EL PROBLEMA DEL CONTENIDO
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL
Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero.
DECIMOTERCERA ENTREGA
Pero, ¿de qué manera la forma, como expresión, por la palabra, de la actitud subjetiva activa ante el contenido, puede llegar a ser creadora, culminadora del contenido? ¿Qué hace a la actividad verbal y a la actividad en general -que no rebasa en realidad los límites de la obra material, sino sólo la genera y organiza-, la actividad de formalización del contenido cognoscitivo-ético que, dicho sea de paso, culmina totalmente la formalización?
Aquí nos vemos obligados a abordar brevemente la función primaria de la forma en relación con el contenido: la de enajenación o aislamiento.
La enajenación o el aislamiento no se refieren al material, a la obra como cosa, sino a su significado, al contenido, que se libera de algunos nexos imprescindibles con la unidad de la naturaleza y con la del hecho ético de la existencia. Este aislamiento de la relación no destruye la cognoscibilidad y la valoratividad ética del contenido aislado: éste es reconocido por la memoria de la razón y por la memoria de la voluntad , pero puede ser individualizado y convertirse en culminado en principio, ya que la individualidad no es posible con una remisión y una inclusión rígida en la unidad de la naturaleza, y la culminación no es posible en el hecho único e irreversible de la existencia: el contenido debe ser aislado del hecho futuro para que la culminación (la existencia autosuficiente, el presente de pleno valor) resulte posible.
El contenido de una obra es como un fragmento del hecho único y abierto de la existencia, aislado y liberado por la forma de su responsabilidad ante el hecho futuro y por ello autosuficiente, sosegado y culminado en su conjunto, absorto en su tranquilidad, en su autosuficiencia y en su naturaleza aislada.
El aislamiento de la unidad de la naturaleza destruye todos los momentos materiales del contenido. La forma de la materialidad en general devino posible por primera vez sobre la base de la concepción de la naturaleza única de las ciencias naturales: fuera de su objeto, se puede percibir sólo de manera animista y mitológica, como la fuerza y el participante en el hecho de la vida. El aislamiento nuevamente desmaterializa: la cosa aislada en una contradictio in adjecto.
La llamada ficción en sólo la expresión positiva del aislamiento: el objeto aislado es por lo mismo también ficticio, o sea, no real en la unidad de la naturaleza y no habido en el hecho de la existencia. En el momento negativo, la ficción y el aislamiento coinciden: en el momento positivo de éste se subraya la actividad propia de la forma, la condición de autor: en la ficción yo me siento más agudamente como activo inventor del objeto, siento mi libertad -condicionada por mi externidad- de presentar y culminar sin obstáculos el hecho.
Se puede inventar sólo algo subjetivamente valioso e importante en el hecho, algo humanamente trascendente pero no la cosa inventada como cosa (contradictio in adjecto).
Tampoco en la música el aislamiento y la ficción pueden referidos valorativamente al material: no es el sonido de la acústica lo que se aísla, y no es el número matemático de orden composicional lo que se inventa. Es aislado y ficticio-irreversible el hecho de la tendencia, la tensión valorativa que, gracias a esto, cae de manera ininterrumpida en desuso y se hace sosegadamente culminada.
La llamada “separación” de los formalistas es, en su fase, simplemente la función del aislamiento expresada no con plena claridad metódica y referida, en la mayoría de los casos, incorrectamente al material: se separa la palabra mediante la destrucción de su serie semántica habitual; a veces, dicho sea de paso, esta separación es referida al objeto, pero se entiende, de manera burdamente psicologista, como la separación del objeto de su percepción acostumbrada (ésta, naturalmente, es tan casual y subjetiva como la extraordinaria). En realidad, el aislamiento es la separación del objeto, del valor y del hecho de la serie cognoscitiva y ética necesaria.
El aislamiento por primera vez hace posible la realización positiva de la forma artística, ya que se logra no la actitud cognoscitiva y ética ante el hecho, sino el libre moldeado del contenido, se libera la actividad de nuestro sentimiento del objeto, del sentimiento del contenido, y se liberan también todas las energías creadoras de este sentimiento. Así, pues, el aislamiento es la condición negativa del carácter individual, subjetivo (no psicológico-subjetivo), de la forma, y le permite al autor-creador llegar a ser un momento constitutivo de ésta. (17)
Por otra parte, el aislamiento promueve y determina el valor del material y de su organización compositiva: el material se hace condicional; al elaborarlo, el artista crea los valores de la realidad aislada y con ello supera al material de un modo inmanente, sin salirse de sus límites. La palabra y la expresión dejan de esperar y de desear cualquier cosa real fuera de sus fronteras: la acción o la correspondencia con la realidad, o sea, la realización material o la verificación-reafirmación (la superación de la subjetividad); con sus fuerzas, la palabra traduce la forma culminadora en el contenido: así, una petición en la lírica, estéticamente organizada, comienza a bastarse a sí misma y no necesita una satisfacción (es “satisfecha” por la propia forma de la expresión); los rezos dejan de necesitar a un dios que pudiera oírlos, la ayuda no le hace falta al lamento; el arrepentimiento ya no requiere el perdón, etcétera. La forma, valiéndose sólo del material, completa todo hecho y toda tensión ética hasta la plenitud de su realización. Con la exclusiva ayuda del material, el autor ocupa una posición creadora y productiva con respecto al contenido, es decir, a los valores cognoscitivos y éticos; el autor viene como a entrar en el suceso aislado y a devenir en él creador sin llegar a ser participante. El aislamiento, de esta manera, hace a la palabra, a la expresión y al material en general (el sonido de la acústica, etcétera) creadores en lo formal.
