experiencia de la belleza, en su vida no hay una experiencia de la proporción. Su vida ha perdido los preciosos atardeceres y las noches estrelladas. Sus ojos se han perdido millones de otros ojos que están cargados de experiencias; y entrar en contacto con ellos es entrar en contacto con distintos mundos.
Pero la forma que tienen los hospitales de atender a los recién nacidos es peligrosa. En primer lugar estropean los ojos. En segundo lugar destruyen la confianza del niño. El niño ha vivido durante nueve meses en el útero de la madre con una confianza tremenda: no tiene ninguna duda. Tiene todo lo que puede desear; de hecho, lo tiene antes de desearlo. Ninguna responsabilidad, ninguna preocupación, ninguna cuestión en relación al tiempo. No piensa en el mañana y no tiene recuerdos del ayer. Vive momento a momento, en completa alegría. No hay nada que le ponga triste, nada que le haga miserable.
Pero en el momento de nacer, toda su vida sufre un gran cambio, muy trágico. Los doctores van a toda prisa; no pueden esperar ni dos minutos. Quieren cortar el cordón que une al niño con la madre inmediatamente; y lo cortan inmediatamente, sin preocuparse de que el niño aún no ha respirado por sí mismo, de que su propio sistema no ha empezado a funcionar. Han cortado la conexión con la fuerza de vida de la madre. Ésta es una de las heridas profundas que la persona arrastrará durante toda su vida.
Y para hacer que el niño respire lo ponen cabeza abajo y le golpean el trasero: iun gran recibimiento! El niño empieza a respirar tras el golpe recibido, pero esta respiración no es natural ni espontánea. Si hubieran esperado dos o tres minutos y hubieran dejado al niño sobre el vientre de su madre... Estuvo dentro nueve meses; con sólo tres minutos encima del vientre -la misma calidez, la misma mujer, la misma energía- hubiera empezado a respirar por sí mismo. Y entonces cortar el cordón hubiera sido absolutamente lógico, racional, científico.
Y todo lo demás que se hace tampoco tiene en cuenta las consecuencias. El niño ha recibido cierta calidez en el útero materno. Ha estado flotando. Lo mejor para él será que, una vez que empiece a respirar por sí mismo, se le ponga en una pequeña bañera de agua caliente que contenga los mismos productos químicos que el útero materno; exactamente la misma agua marina. Eso es lo que hace que los evolucionistas den por seguro que el hombre nació en el agua.
Os sorprenderá saber que la primera encarnación de Dios en el hinduismo es un pez. Es muy extraño, la sola idea..., pero para ellos Dios es la vida, y hace falta una pequeña traducción: en lugar de decir que un pez era la encarnación de Dios, lo que hay que decir es que el primer ser vivo fue un pez.
Permite al niño ese mismo ambiente para que no tenga miedo ni se sienta en un mundo extraño desde el primer momento. Nosotros le damos miedo: destruimos sus delicados ojos, destruimos su espontaneidad, incluso forzamos su respiración. No le damos un entorno natural, el entorno al que está acostumbrado.
Todas estas pequeñas cosas le afectarán durante toda su vida. Por ejemplo, cuando sienta ansiedad, su respiración será errática. Cuando tenga miedo, su respiración se verá inmediatamente afectada. Y antes o después -dado que sólo el hombre usa los ojos para leer y ya no son tan fuertes como la naturaleza los hizo-, el niño descubre que sus ojos se debilitan. No puede ver las letras pequeñas, las figuras pequeñas, o no puede ver de lejos, y entonces necesita gafas. Si evita usar gafas, sus ojos seguirán deteriorándose. Las gafas simplemente sirven para ayudarle, para compensarle por el deterioro sufrido.
Pero las gafas tienen su propia psicología. Con las gafas siempre estás detrás de una cortina, ocultándote de alguna forma; no te enfrentas con la vida tal como es, intentas evitar esto o aquello, sin ser nunca directo, sincero. Las gafas ayudan a proteger los ojos, pero aportan sus propios problemas, que son los que he descrito. Se interponen entre tú y el mundo, entre tú y la persona que amas, entre tú y la persona con la que comunicas.
A causa de las gafas nunca entras en contacto con los ojos de los demás. Y eso es perderse una gran experiencia, porque la gente es básicamente sus ojos.
Si puedes ver los ojos de otra persona, su profundidad es la profundidad de la persona. Una persona astuta no te permitirá que le mires directamente a los ojos, porque los ojos revelan su astucia.
Los ojos son simplemente una apertura, la persona astuta tiene miedo; siempre mirará de lado. Estará hablando contigo pero mirando a otro lugar; su conversación y su visión no seguirán la misma dirección. Te escuchará pero sus ojos no estarán concentrados en ti. El hombre que quiere engañarte no puede confrontarte directamente. Sólo una persona simple, una persona sincera, una persona con un corazón amoroso y sin deseos ocultos te permitirá mirarle a los ojos porque sabe que encontrarás su verdad. No tiene nada que ocultar.
