lunes

ENTREVISTA CON LA HISTORIA (5)



EL CONTACTO

RICARDO AROCENA

La grave crisis política que se vive en este momento en Buenos Aires y los cortantes vientos de junio me empujaron hasta el Café de Marcó, ubicado a un paso del Cabildo, en la esquina de Alsina y Bolívar, pleno corazón la ciudad. Todavía estaba impactado por la enormidad cometida por la Asamblea Constituyente contra los diputados orientales, a los que, como se sabe, les prohibieron hace unos días participar de las sesiones, arguyendo que sus credenciales carecían de validez.

Los diputados porteños Vidal, Gómez, Valle y Monteagudo, nos asombraron a los presentes en la reunión, cuando se turnaron para argumentar que los poderes de los representantes orientales eran "absolutamente nulos por incuestionables principios". Sus intervenciones desataron la polémica y las intrigas y maquinaciones contaminaron el ambiente, que hasta ese momento había sido de festejo, generando zozobra e intranquilidad entre la población. Por eso entrar en el Café fue un alivio, luego de haber recorrido peligrosas calles solitarias, soportando las inclemencias del tiempo.

El establecimiento es muy visitado por viejos colegas de mis tiempos de exilio con los que suelo intercambiar información. Desde que llegué de la Banda Oriental, me transformé en un asiduo concurrente del lugar: en torno a sus mesas se reúnen muchos de los más conspicuos dirigentes porteños, que transformaron al local en uno de los más importantes mentideros políticos del momento, aunque también en una cuna conspirativa, antes contra los españoles y ahora, lamentablemente, también contra Artigas y el pueblo oriental.

Por ese motivo debía tomar precauciones ya que todos me conocían y me acomodé en un retiro casi escondido para escribir con relativa tranquilidad. Necesitaba meditar y pedí una bebida fuerte para que me ayudara a recobrar el aplomo. Aun no la había terminado cuando se me acercó el dueño del bar, para comunicarme con picardía y para mi asombro, que alguien me esperaba en la bodega. Entre sorprendido y desconfiado bajé hasta ella, en donde me aguardaba una refinada dama con la que me había cruzado en algunas tertulias.

Estaba espléndidamente vestida y ni bien me vio se levantó. Más por formalismo que por otra cosa quiso confirmar si yo efectivamente era el periodista de elMontevideano / Laboratorio de Artes que había llegado con la delegación oriental y luego entró de lleno en el tema. Quería alertarme que por ser corresponsal de un medio de prensa considerado opositor por la francmasonería porteña, nuestra vida peligraba. Pero además me rogó que me contactara a la brevedad, en un lugar reservado, con una prominente figura, muy informada, que quería realizar algunas importantes denuncias, para que llegaran a la opinión pública tanto de Buenos Aires como de la Banda Oriental, aunque su nombre debía quedar en la más absoluta reserva.

Acepté el ofrecimiento conciente de que si aquella refinada dama se estaba arriesgando, era por algo realmente importante y me dispuse a acordar los detalles de la entrevista, que quedó para el día siguiente, en los suburbios de la ciudad. Ni bien terminamos se despidió con sequedad: estaba nerviosa y no quiso que la acompañáramos hasta el coche de alquiler que esperaba en la puerta del local. También yo estaba perturbado por la posibilidad de un atentado y cuando subí a la sala principal, nuevamente me refugié en el remoto rincón, esperando el momento propicio para escapar de cualquier posible trampa. El cartel que en la puerta anunciaba el "servicio de confitería y botillería", se bamboleaba cada vez con más fuerza cuando gané la calle para esconderme en la noche.

***

Al día siguiente salí temprano para poder controlar que nadie me siguiera. Estaba vestido en forma discreta y con prendas que facilitaban un rápido cambio de apariencia. Llevaba un ejemplar de la "Gaceta ó Redactor" doblado en la segunda página, para que el contacto me reconociera. Mi plan consistía en recorrer los barrios de Buenos Aires el mayor tiempo posible, hasta cerciorarme de que nada ocurría y por eso salí de adonde me alojaba luego de almorzar en la fonda de Monsieur Ramón.


