jueves

OSHO / MÁS ALLÁ DE LA PSICOLOGÍA - CHARLAS DADAS EN URUGUAY (PUNTA DEL ESTE)




Capítulo 8
La Cabeza es Obligatoria, pero la Gorra, No

Amado Osho,
Dijiste la otra mañana que al niño se le obliga a ser obediente. Ese niño aún está presente en mi caso: detesto que me digan lo que tengo que hacer. En cierto sentido esto debería ser un problema para la otra persona; sin embargo, insisto en hacer de ello mi problema porque reacciono con ira, con resentimiento y necesito justificarme a mí mismo. Está claro que los que mandan, a su vez, detestan ser mandados. Parece como si todos estuviéramos atrapados en una misma red intrincada, representando papeles diferentes en distintos momentos.
Como adulto, ¿cómo puedo convertir la reacción en respuesta y responsabilidad?

Lo primero que hay que entender muy claramente es a qué me refiero cuando hablo de desobediencia. No es el mismo concepto de desobediencia que encontrarás en el diccionario. Mi idea de desobediencia no es detestar que te digan lo que tienes que hacer o hacer justo lo contrario en reacción.

La obediencia no requiere inteligencia.

Todas las máquinas son obedientes; nadie ha oído nunca hablar de una máquina desobediente. La obediencia también es algo simple. Te descarga de cualquier responsabilidad. No hace falta reaccionar, basta con hacer lo que se te dice. La responsabilidad pertenece a la persona que da la orden. De alguna forma eres muy libre: no puedes ser condenado por tu acto.

Después de la Segunda Guerra Mundial, en los juicios de Nuremberg, muchos de los altos cargos de Hitler simplemente dijeron que ellos no eran los responsables y que no se sentían culpables. Simplemente habían sido obedientes: habían hecho lo que se les dijo, y lo habían hecho con toda la eficacia de que eran capaces.

De hecho, a mí no me parece justo hacerles responsables, condenarles, castigarles y enviados al patíbulo. No fue un acto de justicia, sino de revancha. Si Adolf Hitler hubiera ganado la guerra, entonces la gente de Churchill, la gente de Roosevelt, la gente de Stalin o incluso ellos mismos se habrían encontrado en la misma situación y habrían dicho exactamente lo mismo, que no eran responsables.

Si Stalin hubiera estado en el estrado durante el juicio, habría dicho que estaba cumpliendo órdenes de la comandancia del partido comunista. No era responsabilidad suya, porque él no había tomado la decisión; no había hecho nada por sí mismo. Por eso, si quieres castigar a alguien, castiga al que dio la orden. Pero estás castigando a alguien que simplemente realizó lo que todas las religiones enseñan y lo que todos los líderes del mundo enseñan: obediencia.

Obedecer es simple; desobedecer requiere un nivel de inteligencia un poco más alto. Cualquier idiota puede ser obediente; de hecho, sólo los idiotas pueden serlo. La persona inteligente está obligada a preguntar por qué: «¿Por qué habría de hacerlo?» Y a decir: «A menos que conozca las causas y las consecuencias, no voy a participar en ello.» En este caso se está haciendo responsable.

La responsabilidad no es un juego. Es una de las formas más auténticas de vivir -aunque también de las más peligrosas-; pero no implica desobedecer por desobedecer. Eso sería ser idiota.

Recuerdo una historia de un místico sufí, Mulla Nasruddin. Desde que nació todos pensaban que entendía todo al revés. Daba muchos problemas a sus padres. Si le decían: «Vete a la derecha,» él iba a la izquierda. Finalmente, su padre pensó que en lugar de preocuparse por él, mejor sería decirle lo contrario: si quería que fuera a la izquierda, le ordenaría que fuera a la derecha; seguro que acababa yendo a la izquierda.