Por eso, si estás usando gafas, úsalas sólo para determinados fines. Si las necesitas para leer, úsalas para leer. Usadas de manera continuada es peligroso; no para tus ojos, sino para todo tu ser. Si las necesitas para ver de lejos, puedes utilizarlas; pero no las hagas parte de tu ser.
Las gafas nunca deberían convertirse en parte de tu ser. Úsalas sólo cuando sea necesario. Cuando sientas que no son necesarias, quítatelas; de esta forma, al menos durante ciertos períodos, estarás disponible al mundo en tu autenticidad y el mundo estará disponible a ti, sin barreras.
No puedes hacer nada respecto al sufrimiento básico que supone nacer, pero si vas a dar a luz un niño, es mejor que des a luz entre amigos amorosos, con velas, quemando incienso, con flores alrededor. Al menos dale al niño una buena bienvenida al mundo.
Y no seas técnico -el hombre no es una máquina-, sé humano. Déjale respirar primero y después córtale la conexión con la madre. Sin prisa. Debe tener la posibilidad de ser espontáneo; de otro modo sufrirá problemas respiratorios durante toda su vida.
Las luces brillantes no son necesarias, así no empiezas a destruir sus ojos. Pronto necesitará gafas. Si tú las has estado usando desde que tenías un año, es una demostración de lo que hemos estado haciendo con los niños. Y nadie te dice que sólo las uses cuando las necesitas para que no se conviertan en un hábito esencial.
Se sabe que Mulla Nasruddin se despertó una noche y preguntó a su esposa: «¿Dónde están mis gafas?».
Ella dijo: «¿Para qué necesitas las gafas a media noche?».
Él respondió: «No, quiero discutir -ahora mismo no tengo esa disposición-; ya te lo explicaré todo más tarde. ¡Primero quiero las gafas!». Ya con las gafas puestas estuvo intentando ver algo durante cinco minutos y luego dijo: «Lo has destruido. Si me las hubieras dado inmediatamente, quizá no me lo hubiera perdido. Estaba teniendo un sueño tan hermoso; y en ese mismo momento recordé: "No puedo ver sin gafas." Un sueño tan hermoso; he debido de perderme mucho. Y tú eres tan estúpida que te pusiste a discutir conmigo.
»Cuando te pedí las gafas, deberías haber entendido que las necesitaba urgentemente para algo; después podríamos haberlo discutido. Pero en el momento mismo... y el retraso era tan grande que cuando volví a intentarlo con las gafas el sueño ya estaba roto. Y una vez roto no pude arreglármelas para volver a atraparlo.
Además de ser un sueño precioso, tenía algo que ver con las finanzas. Un hombre prometía darme dinero, estábamos regateando. Quería comprar algo y yo le había hecho llegar hasta las noventa y nueve rupias.
Pero era muy obstinado -yo intentaba hacerle pagar cien-, ya sólo era cuestión de una rupia. Y la cosa que iba a venderle no valía ni veinte rupias. Se la hubiera dado por noventa y nueve, pero quería ver al hombre con precisión y quería contar el dinero con precisión. Necesitaba las gafas.
Después de ponerme las gafas, le he dicho al hombre: "iEstés donde estés, vuelve! De acuerdo: aceptaré noventa y nueve, aceptaré noventa y ocho. Incluso lo daría por noventa." Pero nadie respondió. Todo el beneficio se ha perdido por culpa de las gafas. Y no sé si volveré a encontrarme nunca más con este hombre, porque, para empezar, no puedo reconocerlo sin gafas. Aunque me lo encontrara mañana por la calle no sería capaz de reconocerlo, porque no se si lo que estaba viendo era verdad o no.»
La gente se acostumbra tanto a las gafas que casi se convierten en un sustituto de los ojos. Entonces la situación es peligrosa. Tus ojos necesitan un poco de libertad: quítate las gafas de vez en cuando. Y hay ciertos ejercicios que puedes hacer. Haz esos ejercicios para que tus ojos estén más fuertes y sanos, y quizá llegues a no necesitar más las gafas.
Amado Osho,
He estado luchando durante toda mi vida con dos grandes deseos: el deseo de amar y ser amado, y el deseo de entender y ser entendido. Cuando veo lo poco que te entiende el mundo y tus propios amigos, me quedo asombrado, y el hecho de que no te afecte me asombra todavía más. Durante los últimos diez años me ha consumido; el deseo de comprenderte cada minuto de cada día. Hoy siento que no comprendo nada, y sin embargo mi deseo de ser comprendido ha disminuido. Cuando hablas, la alegría de estar más allá de estas dos dualidades es el cielo.
El deseo de amar y de ser amado, el deseo de comprender y ser comprendido son muy instintivos, muy naturales; pero también muy vinculantes, aprisionantes. Por eso, aunque sólo me escuches unos minutos, si puedes olvidar esos dos deseos, en esa trascendencia encontrarás la alegría última.
Quizá yo haya sido malinterpretado más que ninguna otra persona anteriormente, pero eso no me afecta porque simplemente no tengo el deseo de ser entendido. Si no me entienden es su problema, no el mío. Si me malinterpretan es su problema y su desgracia. Yo no voy a perder el sueño porque millones de personas no me entiendan. Si me importara, ya me habría vuelto loco. Pero no han podido arañar ni un poquito.