Tenía que cruzar una zona que podía ser peligrosa, adonde reside "la parte más sana del vecindario", al decir del Cabildo, es decir en donde se encuentran los más rancios enemigos de la revolución oriental. Caminé despacio mientras pensaba que los moradores estarían descansando de alguna paqueta velada nocturna en casa de Tomás O´Gorman y Anita Perichón.

Mientras cruzaba la "Manzana de las Luces" fui admirando las señoriales casonas habitadas por afamados políticos, y los imponentes edificios de las iglesias, colegios y otras instituciones, que aportan un toque de lujo al entorno, aunque también de ligereza y frivolidad. Era la hora de la siesta y las calles de Buenos Aires estaban vacías; solamente me crucé con un francés que conocía de vista y que luego de saludar comentó que la ciudad a estas horas no era más que una gran aldea en la que solamente había "médicos y perros".

El encuentro me puso por un momento en guardia, pero enseguida me di cuenta que era totalmente fortuito, entonces me dirigí a la Plaza de la Victoria, hasta los puestos de los "bandoleros", que vendían ropa y novedades, con el objetivo de comprar algún presente para cuando retornara a la Banda Oriental. Para quien eventualmente me estuviera siguiendo yo no estaba haciendo otra cosa que pasear, como un visitante cualquiera. Finalmente me senté a fumar en la plaza, pero como estaba frío, no me quedé mucho rato y me encaminé a los suburbios con paso cansino y deteniéndome cada tanto para mirar hacia atrás.

En la medida que me adentraba en los barrios populares el movimiento crecía, lo que me daba tranquilidad. Tengo muchos amigos por aquellos lados, todos fervientes partidarios de la causa oriental. Pensé que alguno de ellos me podía hacer el aguante y luego de cerciorarme de que nada ocurría y de cambiar en algo mi fisonomía, me dirigí hasta una modesta casa en cuya puerta jugaban a las cinchadas un montón de niños. Mucho se alegró mi anfitrión al recibirme y luego de hacerme pasar nos sentamos a tomar un candial.

Le expliqué en qué andaba para que si algo me ocurría se supiera quienes habían sido los responsables e inmediatamente mandó a sus hijos adolescentes a recorrer el barrio para comprobar que no habían moros en la costa. Se ofreció para lo que fuera y nos dedicamos a conversar sobre los temas de actualidad. Por su parte me comentó que Larrañaga, con quien se había encontrado en la Iglesia, le había explicado, indignado, que los documentos cuestionados por la Asamblea Constituyente estaban rubricados por testigos y que en el acta del 5 de abril, constaba en forma indudable el nombramiento.

"El desprecio con que se mira a los adictos a este sistema, la protección que se dispensa a los opuestos; la dignidad y el decoro con que se mira a los expulsos y sobre todo los hechos escandalosos de Quintana sobre el Salto y de Planes en Miriñay y Mandisoví, inclinan el concepto y quitan toda duda para creer que la fermentación de Entre Ríos y acantonamiento de tropas sobre la costa occidental del Uruguay y las del Paraná, son un proyecto particular sobre la Banda Oriental", comentó mi anfitrión entre colérico y preocupado.

Se estaba haciendo tarde y decidí partir, tenía un buen trecho todavía que recorrer. Me pidió encarecidamente que me cuidara y que cuando pudiera le avisara que todo había salido bien. Y agregó que estaba ansioso por leer la entrevista que estaba por hacer. Era de tardecita cuando llegué hasta el descampado, en los suburbios orilleros, adonde me iban a contactar. Conocía el lugar, muy cerca de ahí se realizan riñas de gallos y carreras de caballos, muy frecuentadas por los habitantes del centro.

Había llegado el tan esperado momento y me recosté contra un derruido poste. No había pasado un minuto cuando con displicencia se me aproxima un paisano y me pongo en guardia. Si era el contacto que esperaba tenía que traer la misma edición del diario que yo tenía y decir la seña que había convenido, a la cual yo le debía responder con una confirmación.