Un día estaban cruzando un río. Llevaban sobre el burro un gran saco de azúcar que estaba inclinado hacia la derecha, con lo que había peligro de que se deslizara y cayera al río; el saco tenía que permanecer en equilibrio encima del burro. Pero decir a Nasruddin «Mueve el saco a la izquierda», significaría perder el azúcar porque lo movería hacia la derecha.

Por eso le dijo: «Hijo mío, el saco se desliza; muévelo a la derecha.» y Nasruddin lo movió hacia la derecha.

El padre añadió: «¡Qué extraño, has sido obediente por primera vez!».

Y Nasruddin respondió; «has sido astuto por primera vez. Sabía que querías que moviera el saco a la izquierda; podía ver perfectamente hacia dónde había que moverlo. Pero no puedes hacerme obedecer ni de esa manera tan sutil.»

El simple hecho de no obedecer no hace que aumente tu inteligencia. Sigues en el mismo plano, eres obediente o desobediente, pero tu inteligencia no cambia.

Para mí la desobediencia es una gran revolución.

No significa decir un no absoluto a cada situación. Simplemente significa decidir entre hacer algo o no hacerlo, decidir si va a ser beneficioso para ti o no. Significa asumir cierta responsabilidad sobre uno mismo. No se trata de detestar a la persona o de detestar las órdenes, porque en ese odio no puedes ser obediente ni desobediente; estás actuando muy inconscientemente. No puedes actuar inteligentemente.

Cuando se te dice que hagas algo, se te da la oportunidad de responder. Quizá lo que se te dice esté bien, en tal caso hazlo y agrádesele a esa persona que te lo haya dicho en el momento adecuado. Quizá no esté bien, entonces aclara la situación. Expresa las razones por las que no está bien y después ayuda a esa persona: su pensamiento está siguiendo un camino equivocado. En cualquier caso no hay ningún lugar para el odio.

Si está bien, hazlo amorosamente.

Sino está bien, entonces se necesita aún más amor porque tendrás que decírselo a la persona, explicarle por qué- no está bien. ...

El camino de la desobediencia no consiste en estancarse, en ir en contra de todas las órdenes sintiendo ira, odio y revanchismo, contra esa persona. El camino de la desobediencia es un camino de gran inteligencia.

Por eso, en último término, no se trata de obediencia o desobediencia. Si la cuestión se reduce al hecho básico, simplemente se trata que una cuestión de inteligencia: compórtate de manera inteligente. Unas veces tendrás que obedecer y otras tendrás que decir: “Lo siento, no puedo hacerlo.” Pero no es una cuestión de odio, no es una cuestión de revancha, de ira. Si surgen el odio, la ira o el revanchismo, eso significa que lo que se te está diciendo es justo, pero obedecerlo contradice tu ego, hiere tu ego. Y ese dolor brota como odio, como ira.

Pero en ese momento no es tu ego lo que está en cuestión, sino el acto que tienes que hacer; y tienes que usar toda tu inteligencia para descifrarlo. Si es correcto, sé obediente; si está equivocado, sé desobediente. Pero sin conflicto, sin sentirte herido.

Si obedeces es más fácil porque no tienes que explicar nada a nadie. Pero si no vas a obedecer entonces debes una explicación. Y quizá tu explicación no sea correcta. Entonces tienes que volverte atrás, tienes que hacerlo.

El ser humano debe vivir inteligentemente, eso es todo. Entonces cualquier cosa que haga es su responsabilidad.

Lo que pasa es que ni los grandes intelectuales viven inteligentemente. Martin Heidegger, uno de los mayores intelectuales de su tiempo, era seguidor de Adolf Hitler. Y después de que Adolf Hitler fuera derrotado y quedara expuesta su animalidad, brutalidad, criminalidad y violencia fundamentales, incluso Martin Heidegger se acobardó y dijo: «Sólo estaba siguiendo al líder de la nación.»