Todo lo que tiene que ver con la incomprensión es su problema. Sufren por ello y pagan por ello. ¿Por qué habría de importarme? He dicho lo que siento que es verdad. Y lo he dicho, no para ser entendido, sino porque quiero compartirlo. Si no están dispuestos, depende de ellos; no puedo forzarlos.
Pero estos dos deseos, entender y ser entendido, van juntos. A menos que comprendas, no puedes abandonar el deseo de ser comprendido. Una vez que entiendes la simple existencia de tu ser, ambos desaparecen. No hay nada más que entender, y no hay una demanda de que alguien te entienda.
Y lo mismo es verdad para el amor.
En el momento en que entiendes lo que es el amor, tu experiencia de lo que es el amor, te conviertes en amor. Entonces no queda en ti la necesidad de ser amado y tampoco hay necesidad en ti de amar. Amar será para ti una experiencia simple y espontánea, como respirar. No puedes hacer nada más; simplemente amas.
Si el amor no viene de vuelta a ti, no te sentirás herido, porque sólo una persona que se ha convertido en amor puede amar. Sólo puedes dar lo que tienes. Pedir a la gente que te quiera, a gente que no tiene amor en su vida, a gente que no ha llegado al origen de su ser donde el amor tiene su altar, ¿cómo pueden amarte? Pueden aparentar. Pueden decirlo, pueden incluso creerlo, pero antes o después estas cosas van a...; se va a saber que sólo es una apariencia, que sólo es una actuación, que es hipocresía.
Puede que no haya intención de engañarte, pero ¿qué puede hacer la persona? Tú pides amor y la otra persona también quiere amar. Ambos comprendéis que se espera que tú ames, que sólo entonces pue-des recibir amor; por eso intentas de todas las formas posibles tomar la postura del amor. Pero la postura está vacía. Ambos lo vais a comprobar y ambos os vais a quejar al otro de que eso no está bien. Desde el principio habéis sido dos mendigos mendigando uno al otro, y lo único que ambos tenéis son cuencos de mendigar vacíos.
Ambos aparentan que pueden dar, pero su deseo básico es recibir.
No puedes dar lo que no tienes.
Y los que lo tienen -esto hay que comprenderlo muy claramente-, los que han encontrado la fuente del amor dentro de sí mismos ya no necesitan ser amados. Sin embargo serán amados.
Amarán por la simple razón de que tienen demasiado; de la misma forma que una nube de lluvia quiere llover, de la misma forma que una flor quiere liberar su fragancia, sin deseo de conseguir nada. La recom¬pensa del amor está en amar, no en recibir amor.
Y estos son los misterios de la vida: si una persona se siente compensada sólo con amar a los demás, los demás le amarán. Porque estando en contacto con ella, poco a poco empezarán a encontrar la fuente del amor dentro de sí mismos. Ahora conocen al menos a una persona que derrama amor y ese amor no surge de la necesidad. Y cuanto más comparte y derrama su amor, más crece la otra persona.
Lo mismo ocurre con la comprensión. Si estás cerca de un persona que comprende, verás que comparte; compartir es su alegría, no es un negocio para ella. Da de todo corazón, sabiendo perfectamente bien que muchas veces le cerrarán la puerta ante su cara, pero su comprensión es lo suficientemente profunda para entender a la gente que no le entiende a él.
Son miserables. Temen dejar que su comprensión les alcance, temen su luz. Empiezan a cerrar sus puertas y ventanas. Tienen miedo de su presencia. Condenarán, crearán confusión, crearán rumores, crearán mentiras; lo harán todo para impedir la luz de ese hombre, su comprensión, para impedir que se extienda su discernimiento. Y la razón es que tienen miedo.
La presencia de este hombre les da mucho miedo. En su presencia se sienten repentinamente desnudos: con todos sus celos, con todas sus miserias, con todo su dolor, con todas sus heridas. En su presencia no pueden ocultarse. Ante sus ojos están como ante rayos-X que les penetran hasta el núcleo más profundo y revelan todo lo que han estado ocultando de alguna forma a la sociedad para crear una buena imagen. Por dentro son justo lo opuesto.
Nunca me he sentido herido por ninguna incomprensión. Parte de mi comprensión es que iba a ser así, y una vez que estés libre del deseo de amar y de ser amado, amarás; pero no será un deseo, será un rebosar de energía. Y serás amado, pero no será una expectativa, será una sorpresa.
Una vez que te entiendes a ti mismo y has ido más allá de todo tipo de incomprensiones, tu luz es tan clara y brillante, tu certeza es tan absoluta que, aunque todo el mundo te condene, eso no te hará ningún daño. Simplemente creará más compasión y más esfuerzo por hacer que esta gente salga de alguna manera de su oscuridad y pueda ver la luz.
Y hay una cosa cierta en lo que dices: una vez que estos dos deseos se han calmado, uno se siente en el cielo. Uno está realmente en el cielo. Siempre lo ha estado; simplemente había pequeñas cosas que le molestaban y le hacían olvidar la inmensa belleza y alegría que toda la existencia está dispuesta a darte, y además gratuitamente. Es tuya con sólo pedirla.
