Capítulo 2
Tu mente es Judas
Amado Osho:
Te oigo decir que todos somos hojas del mismo árbol y que la iluminación sólo es posible cuando nos juntamos. Por otro lado, te oigo decir que únicamente el individuo puede realizar su ser en profunda soledad.
Siento que ambas afirmaciones son justas, pero no llego a comprenderlas del todo. Por favor, coméntalas.
Ambas tienen razón, pero son aparentemente contradictorias; de ahí la confusión. Por un lado digo que cuando eres uno con la existencia, llegas a la realización; y ser uno con la existencia significa que desapareces, que dejas de ser. Y por otro lado te estoy diciendo que seas tú mismo, que seas tu verdadero rostro original; sólo entonces puedes experimentar la realización.
Puedo ver tu dilema. Sientes que ambas afirmaciones tienen razón -esto es significativo y algo a recordar: sientes que, ambas tienen razón- pero tu mente no está convencida, tu pensamiento no está convencido. Tu pensamiento crea preguntas: ¿Cómo pueden tener razón al mismo tiempo?
La mente funciona con el principio de exclusión: o esto es correcto o su opuesto es lo que es correcto. Ambas cosas no pueden ser correctas a la vez, al menos en lo tocante a la mente, a la lógica mental, a la racionalidad...
Si la mente funciona con este principio de exclusión o/o -una cosa o la otra-, el corazón funciona con el principio de inclusión, ambas/y. El corazón no tiene lógica sino sensibilidad, perceptividad.
Puede ver que no sólo ambas pueden darse a la vez sino que, de hecho, no son dos. Se trata de un único fenómeno visto desde dos perspectivas diferentes. Y hay mucho más que esas dos, por eso digo «ambas/y».
El corazón siempre tiene razón. Si surge la cuestión de elegir entre la cabeza y el corazón..., ocurre porque la mente es una creación social. Ha sido educada, te ha sido dada por la sociedad, no por la existencia. El corazón no está polucionado.
Es pura existencia:
De ahí su sensibilidad.
Si miras desde el punto de vista del corazón, las contradicciones comienzan a disolverse como el hielo.
Yo os digo: sed uno con el Universo; tenéis que desaparecer y dejar que la existencia sea. Simplemente tenéis que estar ausentes para que la existencia pueda estar presente en su totalidad. Pero lo que tiene que desaparecer no es tu realidad, sólo es tu personalidad. Es sólo una idea dentro de ti. En realidad ya eres uno con la existencia; no puedes existir de ninguna otra forma.
Tú eres la existencia.
Pero la personalidad crea un engaño y te hace sentirte separado.
Puedes asumir que estás separado: la existencia te da una libertad total, incluso la de ir contra ella misma. Puedes pensar que eres una entidad separada, un ego. Esa es la barrera que te impide fundirte con la amplitud que te rodea a cada momento.
No tiene puertas cerradas, todas sus puertas están abiertas. A veces sientes que una puerta se abre, pero sólo durante un momento; tu personalidad no puede permitirse más. A esos momentos les llamas momentos de belleza, momentos de éxtasis.
Cuando miras el atardecer, durante un segundo olvidas tu separación. Eres el atardecer. En ese momento sientes su belleza. Pero en el momento que dices que es un atardecer precioso, ya no lo sientes; has vuelto a la entidad separada y encerrada que es tu ego. Ahora la que habla es la mente.
Y este es uno de los misterios: la mente puede hablar aunque no sabe nada y el corazón, que lo sabe todo, no puede hablar.
Quizá el hecho de saber demasiado hace que resulte difícil hablar. La mente sabe tan poco que puede hablar. El lenguaje es suficiente para ella, pero no es así para el corazón.
A veces, bajo el impacto del momento -una noche estrellada, un amanecer, una hermosa flor-, y durante un momento, olvidas que estás separado. Y olvidarlo libera una tremenda belleza y éxtasis.
Cuando te digo que tienes que desaparecer para lograr la realización suprema, no me refiero a ti; me refiero al tú que no eres tú. Me refiero al tú que crees ser.
Y la segunda afirmación es que sólo sintiéndote uno con existencia, totalmente disuelto en ella, te realizas a ti mismo, llegas a la verdad...
