por Hugo Giovanetti Viola
Ya hace años que el sonidista Dany Martínez (Uruguay, 1969) trabaja profesionalmente y vocacionalmente en Bajo Cero, un estudio autoconstruido a puro lomo que crece y se moderniza cada día no sólo a nivel tecnólogico y edilicio, sino porque su dueño realiza continuos cursos de perfeccionamiento dentro y fuera de fronteras, pero además aporta en su trabajo una cuota de creatividad involucrada que no siempre se encuentra en estos directores técnicos que deben sudar la cancha como un jugador más.
Acabamos de terminar, junto a Federico Miralles (en plan de dúo de solistas) un trabajo que se llamará VITANOVA y se presentará el 15 de diciembre en el castillito del Parque Rodó -ya que el CD incluye un particular homenaje a Julio Herrera y Reissig- y queremos dejar constancia escrita de que Dany nos influyó decisivamente, porque un enamorado de su trabajo (el revés de un burócrata o de un vintenero) sabe que si en un colectivo artístico no se genera un ambiente espiritual inquebrantable la belleza no aparece del todo. Y no le des más vueltas.
Las grabaciones en Bajo Cero incluyen charlas reflexivas y humorísticas que parecen casuales pero que terminan fervorando hacia una especie de calentamiento celeste de impronta artiguista. Aparte del implacable metrónomo impuesto inflexiblemente por Dany que tenés que fumarte o sos boleta.
¿Cómo te iniciaste en la música?
En realidad escucho música desde que tengo uso de razón, en mi casa, con mi viejo, al que le gustaba la música clásica, el canto popu, el tango y el rock, con mis hermanas mayores -que escuchaban a los Beatles, León Gieco y Pink Floyd- y con mi vieja, a la que siempre le gustó apasionadamente la ópera y el canto popular (una mezcla muy interesante).
Luego, como a los nueve años, decidí estudiar batería y tomé clases durante tres años en el conservatorio municipal de Maldonado. Ahí me empecé a dar cuenta que lo mío era escuchar y no ser partícipe como músico en la escena del show. Creo que nunca me hubiese sentido cómodo arriba de un escenario.
Luego armamos una discoteca con un amigo, hacíamos bailes y cumpleaños de quince, me parecía muy divertido. Eso duró hasta que me vine de mi pueblo natal (Maldonado) para Montevideo. Uno de los primeros trabajos que tuve acá fue en una casa de alquiler de equipos de audio: trabajaba como disc-jockey en fiestas y cumpleaños y también empecé a hacer mis primeras amplificaciones de espectáculos en vivo, cosa que me pareció por demás interesante, ya que se presentaban otra clase de problemas mucho más complejos. Allí el asunto era lograr que el músico o la banda que estaba en el escenario fuera escuchada por la mayor cantidad posible de gente. Tarea para nada sencilla, ya que a los problemas propios de una amplificación se le sumaban la escasez de equipos y su mala calidad. Y también, por qué no decirlo, la falta de experiencia que existía en el Uruguay en este rubro a pocos años de la salida de la dictadura. Este tipo de espectáculos eran todavía algo nuevo en el país.
¿En qué momento empezaste a sentir vocación por el arte sonidístico?
Sin duda fue cuando trabajé en la casa de audio, ya que tuve que amplificar a figuras como Manuel Capella, Eduardo Darnauchans, El Sabalero, Carlos Benavides y varios más. Y en ese sentido destaco la incidencia que tuvo el apoyo incondicional de mis docentes y amigos: Daniel Canoura, Alvaro (Mono) Reyes, Martín Pereira y Alejo Bussero.
Eso me incentivó mucho para seguir adelante y poder ir construyendo el estudio donde paso gran parte de mis días grabando y experimentando.
¿Cómo valorás el panorama de la música uruguaya actual, a nivel de calidad y cojones para poder sobrevivir auténticamente dentro del tsunami consumista global?
Creo que hay que seguir adelante con calidad y tranquilidad, porque el propio consumismo nos muestra que las cosas superficiales (las pirotécnicamente exitosas) así como aparecen, desaparecen. Lo que hace diferente al verdadero músico uruguayo es que siempre trata de transmitir su propia identidad. Y eso es lo que lo va hacer perdurar en el tiempo.
Actualmente iniciaste una etapa de proyección no sólo como sonidista sino como productor independiente, y los que convivimos con tu infatigable creatividad percibimos que te inspira una especie de esperanza indoblegable en la espiritualidad que subyace en esta tierra desde el mismísimo éxodo. ¿Sentís que pueden volver a proyectarse generaciones de músicos como la de los 60 o la del canto-popu, dispuestas a no hocicar frente al farandulismo?
No sólo lo siento, sino que es totalmente necesario para enfrentar la vorágine de la anti-música villera y lo que hacen los carilindos que mandan del norte. Estos mal llamados “éxitos” sólo transmiten agresividad y pelotudismo crónico.
Creo que el músico uruguayo está buscando un nuevo camino y me parece excelente. Y a diferencia de los 60, tenemos muchas más herramientas y hay que saberlas aprovechar.
