domingo

TERESA PORCILE




LA CRUZ DEL SUR EN FEMENINO

por Verónica D’Auria y Silvia Guerra

(reportaje recuperado de Conversaciones oblicuas entre la cultura y el poder / Entrevistas a diez intelectuales uruguayos: Roberto Appratto, Hugo Achugar, Uruguay Cortazzo, Eduardo Espina, Luce Fabbri, Padrón Favre, Alfredo Fressia, Hilia Moreira, Teresa Porcile y Beatriz Santos / Caracol al Galope 2001)

SEGUNDA ENTREGA

¿Considera que necesariamente existe una relación entre el pensamiento cristiano y la Universidad Católica?

Creo que en una cultura cristiana las universidades pesan. Por algo cuando nacieron, en el siglo XIII, fue en medios eclesiásticos. En realidad, el mundo de la educación, prácticamente hasta los siglos XVII / XVIII, fue un mundo muy marcado por lo eclesiástico y lo “clerical” (porque además era eclesiástico masculino). Cuando uno va a esos lugares se siente otra cosa. Creo que la Universidad es un lugar fermental para la cultura. Yo hice Teología y Filosofía en la Universidad Católica y después di clases ahí: de Estética, de Ciencia de las Religiones, en los departamentos de Filosofía y de Historia.

La Universidad Católica tiene quince años: está en pañales… Además -mirando ahora lo que puede verse desde afuera- creo que todavía no hay ningún doctorado en Filosofía. Eso te dice algo, porque la filosofía es muy importante. Pero la Universidad Católica empezó con carreras técnicas porque tenían que llenar las aulas.

A mí me parece que un ámbito universitario es importante para plantearse cosas. En la Iglesia uruguaya no se dio. Ahí ves la diferencia, por ejemplo, con la Argentina. Hay otra cultura… No digo que sea ni mejor ni peor: la verdad es que en el Uruguay no ha habido ese ámbito.

¿No considera que la afluencia a la Universidad Católica tiene más que ver con una opción económica o de clase que con una búsqueda espiritual?

Sí, es verdad. Yo lo estoy pensando así, a nivel un poco “macro”, comparando con países donde hay universidades desde hace doscientos a setecientos años. Nosotros, hace quince que tenemos una Universidad confesional…

De hecho, por ejemplo, en Estados Unidos están los famosos “Centros Newman” en las universidades no confesionales. Son lugares donde las mismas materias que estudiás en las clases o en las cátedras se piensan desde una perspectiva de la fe. Creo que eso, acá, hace treinta o cuarenta años que no existe más. Aunque existió. Yo, por ejemplo, estaba en Magisterio en el Instituto Normal. Y pertenecía a lo que se llamaba la Juventud Universitaria Católica. Pero hace treinta años que no se recluta gente; no sé si quedó un grupo de amigos que se siga reuniendo… Antes había eso y estaba muy impulsado por los Dominicos franceses.

¿No le parece que las asociaciones católicas en el Uruguay se vinculan siempre a reivindicaciones éticas y políticas conservadoras?

Sí. A mí no me pasa; no lo siento así cuando hablo con la gente, aunque pienso que puede pasar. A veces hay actitudes que pueden parecer defensivas; pero creo que es un problema de aislamiento. Eso pasa hoy en todo el mundo: es la “montée” de los fundamentalismos. Un fenómeno psicosocial, diría yo, que atraviesa también lo religioso. Y pasa hasta en el judaísmo, que es posiblemente una de las menos fundamentalistas de las religiones. Es la primera vez en la historia del pueblo judío que un ortodoxo mata a un Primer Ministro… Entonces, me parece que es un problema relacionado con esos cambios tan vertiginosos que estamos teniendo hoy. Frente a tanta pluralidad surgen sectas y sectarismo internos. Por eso me parece importante que existan ámbitos académicos -confesionales y no confesionales, y ojalá que con mucha relación entre ellos- donde se pueden hablar las cosas pensando.

En el mundo religioso siempre hay fuerzas conservadoras. Un poco me las explico. El padre Lagrange, Director de la Escuela Bíblica de Jerusalén (donde se hacen estudios muy adelantados de Arqueología, Lingüística, etc.), comentaba, en un artículo de una revista, la diferencia inmensa que hay, en un mundo católico, por ejemplo, entre el ámbito académico y una persona que vaya a Misa los domingos, sin más formación que lo que pueda recibir en la homilía dominical. La distancia es enorme.