No hay contradicción para el corazón porque este «tú» que haces realidad cuando eres uno con la existencia no es el viejo tú. Aquél era tu personalidad y éste es tu individualidad. Aquél te fue dado por la sociedad y éste es natural, real, es un don de la existencia. Puedes olvidarlo pero no puedes destruirlo.
El otro tú, el falso tú, puedes crearlo, pero no puedes hacerlo real. Seguirá siendo una sombra, un rostro pintado. Nunca se convertirá en tu rostro original.
Cuando era profesor universitario, había una pequeña calle en el campus de los profesores. Había muy pocos bungalows, pero eran los mejores. Eran para los decanos, para el vicecanciller y para los directores de los departamentos. La calle era silenciosa, vacía, sin tráfico... y no era muy larga. Tenía unos cientos de metros, luego acababa y no tenía salida; desde allí se divisaba un profundo valle.
Cuando llovía... me encantaba pasear bajo la lluvia. Los de la última casa se habían dado cuenta..., veían que ocurría una y otra vez: cada vez que llovía yo aparecía en aquella calle. Y la suya era la última casa, después estaba el valle.
Pensaron que debía estar loco: sin paraguas, empapado, con barba y pelo largo, y caminando tan despacio y con tanta soltura... como si la lluvia no fuera un problema. Y después solía quedarme de pie junto a un gran árbol bodhi, al final de la calle.
El árbol bodhi tiene muchas bellezas. Una de sus bellezas es que sus hojas tienen una forma tal que cuando llueve puedes refugiarte en él: las hojas impiden que el agua te moje. Y como el follaje es muy denso, toda el agua es absorbida por las hojas. Son como tazas, absorben una enorme cantidad de agua.
Si la lluvia te sorprende y no quieres mojarte la ropa; el árbol bodhi te protege más que ningún otro. Pero la otra belleza es -y ésta era la importante para mí- que cuando la lluvia se detiene, entonces empieza a llover bajo el árbol bodhi. Porque... ¿cuánto tiempo puede contener toda el agua? Antes o después se va haciendo más pesado y las hojas comienzan... Por eso, cuando todo el mundo está en silencio; llueve bajo el árbol bodhi.
Yo solía ir hasta el final de la calle y descansaba bajo el árbol bodhi. Para la gente de la casa aquello era otra locura. El árbol bodhi sólo te protege durante los primeros minutos; después, es un lugar peligroso, el más peligroso. Después de que la lluvia se haya detenido seguirá lloviendo bajo el árbol bodhi al menos durante una hora.
Los niños de la casa, la esposa, las hijas, los hijos, todos se reunían en el balcón para mirarme. Y aquello se convirtió en un absoluto para ellos, ambas cosas pasaban simultáneamente: llovía y yo iba a su casa.
La casa fue asignada a uno de los físicos más importantes, el director del departamento de física. Él se sentía muy interesado en mí porque de vez en cuando yo decía cosas que aproximaban mucho la física y el misticismo, los hacía aproximarse más de lo que habían estado nunca. Quizá los físicos puedan hacer las mismas afirmaciones que hacen los místicos.
Era un hombre muy humilde. Había estado enseñando en diversas universidades de todo el mundo. Cuando yo daba una conferencia en el sindicato de estudiantes, lo que hacía casi todas las semanas una o dos veces..., era seguro que estaría entre el público, que vendría a oírme. Muchos otros profesores solían venir, pero él era el más regular. Y nos hicimos amigos.
Era muy mayor. Había trabajado con Albert Einstein y cuando murió, cubrió su plaza en América porque era su colega más cercano y ningún otro excepto él podía ocupar su lugar.
Nos hicimos tan amigos que me dijo: «Quiero que vengas a mi casa alguna vez; me gustaría presentarte a mi esposa y a mis hijos.» No tenía ni idea de que ellos ya me conocían y yo también les conocía.
Cuando llegué a su casa todos empezaron a reírse y él se enfadó mucho. Les dijo: «He traído a un amigo. Acepto que es joven y yo ya soy muy mayor, y que la nuestra es una amistad curiosa, pero nuestras concepciones de la realidad son muy similares y no deberíais comportaros así; nunca lo habíais hecho.»
Pero la esposa dijo: «Tú no conoces a este hombre.»
Y yo le dije: «Ella tiene razón: nos hemos estado conociendo durante casi dos años.»
Él dijo: «¡Qué! ¿Conoces a mi esposa y a mis hijos?».
