sábado

RUBEN LENA presenta a VÍCTOR LIMA



(prólogo a un cancionero editado por EDICIONES DE LA BANDA ORIENTAL en 1981)

SEGUNDA ENTREGA


III

Algunas veces le he oído llamar poeta, pero siempre discutíamos esto.

En el ejemplar del “Canto del Salto Oriental” que me regaló, escribió:

“Querido Rubito: ¿Es esto acaso la poesía? Yo en mi calidad de padre de la criatura, soy el menos indicado para decirlo.
-Esperemos?
-Esperemos.
Afectuosamente. Víctor Lima
.”

Equivocadamente puso esta fecha: 33, enero 27 del 49.

Debió escribir del 50, porque yo lo conocí en octubre de 1940. “Esperemos y esperemos” es una alusión al punto discutido, aprovechando parte del texto de la canción que Víctor cantaba siempre:

“Pa’ cuando salga de pobre
viditay, conversaremos.
Esperemos, esperemos”.

Publicó pues “Canto del Salto Oriental”, “que se terminó de imprimir el 28 de diciembre de 1948, “Elegía por Elías Savchuk”, en 1958 y “Milongas de Peñaflor”, publicadas en 1969 y de las cuales tengo una versión a máquina que dice: “Paysandú-1956”, y que difiere con la publicada, por una labor de supresión y de agregación de materiales.

En esta versión, que descubrí hace poco, escrito a mano con su letra, dice: “Para escribir estas milongas, me apoyé en los consejos de don Juan de Mairena y de don Martín Fierro. Por eso les estoy eternamente agradecido a sus queridos y admirados padres, don Antonio machado y don José Hernández.

Pero Víctor, para mí, fue un gran creador de canciones, más que un poeta. No significa esto diferencia de hondura en la caladura, sino diferencia de tarea.

Esta diferencia de tarea establece una diferencia de actitud para vencer la resistencia que le opone lo informe.

El poeta trabaja con las palabras y nada más que con las palabras. (El ritmo y la melodía son de naturaleza distinta que los de la canción, según dice Johanes Pfeiffer en “La Poesía.)

El poeta es un joyero. No importa que a esas palabras las haya encontrado en las cunetas, oxidadas y abolladas. En su oculto taller trabaja oscuramente con ellas. Cuando ha terminado un objeto, es un objeto completo en sí mismo, al que no le falta nada para volar. Simplemente es.

El creador de canciones labora también con las palabras, pero también con la música y trata de lograr un producto en que los dos elementos se fundan en uno solo, vale decir que cada uno de esos dos elementos o soportes no tengan ya individualidad al interpenetrarse, y se hagan inseparables. Cuando ello ha sucedido, ha nacido una canción.

De ahí que por más logrados que estén ambos elementos, se tiene la sensación de que falta algo cuando se les analiza separadamente. El texto lleva el recuerdo de la melodía y el ritmo, y viceversa. Aunque sean dos personas distintas los autores del texto y de la música, tiene que llegarse a ese estado de fusión para que se haga una canción. Y Lima llegaba a eso en compleja y oscura jornada, creando los dos elementos a la vez, sin ningún problema de ayuda-memoria, a veces; dos veces por lo menos yo lo sé.

Lo llegué a sentir una noche a lo oscuro, ya acostado, susurrar una melodía, junto con un bisbiseo de palabras, y al otro día, sin lavarse la cara decirme: “Escuchá esto que hice anoche”.

Era “Arroyito de la sierra, que siempre y siempre camina…”, que es una zamba que figura en “Milongas de Peñaflor”, editado en 1969, pero que fue hecha en Sierras del yerbal en 1950 y que figura en la versión escrita a máquina datada en Paysandú en 1956.

Otra noche en 1951, estábamos en Sierras del Yerbal, don Santiago Baladán, Víctor y yo. Era una noche fría y lluviosa.

Habíamos cenado y Lima insistía para que don Santiago cantara una vidalita que yo había escuchado muchas veces.

Al cuarto pedido de que la volviera a repetir, no pude soportar aquella situación y les dije:

-Bueno, yo me voy a acostar, señores.

Los dejé mano a mano en la cocina y me dirigí a mi cuarto donde me acosté y me dormí, no sin antes escuchar como dos veces más el canto atiplado de don Santiago Baladán cantando la misma canción.

