La vida ya da su olor
No sé por qué destino moriré esta mañana
cuando todo esté virgen y el sol apenas llega.
La hiedra siente el rudo abanico del Este,
y el mar es todavía un posible misterio.
Ya no soy necesario. El día que mi infancia
fue un furor de aventuras
quedé mudo en la orilla.
Se han quebrado en la espuma
y los restos prosiguen su pálido reflejo
delante del abismo.
Llevo una mano roja para siempre en mi espalda
y entregado a las horas desando mi camino.
Puedo morir sin causas también esta mañana,
como ocurre en silencio la muerte del anciano,
debajo de un arbusto al borde de un camino,
mientras el río pasa.
Esta noche, más tarde,
cuando ya todo sea de nuevo un limo oscuro
que el tiempo arrastra al vasto refugio
de las sombras,
conoceré mi tumba:
las tres paredes negras y la otra brillante,
el techo sin estrellas ni pájaros
y el aire,
una forma nocturna caída sobre el piso.
Ni un deseo, ni un gesto, me moveré indeciso
por la frágil canoa donde ayer me detuve
para vivir de nuevo los aires que me rozan.
He de hacer las tinieblas en mi breve dominio,
yo el padre de mi carne reposaré a mi lado,
me reflejo en mis ojos,
y el viento en los jardines
recordará en silencio que muero,
y eso es todo.
15
Llegan a la terraza
los que no necesitan acertar en el juego.
Los que juegan y están lejos
sin jugar,
los que traen un dado mágico
sin números
pero con furia arrojan algo en el cubilete.
Llegan a la terraza
los que van a morir completamente,
-los que tienen, en cambio, un mundo a ganar-
y ese mundo es de polvo
y hacen rosas con el polvo
y es una tierra gris en el envés de la mano,
y es polvo que cae
sin atracción
hacia una profundidad que se levanta.
Llegan a la terraza
y crean rincones de silencio,
grupos de soledad,
realidades que pueden
o no pueden
ser palabra o silencio.
Llegan a la terraza
los que nunca se movieron
y los otros,
reunidos en columnas,
espaciados,
ostentando que nadie va primero
para hacer una senda por el aire.
Y las duras luces de las estrellas
lo observan todo.
Elegía
Estoy junto a los días
y esto es lo que amo.
Lo que no tuve queda reposando
en los ojos.
Te lo llevas
Como el viento se lleva lo mejor
de los árboles,
la música.
No sé por qué destino moriré esta mañana
cuando todo esté virgen y el sol apenas llega.
La hiedra siente el rudo abanico del Este,
y el mar es todavía un posible misterio.
Ya no soy necesario. El día que mi infancia
fue un furor de aventuras
quedé mudo en la orilla.
Se han quebrado en la espuma
y los restos prosiguen su pálido reflejo
delante del abismo.
Llevo una mano roja para siempre en mi espalda
y entregado a las horas desando mi camino.
Puedo morir sin causas también esta mañana,
como ocurre en silencio la muerte del anciano,
debajo de un arbusto al borde de un camino,
mientras el río pasa.
Esta noche, más tarde,
cuando ya todo sea de nuevo un limo oscuro
que el tiempo arrastra al vasto refugio
de las sombras,
conoceré mi tumba:
las tres paredes negras y la otra brillante,
el techo sin estrellas ni pájaros
y el aire,
una forma nocturna caída sobre el piso.
Ni un deseo, ni un gesto, me moveré indeciso
por la frágil canoa donde ayer me detuve
para vivir de nuevo los aires que me rozan.
He de hacer las tinieblas en mi breve dominio,
yo el padre de mi carne reposaré a mi lado,
me reflejo en mis ojos,
y el viento en los jardines
recordará en silencio que muero,
y eso es todo.
15
Llegan a la terraza
los que no necesitan acertar en el juego.
Los que juegan y están lejos
sin jugar,
los que traen un dado mágico
sin números
pero con furia arrojan algo en el cubilete.
Llegan a la terraza
los que van a morir completamente,
-los que tienen, en cambio, un mundo a ganar-
y ese mundo es de polvo
y hacen rosas con el polvo
y es una tierra gris en el envés de la mano,
y es polvo que cae
sin atracción
hacia una profundidad que se levanta.
Llegan a la terraza
y crean rincones de silencio,
grupos de soledad,
realidades que pueden
o no pueden
ser palabra o silencio.
Llegan a la terraza
los que nunca se movieron
y los otros,
reunidos en columnas,
espaciados,
ostentando que nadie va primero
para hacer una senda por el aire.
Y las duras luces de las estrellas
lo observan todo.
Elegía
Estoy junto a los días
y esto es lo que amo.
Lo que no tuve queda reposando
en los ojos.
Te lo llevas
Como el viento se lleva lo mejor
de los árboles,
la música.
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