Ya hace años que el sonidista Dany Martínez (Uruguay, 1969) trabaja profesionalmente y vocacionalmente en Bajo Cero, un estudio autoconstruido a puro lomo que crece y se moderniza cada día no sólo a nivel tecnólogico y edilicio, sino porque su dueño realiza continuos cursos de perfeccionamiento dentro y fuera de fronteras, pero además aporta en su trabajo una cuota de creatividad involucrada que no siempre se encuentra en estos directores técnicos que deben sudar la cancha como un jugador más.
Acabamos de terminar, junto a Federico Miralles (en plan de dúo de solistas) un trabajo que se llamará VITANOVA y se presentará el 15 de diciembre en el castillito del Parque Rodó -ya que el CD incluye un particular homenaje a Julio Herrera y Reissig- y queremos dejar constancia escrita de que Dany nos influyó decisivamente, porque un enamorado de su trabajo (el revés de un burócrata o de un vintenero) sabe que si en un colectivo artístico no se genera un ambiente espiritual inquebrantable la belleza no aparece del todo. Y no le des más vueltas.
Las grabaciones en Bajo Cero incluyen charlas reflexivas y humorísticas que parecen casuales pero que terminan fervorando hacia una especie de calentamiento celeste de impronta artiguista. Aparte del implacable metrónomo impuesto inflexiblemente por Dany que tenés que fumarte o sos boleta.
¿Cómo te iniciaste en la música?
En realidad escucho música desde que tengo uso de razón, en mi casa, con mi viejo, al que le gustaba la música clásica, el canto popu, el tango y el rock, con mis hermanas mayores -que escuchaban a los Beatles, León Gieco y Pink Floyd- y con mi vieja, a la que siempre le gustó apasionadamente la ópera y el canto popular (una mezcla muy interesante).
Luego, como a los nueve años, decidí estudiar batería y tomé clases durante tres años en el conservatorio municipal de Maldonado. Ahí me empecé a dar cuenta que lo mío era escuchar y no ser partícipe como músico en la escena del show. Creo que nunca me hubiese sentido cómodo arriba de un escenario.
Luego armamos una discoteca con un amigo, hacíamos bailes y cumpleaños de quince, me parecía muy divertido. Eso duró hasta que me vine de mi pueblo natal (Maldonado) para Montevideo. Uno de los primeros trabajos que tuve acá fue en una casa de alquiler de equipos de audio: trabajaba como disc-jockey en fiestas y cumpleaños y también empecé a hacer mis primeras amplificaciones de espectáculos en vivo, cosa que me pareció por demás interesante, ya que se presentaban otra clase de problemas mucho más complejos. Allí el asunto era lograr que el músico o la banda que estaba en el escenario fuera escuchada por la mayor cantidad posible de gente. Tarea para nada sencilla, ya que a los problemas propios de una amplificación se le sumaban la escasez de equipos y su mala calidad. Y también, por qué no decirlo, la falta de experiencia que existía en el Uruguay en este rubro a pocos años de la salida de la dictadura. Este tipo de espectáculos eran todavía algo nuevo en el país.
¿En qué momento empezaste a sentir vocación por el arte sonidístico?
Sin duda fue cuando trabajé en la casa de audio, ya que tuve que amplificar a figuras como Manuel Capella, Eduardo Darnauchans, El Sabalero, Carlos Benavides y varios más. Y en ese sentido destaco la incidencia que tuvo el apoyo incondicional de mis docentes y amigos: Daniel Canoura, Alvaro (Mono) Reyes, Martín Pereira y Alejo Bussero.
Eso me incentivó mucho para seguir adelante y poder ir construyendo el estudio donde paso gran parte de mis días grabando y experimentando.
¿Cómo valorás el panorama de la música uruguaya actual, a nivel de calidad y cojones para poder sobrevivir auténticamente dentro del tsunami consumista global?
Creo que hay que seguir adelante con calidad y tranquilidad, porque el propio consumismo nos muestra que las cosas superficiales (las pirotécnicamente exitosas) así como aparecen, desaparecen. Lo que hace diferente al verdadero músico uruguayo es que siempre trata de transmitir su propia identidad. Y eso es lo que lo va hacer perdurar en el tiempo.
Actualmente iniciaste una etapa de proyección no sólo como sonidista sino como productor independiente, y los que convivimos con tu infatigable creatividad percibimos que te inspira una especie de esperanza indoblegable en la espiritualidad que subyace en esta tierra desde el mismísimo éxodo. ¿Sentís que pueden volver a proyectarse generaciones de músicos como la de los 60 o la del canto-popu, dispuestas a no hocicar frente al farandulismo?
No sólo lo siento, sino que es totalmente necesario para enfrentar la vorágine de la anti-música villera y lo que hacen los carilindos que mandan del norte. Estos mal llamados “éxitos” sólo transmiten agresividad y pelotudismo crónico.
Creo que el músico uruguayo está buscando un nuevo camino y me parece excelente. Y a diferencia de los 60, tenemos muchas más herramientas y hay que saberlas aprovechar.
1 comentario:
Dany: me consta que sos un sonidista vocacional!.Siempre apostás a la perfección en tu trabajo, marcando la diferencia en el medio en que vivimos.¡Felicitaciones no sólo en tu trabajo "VITANOVA", sino en todos tus emprendimientos que hacés a puro corazón y a puro pulmón al igual que tu estudio de grabación.!!
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