Pero la tarea del filósofo no es seguir al líder de la nación. De hecho, su deber básico es guiar a los líderes de la nación, no dejarse guiar por ellos, porque al estar fuera de la política activa, su visión es más clara. Él tiene cierta distancia y puede ver cosas que la gente implicada en la acción no ve.

Pero es fácil quitarse la responsabilidad...

Si Adolf Hitler hubiera obtenido la victoria, estoy seguro de que Martin Heidegger hubiera dicho: «Ha salido victorioso por seguir mi filosofía.» Y ciertamente era un gran intelectual comparado con Adolf Hitler. Adolf Hitler sólo era un retrasado. Pero el poder...

Se nos ha educado para seguir a los poderosos: al padre, a la madre, al profesor, al sacerdote, a Dios. En esencia, se nos ha dicho que quien tiene el poder está en lo correcto: «El poder tiene razón.» Y tienes que seguirlo. Es algo simple que no requiere inteligencia. Es simple porque nunca se te puede decir que es tu responsabilidad, que eres responsable de cualquier cosa que pase.

En todos los ejércitos del mundo se dedican años de preparación a enseñar una sola cosa, y esa cosa es obediencia. En Alemania, en la Segunda Guerra Mundial, entre los directores de los campos de con-centración había buenas personas. Eran buenos padres, buenos esposos, buenos amigos. Nadie hubiera concebido -observándoles con su familia, con sus amigos, en el club- que esta gente estaba quemando a miles de judíos cada día.

Y no se sentían culpables en absoluto, porque sólo se trataba de seguir órdenes superiores. Ese es todo el adiestramiento: tienes que seguir las órdenes. Se ha convertido en parte de su sangre, de sus huesos y de su médula. Cuando llega la orden, el único camino a seguir es la obediencia.

Así es como el ser humano ha vivido hasta ahora, y por eso digo que la obediencia es uno de los mayores delitos, porque todos los delitos nacen de ella. Te priva de la inteligencia, de la capacidad de decisión, te priva de responsabilidad. Te destruye como individuo. Te convierte en un robot.

Por eso defiendo la desobediencia. Pero la desobediencia no es sólo ir en contra de la obediencia. La desobediencia está por encima de la obediencia y de lo que llaman desobediencia en los diccionarios. Desobedecer es únicamente afirmar tu inteligencia: «Tomo la responsabilidad y haré todo según lo sienta en mi corazón, en mi ser. No haré nada que vaya en contra de mi inteligencia.»

Toda mi vida, desde la infancia hasta la universidad, fui condenado por ser desobediente. E insistía: «No soy desobediente. Simplemente estoy tratando de averiguar por mí mismo, con mi propia inteligencia, lo que está bien, lo que debe hacerse, y asumo toda la responsabilidad por ello. Si algo va mal, es culpa mía. No quiero condenar a nadie porque me haya dicho lo que tengo que hacer.»

Pero fue muy difícil para mis padres, para mis maestros de escuela, para mis profesores universitarios. En mi escuela era obligatorio llevar gorra y yo entré a la escuela sin gorra. El maestro me dijo inmediatamente: «¿Eres o no eres consciente de que la gorra es obligatoria?»

Yo dije; «Algo como llevar la gorra no puede ser obligatorio. ¿Cómo puede ser obligatorio ponerte algo en la cabeza o no ponértelo? La cabeza es obligatoria, pero la gorra no. Y yo he venido con la cabeza; quizá tu hayas venido sólo con la gorra.»

Él dijo: «Pareces un tipo raro. En el código de conducta escolar está escrito que ningún estudiante puede entrar en la escuela sin gorra.»

Yo respondí: «Entonces hay que cambiar el código. Está escrito por seres humanos, no por Dios; y los seres humanos comenten errores.»

El profesor no podía creérselo. Dijo: «¿Qué problema tienes? ¿No puedes simplemente ponerte una gorra?»

Yo dije: «El problema no es la gorra; quiero averiguar por qué es obligatoria, cuáles son las razones, los resultados. Si no eres capaz de..., puedes llevarme al director y lo discutimos.» Y tuvo que llevarme al director.