Y yo le respondí: «En realidad no nos conocemos, pero existe entre nosotros cierta familiaridad.» Y después añadí: «Cuando llueve vengo aquí, a esta calle; me encanta la lluvia y a estas personas les encanta mirarme: soy el loco. Y no pienso que sean maleducados porque se estén riendo mientras me presentas...; ni tu esposa puede contenerse.»
Este físico conoció a algún sannyasin en América y me envió un mensaje: «Eres la última persona a la que quiero ver y voy a volver a India en cuanto pueda sólo para verte. Y la razón es que siento que tienes toda la razón al decir que el corazón ve las cosas con más precisión que la mente.»
Pero antes de poder volver a India, murió. Siento que debí de estar en sus pensamientos cuando murió.
En lo que se refiere a nuestra realidad, somos uno. En lo que se refiere a nuestros egos prefabricados parecemos seres separados.
Por eso, cuando digo que disolváis vuestro «yo», me refiero a vuestra propia creación, o a la creación social en vosotros. Simplemente sentid el silencio del momento en el que no sois; entonces os sentiréis en sintonía con las nubes, con el océano y con las montañas.
El día en que lo dejas caer completamente es el mejor día de tú vida, porque te aporta todo el Universo. No pierdes nada -sólo una idea falsa- y lo consigues todo: todo el Universo, el infinito Universo con todas sus bellezas, con todos sus tesoros.
Pero antes de poder soltar el falso «yo» tienes que encontrar el «yo» verdadero; de otro modo te sentirás muy vacío.
Por eso te digo, sé un individuo, sé tú mismo.
Esto significa que cuando sientas tu realidad, serás capaz -sin ningún tipo de problema- de soltar lo falso. De hecho lo falso se soltará solo. A medida que entre lo real, lo falso saldrá. Y, desde cierto punto de vista, lo real es individual: individualidad frente a personalidad.
La personalidad sólo es una mezcolanza; tu madre puso algo allí, tu padre puso algo, los vecinos pusieron algo, los amigos, la esposa, los profesores, los sacerdotes, los líderes... Es un trabajo de retales, no es algo indivisible.
Casi se cae a trozos -cualquier movimiento o pequeño accidente puede hacer que se caiga a trozos-, no hay un alma que conecte todas sus partes. No tiene totalidad, sólo partes.
Frente a «personalidad», yo uso la palabra «individualidad», en el sentido de indivisibilidad. Individual significa indivisible: no puedes dividirlo, no tiene partes, tampoco puede caerse a trozos. Es una roca sólida, es de una pieza, si la comparamos con la personalidad. Pero eso sólo es un aspecto.
Visto desde lo universal, tampoco eres un individuo. Incluso esa demarcación desaparece. Eres la totalidad. Los vientos, los árboles, la luna no están separados en ninguna parte; y tú tampoco lo estás. Respiras a cada momento. La existencia no está separada de ti, aunque pienses que estás separado.
Y saber que no estás separado es un gran logro. Entonces todo el miedo a romperte la cara, a perder tu personalidad -que siempre se está deslizando- desaparece. Has vuelto a los orígenes. Has vuelto a lo eterno, a lo universal.
A esto le llamo iluminación.
Estás lleno de luz y de claridad.
Ahora vives todo el misterio de la existencia.
Cuando ves una rosa, te conviertes en ella. No la ves desde fuera; la sientes desde su ser más interno. Sus pétalos son tuyos, su perfume es tuyo. No eres un observador: eres ella.
Krishnamurti solía decirlo una y otra vez lo repitió durante toda su vida; pienso que la gente que le escuchaba no le prestaba mucha atención. Es su observación más repetida: lo observado se convierte en el observador y el observador se convierte en lo observado.
No ves un atardecer lejano; estás en él, eres parte de esos colores preciosos. Y vivir la existencia en esa profunda empatía es la experiencia más rica que un hombre puede tener.
Confía en tus sentimientos; nunca confíes en tu mente. Tu mente es Judas.
Amado Osho,
Cuanto más entro en meditación, más responsable me siento de mí mismo y de la situación existente en todo el mundo. ¿Cómo es posible?
Es lo mismo, se trata de la misma pregunta. Cuanto más seas tú mismo más responsable te sentirás del mundo porque te estás convirtiendo en parte del mundo, no estás separado de él. El hecho de ser tú mismo implica una tremenda responsabilidad, pero no es una carga. Es una alegría poder hacer algo por la existencia.