Amado Osho,
Tengo demasiadas preguntas sobre Ti, porque en Ti veo una parte de mí mismo, y en esa parte veo a todo el mundo. Por favor, dame un aviso si estoy en una vía equivocada.
Estás en el espacio equivocado.
Ves una parte de ti en mí. Eso te va a crear muchos problemas, porque yo no tengo ninguna parte de mí en ti. Y éste es el principio de un largo viaje; a continuación, en esa parte ves a todo el mundo y todos sus problemas. Entonces la pequeña parte que habías visto de mí se hace tan grande -porque en esa parte ves a todo el mundo- que te vas a olvidar de mí completamente. Yo estaré completamente cubierto por partes de los demás: será algo denso, no sólo una capa, porque si son partes de todo el mundo...
Inténtalo de otro modo: mírame como sólo una pequeña esquina de ti. Dámela, veme allí, y ve también a Chuang Tzu, a Gautama Buda, a Sócrates. Ve a todas las flores que la humanidad ha producido y te convertirás en una persona completamente nueva. Por el simple hecho de ver¬me, como yo llevo en mí a todos los que están conectados conmigo de alguna manera; te verás rodeado por la sal de la tierra, por todo lo que es glorioso. Y desaparecerás en ello: no podrás encontrarte, no sabrás dónde has ido.
Te encontrarás con Sócrates, con Pitágoras, con Heráclito, te encontrarás con seres extraños pero preciosos -Bodhidharma o Diógenes o Dionisio-, pero no te encontrarás a ti mismo. De hecho no existes. Y el encuentro de todos estos seres dentro de ti hará de ti un paraíso.
Por tanto, por favor dale un pequeño giro: en lugar de verte en mí -si puedes hacerlo en un sentido, ¿por qué no vas a poder hacerlo en el otro? Es lo mismo-, contémplame en ti. Y no te pido todo tu ser, porque quiero que lo dejes para otros visitantes. Sólo déjame una pequeña esquina, sólo un centro de contacto por el que los budas puedan entrar en ti.
Pero estamos tan acostumbrados a la miseria que podemos hacer cualquier cosa, para ser miserables. Hemos olvidado el lenguaje de la dicha, por eso; cualquier pequeño esfuerzo parece muy arduo. Os pido que hagáis lo mismo; simplemente dad un pequeño giro. Será mucho más fácil, y la recompensa será enorme. Te perderás y no volverás a ser hallada.
Y ese es el momento más dichoso: cuando no puedes encontrarte a ti misma y sólo queda un silencio total.
El momento más dichoso: cuando no puedes
encontrarte a ti mismo
Amado Osho,
Cuando me siento ante ti y te oigo hablar, siento como si ocurriera un proceso de ósmosis. Siento que no escucho de una manera intelectual. ¿Es la forma correcta de hacerlo o me estoy perdiendo algo? Esa es la forma correcta.
Si me escuchas intelectualmente te estás perdiendo, no algo, sino todo. La escucha intelectual es una especie de sordera. Cuando digo algo, puedes escuchar la palabra. Tienes una mente, y en tu mente una biblioteca con todos los prejuicios, filosofías, ideologías. La palabra tiene que pasar a través de todos esos patrones preconcebidos, y para cuando llega a ti ya no es la misma.
Pasando por el proceso de escucha intelectual ha cambiado tantas veces que cuando llega es absolutamente otra cosa. Y sin embargo racionalmente parece ser lo correcto; encaja en tu mente. El proceso de escucha se las ha arreglado para cortado aquí y allá, cambiarlo aquí y allá; coloreado aquí y allá; para hacer de ello lo que tú quieres que sea no lo que es. Y estarás de acuerdo en que se convierte en tu propia idea: no tiene nada que ver conmigo.
Escuchar intelectualmente es no escuchar en absoluto. Es una forma de evitación. La forma correcta es que no pongas tu mente en medio y me dejes llegar hasta tu ser más interno sin barreras. Entonces habrá un entendimiento. Entonces habrá una comunión, una escucha real, porque has cambiado en el proceso mismo de escucha.
El acuerdo que surge en tu ser no es un acuerdo mental, es un acuerdo con otra cosa, de la que tu mente no sabe nada. La mente siempre es vieja y la verdad siempre es nueva; nunca se encuentran, nunca coexisten.
Tienes mucha suerte de poder escuchar de la forma correcta, poniendo la mente a un lado y dejando que yo me sumerja profundamente en ti. Entonces, aunque se usen palabras, lo que se ha transmitido es el silencio. Aunque se hayan usado palabras, lo que no puede ser dicho ha sido dicho; al menos se ha oído.
Y lo importante no es decir; lo importante es oír.
La escucha correcta implica que nunca preguntarás cómo hacerlo.
Por ejemplo, si hablo del silencio y escuchas de la forma correcta, nunca preguntarás cómo estar en silencio porque lo habrás saboreado en la escucha misma. Lo habrás experimentado en la escucha misma: la ventana se ha abierto.