Para los dos aquel fue un segundo tenso, insondable, difícil, que podía constituir la diferencia entre la vida y la muerte, por eso cuando respondí el hombre se aflojó sonriendo. Efectivamente era el contacto, aunque no la persona a la que iba a entrevistar y me pidió que lo acompañara no muy lejos, que me estaban esperando en un depósito. Cuando entramos al galpón todo estaba oscuro, pero en una esquina, al lado de unos cueros, había un individuo sentado a la luz de un farol. Al darme cuenta de quien se trataba quedé sorprendido: era una muy conocida figura del ambiente político, también asiduo concurrente del Café de Marcó, pero con quien nunca había hablado personalmente. Me recibió con el mate pronto y me pidió que me sentara que teníamos mucho que conversar. He aquí un resumen de todo lo que se dijo:

Para empezar ¿qué es lo que lo ha movido a solicitar esta entrevista?

Son tantas y tan urgentes las cosas que suceden en el día, que a pesar de no tener el honor de conocer a usted y de que por mi imparcialidad me he propuesto no tomar partido alguno, aunque veo, conozco y palpo un sinnúmero de maldades que son más bien para habladas de silla a silla que para escritas, y me es forzoso manifestar a usted lo conveniente para su inteligencia y de toda esa Banda Oriental.

Puedo suponer que si me ha convocado es porque los recientes sucesos políticos han producido fisuras en las altas esferas. Entre los participantes de la Asamblea General muchos son sus amigos...

Estos señores míos, han descubierto ya sus ideas, tocan el colmo de su despotismo y se hacen intolerables a muchos de los que tenían seducidos.

¿Por qué quiere usted hacer estas declaraciones en un momento como éste?

Por lo mismo. Es preciso que usted y sus orientales miren por sí, y estén muy sobreaviso de las operaciones de estos que se dirigen a consumar el sacrificio de su tiranía, subyugando a todos a la fuerza.

¿Y en ese marco inscribe usted los últimos sucesos?

Y con descaro he leído en la Gaceta ó Redactor del sábado 12 del corriente y ya lo había oído en algunas conversaciones que no se admitían a los diputados de esos pueblos bajo pretexto de la insuficiencia de sus poderes cuyas firmas no se conocían, por lo que no han sido admitidos a la incorporación, al paso que se les ha desnudado de sus poderes, dándoles simplemente una copia de ellos.

Evidentemente nos enfrentamos a una provocación en contra del pueblo oriental. ¿Qué reflexión le merece la situación?

Los hombres sensatos y juiciosos de este pueblo se han irritado de la desvergüenza con que querían alucinar a todos con su Gaceta, aunque así estos como yo, estuvimos desde sus principios muy convencidos de que aun cuando los poderes se hubiesen remitido lo más auténticos y autorizados que se pudiera, jamás hubieran entrado los diputados a esta Asamblea.

¿Y qué valoración hacen de la situación, los que como V.E. no comparten las medidas adoptadas por la Constituyente?

Así, pues, todos juzgan que según se presenta el aspecto de este Gobierno de la Asamblea (que todo es uno mismo) ni usted, ni los orientales, ni toda esa Banda, pueden ni deben esperar verdad, buena fe, unión ni cosa alguna favorable, pues así el gobierno como esta congregación de.... (el entrevistado contiene el insulto), que se ha levantado con el nombre de Asamblea Constituyente, no tiene otro objeto por principio ni fundamento de sus operaciones que llevar adelante sus intrigantes miras, alucinar y engañar a los pueblos para colocarse ellos, hacerse formidables y subyugar por la fuerza a todo hombre.

Pero V. S. no solamente critica al Gobierno sino a la propia Asamblea Constituyente.

Hasta aquí no se ha formado la Constitución que fue el fin de la convocatoria, y de esa reunión que se han hecho de ellos mismos y ya que no hay quien no conozca que este aparato de la Asamblea no ha sido sino un arbitrio de engañar, para colocarse y para entre ellos establecer su República, una e indivisible, por los pueblos y esta ciudad, no ven otra cosa en los del Gobierno y Asamblea, que intrigas, maldades, opresión, despotismo, crecidísimos sueldos y otras tantas mil cosas.