En India, los bengalíes son la gente más inteligente; no usan gorras.

Y los punjabis que son los menos inteligentes, los más simples, usan turbantes. Por eso le dije al director: «Observe la situación: los bengalíes no usan gorra y son los más inteligentes del país, y los punjabis no sólo usan gorra sino un turbante muy ajustado, y son los menos inteligentes. Tiene algo que ver con la inteligencia. Preferiría no correr el riesgo.»

El director me escuchó y dijo: «Este chico es testarudo, pero lo que dice tiene sentido. Nunca lo había pensado, es verdad. Podemos hacer que esta regla no sea obligatoria. El que quiera llevar gorra puede llevarla; y el que no quiera llevarla, no tiene por qué hacerlo; porque esto no tiene nada que ver con aprender o con enseñar.»

El profesor no podía creérselo. Mientras volvíamos a clase me dijo: «¿Qué has hecho?»

Y yo le dije: «No he hecho nada, simplemente he explicado la situación. No estoy enfadado y estoy perfectamente dispuesto a llevar gorra. Si sientes que ayuda a la inteligencia, ¿por qué llevar sólo una? ¡Puedo llevar dos, tres, una sobre otra, siempre que favorezcan la inteligencia...! No estoy enfadado. Pero tienes que probarlo.»

El profesor me dijo, aún recuerdo sus palabras: «Tendrás problemas toda tu vida. No encajarás en ninguna parte.»

Yo dije: «Eso está perfectamente bien, no quiero ser un idiota que encaje en todas partes. Prefiero ser un "inadaptado" pero ser inteligente. Y he venido a la escuela para hacerme más inteligente ¡para poder ser un inadaptado inteligente! Por favor no vuelvas a intentar anular mi individualidad y convertirme en un engranaje de la maquinaria.» Y a partir del día siguiente las gorras desaparecieron; él fue el único que trajo la gorra puesta.

Y mirando a la clase y a la escuela..., como se había aprobado la nueva norma y las gorras ya no eran obligatorias, todos los demás profesores, e incluso el director, habían venido sin gorras. Él parecía un idiota. Le dije: «Todavía estás a tiempo. Aún puedes quitártela y ponerla en el bolsillo.» ¡Y lo hizo!

Me dijo: «Está bien. Si todo el mundo está en contra de la gorra...; yo simplemente obedecía la norma.»

Yo le dije: «La norma la hacemos nosotros. Podemos cambiarla, sin ira. ¿No podemos discutir de todas las cosas con inteligencia?».

Por eso recuerda, cuando hablo de desobediencia no estoy diciendo que se reemplace la obediencia por desobediencia. Eso no te haría mejor. Sólo uso la palabra desobediencia para dejarte claro que depende de ti, que tú tienes que ser el factor decisivo en todas las acciones de tu vida. Y eso da una fuerza tremenda porque, hagas lo que hagas, lo haces por una razón.

Cuando entré en el universidad, la primera pregunta que me planteó el vicecanciller fue: «¿Por qué te has dejado crecer la barba y el bigote?» Me lo preguntó con naturalidad, porque ningún otro estudiante los llevaba.

Yo respondí: «He venido a verte por el tema de la beca, pero puedo arriesgar la beca. Lo que no puedo dejar pasar es una oportunidad de mantener un debate.»

Él me dijo: «¿Qué quieres decir?».

Y yo dije: «Lo que quiero decir es que yo debería preguntarte por qué te afeitas la barba y el bigote. Yo no he hecho nada; crecen por sí mismos. Tú eres el que tiene que hacer algo; no les permites crecer, te afeitas dos veces al día. Me debes una explicación. ¿Por qué lo haces?»

Él me dijo: «Nunca lo había pensado... empecé a hacerlo porque lo hacían todos los demás.»