La existencia ha hecho tanto por ti que no hay forma de devolvérselo. Pero hay algo que puedes hacer. Será muy pequeño en comparación con lo que la existencia ha hecho por nosotros, pero demostrará nuestra gratitud. La cuestión no reside en si es mucho o es poco; la cuestión está en que es nuestra oración, nuestra gratitud, y nuestra totalidad está implicada en ella.
Sí, ocurrirá: cuanto más seas tú mismo, más sentirás responsabilidades que no habías sentido antes.
Esto me recuerda... En vida de Mahavira, el más importante de los filósofos Jainas,..., él va peregrinando de pueblo en pueblo con su discípulo más cercano, Goshalak. Y la cuestión que están discutiendo es la siguiente: Mahavira insiste en que «tu responsabilidad hacia la existencia muestra en qué medida has alcanzado tu auténtica realidad. No podemos ver tu auténtica realidad, pero podemos ver tu responsabilidad.»
Mientras van caminando se encuentran con una plantita. Y Goshalak, que es un lógico, arranca la planta y la tira. Era una planta pequeña con una raíces también pequeñas.
Mahavira dijo: «Eso es una irresponsabilidad. Pero no se puede hacer nada contra la existencia. Puedes intentarlo, pero te devolverá el disparo.»
Goshalak dijo: «¿Qué puede hacerme la existencia? He arrancado la planta; ahora la existencia no puede devolverle la vida.»
Mahavira se rió. Entraron en la ciudad y se dispusieron a mendigar su comida. Después de comer volvieron a pasar por el mismo lugar y se quedaron sorprendidos: la planta había vuelto a enraizar. Mientras estaban en la ciudad había comenzado a llover y las raíces de la planta, con ayuda de la lluvia, volvieron al suelo. Las raíces eran pequeñas, hacía viento y el viento ayudó a la planta a mantenerse en pie.
Para cuando volvieron, la planta ya estaba en su posición normal. Mahavira dijo: «Mira la planta. Te dije que no puedes hacer nada contra la existencia. Puedes intentarlo, pero eso se volverá contra ti, porque te separará cada vez más de tu existencia. No te acercará más a ella.
Simplemente mira la planta. Nadie podría imaginar que esto iba a ocurrir, que la lluvia y el viento juntos iban a conseguir que volviera a enraizar. Va a vivir su vida.
Nos parece una planta pequeña pero es parte de un vasto Universo, de una vasta existencia, del mayor poder que existe.»
Y Mahavira dijo a Goshalak: «Desde este momento nuestros caminos se separan. No puedo permitir que viva conmigo un hombre que va en contra de la existencia y no siente ninguna responsabilidad.»
Toda la filosofía de la no-violencia de Mahavira puede expresarse mejor como una filosofía de veneración de la existencia. La no-violencia es simplemente parte de ella.
Es algo que seguirá ocurriendo: cuanto más te encuentres a ti mismo, más responsable te sentirás de cosas que nunca antes te habían importado. Haz que ese sea tu criterio: cuanto más responsable te sientas de la gente, de las cosas, de la existencia, más tranquilo puedes sentirte porque estás en la pista adecuada.
Uno de mis profesores universitarios, el doctor Ras Biharidas –que era un anciano- había vivido toda su vida solo porque se sentía tan contento y tan alegre consigo mismo que nunca necesitó a nadie.
Era el director del departamento, por lo que tenía un gran bungalow, y vivía solo en él. A medida que nos fuimos conociendo se fue mos¬trando muy amoroso conmigo, era como un padre.
Me dijo: “No hace falta que vivas en una residencia, puedes venir a vivir conmigo. Toda mi vida he vivido solo...». Solía tocar el sitar; quizá mejor que ninguna otra persona a la que yo haya oído, y eso que he oído a los mejores. Pero nunca lo tocaba para entretener a la gente, sólo tocaba por pura alegría.
Y tenía unos horarios que nadie habría imaginado...; solía tocar el sitar todos los días a las tres de la mañana, y había estado tocándolo durante setenta años. Las dificultades surgieron desde el primer día porque yo solía leer hasta las tres de la mañana y después me iba a la cama, justo cuando a él le llegaba la hora de despertar.