¿Qué desearía que le trasladara al Jefe oriental de parte suya?

/Desearía que le dijera:/ Señor de Artigas; abra usted los ojos, y sepa usted que desde que se han negado a admitir los diputados de esa banda, han tomado providencia para hacerse más fuertes, y para que esa proyectada República indivisible sea más inexpugnable.

Por lo visto no comparte los proyectos políticos de las cúpulas porteñas.

Esa /es una/ invención de sus cabezas, dirigida solo a dominar todas la Provincias con el desorden, inmoralidad e injusticia, que hasta aquí, parece ser los arbitrios de su engrandecimiento a costa de todos, sin que nadie sino ellos mande, subyugue y enriquezca, aunque sea muriendo todos.

Algún lector desprevenido podría calificar sus afirmaciones de temerarias.

No me parece que sea temerario por este modo de pensar, pues, a más de concebirlo así por lo que veo, soy testigo de muchas conversaciones del pueblo; de modo que aunque hasta ahora me he manejado con imparcialidad, no he podido menos que creer esto que participo a usted, porque veo que peligra la libertad de la América

El Gobierno dice defender la sagrada causa de la libertad.

Que estos en lo menos que piensan es en la sagrada causa que defiende (Artigas) con sus orientales a costa de tanta sangre, de tantos sacrificios y trabajos. Para que usted no crea que estas son puras declamaciones y sospechas, oiga usted las pruebas; en estos días han hecho y continúan haciendo una promoción de empleos y empleados.

Bien conocemos los orientales los recursos de que se vale el gobierno porteño para captar voluntades. ¿Qué puede decirnos al respecto?

Al famoso Alvear por sus virtudes, talento militar y otras bellas cualidades con que lo retrata la Gaceta de Montevideo fuera de otros grandes servicios que tiene hecho a la patria, como el de la comisión a esa Banda Oriental y el haber sido el que quitó el gobierno pasado, de asambleísta y primer presidente, lo han hecho primer Coronel y Comandante del regimiento número 2 de Arribeños, como el cuerpo de más fuerza de infantería de esta ciudad, para que su valor sostenga a la Asamblea y al Poder Ejecutivo (...)

La verdad es que hizo méritos suficientes como para una promoción de ese tipo...

A Agrelo, también de la Asamblea, y a quien el pueblo de Salta quitó y revocó los poderes que el complot de ellos le dio aquí por intrigas, lo mandan de gobernador intendente de la Paz; a Ocampos, Coronel que fue de los Arribeños y ha sido con ellos en todo, por ser una pieza muy completa, le mandan de Gobernador Intendente de Charcas, y dicen, que con varios mozos, de oficiales, para levantar allá un regimiento y otras para las subdelegaciones; al incomparable Viana lo han hecho Gobernador Intendente de Córdoba. Al invicto Beruti Teniente Gobernador de Santa Fe, lo ponen al gobierno de Tucumán y a Santa Fe mandan un tal Montes de Oca, de su confianza. (...)

¿Lo que denuncia ya está confirmado?

Estas son proposiciones sancionadas y despachadas, y ya se asegura que saldrán otras en estos días. A Potosí dicen que va el nunca bastante bien ponderado don Manuel de Sarratea. Vea usted en qué ha parado su residencia y la de otros bribones como éste. (...)

Por algo lo llaman el "patriota cínico"...

A Cochabamba, el asambleísta Vieytes. De asesor de Charcas, el asambleísta Monteagudo. De Coronel comandante de cívicos de esta ciudad, el asambleísta Luzuriaga, y a su hermano al regimiento de negros libertos, y esta promoción hecha contra lo sancionado en sus gacetas y contra el objeto del establecimiento de la Asamblea, ¿con qué fin le parece a usted se habrá hecho?

Usted dirá...