Yo añadí: Esa no es una respuesta muy inteligente. Puedes volver a pensarlo. Vendré cada día y llamaré a tu puerta para que cuando hayas encontrado la respuesta puedas decírmela; y desde ese día empezaré a afeitarme.»

Sólo estuve yendo durante tres días a llamar a la puerta de su oficina. El cuarto día me dijo: «Perdona, me estás quitando el sueño. Estoy todo el día pensando en la barba y el bigote, y mirando a la puerta pensando que vas a venir a llamar. A veces oigo llamar y cuando abro la puerta no hay nadie, ¡estoy alucinando! ¡Me das tanto miedo! Simplemente recoge tu beca y haz lo que desees; son tu barba y tu bigote. Y por favor perdona que te haya preguntado.»

Yo le dije: «No es tan fácil. Tienes que dejar de afeitarte, si no seguiré viniendo cada día, llamaré a la puerta y esperaré la respuesta.»

Él dijo: «¡Por Dios! Te estoy dando una beca que no debería darte porque perteneces a otra universidad y, según las reglas, los graduados de ésta tienen preferencia. No estoy siguiendo la regla; te estoy dando la beca simplemente porque quiero que dejes de llamar en mi puerta.»

Yo dije: “Puedes quedarte la beca y dársela a quien quieras, pero tendrás que dejar de afeitarte.”

Él me respondió: «No seas tan duro con un anciano, porque, ¿qué dirá la gente? ¡No quiero ser el hazmerreír!

Yo dije: «serás el hazmerreír si no me escuchas, porque entonces seré yo el que cuente a todo el mundo lo que ha estado ocurriendo estos cuatro días.»

No os lo vais a creer: me dio la beca y ¡empezó a dejarse la barba! Toda la gente de la universidad estaba sorprendida porque solía ser muy puntillas? con su ropa y sus afeitados; había sido profesor de historia en Oxford, donde había llegado a ser director del departamento de historia.

Todo el mundo empezó a preguntarle: «¿Qué ha pasado?».

Él respondía: «No ha pasado nada. Simplemente me he dado cuenta de que estaba haciendo algo equivocado porque no encuentro una razón para hacerlo. Este joven me ha convencido de que se debe vivir la vida racionalmente. Yo he sido un imitador, he sido muy obediente con el entorno. No hizo falta que nadie me dijera nada, he sido obediente por mí mismo. Pero como no encuentro ninguna razón para afeitarme, voy a dejar que me crezca la barba. Y parece que este joven tiene razón, si las mujeres comenzaran a dejarse crecer la barba y el bigote...».

Y no es muy difícil. Pueden inyectarse hormonas y dejarse crecer la barba y el bigote. ¿Creéis que sería un mundo hermoso si las mujeres se dejaran crecer la barba y los hombres se afeitaran? ¡Una mujer con barba deja alucinado a cualquiera! Y lo mismo pasa con los hombres; lo que pasa es que las mujeres son muy pacientes, muy tolerantes. Incluso toleran a la gente sin barba. Ningún hombre toleraría que su mujer tuviera barba, te lo digo; es un hecho absolutamente seguro. ¡O la echa de casa o se suicida! Pero millones de mujeres toleran a hombres imberbes.

La naturaleza nunca hace nada sin una razón. Cuando miro a los hombres imberbes, parece que les falta algo. ¡Simplemente mira a Milarepa! La primera vez que le vi aquí me quedé conmocionado. Estaba tan guapo con barba y ahora, ¡parece un idiota! Ha perdido toda su grandeza.

Simplemente vive con inteligencia.

Si se te dice algo, decide si es correcto o equivocado, entonces puedes evitar todos los sentimientos de culpabilidad. A menos que tomes tu propia decisión, cuando no hagas lo que se te diga te sentirás culpable, y cuando lo hagas también. Si haces lo que se te dice sentirás que estás siendo obediente, servil, que no te estás afirmando, que no estás siendo tú mismo. Y si no lo haces, entonces también te sentirás culpable; quizá era lo que había que hacer y no lo estás haciendo.