¿Cómo entra la individualidad creadora del artista y del espectador en el material -la palabra- y cuáles facetas de éste asimila ella con preferencia?
En la palabra como material nosotros distinguimos los siguientes momentos: (18)
1. El aspecto sonoro de la palabra, su momento propiamente musical.
2. El significado material de la palabra (con todos sus matices y variantes).
3. El momento del nexo verbal (todas las relaciones e interrelaciones puramente verbales).
4. El momento entonativo (en el plano psicológico, el emocional-volitivo) de la palabra, la orientación valorativa de ésta, la cual expresa la diversidad de actitudes valorativas del hablante.
5. El sentimiento de la actividad verbal, el sentido de la generación activa del sonido significante (aquí se incluyen todos los momentos motores -la articulación, el gesto, la mímica del rostro y demás- y toda la intención interna de mi individualidad, que ocupa activamente con la palabra y la expresión una cierta posición valorativa y semántica).
Nosotros subrayamos que se trata del sentimiento de generar la palabra significante: no es éste el sentimiento del movimiento orgánico desnudo que genera el hecho físico de la palabra, sino el que genera el sentido y la valoración, o sea, el sentimiento del movimiento y de la ocupación de una posición por el hombre íntegro, movimiento en que están sumidos el organismo y la actividad semántica, ya que se generan el cuerpo y el alma de la palabra en su unidad concreta. En el quinto y último momento están reflejados los anteriores, pues constituye esa faceta de ellos que está dirigida a la individualidad del hablante (el sentimiento de generar el sonido, el sentido, el nexo y la valoración.
La actividad formadora del autor-creador y del espectador domina todas las facetas de la palabra: con la ayuda de todas ellas él puede realizar una forma culminadora orientada al contenido; por otra parte, todas ellas sirven también para expresar a este último; en cada momento el creador y el espectador sienten su actividad -seleccionadora, creadora, definidora, culminadora- y al mismo tiempo sienten ese algo a que está dirigida dicha actividad y que es anterior a ella. Pero el momento rector, el foco de las energías formadoras es, por supuesto, el quinto momento, y le siguen, en orden sucesivo de importancia, el cuarto, o sea, la valoración; el tercero -los nexos-; el segundo, es decir, el significado, y, por último, el primero referido al sonido, que reúne en sí a todos los demás momentos y se convierte en portador de la unidad de la palabra en la poesía.
Notas
(17) El aislamiento resulta ya naturalmente, el primer producto de esta actividad: es como un acto de irrupción en los dominios del autor.
(18) Nosotros abordamos aquí la palabra lingüística desde el punto de vista de la realización composicional de la forma artística por ella.
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL
Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero.
DECIMOTERCERA ENTREGA
Pero, ¿de qué manera la forma, como expresión, por la palabra, de la actitud subjetiva activa ante el contenido, puede llegar a ser creadora, culminadora del contenido? ¿Qué hace a la actividad verbal y a la actividad en general -que no rebasa en realidad los límites de la obra material, sino sólo la genera y organiza-, la actividad de formalización del contenido cognoscitivo-ético que, dicho sea de paso, culmina totalmente la formalización?
Aquí nos vemos obligados a abordar brevemente la función primaria de la forma en relación con el contenido: la de enajenación o aislamiento.
La enajenación o el aislamiento no se refieren al material, a la obra como cosa, sino a su significado, al contenido, que se libera de algunos nexos imprescindibles con la unidad de la naturaleza y con la del hecho ético de la existencia. Este aislamiento de la relación no destruye la cognoscibilidad y la valoratividad ética del contenido aislado: éste es reconocido por la memoria de la razón y por la memoria de la voluntad , pero puede ser individualizado y convertirse en culminado en principio, ya que la individualidad no es posible con una remisión y una inclusión rígida en la unidad de la naturaleza, y la culminación no es posible en el hecho único e irreversible de la existencia: el contenido debe ser aislado del hecho futuro para que la culminación (la existencia autosuficiente, el presente de pleno valor) resulte posible.
El contenido de una obra es como un fragmento del hecho único y abierto de la existencia, aislado y liberado por la forma de su responsabilidad ante el hecho futuro y por ello autosuficiente, sosegado y culminado en su conjunto, absorto en su tranquilidad, en su autosuficiencia y en su naturaleza aislada.