Y esto era una molestia para ambos porque a mí me encantaba leer las cosas que me gustaban no en silencio, sino en voz alta. Cuando únicamente lees con los ojos sólo puede haber una conexión parcial. Pero cuando lees poesía en voz alta entras en ella, por un momento te conviertes en el poeta. Te olvidas de que es la poesía de otra persona y se convierte en parte de tu sangre, de tus huesos, de tu tuétano.
Naturalmente le costaba dormir. Y cuando yo iba a dormir a las tres también me costaba caer dormido. Él estaba tocando sus instrumentos eléctricos: la guitarra, el sitar, y demás instrumentos, muy cerca de mí, justo en la habitación de al lado. En dos días ambos estábamos cansados de la situación.
Él me dijo: «quédate a vivir en esta casa, ¡yo me voy!».
Yo respondí: «No tienes por qué irte, ¿y a dónde irías? Por lo menos yo tengo plaza en la residencia. Yo me iré».
Pero él dijo: «No puedo decirte que te vayas. Te quiero, me encanta que estés aquí. Pero los hábitos de cada uno de nosotros son un peligro para el otro. Nunca me he inmiscuido en la vida de nadie ni nadie se ha inmiscuido en la mía. Y, como te conozco, sé que no te vas a inmiscuir en mi vida. ¡Pero eso nos matará a los dos! No me vas a decir: "Cambia de horario.» Yo no puedo pedirte que dejes la casa; por eso te digo que me voy, quédate a vivir aquí.»
Yo le persuadí: «No puedo vivir aquí. Una vez que te vayas la universidad no lo permitiría, esta casa te ha sido asignada a ti. Yo tengo que ir a mi residencia.» Me acompañó hasta la residencia con lágrimas en los ojos.
Lo he recordado en este momento porque nunca he conocido a nadie en mi vida que fuera tan sensible, tan cuidadoso. Incluso si chocaba accidentalmente con una silla, le pedía perdón... a la silla. Le dije: «Doctor Biharidas, ¡esto es ir demasiado lejos!».
Y me respondió: «Así es como me siento. He golpeado a la pobre silla. Ella no puede hablar; si pudiera, se sentiría enfadada. Y ella es parte de la totalidad de mi cosmos, me ha servido y yo no me he mostrado amistoso con ella; la he golpeado. Tengo que pedirle perdón.»
La gente de la universidad pensaba que estaba loco: en este mundo no se puede pensar que un hombre que pide perdón a una silla esté cuerdo. Pero yo le observé cuidadosamente y era una de las personas más sanas. Era tremendamente responsable.
No me podía decir... que era su casa. Podría haberme dicho: «Lee en silencio», o «lee en otro momento», o «lee mientras toco mis instrumentos.» Pero él nunca haría algo así. Eso hubiera sido sencillo, es lo que todo el mundo hace. Pero su sensibilidad y su profundo respeto por la otra persona... incluso su veneración por las cosas era impecable.
La gente observaba su comportamiento y pensaba: «no está en su sano juicio.» Pero nadie se molestaba en pensar que estar en su sano juicio hace que la gente se sienta responsable, tan responsable que a los demás les puede parecer un loco.
Por ejemplo, durante toda su vida Mahavira sólo durmió sobre un costado. No cambiaba de lado por la noche. Cuando le preguntaron por qué, él respondió que vivía desnudo, no tenía nada, se tumbaba directamente sobre el suelo... Y si cambiaba de lado, alguna hormiga, algún pequeño insecto podría verse aplastado... y él no quería que ocurriera. Su responsabilidad hacia las cosas pequeñas simplemente demuestra su integridad en relación a la existencia.
Su forma de mendigar os aclarará a qué me refiero. Ninguna otra persona, en ningún lugar del mundo, ha hecho algo que demostrara tanta confianza en la existencia. Por la mañana, después de su meditación, visualizaba bajo qué condiciones recibiría su alimento de ese día. Y a veces pasaban treinta días antes de que pudiera recibir comida alguna porque lo que había visualizado, una condición particular, no se cumplía. Cosas extrañas...
Por ejemplo, pensaba que aceptaría comida si la mujer de la casa donde estaba mendigando salía a darle comida con un niño en brazos mamando de su pecho. Sólo entonces aceptaría comida de aquella mujer; si no era así, daba el día por hecho. Al día siguiente volvería a intentarlo. Su gente le repetía constantemente: «¡Esto es extraño! Ha habido grandes ascetas... se puede ayunar todo lo que uno quiera, pero esto es otra cosa.»
