jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)



Capítulo 11

Es Pura Luz... Pura Delicia

Amado Osho,
¿Qué es la muerte natural?

Es una pregunta muy significativa, pero tiene muchas implicaciones posibles. La más simple y obvia es que el hombre muera sin que haya una causa; simplemente se hace cada vez más viejo y pasa de la vejez a la muerte sin que medie ninguna enfermedad. La muerte es simplemente la vejez última y definitiva: todo tu cuerpo, tu mente, dejan de funcionar. Éste es el significado obvio y ordinario de la muerte natural.

Pero para mí, la muerte natural tiene un significado mucho más profundo: uno tiene que vivir una vida natural para tener una muerte natural. La muerte natural es la culminación de una vida vivida de manera natural, sin inhibición, sin represión; como viven los animales, como viven los pájaros, como viven los árboles, sin división...; una vida desapegada, permitiendo que la naturaleza fluya a través de ti sin poner obstrucción por tu parte, como si estuvieras ausente y la vida se moviera por su cuenta.




En lugar de vivir la vida, la vida te vive a ti, tu eres secundario; entonces la culminación será una muerte natural. Según mi definición, sólo una persona despierta puede morir de manera natural; en los demás casos, las muertes no son naturales porque las vidas tampoco los son.

¿Cómo puedes llegar a una muerte natural viviendo una vida no natural? La muerte reflejará la culminación última, el crescendo de toda tu vida. Es todo lo que has vivido de manera condensada. Muy poca gente ha muerto de manera natural en el mundo porque muy poca gente ha vivido de manera natural. Nuestro condicionamiento no nos permite ser naturales.

Nuestros condicionamientos, desde el principio, nos enseñan que tenemos que ser algo más que la naturaleza, ser sólo natural es ser animal; tenemos que ser sobrenaturales. Y parece muy lógico. Todas las religiones nos lo han estado enseñando -ser humano significa estar por encima de la naturaleza- y han convencido a los seres humanos durante siglos de que tenían que elevarse por encima de la naturaleza.

Nadie ha tenido éxito cuando ha intentado ponerse por encima de la naturaleza. Todo lo que han conseguido es destruir su belleza natural y espontánea, su inocencia.

El hombre no necesita trascender la naturaleza.

Yo os digo que el hombre tiene que desplegar, completar, su naturaleza, lo que no puede hacer ningún animal.

Esa es la diferencia.

Las religiones han sido astutas, han timado y engañado a la gente.

Crearon la distinción de que los animales son naturales y tú tienes que ser sobrenatural. Ningún animal puede ayunar; no puedes convencer a ningún animal de que ayunar es algo divino. El animal sólo sabe que tiene hambre, y no hay ninguna diferencia entre ayunar y tener hambre. No puedes convencer a un animal para que vaya en contra de la naturaleza.

Esto dio una oportunidad a la gente supuestamente religiosa, porque el ser humano al menos tiene la capacidad de luchar contra la naturaleza. Nunca puede salir victorioso, pero puede luchar. Y en la lucha no destruirá la naturaleza, se destruirá a sí mismo.

Así es como el hombre se ha destruido a sí mismo -con toda su alegría, todo su amor, toda su grandeza-, se ha convertido en algo que no es superior a los animales, sino inferior, se mire como se mire. Quizá no hayas pensado nunca en ello, pero ningún animal salvaje es homosexual. Ante la sola idea, todo el mundo animal se moriría de risa. ¡Simplemente es algo estúpido! Pero en el zoo, cuando no hay hembras disponibles, los animales se vuelven homosexuales por pura necesidad.

El hombre ha convertido todo el mundo en un zoo: millones y millones de personas son homosexuales, lesbianas, sodomitas y todo lo demás; todo tipo de perversiones. ¿Y quién es responsable? La gente que te enseñó a ir más allá de la naturaleza, a lograr la divinidad sobrenatural.

Esto sólo es un ejemplo. Se ha hecho lo mismo de muchas formas distintas. Por ejemplo, en India, Mahavira estaba tan apegado a la idea de no violencia que incluso el cultivo de vegetales fue prohibido a sus seguidores, porque si cultivas tendrás que cortar plantas... y las plantas están vivas, eso es violencia.