Yo se lo diré, aunque no hay quien lo ignore y no esté escandalizado. Para llevar adelante su proyectada república única e indivisible; para subyugar a los pueblos, si la resisten, si la conocen y si penetran sus miras, para mantenerse ellos en el mando arbitrario de los pueblos; para dar a éstos las leyes que ellos quieran y para introducir toda secta contraria a la religión cristiana. (...) A este fin salen de la Asamblea a tomar los primeros mandos y hacerse de la fuerza, valiéndose de la ignorancia que tienen los pueblos interiores de la conducta que han tenido, y de los proyectos que llevan.

Puedo asegurarle que Artigas desde hace rato que los conoce, pero ¿qué le diría?

/Igualmente le diría/ ciudadano Artigas: no tenga usted por paradoja o ponderación cuanto le digo. Sus hechos y sus papeles que ya fastidian, ya escandalizan por sus mentiras e inconsecuencias prueban todo esto.

A las inconsecuencias de Buenos Aires los orientales las hemos sufrido en carne propia...

Pero aún hay mucho más, pues sin embargo de haber sido yo hasta aquí un hombre sin partido, y que creía que como no desamparásemos la causa principal de la libertad, todo lo demás poco importaba, aún considerándome así, me reía cuando el pueblo hablaba de incorporación de los diputados de esa Banda, pues siempre estuve en la firme inteligencia de que esa incorporación sería un fantasma, aún cuando llegase a realizarse, porque ni los pueblos ni los habitantes sacarían partido ventajoso, mediante á que aquí no han pensado más que entretener las buenas ideas de los pueblos.

Por lo que dice los dirigentes bonaerenses no fueron sinceros cuando le solicitaron a los orientales que enviaran diputados a la Constituyente.

Ellos jamás han perdido momento (hablo de la Asamblea y Gobierno, porque todos son uno, y llevan el mismo fin y combinaciones), digo que ellos nunca han perdido momento de meditar contra esa Banda mucho más desde que se expulsaron de ella a Sarratea y sus socios, aumentándose por grados esta maquinación desde que los orientales propusieron las condiciones con que reconocían la Asamblea y desde que vieron que allí se había creado un Gobierno de Provincia. A este depravado fin mandan y vienen emisarios que llevan y traen. Ellos procuran colocar a los que expulsados y sin expulsión vienen de allá. Ellos no tratan ni han tratado de auxiliar a esos orientales con dinero, armas ni vestuario sino de quitarles la fuerza que pueden y entretenerlos con ofertas y sin ellas. (...)

De acuerdo a sus valoraciones los orientales no podemos descartar un ataque militar.

No me equivoco cuando aseguro a usted que el subyugar a usted y a todos los habitantes de esa Banda es el plan meditado: a ese fin se fortifican y son las medidas. Poco les interesa la toma de Montevideo, y aún se cree no la desean, temerosos de que los orientales se hagan más fuertes.

¿Tiene información al respecto?

Por esto es que de Misiones están trayendo reclutas de indios engañados o al poder de todas partes. Aquí van a levantar cuerpos hasta de 5000 o 6000 hombres. De las armas tomadas en Perú han mandado traer 800 fusiles. De los ingleses recibieron ahora días 1200 que compraron por contratos y cerca de 3000 que tienen en la sala de armas, fuera de los pocos que se trabajan en la armería, hacen la fuerza que constituye su orgullo de dominar a los pueblos.

¿Y cuál sería la salida?

En vista de esto, no sé que partido aconsejar a usted, pues cuantos se presentan a mi triste imaginación son peligrosos; pero ello es preciso tomar uno con tiempo antes que lloremos el ver a usted sorprendido y á esa Banda...

...¿teniendo en cuenta su amplia experiencia, desde el punto de vista militar, qué buscan con los movimientos de tropas?

Juzgo que el medio era apoderarse de los dos interesantes puntos Arroyo de la China y Bajada de Santa Fe, donde está la batería, pues mientras no tenga usted estos dos puntos no está segura esa Banda, y acaso perderá con los refuerzos de tropa que pueden ir; pero para entrar en este plan, ¿qué dificultades, qué trabajos se me ofrecen?

