LA NUEVA ÉTICA
(capítulo III de Psicología profunda y nueva ética)
SEXTA Y ÚLTIMA ENTREGA
Aceptación de la Sombra y vinculación con el lado primitivo
El Yo vive la vinculación con la Sombra como su copartícipe a la especie humana y a su historia dentro de su experiencia interna, al hallar en sí mismo una multitud de estructuras psíquicas aprióricas en forma de impulsos, instintos, imágenes primordiales, símbolos, concepciones arquetípicas y modos de comportamiento primitivos.
En este encuentro se hace consciente la psicología grupal del hombre, y por lo tanto también el fenómeno fundamental de que el ámbito del Yo y de la conciencia, que diferencia a los hombres entre sí, comprende sólo una reducidisíma parte del mundo psíquico, de infinita extensión. Lo humano y lo individual constituyen sólo el estrato superior del inconsciente colectivo, que desciende hasta el orden animal. De ahí el esfuerzo del Yo por liberarse de este fundamento e identificarse, de modo insensato y ajeno a la realidad, con algo absoluto, y con valores independientes de la limitación de lo terreno.
El afloramiento de elementos y símbolos paganos en conexión con el lado de Sombra -pero no exclusivamente con ella- es expresión clara de la revinculación con un estrato psíquico anterior, que yace bajo la cultura ética y religiosa judeocristiana del hombre moderno.
Al experimentar el Yo su comunidad de naturaleza con el hombre maligno y más abominable, con el hombre de presa primitivo y con el temeroso hombre-mono de las selvas (1), madura en él algo decisivo, cuya falta ha hecho caer al hombre moderno en la catástrofe de su escisión psíquica y del aislamiento de su Yo: la vinculación con la naturaleza y la tierra.
No hemos de investigar aquí los elementos positivos, constructivos y favorables al desarrollo de la conciencia de este estrato profundo del inconsciente, cuya importancia es extraordinariamente grande para el futuro de la humanidad; pues nos ocupamos sólo en el encuentro con lo que, visto desde el Yo, aparece como lo malo.
Cosa sorprendente, en el análisis del individuo resulta también que el encuentro y la reconciliación con la Sombra es siempre la condición previa para una actitud efectivamente tolerante respecto a los demás individuos, grupos, y formas psíquicas y estratos culturales.
Sólo la asimilación del lado primitivo de la propia naturaleza conduce a una forma estable de sentimiento de comunidad humana y de responsabilidad colectiva. Como la ética total incluye a la Sombra en el orden de la responsabilidad, hace cesar la proyección de esta parte, la psicología de la víctima expiatoria, y la lucha, bajo una máscara de ética, contra lo malo del prójimo, para introducir en cambio una actitud no determinada ya por el dudoso enfoque de castigo y purificación propio de la ética antigua.
La aceptación de la Sombra es una parte del proceso de desarrollo en el cual se establece una estructura de la personalidad que, como dijimos, aúna en sí el sistema consciente y el inconsciente. La ampliación de la personalidad se produce por la asimilación y toma de conciencia de contenidos inconscientes con perspectivas en el futuro, que señalan nuevas vías y direcciones a la conciencia, y por la incorporación y transformación de contenidos inconscientes “negativos”, es decir, aquellos que aparecen como hostiles a la conciencia o al Yo.
Estos contenidos, como la psicología profunda lo ha establecido, son autónomos. El inconsciente consiste en una multitud de contenidos parciales no centrados, con tendencias propias, los “complejos” descubiertos por Jung, que llevan una existencia escindida de la conciencia de Yo, pero altamente real y operante.
La vida del enfermo y del normal, pero especialmente la del grupo, es determinada por la acción de estos contenidos inconscientes autónomos. No sólo un contenido negativo, como la Sombra, sino también un contenido inconsciente positivo, por ejemplo un instinto o una imagen primordial, puede penetrar con fuerza autónoma en la vida del individuo, sin que el Yo entre en conocimiento de esa coacción a que está sometido.
La labilidad del grupo y del individuo es tanto mayor cuanto más vasto el territorio de los contenidos inconscientes y más reducido el de la conciencia. Esta ley domina tanto en la psicología como en la psicopatología del individuo y del grupo. Así, en los primitivos y en las masas, la vigencia de la afectividad es particularmente vigorosa, y por lo tanto particularmente grande la labilidad.
Como, según lo hemos señalado repetidamente, la psicología del primitivo y de las masas penetra también en lo profundo de cada individuo, podemos comprobar esa ley en todas partes y en cada ser humano. La labilidad, incalculabilidad e irresponsabilidad de un hombre crece en el seno de la masa, en la que su conciencia se restringe o, dicho a la inversa, en la que se anima la región de los contenidos inconscientes autónomos. Esta animación, fuera de determinadas constelaciones fundamentales dependientes de la constitución y el desarrollo, como en la infancia y la pubertad -puede producirse también libremente en la enfermedad, el sueño, la intoxicación o la embriaguez- puede ser conscientemente canalizada hacia fines culturales-religiosos, pero puede también resultar en un influjo de masa que recolectivice al individuo reconduciéndolo al nivel del hombre primitivo.