Toda esta torpeza no es necesaria. Basta con ser simple. Si se te dice algo, responde inteligentemente. Y decida lo que decida tu inteligencia, hazlo sabiendo que tú eres el responsable. Entonces ya no puede haber culpabilidad.

Si no vas a hacerlo, explica a la persona por qué no lo haces. Y explícalo sin ira, porque la ira sólo demuestra que eres débil, que realmente no tienes una respuesta inteligente. La ira siempre es una señal de debilidad. Explícalo todo sencilla y llanamente; quizá la otra persona descubra que tienes razón y te lo agradezca. O quizá tenga mejores razones que tú; entonces te sentirás agradecido porque ha elevado tu nivel de consciencia.

Usa cada oportunidad en la vida para aumentar tu inteligencia, tu consciencia.

Habitualmente lo que hacemos es aprovechar todas las oportunidades para crearnos un infierno. TÚ estás sufriendo solo, y como sufres, haces que los demás también sufran. Como hay tanta gente viviendo junta y como todos alimentan el sufrimiento mutuo, se va multiplicando. Así es como todo el mundo se ha convertido en un infierno.

Pero la situación puede cambiar instantáneamente.

Basta con entender el elemento básico: sin inteligencia no hay cielo.

Amado Osho,
Se te ha llamado «el genio del absurdo.» Tu camino en el mundo parece tan inexorablemente salvaje y loco que mucha gente -quizá toda la gente se siente maravillada o confundida; y a veces también enfadada. Pero que el Parlamento europeo reúna votos para prohibirte la entrada en Europa para siempre también parece absurdo y loco. Me pregunto quién es más absurdo, tú o ellos. ¿Qué podemos descubrir de la verdad en tu absurdo?

Ellos no son absurdos; están funcionando muy lógicamente. Pueden ver el peligro potencial que supongo para las generaciones jóvenes, que puede destruir siglos de sus intereses creados.





Ellos no son absurdos. Puede parecer absurdo -todo el mundo en contra de un solo hombre-, pero es muy lógico. Pueden ver que lo que digo es verdad, y no tienen forma de defender su moralidad, su matrimonio, su familia, su estructura social. Naturalmente no quieren que entre en contacto con su juventud, porque los jóvenes de hoy serán poderosos mañana. Y si su juventud se siente inflamada por mis ideas, mañana el viejo mundo colapsará completamente.

Toman todas las medidas para preservar lo viejo y para impedir lo nuevo; y es muy lógico. Yo ciertamente soy absurdo.

Tienes que comprender el significado de lo absurdo. En la vida, todo lo que es significativo es absurdo. Cuando te enamoras de alguien es absurdo, no es lógico. No puedes dar razones lógicas para explicar por qué te has enamorado de esa persona particular, hombre o mujer. Algo más allá de ti te ha agarrado. No se trata de una acción tuya. Aunque quisieras evitarlo, no podrías; de hecho, estás totalmente desvalido.

Tu alegría en medio de un mundo lleno de miseria también es absurda. No tiene relación posible con la miseria de la humanidad. Estás completamente solo. Todo lo que es valioso -te gusta la música, te encanta la belleza, buscas la verdad, quieres conocerte a ti mismo-, todas ellas son actividades absurdas.

Meditar es absurdo; sería mejor y más lógico ganar dinero.

Justo antes de salir de Nepal, vinieron un grupo de sannyasins de Delhi para impedirme que saliera de Nepal o de India; eran una especie de delegación. Estaban dispuestos a comprar un palacio y hacer todos los preparativos para crear una comuna. Pero yo les dije: «Ahora mismo estáis comportándoos de una manera muy emocional. Vais a tener dificultades. El palacio vale un millón de dólares. Quizá podáis reunir ese dinero con donaciones diciendo que si no se compra el palacio, yo me voy. Pero el palacio no es lo único; había al menos cincuenta personas viviendo en él y no podréis mantenerlas.