Sus seguidores procedían en su mayor parte de la casta guerrera, los kshatriyas; él mismo era un rey guerrero. No podían luchar porque luchar es violento, no podían cultivar porque también era violento. No podían ser profesores porque eso era un monopolio de los brahmanes, y para ser brahman hay que nacer; uno no puede hacerse brahman por muy sabio que sea. Puede que seas más listo que todos ellos, pero no podrás enseñar en público; ese es su derecho de nacimiento. Así es que no podían ser aceptados por los brahmanes. Tampoco querían convertirse en sudras, intocables, que se dedican a oficios como el de zapatero o basurero.

Lo único que podían hacer era convertirse en hombres de negocios, todas las demás posibilidades estaban cerradas. Todos los jainas de la India se hicieron hombres de negocios y ocurrió un fenómeno curioso: toda su violencia...; porque el hecho de no ser soldado, cazador o agricultor no marca la diferencia; sigues siendo la misma persona. Toda su violencia se convirtió en explotación: No podían cortarte la cabeza pero podían chuparte la sangre. Y se hicieron la gente la más rica del país, por la simple razón de que toda su violencia se concentró en una sola cosa, el dinero.

Esto no supuso una evolución. No se hicieron mejores personas. Las enseñanzas de Mahavira sobre la no violencia no les ayudaron a hacerse mejores; ¡se hicieron peores! Son los más codiciosos, los más materialistas, los más preocupados por el dinero; para ellos lo único que hay en el mundo es el dinero, porque todas las demás vías están cerradas. Hablan de dinero, piensan en el dinero, sueñan con el dinero. Y pueden hacer cualquier cosa para acumulado.

Cuando algo se hace por obligación, el resultado no suele ser una mejora. No se han hecho compasivos -ser no-violento significa ser amoroso y compasivo-, sino que se han convertido justamente en lo contrario. No son compasivos, no son bondadosos, no son amorosos.

En muchas esferas diferentes, las distintas religiones han intentado hacer del hombre algo por encima de la naturaleza. El resultado, sin excepción, ha sido el fracaso. Naces como un ser natural. No puedes ponerte por encima de ti mismo. Es como intentar elevarte del suelo empujando tus propias piernas hacia arriba. Puede que des un pequeño salto, pero antes o después caerás al suelo, y quizá te hagas alguna fractura. No puedes volar.

Y eso es lo que se ha hecho. La gente ha intentando elevarse por encima de la naturaleza, lo que significa elevarse por encima de sí mismos. No están separados de la naturaleza, pero esa idea les gusta mucho a sus egos: no sois animales, entonces tenéis que estar por encima de la naturaleza; no podéis comportaros como animales. La gente ha intentado que hasta los animales dejen de comportarse como animales; han intentado que estuvieran un poco por encima de la naturaleza.

En Inglaterra, en la era Victoriana, se vestía a los perros cuando se les sacaba a pasear. Los perros tenían vestidos para impedirles ser naturales, para impedir que fueran desnudos; lo que es absolutamente adecuado para los animales. Esta gente estaba intentando elevar sus perros un poco por encima del resto de los animales. Te sorprenderá saber que en la Inglaterra de la época Victoriana se cubrían hasta las patas de las sillas por la simple razón de que se llaman patas y las patas deben ir cubiertas. Bertrand Russell, que vivió casi un siglo -una larga vida-, recuerda que en su infancia ver los pies de una mujer era suficiente para excitarse sexualmente. Y los vestidos cubrían los pies para que no pudieran verse.

Se creía, incluso hace un siglo, que las mujeres de la familia real no tenían dos piernas. La realeza tenía que tener algo diferente de la humanidad común y ordinaria, y nadie podía ver -no había ninguna posibilidad de ver- si tenían las piernas separadas.

Pero el ego... los personajes reales no se encargaban de aclararlo: «Eso es una tontería, somos tan humanos como vosotros.» El ego les impedía aclararlo. Si la gente les ponía en un pedestal, ¿para qué molestarse?; así mantenían su distinción real. Esa era una de las razones por las que la familia real no permitía que sus miembros se casaran con cualquiera, con una persona común, porque podría destaparse todo: «Esta gente es tan humana como cualquiera; no tienen nada de real.» Mantuvieron esa idea durante siglos.