En todas estas y otras situaciones se llega a una desintegración de la personalidad. Es decir: se disuelve la unidad de la personalidad representada hasta entonces por el Yo, y un contenido parcial del inconsciente -un complejo: por ejemplo una constelación impulsiva reanimada- usurpa la dirección y se impone, independientemente de las tendencias conscientes que el Yo reconocía como directivas antes de entrar en esa situación.
Hemos señalado esta reducción de la personalidad, por ejemplo, en la invasión de la conciencia por el lado inconsciente de la Sombra, en que justamente los contenidos rechazados y reprimidos resurgen y se imponen.
La nueva ética debe realizar su tarea con métodos, tendencias y modos de comportamiento muy diferentes de los de la antigua. La tensión de oposiciones que, en forma de dualismo, era la característica de la antigua ética, no puede en modo alguno ser simplemente negada y excluida del mundo. Si la nueva ética pretende “aceptar” los contenidos inconscientes y articularlos a la conciencia en lugar de suprimirlos o reprimirlos, se pone ante la tarea de reelaborarlos.
La conexión de estos contenidos en una totalidad mayor, que no es la totalidad ya dada de la antigua conciencia, se efectúa sólo por el proceso de integración. Los contenidos hasta entonces escindidos y autónomos se convierten por él en parte de una estructura psíquica integral, que está vinculada a la conciencia y al Yo, y reciben un sentido y valor funcional modificados.
En este trabajo queremos sólo indicar las direcciones y los contenidos fundamentales de la nueva ética, sin presentarla aplicada a material casuístico. Qué aspectos reviste la transformación de un contenido inconsciente negativo en contenido de conciencia y en qué manera queda modificado, ha sido expuesto ya en otros trabajos. (2)
Notas
(1) Para obviar malas interpretaciones, adviértase que se trata de una imagen psíquica que aflora y se proyecta en esa forma. Esta imagen corresponde, entonces. A una realidad psíquica, no zoológica ni antropológica.
(2) Cf. C. G. Jung, Psichologie und Religion (Psicología y Religión; traducción española, Paidós, Buenos Aires); The Integration of the Personality (La integración de la personalidad; aun no traducida al español); Psychologie und Alchemie (Psicología y alquimia; traducción española, Rueda, Buenos Aires).
(capítulo III de Psicología profunda y nueva ética)
SEXTA Y ÚLTIMA ENTREGA
Aceptación de la Sombra y vinculación con el lado primitivo
El Yo vive la vinculación con la Sombra como su copartícipe a la especie humana y a su historia dentro de su experiencia interna, al hallar en sí mismo una multitud de estructuras psíquicas aprióricas en forma de impulsos, instintos, imágenes primordiales, símbolos, concepciones arquetípicas y modos de comportamiento primitivos.
En este encuentro se hace consciente la psicología grupal del hombre, y por lo tanto también el fenómeno fundamental de que el ámbito del Yo y de la conciencia, que diferencia a los hombres entre sí, comprende sólo una reducidisíma parte del mundo psíquico, de infinita extensión. Lo humano y lo individual constituyen sólo el estrato superior del inconsciente colectivo, que desciende hasta el orden animal. De ahí el esfuerzo del Yo por liberarse de este fundamento e identificarse, de modo insensato y ajeno a la realidad, con algo absoluto, y con valores independientes de la limitación de lo terreno.
El afloramiento de elementos y símbolos paganos en conexión con el lado de Sombra -pero no exclusivamente con ella- es expresión clara de la revinculación con un estrato psíquico anterior, que yace bajo la cultura ética y religiosa judeocristiana del hombre moderno.
Al experimentar el Yo su comunidad de naturaleza con el hombre maligno y más abominable, con el hombre de presa primitivo y con el temeroso hombre-mono de las selvas (1), madura en él algo decisivo, cuya falta ha hecho caer al hombre moderno en la catástrofe de su escisión psíquica y del aislamiento de su Yo: la vinculación con la naturaleza y la tierra.
No hemos de investigar aquí los elementos positivos, constructivos y favorables al desarrollo de la conciencia de este estrato profundo del inconsciente, cuya importancia es extraordinariamente grande para el futuro de la humanidad; pues nos ocupamos sólo en el encuentro con lo que, visto desde el Yo, aparece como lo malo.
Cosa sorprendente, en el análisis del individuo resulta también que el encuentro y la reconciliación con la Sombra es siempre la condición previa para una actitud efectivamente tolerante respecto a los demás individuos, grupos, y formas psíquicas y estratos culturales.