La gente que escucha intelectualmente a continuación preguntará cómo hacerlo. Esa pregunta sobre cómo hacerlo indica que no han captado lo que se les estaba transmitiendo.
No son sólo palabras lo que os estoy diciendo: os estoy transmitiendo mi corazón mismo. Las palabras sólo son vehículos. Los vehículos llegarán a través del intelecto, pero yo me quedaré atrás. Cuando escuchas sin mente, el vehículo no es lo importante; su única utilidad es la de ayudarme a llegar hasta ti. Es la mano que tiendo para poder tocar tu corazón.
Amado Osho,
Recuerdo lo que decías de los ojos, de mirar a la gente a los ojos y lo de que uno se oculta cuando no mira a los ojos. Después de ese discurso me quité las gafas, que había estado llevando desde que tenía un año de edad. Al no llevarlas, me di cuenta de que estaba más abierto a mirar a los ojos de los demás y sentí un gran poder en mis ojos. ¿Hablarías, por favor, de la necesidad psicológica de llevar gafas?
Esto es algo a entender, algo verdaderamente significativo. Ningún animal necesita gafas. Es muy extraño que el hombre necesite gafas.
Existen dos razones: la primera es la razón fisiológica y la segunda es la psicológica.
La fisiológica es que nuestra forma de ayudar a las madres durante el parto es básicamente errónea. Por ejemplo, el niño ha estado en una profunda oscuridad durante nueve meses; sus ojos son muy delicados, frágiles. En cualquier hospital que nazca, se encontrará inmediatamente después de nacer con luces muy brillantes a su alrededor. Éste es el primer shock para todo su delicado sistema ocular. Y los ojos son la parte más delicada del cuerpo: más suaves que los pétalos de rosa, son muy frágiles y muy importantes, porque el ochenta por ciento de tu experiencia de vida depende de ellos. Los otros sentidos sólo contribuyen con el veinte por ciento.
Esa es la razón por la que un ciego de repente suscita una profunda compasión en ti. El sordo no suscita la misma compasión. A él también le falta algo: no puede oír. El mudo no puede hablar... El cuerpo puede estar lisiado de la forma que sea, pero nada suscitará en ti más compasión que el ciego. Inconscientemente, sin razonarlo, comprendes que el ciego es el más pobre de ellos.
El ochenta por ciento de su experiencia de vida está cortada; está viviendo sólo un veinte por ciento. Su vida no tiene color, en su vida no existe una experiencia de la belleza, en su vida no hay una experiencia de la proporción. Su vida ha perdido los preciosos atardeceres y las noches estrelladas. Sus ojos se han perdido millones de otros ojos que están cargados de experiencias; y entrar en contacto con ellos es entrar en contacto con distintos mundos.
Pero la forma que tienen los hospitales de atender a los recién nacidos es peligrosa. En primer lugar estropean los ojos. En segundo lugar destruyen la confianza del niño. El niño ha vivido durante nueve meses en el útero de la madre con una confianza tremenda: no tiene ninguna duda. Tiene todo lo que puede desear; de hecho, lo tiene antes de desearlo. Ninguna responsabilidad, ninguna preocupación, ninguna cuestión en relación al tiempo. No piensa en el mañana y no tiene recuerdos del ayer. Vive momento a momento, en completa alegría. No hay nada que le ponga triste, nada que le haga miserable.
Pero en el momento de nacer, toda su vida sufre un gran cambio, muy trágico. Los doctores van a toda prisa; no pueden esperar ni dos minutos. Quieren cortar el cordón que une al niño con la madre inmediatamente; y lo cortan inmediatamente, sin preocuparse de que el niño aún no ha respirado por sí mismo, de que su propio sistema no ha empezado a funcionar. Han cortado la conexión con la fuerza de vida de la madre. Ésta es una de las heridas profundas que la persona arrastrará durante toda su vida.
Y para hacer que el niño respire lo ponen cabeza abajo y le golpean el trasero: iun gran recibimiento! El niño empieza a respirar tras el golpe recibido, pero esta respiración no es natural ni espontánea. Si hubieran esperado dos o tres minutos y hubieran dejado al niño sobre el vientre de su madre... Estuvo dentro nueve meses; con sólo tres minutos encima del vientre -la misma calidez, la misma mujer, la misma energía- hubiera empezado a respirar por sí mismo. Y entonces cortar el cordón hubiera sido absolutamente lógico, racional, científico.
Y todo lo demás que se hace tampoco tiene en cuenta las consecuencias. El niño ha recibido cierta calidez en el útero materno. Ha estado flotando. Lo mejor para él será que, una vez que empiece a respirar por sí mismo, se le ponga en una pequeña bañera de agua caliente que contenga los mismos productos químicos que el útero materno; exactamente la misma agua marina. Eso es lo que hace que los evolucionistas den por seguro que el hombre nació en el agua.
Os sorprenderá saber que la primera encarnación de Dios en el hinduismo es un pez. Es muy extraño, la sola idea..., pero para ellos Dios es la vida, y hace falta una pequeña traducción: en lugar de decir que un pez era la encarnación de Dios, lo que hay que decir es que el primer ser vivo fue un pez.