Él les dijo: «No se trata de ayunar. Lo estoy dejando en manos de la existencia y creo una condición para saber si la existencia quiere que tome alimento este día o no. Es algo entre la existencia y yo. Si la condición no se cumple, eso significa que la existencia quiere que ayune. No es mi ayuno, sino que simplemente la existencia no quiere que coma hoy, y la sabiduría de la totalidad es mayor.»
Y a veces se cumplían condiciones tan extrañas que nadie las hubiera creído posibles. Por ejemplo, una de las condiciones que se cumplió... después de trece días de ayuno y de hambre siguió adelante, no cambiaría de condición hasta que aquella condición se cumpliera. Sólo la cambiaría cuando se hubiera realizado; y entonces añadiría una segunda condición.
La condición era que una princesa -no una mujer ordinaria, sino una gran princesa- con las piernas encadenadas y las manos esposadas... si ella le ofrecía alimento, lo aceptaría. Pero esto es pedir algo muy absurdo. Para empezar, si era una princesa, ¿por qué tendría las manos esposadas y los pies encadenados? Y si estuviera esposada y con los pies encadenados, ¡estaría en la cárcel! Podría ser una princesa, pero no podría ofrecerle comida.
Pero ocurrió que uno de los reyes se enfadó mucho con su hija -cuyo nombre era Chandana- y por eso ordenó que la mantuvieran esposada y encadenada durante veinticuatro horas. Pero no la llevaron a la cárcel, podía moverse libremente por su casa.
Y cuando llegó Mahavira... Y esa era la cuestión que había creado todo el problema: ella quería ofrecer alimento a Mahavira. Ella le amaba, le encantaba su forma de pensar, pero su padre estaba absolutamente en contra. Por eso estaba encadenada y esposada; así no podría salir de casa porque se sentiría muy avergonzada.
Cuando llegó, Mahavira iba acompañado por miles de seguidores.
Pero ella salió con su comida y los miles de seguidores no podían creer lo que estaban viendo, porque aquel mismo día, después de trece días de ayuno, habían insistido: «Mahavira, nos gustaría saber ¿Cuál es la condición?». No se lo vamos a decir a nadie; sólo queremos saber si tus condiciones tienen algún sentido. ¿Es la existencia lo suficientemente cuidadosa, lo suficientemente compasiva? ¿Le importas? Por una vez queremos saber: ¿Cuál es la condición?».
Él dijo: «Esta es la condición...».
Le respondieron: «Por Dios, ¡quizá no se cumpla nunca!».
Y Mahavira dijo: «Eso simplemente significaría que la existencia no me necesita. No, tengo queja; quizá mi trabajo se haya completado, y soy una carga innecesaria.» Pero la condición se cumplió.
Semejante confianza en la existencia, semejante confianza inalterable, se presenta cuando empiezas a tomar responsabilidades. A medida que te vas sintiendo más responsable de las pequeñas cosas que te rodean, la respuesta de la existencia se multiplica por mil. No eres un perdedor.
Amado Osho,
¿Puede un fumador empedernido volverse meditativo? He fuma¬do durante veinticinco años y creo que fumar me impide entrar más a fondo en la meditación. Pero no puedo dejarlo. ¿Puedes decirme algo al respecto?
Un meditador no puede fumar por la simple razón de que nunca se siente nervioso, ansioso, tenso. Fumar ayuda momentáneamente a olvidar las propias ansiedades, las tensiones, los nervios. Hay otras cosas que pueden tener el mismo efecto: mascar chicle puede hacer el mismo efecto, pero fumar lo consigue mejor.
En tu inconsciente profundo, fumar está asociado con chupar leche del pecho de tu madre. Con el desarrollo de la civilización, ninguna mujer quiere criar a su hijo dándole pecho, de manera natural; el niño destruirá el pecho. El pecho perderá su redondez, su belleza.
Las necesidades del niño son muy diferentes. El niño no necesita un pecho redondo porque con un pecho redondo el niño moriría. Si el pecho es muy redondo, el niño no puede respirar mientras chupa la leche porque le aplasta la nariz y se asfixia.