A mí también me gustaría que fueses distinto de los animales, pero no en el sentido de estar por encima de la naturaleza, no. Puedes entrar más profundamente en la naturaleza, puedes ser más natural que los animales. Ellos no son libres, están en un coma profundo; no pueden hacer nada que no hayan hecho sus antepasados durante miles de años.

Tú puedes ser más natural que el animal. Puedes ir a las profundidades abismales de la naturaleza, y puedes ir a sus alturas más elevadas, pero de ninguna forma estarás yendo más allá. Te estarás haciendo más natural, más multidimensionalmente natural.

Para mí, el hombre religioso no es el que está por encima de la naturaleza, sino el que es completamente natural, totalmente natural, el que ha explorado la naturaleza en todas sus dimensiones, el que no ha dejado nada sin explorar.

En la lengua inglesa se utiliza la misma palabra, leg, tanto para referirse a la pata de una silla como a una pierna.

Los animales son prisioneros, tienen un área de ser limitada.

El hombre tiene la capacidad, la inteligencia, la libertad de explorar. Y si has explorado totalmente la naturaleza, has llegado a casa. La naturaleza es tu casa.

Y entonces la muerte es una alegría, una celebración. Entonces mueres sin queja; mueres con profunda gratitud, porque la vida te ha dado tanto, y la muerte es simplemente la culminación de todo lo que has vivido.

Es como la llama de la vela: justo antes de apagarse es cuando más alumbra... el hombre natural, antes de morir, vive su momento más brillante; es todo luz, todo verdad.

Para mí esa es la muerte natural.

Pero hay que ganársela; no es algo que se te dé. Se te da la oportunidad, pero tú tienes que explorar, tienes que ganártelo, tienes que merecértelo.

Incluso al ver la muerte de un hombre natural, con sólo estar a su lado, de repente te sientes lleno de una extraña alegría. Tus lágrimas no serían de dolor, de tristeza, serían de gratitud y de dicha; porque cuando un hombre muere naturalmente, viviendo su vida plenamente, extiende su ser a toda la naturaleza. Los que están presentes y le son cercanos se sienten bañados..., una frescura repentina, una brisa, un nueva fragancia y una nueva sensación de que la muerte no es algo malo, no es algo que se deba temer, de que la muerte es algo que se debe ganar, se debe merecer.

Yo os enseño el arte de la vida.

Pero también se le puede llamar el arte de la muerte. Ambos son lo mismo.

Amado Osho,
¿Cómo puede uno salir de la trampa que crea la mente de nunca ser del todo dichoso en el momento, y ser paciente, dejando que la hierba crezca por sí misma?
Siempre quiero ir más deprisa, empujar el río, y pierdo la belleza de que me lleve a su ritmo.
¿Podrías comentar, por favor?

Esta es una de las preguntas eternas.

Oriente ha encontrado algo que está muy cerca de la verdad. Hay religiones nacidas en India y religiones nacidas fuera de India; todas las religiones nacidas fuera de India creen que hay una vida, es decir, setenta años. Naturalmente uno tiene prisa; tiene que tenerla; una vida tan corta y tantas cosas que hacer, tanto que explorar, que experimentar. Por eso la mente occidental está acelerada, quiere hacerlo todo cada vez más deprisa, porque su concepción de la vida es demasiado pequeña. No se le puede culpar.

Las religiones nacidas en India tienen una extensión eterna: hay una vida tras otra. No hay prisa, no hay por qué apresurarse. Pero el ser humano es tan estúpido que cuando resuelve una pregunta, surgen otras mil de ella. La idea de que hay muchas vidas era para ayudarte a relajar¬te: no hay prisa; la eternidad es tuya, no hace falta que corras, camina como cuando sales de paseo por la mañana, tranquilo, relajado.

Esa era la idea de los que propusieron el concepto de reencarnación, pero la gente es de tal manera que en lugar de relajarse se hizo perezosa. Dijeron: «No hay prisa, ¿para qué molestarse en andar? La posibilidad de correr ni se plantea, e incluso ¿para qué salir a dar paseo matinal? La eternidad es tuya, puedes salir a pasear cuando quieras.»