Sólo la asimilación del lado primitivo de la propia naturaleza conduce a una forma estable de sentimiento de comunidad humana y de responsabilidad colectiva. Como la ética total incluye a la Sombra en el orden de la responsabilidad, hace cesar la proyección de esta parte, la psicología de la víctima expiatoria, y la lucha, bajo una máscara de ética, contra lo malo del prójimo, para introducir en cambio una actitud no determinada ya por el dudoso enfoque de castigo y purificación propio de la ética antigua.
La aceptación de la Sombra es una parte del proceso de desarrollo en el cual se establece una estructura de la personalidad que, como dijimos, aúna en sí el sistema consciente y el inconsciente. La ampliación de la personalidad se produce por la asimilación y toma de conciencia de contenidos inconscientes con perspectivas en el futuro, que señalan nuevas vías y direcciones a la conciencia, y por la incorporación y transformación de contenidos inconscientes “negativos”, es decir, aquellos que aparecen como hostiles a la conciencia o al Yo.
Estos contenidos, como la psicología profunda lo ha establecido, son autónomos. El inconsciente consiste en una multitud de contenidos parciales no centrados, con tendencias propias, los “complejos” descubiertos por Jung, que llevan una existencia escindida de la conciencia de Yo, pero altamente real y operante.
La vida del enfermo y del normal, pero especialmente la del grupo, es determinada por la acción de estos contenidos inconscientes autónomos. No sólo un contenido negativo, como la Sombra, sino también un contenido inconsciente positivo, por ejemplo un instinto o una imagen primordial, puede penetrar con fuerza autónoma en la vida del individuo, sin que el Yo entre en conocimiento de esa coacción a que está sometido.
La labilidad del grupo y del individuo es tanto mayor cuanto más vasto el territorio de los contenidos inconscientes y más reducido el de la conciencia. Esta ley domina tanto en la psicología como en la psicopatología del individuo y del grupo. Así, en los primitivos y en las masas, la vigencia de la afectividad es particularmente vigorosa, y por lo tanto particularmente grande la labilidad.
Como, según lo hemos señalado repetidamente, la psicología del primitivo y de las masas penetra también en lo profundo de cada individuo, podemos comprobar esa ley en todas partes y en cada ser humano. La labilidad, incalculabilidad e irresponsabilidad de un hombre crece en el seno de la masa, en la que su conciencia se restringe o, dicho a la inversa, en la que se anima la región de los contenidos inconscientes autónomos. Esta animación, fuera de determinadas constelaciones fundamentales dependientes de la constitución y el desarrollo, como en la infancia y la pubertad -puede producirse también libremente en la enfermedad, el sueño, la intoxicación o la embriaguez- puede ser conscientemente canalizada hacia fines culturales-religiosos, pero puede también resultar en un influjo de masa que recolectivice al individuo reconduciéndolo al nivel del hombre primitivo.
En todas estas y otras situaciones se llega a una desintegración de la personalidad. Es decir: se disuelve la unidad de la personalidad representada hasta entonces por el Yo, y un contenido parcial del inconsciente -un complejo: por ejemplo una constelación impulsiva reanimada- usurpa la dirección y se impone, independientemente de las tendencias conscientes que el Yo reconocía como directivas antes de entrar en esa situación.
Hemos señalado esta reducción de la personalidad, por ejemplo, en la invasión de la conciencia por el lado inconsciente de la Sombra, en que justamente los contenidos rechazados y reprimidos resurgen y se imponen.
La nueva ética debe realizar su tarea con métodos, tendencias y modos de comportamiento muy diferentes de los de la antigua. La tensión de oposiciones que, en forma de dualismo, era la característica de la antigua ética, no puede en modo alguno ser simplemente negada y excluida del mundo. Si la nueva ética pretende “aceptar” los contenidos inconscientes y articularlos a la conciencia en lugar de suprimirlos o reprimirlos, se pone ante la tarea de reelaborarlos.
La conexión de estos contenidos en una totalidad mayor, que no es la totalidad ya dada de la antigua conciencia, se efectúa sólo por el proceso de integración. Los contenidos hasta entonces escindidos y autónomos se convierten por él en parte de una estructura psíquica integral, que está vinculada a la conciencia y al Yo, y reciben un sentido y valor funcional modificados.
En este trabajo queremos sólo indicar las direcciones y los contenidos fundamentales de la nueva ética, sin presentarla aplicada a material casuístico. Qué aspectos reviste la transformación de un contenido inconsciente negativo en contenido de conciencia y en qué manera queda modificado, ha sido expuesto ya en otros trabajos. (2)
Notas
(1) Para obviar malas interpretaciones, adviértase que se trata de una imagen psíquica que aflora y se proyecta en esa forma. Esta imagen corresponde, entonces. A una realidad psíquica, no zoológica ni antropológica.
(2) Cf. C. G. Jung, Psichologie und Religion (Psicología y Religión; traducción española, Paidós, Buenos Aires); The Integration of the Personality (La integración de la personalidad; aun no traducida al español); Psychologie und Alchemie (Psicología y alquimia; traducción española, Rueda, Buenos Aires).
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