Las necesidades del niño son diferentes de las del pintor, de las del poeta, de las de los hombres con sensibilidad estética. El niño necesita un pecho alargado para que su nariz quede libre y pueda hacer ambas cosas: respirar y alimentarse. Por eso cada niño intentará adaptar el pecho a sus necesidades. Y ninguna mujer desea que su pecho se vea destruido. Es parte de su belleza, de su cuerpo, de su forma.
Por eso, con el desarrollo de la civilización, a los niños se les desteta antes cada vez. Y el anhelo de beber de sus madres sigue estando presente en sus mentes. Cuando las personas están nerviosas, en tensión, ansiosas, el cigarrillo ayuda. Les ayuda a convertirse de nuevo en un niño relajado en el regazo de su madre.
El cigarrillo es muy simbólico. Es como el pezón de la madre, y el 'humo' que lo atraviesa está caliente como la leche. Por eso hay una cierta similitud, y cuando te hace efecto, durante un momento te conviertes en un niño sin ansiedades, sin problemas, sin responsabilidades.
Dices que has estado fumando durante treinta años, que eres un fumador empedernido; quieres dejarlo pero no puedes. No puedes... porque tienes que cambiar las causas que han producido esta situación.
He tenido éxito con muchos de mis sannyasins. Al principio se reían cuando les sugerí...; no podían creer que una solución tan simple les pudiera ayudar. Yo les dije: «No intentéis dejar de fumar, lo que tenéis que hacer es conseguir un biberón. Y por la noche, cuando nadie os vea, debajo de la manta, disfrutad de la leche caliente. Al menos no os hará ningún daño.»
Entonces me preguntaron: «¿Y cómo nos va a ayudar hacer eso?».
Yo les dije: «Olvidaos de todo, del por qué y del cómo, simplemente hacedlo. Tomaréis un buen alimento antes de ir a dormir que no puede haceros ningún daño. Y siento que al día siguiente no tendréis tanta necesidad de fumar. Ya me contaréis.»
Se sintieron sorprendidos... Poco a poco los cigarrillos fueron desapareciendo, porque la necesidad básica que les había quedado pendiente se estaba satisfaciendo: ya no eran niños, iban madurando y los cigarrillos desaparecían.
No puedes detenerlo. Entonces tienes que hacer algo que no sea tan dañino, que sea más saludable, y usarlo como sustituto de momento, mientras creces y la necesidad de cigarrillos se agota por sí misma.
Los niños pequeños lo saben: yo aprendí el secreto de ellos. Si un niño llora o grita porque tiene hambre y la madre no está presente, entonces se pone el pulgar en la boca y comienza a chupar. Se olvida del hambre, de llorar y de gritar, y se queda dormido. Ha encontrado un sustituto y aunque el sustituto no le alimenta, al menos le da la sensación de que está sucediendo algo parecido. Le relaja.
Yo lo he probado con varios de mis sannyasins, incluso lo de chuparse el dedo. Si te da miedo andar llenando el biberón, que se entere tu esposa o que te vean tus hijos, entonces lo mejor es que te vayas a dormir con el pulgar en la boca. Chúpalo y disfrútalo.
Siempre se reían pero siempre volvían diciendo: «Sí que ayuda, el número de cigarros al día siguiente es menor y sigue disminuyendo.» Quizá tardes unas semanas, pero luego los cigarrillos desaparecen. Y una vez que hayan desaparecido sin que tú tengas que detenerlos... detener cualquier cosa es reprimirla y cualquier cosa reprimida volverá de nuevo con más fuerza, querrá vengarse.
Nunca detengas nada.
Busca su causa básica e intenta encontrar algún sustituto que no te haga daño. Se trata de que la causa básica desaparezca; el cigarrillo sólo es un síntoma. Lo primero que tienes que hacer es dejar de dejarlo. La segunda es: hazte con un buen biberón y no te sientas avergonzado. Si te sientes avergonzado, utiliza el pulgar. El pulgar no es tan bueno, pero también te ayudará.
De las personas que han seguido mi consejo todavía no he visto fracasar a ninguna. Un día, de repente, la persona se da cuenta de que está destruyendo su salud innecesariamente, de que está fumando sucio humo y destruyendo sus pulmones en lugar de respirar aire limpio y puro.