Usted lo dirá...

Es necesario separar mucha fuerza del sitio de Montevideo y con esto aumentar el orgullo y esperanzas de los sitiadores; es tal vez introducir la división entre Rondeau y sus tropas, (Artigas) y las suyas; es separarse del objeto principal de la causa contra los europeos; es entrar en hostilidades entre nosotros mismos, lo que usted(es) no ha querido hacer en las pasadas desavenencias con Sarratea, y con mucha razón, es dividir las atenciones, es dar margen a que estos se conozcan más a cuántos tienen engañados; es, en fin, exponerse a otras catástrofes. Pero, por otra parte, veo que si se les deja obrar con el despotismo con que lo hacen, mañana llorará la Banda Oriental: ella será la presa de estos malvados, y usted y otros las víctimas que han de sacrificar con ignominia.

¿Entonces no hay salidas?

En medio de este contraste de cosas me parece (salvo el dictamen de ese gobierno o de una Junta de hombres prudentes que se haga) que el partido más ajustado a la razón será hacer un requerimiento pasivo pero enérgico y tocante al Gobierno, diciéndole que la conducta de los orientales del Gobierno y aún de la Asamblea les es muy sospechosa, pues ven que a gran prisa se refuerzan y fortifican el Arroyo de la China y bajada de Santa Fe, pues cuando las tropas debían estar en el sitio, o en otros puntos de aquella Banda, o en Buenos Aires, o donde se mandaran venir, se detienen y se reúnen en el Arroyo de la China que por otra parte el Comandante Hilarión Quintana incomoda aquellos pueblos con reunión de gentes, y aún manda a los pueblos de Misiones por indios; que esto se hace con el pretexto de los marinos y europeos de Montevideo.

¿Y desde un punto de vista político qué sugiere?

Será forzoso que todos los pueblos de las Provincias Unidas conozcan que el gobierno de Buenos Aires ha puesto a los orientales en esta dolorosa situación, porque en tal caso se verían obligados a llamar a su auxilio aunque fuera al mismísimo infierno.

(Riendo) Eso no es muy político...

Primero que subyugarse a Buenos Aires conviene esta expresión fuerte, y que la entiendan como quiera: cuidado, no hay que omitirla; porque a más de las fundadas sospechas que indican los procedimientos del gobierno tienen también los orientales por sobradas pruebas el no haberse cumplido hasta hoy en manera alguna los tratados del Yi, ni los posteriores del Paso de la Arena; en no auxiliarse las tropas orientales como las auxiliares; en no haberse tampoco cumplido los capítulos con que esos pueblos reconocieron la Asamblea; el sumo desprecio con que Buenos Aires se mira y trata a los orientales; el ver premiado solamente a los que han venido de ahí, como únicos defensores de la patria, siendo sus crímenes contra ella bien públicos y escandalosos; el saber de positivo que en Buenos Aires se persigue, se tiene por mal patriota, se niega el favor y protección a los mismos que hablan y opinan bien de esta Banda, pues es un sacrilegio el hacerlo; el ver que el que más insulta y más se esmera contra los orientales en los cafés, en las calles y casas, ese es el atendido y el que se califica de juicioso, cuando a los adictos de esa Banda solo se les da por premio las prisiones, los destierros y la proscripción; el observar, por último que la Asamblea se ha valido de frívolas razones y pretextos para no admitir a los diputados de esos pueblos a la incorporación de ese Congreso, siendo así que a más de no haber sancionado una fórmula las que los pueblos dieron a sus diputados fueron muy bastantes para explicar su soberana voluntad, mayormente cuando se sabe que muchos de los diputados de otros pueblos han sido admitidos sin tantos requisitos.

Todo lo que usted ha dicho ha sido de sumo interés, sobre todo teniendo en cuenta que lo manifiesta alguien muy vinculado al quehacer político y militar. ¿Querría agregar algo más?

Todavía me queda mucho en el tintero. No quiero cansar más la atención (...)


Buenos Aires, junio de 1813

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+