“No es una cuestión de un día, así que sed lógicos. Me pedís que me quede en India por amor, pero es absurdo. Me crearéis problemas y os los crearéis a vosotros mismos. Así es que volved y pensadlo un poco más. Esperaré aquí diez días más. Podéis volver en siete días con una decisión tomada.”

No volvieron. Deben haber comprendido las implicaciones: no habrían sido capaces de gestionarlo. Pero su insistencia surgía del amor, no de la razón.

Yo soy absurdo porque lo que os enseño va en contra de todo lo que os han enseñado. Y os han enseñado cosas durante tanto tiempo que habéis olvidado que son cuestionables.

Por ejemplo, todas las culturas del mundo han creído y han condicionado a los jóvenes con la idea de que el amor es permanente: si amas a una persona, la amarás para siempre. Esta idea ha prevalecido durante siglos en todo el mundo. Parece lógico que si amas a una persona, el mismo fenómeno del amor será permanente.

¿Y por qué la ha aceptado todo el mundo? Porque también deseas que sea permanente. Todo el mundo quiere que su amor sea permanente.

Así pues la idea tradicional y tu deseo se sincronizan, y se hace verdad... tanto es así que si tu amor cambia, entonces no sólo los demás, hasta tú mismo empiezas a pensar que no era amor; por eso ha cambiado. No cambias tu idea básica de que el amor es permanente, sino que empiezas a pensar: «Quizá lo que yo pensaba que era amor no es amor, Porque ha cambiado y el amor no cambia.»

Estoy obligado a ser absurdo porque quiero decirte que en la vida todo cambia, a pesar de tus deseos de que no cambie. Poco importa que te sientes junto al río y desees que no fluya, que las estaciones no cambien, que las flores no mueran, que la juventud nunca se transforme en vejez, que la vida no acabe en una tumba.

Deja tus deseos aparte... la existencia no escucha tus deseos, y tampoco los sigue, por muy hermosos y piadosos que sean. La existencia sigue su propio camino.





Todo cambia, y el amor no es una excepción.

Quizá yo sea la única persona que quiere dejar claro a todo el mundo que el amor cambia: comienza, madura, envejece, muere. Y creo que está bien tal como es. Te da muchas más oportunidades de amar a otras personas, de hacer la vida más feliz, porque cada persona tiene algo especial con lo que contribuir. Cuanto más amas, cuanto más rico eres, más amoroso te vuelves.

Y si se abandona la vieja idea de la permanencia, los celos también desaparecen; los celos no tienen sentido. De la misma forma que te enamoras y no puedes hacer nada al respecto, un día te desenamoras y tampoco puedes hacer nada al respecto. Una brisa entró en tu vida y pasó. Era buena, hermosa, fragante y fresca, y te hubiera gustado que hubiera estado siempre presente. Intentaste con empeño cerrar todas las puertas y ventanas, mantener la brisa fresca y fragante. Pero al cerrar las puertas y ventanas, mataste la brisa, su frescura, su fragancia; adquirió un sabor rancio.

Todos los matrimonios tienen un sabor rancio.

Soy absurdo porque no quiero imponer la lógica -que es humana- sobre la existencia. Cuando tratas de imponer la lógica sobre la existencia sólo te creas desgracias porque vas a fracasar; tu fracaso será absoluto. Millones de personas siguen pretendiendo que se aman. Se amaron una vez, pero ahora sólo es un recuerdo que se hace más tenue cada día. Pero debido a la idea de la permanencia temen decir la verdad.

No es ira, no es odio; no es que haya algo contra el otro. Simplemente ocurre así en la vida: el amor cambia. Es estacional, y es bueno tener verano y tener invierno, y tener lluvias..., tener primavera y otoño.