Permite al niño ese mismo ambiente para que no tenga miedo ni se sienta en un mundo extraño desde el primer momento. Nosotros le damos miedo: destruimos sus delicados ojos, destruimos su espontaneidad, incluso forzamos su respiración. No le damos un entorno natural, el entorno al que está acostumbrado.
Todas estas pequeñas cosas le afectarán durante toda su vida. Por ejemplo, cuando sienta ansiedad, su respiración será errática. Cuando tenga miedo, su respiración se verá inmediatamente afectada. Y antes o después -dado que sólo el hombre usa los ojos para leer y ya no son tan fuertes como la naturaleza los hizo-, el niño descubre que sus ojos se debilitan. No puede ver las letras pequeñas, las figuras pequeñas, o no puede ver de lejos, y entonces necesita gafas. Si evita usar gafas, sus ojos seguirán deteriorándose. Las gafas simplemente sirven para ayudarle, para compensarle por el deterioro sufrido.
Pero las gafas tienen su propia psicología. Con las gafas siempre estás detrás de una cortina, ocultándote de alguna forma; no te enfrentas con la vida tal como es, intentas evitar esto o aquello, sin ser nunca directo, sincero. Las gafas ayudan a proteger los ojos, pero aportan sus propios problemas, que son los que he descrito. Se interponen entre tú y el mundo, entre tú y la persona que amas, entre tú y la persona con la que comunicas.
A causa de las gafas nunca entras en contacto con los ojos de los demás. Y eso es perderse una gran experiencia, porque la gente es básicamente sus ojos.
Si puedes ver los ojos de otra persona, su profundidad es la profundidad de la persona. Una persona astuta no te permitirá que le mires directamente a los ojos, porque los ojos revelan su astucia.
Los ojos son simplemente una apertura, la persona astuta tiene miedo; siempre mirará de lado. Estará hablando contigo pero mirando a otro lugar; su conversación y su visión no seguirán la misma dirección. Te escuchará pero sus ojos no estarán concentrados en ti. El hombre que quiere engañarte no puede confrontarte directamente. Sólo una persona simple, una persona sincera, una persona con un corazón amoroso y sin deseos ocultos te permitirá mirarle a los ojos porque sabe que encontrarás su verdad. No tiene nada que ocultar.
Por eso, si estás usando gafas, úsalas sólo para determinados fines. Si las necesitas para leer, úsalas para leer. Usadas de manera continuada es peligroso; no para tus ojos, sino para todo tu ser. Si las necesitas para ver de lejos, puedes utilizarlas; pero no las hagas parte de tu ser.
Las gafas nunca deberían convertirse en parte de tu ser. Úsalas sólo cuando sea necesario. Cuando sientas que no son necesarias, quítatelas; de esta forma, al menos durante ciertos períodos, estarás disponible al mundo en tu autenticidad y el mundo estará disponible a ti, sin barreras.
No puedes hacer nada respecto al sufrimiento básico que supone nacer, pero si vas a dar a luz un niño, es mejor que des a luz entre amigos amorosos, con velas, quemando incienso, con flores alrededor. Al menos dale al niño una buena bienvenida al mundo.
Y no seas técnico -el hombre no es una máquina-, sé humano. Déjale respirar primero y después córtale la conexión con la madre. Sin prisa. Debe tener la posibilidad de ser espontáneo; de otro modo sufrirá problemas respiratorios durante toda su vida.
Las luces brillantes no son necesarias, así no empiezas a destruir sus ojos. Pronto necesitará gafas. Si tú las has estado usando desde que tenías un año, es una demostración de lo que hemos estado haciendo con los niños. Y nadie te dice que sólo las uses cuando las necesitas para que no se conviertan en un hábito esencial.
Se sabe que Mulla Nasruddin se despertó una noche y preguntó a su esposa: «¿Dónde están mis gafas?».
Ella dijo: «¿Para qué necesitas las gafas a media noche?».
Él respondió: «No, quiero discutir -ahora mismo no tengo esa disposición-; ya te lo explicaré todo más tarde. ¡Primero quiero las gafas!». Ya con las gafas puestas estuvo intentando ver algo durante cinco minutos y luego dijo: «Lo has destruido. Si me las hubieras dado inmediatamente, quizá no me lo hubiera perdido. Estaba teniendo un sueño tan hermoso; y en ese mismo momento recordé: "No puedo ver sin gafas." Un sueño tan hermoso; he debido de perderme mucho. Y tú eres tan estúpida que te pusiste a discutir conmigo.
»Cuando te pedí las gafas, deberías haber entendido que las necesitaba urgentemente para algo; después podríamos haberlo discutido. Pero en el momento mismo... y el retraso era tan grande que cuando volví a intentarlo con las gafas el sueño ya estaba roto. Y una vez roto no pude arreglármelas para volver a atraparlo.
Además de ser un sueño precioso, tenía algo que ver con las finanzas. Un hombre prometía darme dinero, estábamos regateando. Quería comprar algo y yo le había hecho llegar hasta las noventa y nueve rupias.