Oriente se hizo pobre por esta razón, porque la tecnología no evolucionaba. La tecnología sirve para hacer las cosas más rápido, para producir cosas más rápidamente que con las manos. La gente siguió siendo pobre, y se hizo cada vez más pobre. La idea era buena, pero sus resultados no lo fueron.

Occidente tiene la idea opuesta, la de una vida breve. Creó mucha tensión y ansiedad, pero creó tecnología, desarrollo científico, riqueza, comodidad, lujos; lo creó todo. Pero el hombre interno estaba perdido, porque siempre estaba corriendo. Nunca estaba donde estaba; siempre estaba yéndose a otra parte. Y la meta en la que descansar nunca aparecía. Por eso en Occidente la gente tiene medios para ir más deprisa, y van muy rápido. Pero no les preguntes: «¿a dónde vas?». ¡No pierdas tiempo planteando preguntas tan estúpidas! Todo lo que importa es ir corriendo; no importa dónde van ni por qué.

Ambas ideas han fracasado. Las religiones orientales no han sido una ayuda; las occidentales tampoco. Ambas han tratado de darte una idea, pero nunca te dieron una intuición de tu propio ser.

Ahí es donde difiero.

Por ejemplo, planteas en tu pregunta que entiendes lo de «relajarte y dejar que la hierba crezca por sí misma», pero sigues empujándola.

No, no entiendes. Lo primero que tienes que entender en que no comprendes el significado de que la hierba crezca sola. Si lo comprendieras, el empujar, el forzar, desaparecería. Cuando digo que desaparecería, no digo que se detendría. Esto será distinto dependiendo de la gente.

Si entiendes lo que significa que la hierba crezca por sí misma..., un Universo tan vasto que funciona tan silenciosamente, tan pacíficamente; millones de sistemas solares, millones de estrellas moviéndose cada día, de eternidad en eternidad... Si comprendes que la existencia está ocurriendo, que no está haciendo algo, entonces si tu naturaleza es empujar la aceptarás.

No trates de detenerlo, porque eso también sería un hacer. Simplemente comprende que las cosas pasan, que tú eres así: que empujas, que fuerzas. Entonces hay una gran aceptación de ello, y en esa aceptación, la tensión desaparece.

Para algunos el empujar puede desaparecer si no es parte de su naturaleza, si están imitando a otra persona, si están compitiendo con alguien y ellos están empujando porque todo el mundo lo hace. Puede detenerse si entiendes que las cosas pasan y que no tienes que preocuparte por ellas innecesariamente; puedes disfrutar en silencio de cómo pasan. Puedes contribuir sin ansiedad con cualquier cosa que surja en ti de manera natural; pero no más que eso.

Así, a cada individuo le pasarán cosas distintas a partir de la misma comprensión. Si tu naturaleza es empujar, no hay nada malo en ello. Disfrútalo, empuja todo lo que puedas; pero bailando y cantando, sin preocuparte de que estás empujando. Ese eres tú. Es tu hierba y esa es su forma de crecer. Hay hierbas y hierbas.

Sólo tienes que recordar una cosa: hagas lo que hagas, hazlo alegremente, regocijándote; eso es suficiente. Distinta gente hará cosas distintas, y el mundo necesita que distintas personas hagan cosas distintas. La riqueza del mundo es que no somos iguales y tampoco deberíamos serlo. Pero hay un punto en el que todos debemos coincidir y es en el centro cósmico de estar relajados.

En Japón han desarrollado métodos de meditación muy peculiares... Japón ha hecho un tremendo servicio a la humanidad. La meditación se desarrolló en India, pero era un fenómeno muy limitado: simplemente sentarte en la postura del loto observando tus pensamientos, quedándote en silencio. Esto hizo su trabajo, pero Japón probó dimensiones diferentes, dimensiones extrañas, como practicar el arte de la espada en meditación. Dos espadachines, con la intención de matarse mutuamente, tienen que permanecer centrados en sí mismos, sin tensión, sin miedo, sin ira, sin revanchismo, simple juego. Para el observador es una cuestión de vida o muerte, pero para esos dos meditadores se trata de jugar.

Una y otra vez se ha observado una cosa extraña: si ambos meditadores están meditando con la misma profundidad, nadie gana, nadie muere. Antes de que uno de ellos levante la espada para darle al otro -antes incluso de que lo haya hecho- la idea le llega al otro y su espada ya está presta para protegerle. Es imposible proclamar quién es el ganador.