Al otro día, al levantarme, Víctor ya estaba tomando mate y yo le dije riéndome:

-Pero sos grande. ¿Con una vez no te alcanzaba?
-Eh, mirá -me contestó:

“Paisanita de mi vida
llenita de primavera,
sola te dejo en el rancho
mi dulce y fiel compañera”.

Había modificado el ritmo, que de vidalita se había transformado en una zamba. Había modificado la melodía, en la cual sólo alguien que hubiera escuchado la sesión de la noche anterior podía llegar a percibir su parentesco cercano, y había modificado totalmente el texto.

Y eso lo había hecho trabajando ambos elementos a la vez.

En la canción, la palabra vale por sí misma, vale en el contexto con sus compañeras y vale por la posición que ocupa en la melodía y en el ritmo y viceversa. Oscuramente, lo entrevemos los que estamos en el oficio.

Otro factor diferenciante es el tiempo psicológico de posesión de la poesía y de la canción. En aquel es libre, en éste condicionado. Contando con ese factor, el creador de canciones elabora su objeto.

Víctor era un vocacional de su oficio. No gastaba tiempo en hablar sino en crear y en cantar. Sin embargo, en “Milongas de Peñaflor” expuso, entre otras, su teoría del cantor.

IV

…“Yo no sé si usted recuerda aquellas palabras de don Miguel de Unamuno, en “Andanzas y visiones españolas”, cuando decía que le causaba gracia y pena a la vez, cuando le preguntaba a un intelectual cualquiera, qué estaba leyendo en ese momento y éste le contestaba: -No estoy leyendo nada, porque estoy escribiendo mucho y tengo miedo de las influencias. Don Miguel decía que a él le pasaba lo contrario. Que a veces un solo verso de otro poeta, era suficiente para influenciarlo positivamente e inspirarle un libro entero. Casi nada lo del ojo!...”

Este fragmento de carta muestra sus preocupaciones por la creación y señala sus lecturas. No la transcribo totalmente porque lo demás es de orden personal, aunque básicamente para comunicarme la impresión que le había causado: “¿No lo conoce a Juan?”

Víctor tenía una buena cultura literaria y era un buen lector, desorientado pero atento y profundo, y asociaba evidentemente sus lecturas con su tarea. Góngora y Quevedo, Lope de Vega y Cervantes, más a través de don Miguel de Unamuno en su “Vida de Don Quijote y Sancho”, que de la novela original (esto pienso yo), Pedro Salinas, forman con los eruditos Dámaso Alonso, Menéndez Pidal, Guillermo de Torre, etc. y los americanos Vallejo y Neruda su constelación de valores, así como Hernández, Yupanqui, Romildo Risso, Yamandú Rodríguez.

Musicalmente su conocimiento era natural, intuitivo, sin otra preocupación, que no fuera el natural buen gusto, por trabajar técnicamente este aspecto. Le interesaban, en un principio, sobre todo los ritmos argentinos y bolivianos. En “Milongas de Peñaflor” figuran zambas, chacareras. Después de 1960 se fue acercando a nuestros modos. Compuso polcas, milongas y candombes memorables, como también algunas canciones con ritmo de vals.

La última vez que estuvo en casa, me dejó un texto para que yo lo musicalizara. Discutimos un poco, por aquello de que mejor que él no lo iba a musicalizar nadie; se enojó y se fue enojado. Yo me reía por dentro y me decía: “Volverá esta tarde”; y guardé el texto con cariño…

…Después de su muerte, -¿suicidio?-, me encontré con NOCHE CON TIEMPO, que así se llamaba el texto y que en su segunda estrofa dice: “…y me dicen Ay, Ay! que la zamba no es más que nostalgia temblando en la voz”, y no pude negarme a ponerle melodía y ritmo, porque el amigo no estaba ya para discutir conmigo sobre la creación; y debía ser una zamba -ritmo con el que casi nunca me metí, a no ser con “La uñera”, pero cuya música es el del negrito Mariño (Rosendo Vega) y “Esto del Sauce”, cuyo texto es de un colega.

“Noche con tiempo” es pues una zamba y creo que a Víctor le hubiera gustado oírla, ya que la música no estorba el alma del texto. He ahí el peligro de musicalizar textos extraños: puede resultar una melodía mucho más interesante que el texto o puede resultar una melodía tan por debajo de él que no le permita el vuelo. En ninguno de los dos casos resulta una canción. “Noche con tiempo” está grabada en el primer L.P. de Los Hacheros.

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