Pero era muy obstinado -yo intentaba hacerle pagar cien-, ya sólo era cuestión de una rupia. Y la cosa que iba a venderle no valía ni veinte rupias. Se la hubiera dado por noventa y nueve, pero quería ver al hombre con precisión y quería contar el dinero con precisión. Necesitaba las gafas.
Después de ponerme las gafas, le he dicho al hombre: "iEstés donde estés, vuelve! De acuerdo: aceptaré noventa y nueve, aceptaré noventa y ocho. Incluso lo daría por noventa." Pero nadie respondió. Todo el beneficio se ha perdido por culpa de las gafas. Y no sé si volveré a encontrarme nunca más con este hombre, porque, para empezar, no puedo reconocerlo sin gafas. Aunque me lo encontrara mañana por la calle no sería capaz de reconocerlo, porque no se si lo que estaba viendo era verdad o no.»
La gente se acostumbra tanto a las gafas que casi se convierten en un sustituto de los ojos. Entonces la situación es peligrosa. Tus ojos necesitan un poco de libertad: quítate las gafas de vez en cuando. Y hay ciertos ejercicios que puedes hacer. Haz esos ejercicios para que tus ojos estén más fuertes y sanos, y quizá llegues a no necesitar más las gafas.
Amado Osho,
He estado luchando durante toda mi vida con dos grandes deseos: el deseo de amar y ser amado, y el deseo de entender y ser entendido. Cuando veo lo poco que te entiende el mundo y tus propios amigos, me quedo asombrado, y el hecho de que no te afecte me asombra todavía más. Durante los últimos diez años me ha consumido; el deseo de comprenderte cada minuto de cada día. Hoy siento que no comprendo nada, y sin embargo mi deseo de ser comprendido ha disminuido. Cuando hablas, la alegría de estar más allá de estas dos dualidades es el cielo.
El deseo de amar y de ser amado, el deseo de comprender y ser comprendido son muy instintivos, muy naturales; pero también muy vinculantes, aprisionantes. Por eso, aunque sólo me escuches unos minutos, si puedes olvidar esos dos deseos, en esa trascendencia encontrarás la alegría última.
Quizá yo haya sido malinterpretado más que ninguna otra persona anteriormente, pero eso no me afecta porque simplemente no tengo el deseo de ser entendido. Si no me entienden es su problema, no el mío. Si me malinterpretan es su problema y su desgracia. Yo no voy a perder el sueño porque millones de personas no me entiendan. Si me importara, ya me habría vuelto loco. Pero no han podido arañar ni un poquito.
Todo lo que tiene que ver con la incomprensión es su problema. Sufren por ello y pagan por ello. ¿Por qué habría de importarme? He dicho lo que siento que es verdad. Y lo he dicho, no para ser entendido, sino porque quiero compartirlo. Si no están dispuestos, depende de ellos; no puedo forzarlos.
Pero estos dos deseos, entender y ser entendido, van juntos. A menos que comprendas, no puedes abandonar el deseo de ser comprendido. Una vez que entiendes la simple existencia de tu ser, ambos desaparecen. No hay nada más que entender, y no hay una demanda de que alguien te entienda.
Y lo mismo es verdad para el amor.
En el momento en que entiendes lo que es el amor, tu experiencia de lo que es el amor, te conviertes en amor. Entonces no queda en ti la necesidad de ser amado y tampoco hay necesidad en ti de amar. Amar será para ti una experiencia simple y espontánea, como respirar. No puedes hacer nada más; simplemente amas.
Si el amor no viene de vuelta a ti, no te sentirás herido, porque sólo una persona que se ha convertido en amor puede amar. Sólo puedes dar lo que tienes. Pedir a la gente que te quiera, a gente que no tiene amor en su vida, a gente que no ha llegado al origen de su ser donde el amor tiene su altar, ¿cómo pueden amarte? Pueden aparentar. Pueden decirlo, pueden incluso creerlo, pero antes o después estas cosas van a...; se va a saber que sólo es una apariencia, que sólo es una actuación, que es hipocresía.
Puede que no haya intención de engañarte, pero ¿qué puede hacer la persona? Tú pides amor y la otra persona también quiere amar. Ambos comprendéis que se espera que tú ames, que sólo entonces pue-des recibir amor; por eso intentas de todas las formas posibles tomar la postura del amor. Pero la postura está vacía. Ambos lo vais a comprobar y ambos os vais a quejar al otro de que eso no está bien. Desde el principio habéis sido dos mendigos mendigando uno al otro, y lo único que ambos tenéis son cuencos de mendigar vacíos.
Ambos aparentan que pueden dar, pero su deseo básico es recibir.
No puedes dar lo que no tienes.
Y los que lo tienen -esto hay que comprenderlo muy claramente-, los que han encontrado la fuente del amor dentro de sí mismos ya no necesitan ser amados. Sin embargo serán amados.
Amarán por la simple razón de que tienen demasiado; de la misma forma que una nube de lluvia quiere llover, de la misma forma que una flor quiere liberar su fragancia, sin deseo de conseguir nada. La recom¬pensa del amor está en amar, no en recibir amor.