Puedes vivir toda tu vida como algo lógico o como algo existencial. Lo existencial será absurdo. En un momento es de una forma y en otro momento es de otra. Te queda la opción de aparentar que sigue siendo lo mismo, o de ser honesto y sincero y decir que fue un momento muy bello pero ya pasó.

El oasis pasó y ahora estamos en el desierto, y sabemos que estamos en el desierto; no podemos disfrutar, no podemos estar alegres. Pero seguimos ligados el uno al otro por la idea del amor permanente. El amor permanente es una idea lógica.

El amor real es una rosa real: va a cambiar. Va a ir tomando formas diferentes, tonalidades diferentes desde la mañana hasta la noche; y cuando llegue la noche se irá. Y no creo que haya nada malo en ello.

El amor sólo es un ejemplo. Toda tu vida está llena de cosas así. Por ejemplo, a cada niño se le enseña que debe respetar a sus padres, a sus profesores, a sus mayores. El respeto es una experiencia muy hermosa, pero cuando tienes que mostrar respeto por pura formalidad, es feo.

Cuando era niño me decían una y otra vez: «Tienes que ser respetuoso.»

Yo solía decirle a mi padre: «Antes de decirme que tenga respeto a alguien, al menos deberías asegurarte de que se lo merece, si no estás haciendo que yo sea falso. Sé que un hombre no merece respeto, pero como es mayor, se supone que debo respetarlo. Estoy dispuesto a ser respetuoso, pero debe haber algo que corresponda a mi respeto. Si no es así, ¿para qué voy a ser respetuoso?».

Durante siglos y siglos la misma idea en distintas dimensiones... se respetuoso con tus padres. ¿Pero por qué? ¿Únicamente porque te han traído al mundo? ¿No fue una alegría para ellos? Si fue una alegría para ellos ya tienen su recompensa. Si ahora quieren tu respeto, deben merecerlo.

Y mi padre decía: «Siempre dices cosas absurdas. Vivimos en sociedad y la sociedad funciona porque existe cierta disciplina. Hay que seguir ciertas formalidades; si no serás aplastado por la sociedad. Por lo tanto, no seas absurdo.» Me lo decía continuamente.

Y yo dije: «No quiero ser aplastado por la sociedad, pero no puedo comportarme lógicamente viendo que la existencia se mueve en otra dirección. Lo que dices es lógico. Estás diciendo: "Así es como las cosas se han hecho siempre y así es como deben hacerse."».

Y hay cierta lógica en ello: si eres respetuoso con los demás, los demás serán respetuosos contigo; si ayudas a la sociedad, ella te ayudará a ti. Pero si criticas a la sociedad, si le encuentras defectos por todas partes, te quedarás solo, y no puedes ganar contra la gran mayoría.

La lógica es la forma de salir ganando en la sociedad.

Si eres lógico, te resultará más fácil ir subiendo peldaños.

Yo dije: «Me gustaría ser veraz con la existencia y la existencia es absurda. No tiene lógica, ni significado. Tiene una inmensa belleza, tienes tremendas posibilidades de éxtasis, pero no puedes extraer de ella un sistema lógico.»

Por eso, recuérdalo: El Parlamento europeo, el Gobierno americano -y otros que pronto les seguirán- se están comportando muy lógicamente.

Pero yo no soy un lógico.

Soy un existencialista.

Creo en el caos de la existencia, hermoso y carente de sentido, y estoy dispuesto a ir donde me lleve.

Yo no tengo un objetivo, porque la existencia no tiene objetivos. Simplemente es, floreciendo, abriéndose, bailando; pero no preguntes por qué. Es sencillamente un gran flujo de energía, sin ninguna razón en absoluto.

Yo estoy con la existencia.

Y eso es lo que llamo ser un sannyasin: Estar con la existencia.

A lo único que tendrás que renunciar es a tu mente lógica. Por eso empieza a vivir de una manera existencial aunque ilógica.

El mundo puede decir que eres absurdo, que estás loco...





¿Y qué?

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