LUCÍA SENA
EL AMOR EN LOS SUEÑOS DE OTRO
Creo firmemente en que se encontraron. Es que él necesitaba amor y ella darlo. Se les notaba en los ojos.
Creo firmemente en que se encontraron. Es que él necesitaba amor y ella darlo. Se les notaba en los ojos.
Cada vez que se subía al interdepartamental, ese muchacho arrastraba rutina. Iba más rápido que el resto de las cosas y por eso no alcanzaba a ver las flores que venían naciendo.
Ella era un misterio luminoso.
Todas las mañanas a las 8:45 me tomo el mismo coche para ir hasta la capital.
Nunca me gustó sentarme del lado del pasillo. Me tengo prohibido ver por la ventana para evitar la incómoda situación de que la otra persona piense que la estoy mirando.
Hasta que un día lo vi. Bien vestido, siempre subía unas cinco paradas después de la mía y se bajaba a los 30 minutos. Lo sé porque los calculé.
A los 10 minutos de su descenso, subía una chica físicamente parecida a Courtney Love, en los buenos tiempos, pero con la templanza de Patti Smith.
Y fue ahí cuando supe que los dos se necesitaban. No había dudas. Una estupidez no haberse dado cuenta antes. De golpe pensé que quizás nunca se encontrarían y fue como haberme tragado una piedra. Después moví la cabeza y me desengañé de mi último pensamiento. Aunque me quedó el pecho raspado.
Durante todo el trayecto me entretenía pensando en sus vidas y me los imaginaba juntos.
Mis padres se habían separado hacía poco. Mi madre necesitaba viajar y mi padre encontrarse.
Fue a las tres semanas que él se durmió. Yo sabía más o menos donde se bajaba pero no me animé a despertarlo. Además en algún momento iba a abrir los ojos.
Y entonces, radiante, la muchacha subió exactamente 40 minutos después que él.
Aquel viaje fue un sueño.
Se ve que ella lo despertó con su necesidad de amar y lo dejó encandilado.
Percibí un aroma floral y sonreí al mismo tiempo que ellos se miraban.
Ella tuvo que acomodarse del lado del pasillo, por supuesto, y por eso estiró su mano hacia la ventana para ver los jardines de las casas donde las flores estaban tapadas de rocío.
El chico se sorprendió.
-Perdona si te molesté. Me encanta mirar para afuera.
El chico sonrió.
-Además los jardines de estas casas son lo más lindo del viaje -continuó ella.
-A mí me gustan las casas. La arquitectura es mi sueño.
-El mío es el arte y todo lo que representa. Bueno, ya me tengo que bajar.
-Yo también.
-Ah, qué bien. Así podemos seguir hablando de tus casas.
-O de tus jardines -le contestó el muchacho.
Y justo cuando bajaban la escena se rompió. Porque el chofer me despertó gritando Destino y me bajé torpemente del ómnibus, unas cuantas paradas después de la mía.
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