Y este problema será cada vez más frecuente porque a medida que el movimiento de liberación de las mujeres se desarrolle, los niños se alimentarán cada vez menos con leche materna. No estoy diciendo que deberían alimentarse con leche materna, pero debería dárseles un sustituto para que no se produzca una herida en su inconsciente que les cree problemas; mascar chicle y cigarrillos y puros... todos ellos son síntomas. Varían según los países.
En India mascan hojas de pan, y también hay mucha gente que toma rapé. Todos estos hábitos son iguales. Tomar rapé parece una costumbre muy diferente pero no lo es tanto. La gente nerviosa, tensa, ansiosa, tomará su dosis de rapé. Les produce un buen estornudo, les aclara la mente, les da una sacudida y les hace sentirse bien.
Pero las ansiedades volverán. El rapé no puede destruirlas. Tienes que destruir la base misma del estado de nerviosismo. ¿Por qué deberías estar nervioso?
Muchos periodistas me suelen decir: «Una de las grandes dificultades que tenemos contigo es que nos sentimos nerviosos.» Y luego añaden: «Es extraño porque entrevistamos a políticos y son ellos los que se sienten nerviosos, nosotros les ponemos nerviosos. Tú nos pones nerviosos e inmediatamente surge el deseo de fumar. Pero entonces nos impides fumar: «No podéis fumar aquí.» Eres alérgico.
«¡Tienes una gran estrategia! nos pones nerviosos y tensos pero no podemos fumar porque tienes esa alergia que nos lo impide...; no nos dejas escapatoria.»
¿Pero por qué se sentirían nerviosos ante mí? Los políticos son gente poderosa: sería comprensible que se sintieran nerviosos ante ellos. Pero la verdad es que esos personajes poderosos están huecos por dentro, toman el poder prestado de otros y temen por su respetabilidad. Tienen que pensarse dos veces cada palabra que dicen. Se sienten nerviosos porque los periodistas pueden crear una situación que destruya su influencia sobre la gente. La imagen que se han creado tiene que ser cada vez mejor. Ese es su miedo. Debido a ese miedo, el periodista -cualquier periodista, por poco poder que tenga- puede ponerles nerviosos.
Yo no tengo problema. No tengo ningún deseo de ser respetable. Y ya soy lo suficientemente conocido, no pueden hacer que lo sea más. Ya he hecho todo lo que podría ponerme nervioso; ya lo he resuelto. ¿Qué podrían hacerme? No tengo ningún poder que perder y puedo decir lo que quiera porque no temo contradecirme ni ser inconsistente. Por el contrario, me gusta ser contradictorio e inconsistente.
Comienzan a sentirse nerviosos y sus nervios les provocan la idea de que tienen que hacer algo inmediatamente, actuar, para que nadie note lo nerviosos que están. Simplemente observa: cuando comiences a sentir que necesitan un cigarro, mira por qué lo necesitas. Hay algo que te está poniendo nervioso y no quieres que te pillen.
Esto me recuerda... Un día, en una iglesia de Nueva York, al entrar, el obispo vio a un hombre muy extraño, tenía el aspecto del hippie perfecto. Pero aquel hombre puso nervioso al obispo porque le miró a los ojos y le dijo: «¿Sabes quién soy? Soy el Señor Jesucristo.»
El obispo telefoneó a Roma: «¿Qué tengo que hacer?», preguntó al Papa. «Es un hombre que parece un hippie, pero también se parece a Jesucristo. Ha venido por aquí, es muy temprano y yo estoy solo. Nunca se nos ha explicado qué había que hacer cuando viniera Jesucristo, por eso quiero instrucciones. Dime algo claro para no cometer ningún error.»
El Papa mismo estaba nervioso. Dijo: «Haz sólo una cosa: ¡aparenta que estás ocupado! ¿Qué otra cosa se puede hacer? Entretanto llama a la comisaría de policía. Y aparenta que estás ocupado para que el hombre no vea que estás nervioso.»
Los cigarrillos te ayudan a parecer ocupado; encubren tus nervios. Por eso no intentes dejarlos; si lo haces, te pondrás nervioso y volverás a caer en las viejas pautas. Ese deseo está presente porque hay algo en ti que se ha quedado incompleto.
Complétalo; hay formas muy sencillas de hacerlo. Bastará con un biberón. Te dará un buen alimento, hará que te sientas más sano ¡y alejará de ti todo deseo de parecer ocupado!
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