Habitualmente es difícil asociar el arte de la espada y la meditación, el aikido y la meditación, el jujitsu y la meditación, la lucha y la meditación. Pero en Japón han probado todas las dimensiones posibles y han descubierto que no importa lo que estés haciendo; lo importante es: ¿estás centrado?

Si estás centrado puedes hacer cualquier cosa sin crear tensión; tu relajación seguirá siendo la misma.

Por eso no te preocupes por lo de empujar. Simplemente intenta comprender que somos muy pequeños en comparación con este inmenso Universo; lo que hagamos o dejemos de hacer no supone ninguna diferencia para la existencia. No debemos tomárnoslo en serio. Antes no estaba aquí y la existencia seguía su curso; después no estaré aquí y la existencia seguirá. No debería tomarme en serio.

Ésta es una comprensión fundamental para un meditador, la de no tomarse a sí mismo en serio. Entonces la relajación viene automáticamente. Y con la relajación, lo que es natural en ti continúa y lo que no es natural cae por sí mismo.

Amado Osho,
La pregunta para el meditador solía ser: «¿Cómo estar en el mundo sin ser del mundo?».
Desde lo del Rancho y después de volver al mundo, muchos nos sentimos extraños, diferentes, no pertenecemos al mundo. Ahora la pregunta parece ser: «¿Cómo estar en mundo?».

No, la cuestión sigue siendo estar en el mundo y no ser del mundo. Estar en él no cambia la primera posición.

La primera posición te permite estar en el mundo sin ser mundano. Está perfectamente bien que te sientas extraño, no hay nada malo en ello. Deberías sentirte así, el mundo en el que tienes que estar no es un mundo en el que te puedes sincronizar con la gente, con sus ideas, con sus comportamientos.

Este mundo no es el mundo adecuado; me refiero al mundo humano. ¿Y tú quieres estar en él, ser parte de él? Entonces tienes que ser cristiano en una sociedad cristiana. Entonces tienes que ir a la iglesia, tienes que creer en la Sagrada Biblia. ¿Quieres estar de esta forma en el mundo? Entonces todo lo que has hecho antes ha sido una mera pérdida de tiempo. Estar en el mundo significa únicamente que tendrás un trabajo, que te ganarás el pan, que vivirás con gente que no piensa lo mismo que tú, que vivirás entre extraños; y naturalmente te sientes como un extranjero. Pero eso es algo de lo que deberías alegrarte.

No te he mandado al mundo para que te pierdas. Te he mandado al mundo para que sigas siendo tú mismo a pesar del mundo.

Y ese es el significado de la afirmación original: estar en el mundo pero sin ser del mundo. No ha cambiado.

Es tan fundamental que no cambiará.

Amado Osho,
Una de las cosas que más me gustan del mundo es oírte describir el estado de iluminación. Para los que nos encanta escuchar, ¿puedes volver a decir algo sobre lo innombrable?

Es verdad que no hay nada más bello, más dichoso que la iluminación; aunque sólo sea hablar de ella, incluso un eco lejano, incluso su sombra. La luna reflejada en el agua no es la luna real, pero sigue teniendo una tremenda belleza; y si las aguas de tu mente están en silencio, entonces la luna reflejada en esas aguas es exactamente la misma.

No es tu experiencia pero es la experiencia de alguien a quien amas, es la experiencia de alguien en quien confías. Y por el simple hecho de que amas y confías, comienzas a compartir la experiencia de manera sutil.

Es muy difícil decir algo sobre ella, aunque toda mi vida he estado diciendo cosas sobre ella; y sólo sobre ella. Aunque hable de otras cosas, sólo hablo para guiaros hacia una comprensión de la iluminación:

Es tu estado de silencio, es tu estado de universalidad.

Eres tú sin el ego y sus problemas.

Eres tú sin ninguna pregunta y sin ninguna respuesta; simplemente en silencio.

Y ninguna alegría puede trascender este silencio.

Es pura luz, pura delicia.

Puedo entender la pregunta. Es necesario, es una necesidad volver a oírlo una y otra vez para que no olvides por qué estás aquí.

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