Otro ejemplo. Hay una cosa que dice la gente: los católicos no leen la Biblia, los que la leen son los protestantes. Les tengo muchísimo afecto a los protestantes: fui siete años consultora del Consejo Mundial de Iglesias; tengo amigos protestantes; formo parte de asociaciones ecuménicas. Sé que algunos protestantes, en materia bíblica, son una maravilla. Pero los que nosotros conocemos se aprendieron tres versículos de memoria. En cambio, en la Iglesia Católica ha habido un inmenso esfuerzo de formación bíblica post-conciliar y mucho más hondo. Pero se queda en el grupo de reflexión, en la parroquia: no trasciende. No sé por qué; hay algo -que no sé si esa famosa división Iglesia y Estado- que hace que no se comuniquen.

¿Cómo considera desde su punto de vista, la condición de la mujer, en Uruguay?

También lo de la mujer es un tema que va a llevar todavía unos cuantos años. A veces pienso que sucede un poco como en el tango -que creo que influye bastante en el Río de la Plata- en el que la mujer es arrastrada. Eso marca nuestra cultura.

Tú ves que en el folklore de otros pueblos (incluso en nuestro folklore gaucho) la china coquetea. Hay una relación de miradas, un coquetear con la pollera… es otra cosa.

Me llamó la atención, cuando empecé a viajar por América Latina, ver que, de repente, me invitaban asociaciones de mujeres para cursos que duraban dos o tres días, para lograr una continuidad. Estas mujeres eran todas de un medio socioeconómico medio-alto; estaban casadas, tenían hijos y maridos y estaban allí tres días seguidos. Yo, eso, acá no lo vi nunca, porque si se trata de pasar un día y una noche te dicen: “¿Y qué hago con mi marido?”. En México y en otros países he visto que las mujeres casadas asisten a jornadas cantidad de veces. Entonces me digo que no serán tan machistas los mexicanos. La mujer mexicana es muy fuerte. En el Cono Sur la cosa cuesta muchísimo más. No me gusta mucho la palabra “machismo”; pero hay una relación masculino-femenina muy sutil -porque, realmente es muy sutil- pero que a mí me parece bastante más seria que en otros países de América Latina.

Muchas veces me ha pasado que, cuando tratamos un tema con un grupo, las mujeres no vienen porque les cuesta moverse. Y a cierta ya es la hora de que estén en su casa.

¿A qué corresponden, según Ud., algunas opiniones vertidas por intelectuales católicos en contra del laicismo, por ejemplo en la educación pública o la idea de que el Estado debería financiar los colegios religiosos?

¿Laicismo o laicidad? Creo que el concepto de laicidad es lógico. Si yo soy un uruguayo con fe, entonces resulta que estoy pagando el impuesto para la enseñanza y además tengo que pagar el colegio. Ese es un planteo que se hizo muchas veces.

Lo otros sería laicismo. Me parece que esa podría ser una cosa que habría que considerar.

A mí me parece personalmente que la relación entre Iglesia y Estado le da mucha libertad a la Iglesia. Creo que casi todos los uruguayos pensamos eso. Y que, cuando haya una comunicación un poco más fluida, tendrá que ser una relación libre.

¿Por qué cuando se habla de diálogo ecuménico siempre se incluyen a creyentes de distintas religiones y se excluyen por ejemplo a agnósticos o a ateos que puedan compartir inquietudes espirituales comunes?

Muy interesante la pregunta. Inmediatamente después del Concilio, la primera Encíclica que escribió Pablo VI fue una carta que hablaba de los círculos de diálogo. Decía que había un primer círculo: católicos con católicos, porque tenían mucho en común. Y otro más amplio, que era con la gente en general.

En la Confraternidad Judeo-cristiana estamos preparando, para julio de 2001, una asamblea del I. C. C. J. (International Council of Christian and Jews). Es la primera vez que se hace en América Latina y va a ser en Uruguay. Ayer estuvimos reunidos toda la tarde en la Iglesia Luterana, en la calle Blanes y, al final, se decidió recomendarle a una personalidad no religiosa el cierre del congreso. Yo siento que ese diálogo se da mucho en el ámbito ecuménico. Es simpático, es agradable, pero el círculo en que se da también es chico.

Hay cosas en las que en Uruguay somos pioneros. Pero parece que se conocen poco.

Abril 2000

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