martes

LA TERAPIA / UN GUIÓN CINEMATOGRÁFICO


Hugo Giovanetti Viola

para Jaime Roos y Matías Durañona

Escena 1

Pitu, el cupletista de La Terapia, se saca el disfraz apenas estaciona el ómnibus que transporta a la murga, y lo amontona en el asiento. Después se baja borrándose desprolijamente el maquillaje y se acerca a Rulo, que está fumando sentado en el cordón de la vereda.

Pitu (señalando una ventanilla donde hay un corazón dibujado con spray rojo): Yo me voy a tomar un tacho para volver al Club Malvín, loco. Hoy la encaro o reviento.

Rulo (alarmado): No me digas que ese corazón te lo pintó la princesa.

Pitu: Sí. Me pintó hasta el alma.

Rulo: Pa. Te zarpaste mal. Esa guacha podría ser tu nieta.

Pitu: Pero ahora es mi princesa. Acabo de hacer los últimos tres tablados con más escalofríos que si estuviera por empezar la final de Maracaná.

Rulo: Ojo que este es el primer metejón de verano que te agarrás en la vida, Pitufo. Vos nunca anduviste en la joda.

Pitu: Esto es amor profundo. Lo siento desde el primer beso que me tiró en febrero.

Rulo: Hay tantas que tiran besos.

Pitu: Pero ella pone cara de esposa.

Rulo: A vos la que te está haciendo volver loco es tu esposa.

Pitu: Mi mujer se volvió un fantasma hace más de veinte años.

Rulo (parándose): No te olvides que tu fan es una chetita, loco. Y además son las tres y media de la mañana. Lo único que vas a encontrar en el Malvín son mamados.

Pitu: Ella me está esperando porque la mandó Dios. Y cada vez que me saca una foto se ríe como la Virgen.

Rulo: A la mierda. Te zarpaste muy mal. No te olvides que esas luminosidades aprenden a cortar rostros en el kindergarten.

Pitu: Tranqui, Rulo. Me tengo una fe terrible.

Rulo (murmura mientras Pitu sale corriendo entre el resto de los murguistas): Esta noche no tengo ni tumba / sin embargo el que canta soy yo.

Escena 2

El tachero, un muchacho apenas veinteañero y de lucidez eufórica, le hace señas al murguista de que se siente adelante con él.

Tachero: Pa. No se puede creer que me haya tocado hacer un viaje con el Pitu. Tal cual.

Pitu: ¿Sos de Belvedere?

Tachero: Fanático de Liverpool y de La Terapia desde que me conozco.

Secuencia de escenas mudas donde el Tachero y el Pitu conversan y se ríen iluminados por una amistad que parece tener años.

Tachero: Pa, es muy fuerte. ¿Entonces nunca se hablaron con la pendeja?

Pitu: No. Pero ya está casi todo dicho. ¿Entendés?

Tachero: Está bravo de entender. Además yo ni siquiera sé si existe el amor. Nunca vi.

Pitu: Lo que yo siento es que con la princesa nos estamos mandando mensajes desde que empezó el carnaval para curarnos uno al otro.

Tachero: ¿Para curarse de qué?

Pitu: Imaginate que la falta de caricias de amor te volviera raquítico.

Tachero (carcajeando): Mismo. Entonces la humanidad sería toda raquítica.

Pitu: A mí el primer matrimonio me duró un año con tres de noviazgo, y el segundo treinta y cuatro. Y la perrita que tuve que sacrificar el mes pasado me quiso más que mis dos esposas juntas.

Tachero (chillando de la risa): Y después andamos todos diciendo que las minas son unas perras.

Pitu: Esta muchacha que yo vengo a buscar nació para quererme.

Tachero: ¿Y vos cómo sabés que va a estar esperándote?

Pitu: Va a estar.

Tachero: ¿Y cuántos años te parece que le llevarás?

Pitu: Por lo menos cuarenta. Mirá, ahí está saliendo: es la rubia que usa vincha violeta y anda con un gorilazo.

El murguista baja del taxi y se despide del muchacho levantando una mano.

Escena 3

Princesa, una rubia más graciosa que linda y de aspecto adolescente, sale del escenario del Club Malvín acompañada por Yogo, un treintañero de mirada salvaje.

Yogo: La verdad es que hoy me hiciste pasar vergüenza ajena, princesita.

Princesa: Parece que estuviera prohibido querer en público.

Yogo: No es que yo diga eso. Pero pintarle un corazón en la ventanilla a un murguista está salado.

Princesa: El Pitufo canta los cuplés mirándome con una delicadeza de mujer.

Yogo (sacudiendo una mueca burlona y envidiosa): Mejor ni se lo digas. Capaz que hasta se ofende.

Princesa: Posiblemente nunca lo conozca, pero él ya sabe todo lo que siento. Y me cambió la vida.

Yogo: Estás enamoradísima.

Princesa: ¿Y a vos qué te importa?

Yogo: Bueno, no soy tu hermano pero vivimos en la misma casa.

Princesa: Yo ya traté de quererte como a un hermano, pero siempre me encuentro con la mirada enferma del tiburón. A vos lo único que te importa es comer.

Yogo: ¿Y para qué me invitás a salir?

Princesa: Será porque no soy tan mala como parece. Y de paso la yegua de mi madre y el caballo de tu padre se creen que nos llevamos bien.

Yogo: Uau. Mirá quién te está esperando en la vereda. Y con cara de novio.

Princesa contempla al murguista sesentón de calva compacta y restos fosforescentes del maquillaje que parecen prolongaciones de una sonrisa dirigida a un altar, y le agarra la mano a Yogo.

Yogo (murmura): Y hasta camina como perdonando al viento. Igual que el viejito de la canción.

Pitu (haciéndole una reverencia de murguista a Princesa): ¿Cómo te va?

Princesa (dejándose abrazar por Yogo): Bien.

Y se va recostándole la cabeza en el hombro al hijo del marido de su madre.

Escena 4

El Tachero, que se había estacionado un poco más adelante, retrocede y le chifla al Pitu, que está sentado en el cordón de la vereda con la mirada baja.

Tachero: Vuelvo a la cuchilla, maestro. Y ya bajé la bandera. ¿Te llevo?

Pitu: Dale. Muchísimas gracias.

Tachero: Es un honor, maestro.

Corte.

Pitu: ¿Entonces viste todo?

Tachero: Sí. No pude aguantarme.

Pitu: Lo peor es que la princesa me miró como si la hubiera violado o algo así.

Tachero: Tal cual. Andá a saber la vida que tuvo ella.

Pitu: Pero el amor que nos metimos uno adentro del otro estos dos meses no lo puede borrar nadie.

Tachero (sin ironizar): ¿Fue mejor que el que tuvieron con tu perra?

Pitu: Sí. Fue algo de otra galaxia.

Corte. Cuando el muchacho estaciona frente a la sede de Liverpool el murguista se despierta sobresaltado y enseguida sonríe.

Pitu: Coño, me dormí salado. Quedé nocau.

Tachero: Ma qué nocau. Te acababan de asesinar, loco.

Pitu: Acabo de soñar que nos casábamos con la princesa.

Tachero: Qué demás.

Pitu: Sí. Y mañana voy a ver si me decido a tramitar el divorcio de una vez por todas. Capaz que aprendemos a curarnos cada uno por su lado, con mi mujer. ¿Cómo te llamás?

Tachero: Matías.

Pitu: La princesa del Malvín tiene que haber sufrido muchísimo más que yo para no poder encarar lo que siente, Matías. Pero el amor existe. Y te puedo asegurar que cura cualquier cosa.

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