Y estos son los misterios de la vida: si una persona se siente compensada sólo con amar a los demás, los demás le amarán. Porque estando en contacto con ella, poco a poco empezarán a encontrar la fuente del amor dentro de sí mismos. Ahora conocen al menos a una persona que derrama amor y ese amor no surge de la necesidad. Y cuanto más comparte y derrama su amor, más crece la otra persona.
Lo mismo ocurre con la comprensión. Si estás cerca de un persona que comprende, verás que comparte; compartir es su alegría, no es un negocio para ella. Da de todo corazón, sabiendo perfectamente bien que muchas veces le cerrarán la puerta ante su cara, pero su comprensión es lo suficientemente profunda para entender a la gente que no le entiende a él.
Son miserables. Temen dejar que su comprensión les alcance, temen su luz. Empiezan a cerrar sus puertas y ventanas. Tienen miedo de su presencia. Condenarán, crearán confusión, crearán rumores, crearán mentiras; lo harán todo para impedir la luz de ese hombre, su comprensión, para impedir que se extienda su discernimiento. Y la razón es que tienen miedo.
La presencia de este hombre les da mucho miedo. En su presencia se sienten repentinamente desnudos: con todos sus celos, con todas sus miserias, con todo su dolor, con todas sus heridas. En su presencia no pueden ocultarse. Ante sus ojos están como ante rayos-X que les penetran hasta el núcleo más profundo y revelan todo lo que han estado ocultando de alguna forma a la sociedad para crear una buena imagen. Por dentro son justo lo opuesto.
Nunca me he sentido herido por ninguna incomprensión. Parte de mi comprensión es que iba a ser así, y una vez que estés libre del deseo de amar y de ser amado, amarás; pero no será un deseo, será un rebosar de energía. Y serás amado, pero no será una expectativa, será una sorpresa.
Una vez que te entiendes a ti mismo y has ido más allá de todo tipo de incomprensiones, tu luz es tan clara y brillante, tu certeza es tan absoluta que, aunque todo el mundo te condene, eso no te hará ningún daño. Simplemente creará más compasión y más esfuerzo por hacer que esta gente salga de alguna manera de su oscuridad y pueda ver la luz.
Y hay una cosa cierta en lo que dices: una vez que estos dos deseos se han calmado, uno se siente en el cielo. Uno está realmente en el cielo. Siempre lo ha estado; simplemente había pequeñas cosas que le molestaban y le hacían olvidar la inmensa belleza y alegría que toda la existencia está dispuesta a darte, y además gratuitamente. Es tuya con sólo pedirla.
Amado Osho,
Tengo demasiadas preguntas sobre Ti, porque en Ti veo una parte de mí mismo, y en esa parte veo a todo el mundo. Por favor, dame un aviso si estoy en una vía equivocada.
Estás en el espacio equivocado.
Ves una parte de ti en mí. Eso te va a crear muchos problemas, porque yo no tengo ninguna parte de mí en ti. Y éste es el principio de un largo viaje; a continuación, en esa parte ves a todo el mundo y todos sus problemas. Entonces la pequeña parte que habías visto de mí se hace tan grande -porque en esa parte ves a todo el mundo- que te vas a olvidar de mí completamente. Yo estaré completamente cubierto por partes de los demás: será algo denso, no sólo una capa, porque si son partes de todo el mundo...
Inténtalo de otro modo: mírame como sólo una pequeña esquina de ti. Dámela, veme allí, y ve también a Chuang Tzu, a Gautama Buda, a Sócrates. Ve a todas las flores que la humanidad ha producido y te convertirás en una persona completamente nueva. Por el simple hecho de ver¬me, como yo llevo en mí a todos los que están conectados conmigo de alguna manera; te verás rodeado por la sal de la tierra, por todo lo que es glorioso. Y desaparecerás en ello: no podrás encontrarte, no sabrás dónde has ido.
Te encontrarás con Sócrates, con Pitágoras, con Heráclito, te encontrarás con seres extraños pero preciosos -Bodhidharma o Diógenes o Dionisio-, pero no te encontrarás a ti mismo. De hecho no existes. Y el encuentro de todos estos seres dentro de ti hará de ti un paraíso.
Por tanto, por favor dale un pequeño giro: en lugar de verte en mí -si puedes hacerlo en un sentido, ¿por qué no vas a poder hacerlo en el otro? Es lo mismo-, contémplame en ti. Y no te pido todo tu ser, porque quiero que lo dejes para otros visitantes. Sólo déjame una pequeña esquina, sólo un centro de contacto por el que los budas puedan entrar en ti.
Pero estamos tan acostumbrados a la miseria que podemos hacer cualquier cosa, para ser miserables. Hemos olvidado el lenguaje de la dicha, por eso; cualquier pequeño esfuerzo parece muy arduo. Os pido que hagáis lo mismo; simplemente dad un pequeño giro. Será mucho más fácil, y la recompensa será enorme. Te perderás y no volverás a ser hallada.
Y ese es el momento más dichoso: cuando no puedes encontrarte a ti misma y sólo queda un silencio total.
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