El aislamiento de la unidad de la naturaleza destruye todos los momentos materiales del contenido. La forma de la materialidad en general devino posible por primera vez sobre la base de la concepción de la naturaleza única de las ciencias naturales: fuera de su objeto, se puede percibir sólo de manera animista y mitológica, como la fuerza y el participante en el hecho de la vida. El aislamiento nuevamente desmaterializa: la cosa aislada en una contradictio in adjecto.
La llamada ficción en sólo la expresión positiva del aislamiento: el objeto aislado es por lo mismo también ficticio, o sea, no real en la unidad de la naturaleza y no habido en el hecho de la existencia. En el momento negativo, la ficción y el aislamiento coinciden: en el momento positivo de éste se subraya la actividad propia de la forma, la condición de autor: en la ficción yo me siento más agudamente como activo inventor del objeto, siento mi libertad -condicionada por mi externidad- de presentar y culminar sin obstáculos el hecho.
Se puede inventar sólo algo subjetivamente valioso e importante en el hecho, algo humanamente trascendente pero no la cosa inventada como cosa (contradictio in adjecto).
Tampoco en la música el aislamiento y la ficción pueden referidos valorativamente al material: no es el sonido de la acústica lo que se aísla, y no es el número matemático de orden composicional lo que se inventa. Es aislado y ficticio-irreversible el hecho de la tendencia, la tensión valorativa que, gracias a esto, cae de manera ininterrumpida en desuso y se hace sosegadamente culminada.
La llamada “separación” de los formalistas es, en su fase, simplemente la función del aislamiento expresada no con plena claridad metódica y referida, en la mayoría de los casos, incorrectamente al material: se separa la palabra mediante la destrucción de su serie semántica habitual; a veces, dicho sea de paso, esta separación es referida al objeto, pero se entiende, de manera burdamente psicologista, como la separación del objeto de su percepción acostumbrada (ésta, naturalmente, es tan casual y subjetiva como la extraordinaria). En realidad, el aislamiento es la separación del objeto, del valor y del hecho de la serie cognoscitiva y ética necesaria.
El aislamiento por primera vez hace posible la realización positiva de la forma artística, ya que se logra no la actitud cognoscitiva y ética ante el hecho, sino el libre moldeado del contenido, se libera la actividad de nuestro sentimiento del objeto, del sentimiento del contenido, y se liberan también todas las energías creadoras de este sentimiento. Así, pues, el aislamiento es la condición negativa del carácter individual, subjetivo (no psicológico-subjetivo), de la forma, y le permite al autor-creador llegar a ser un momento constitutivo de ésta. (17)
Por otra parte, el aislamiento promueve y determina el valor del material y de su organización compositiva: el material se hace condicional; al elaborarlo, el artista crea los valores de la realidad aislada y con ello supera al material de un modo inmanente, sin salirse de sus límites. La palabra y la expresión dejan de esperar y de desear cualquier cosa real fuera de sus fronteras: la acción o la correspondencia con la realidad, o sea, la realización material o la verificación-reafirmación (la superación de la subjetividad); con sus fuerzas, la palabra traduce la forma culminadora en el contenido: así, una petición en la lírica, estéticamente organizada, comienza a bastarse a sí misma y no necesita una satisfacción (es “satisfecha” por la propia forma de la expresión); los rezos dejan de necesitar a un dios que pudiera oírlos, la ayuda no le hace falta al lamento; el arrepentimiento ya no requiere el perdón, etcétera. La forma, valiéndose sólo del material, completa todo hecho y toda tensión ética hasta la plenitud de su realización. Con la exclusiva ayuda del material, el autor ocupa una posición creadora y productiva con respecto al contenido, es decir, a los valores cognoscitivos y éticos; el autor viene como a entrar en el suceso aislado y a devenir en él creador sin llegar a ser participante. El aislamiento, de esta manera, hace a la palabra, a la expresión y al material en general (el sonido de la acústica, etcétera) creadores en lo formal.
¿Cómo entra la individualidad creadora del artista y del espectador en el material -la palabra- y cuáles facetas de éste asimila ella con preferencia?
En la palabra como material nosotros distinguimos los siguientes momentos: (18)
1. El aspecto sonoro de la palabra, su momento propiamente musical.
2. El significado material de la palabra (con todos sus matices y variantes).
3. El momento del nexo verbal (todas las relaciones e interrelaciones puramente verbales).
4. El momento entonativo (en el plano psicológico, el emocional-volitivo) de la palabra, la orientación valorativa de ésta, la cual expresa la diversidad de actitudes valorativas del hablante.
5. El sentimiento de la actividad verbal, el sentido de la generación activa del sonido significante (aquí se incluyen todos los momentos motores -la articulación, el gesto, la mímica del rostro y demás- y toda la intención interna de mi individualidad, que ocupa activamente con la palabra y la expresión una cierta posición valorativa y semántica).
Nosotros subrayamos que se trata del sentimiento de generar la palabra significante: no es éste el sentimiento del movimiento orgánico desnudo que genera el hecho físico de la palabra, sino el que genera el sentido y la valoración, o sea, el sentimiento del movimiento y de la ocupación de una posición por el hombre íntegro, movimiento en que están sumidos el organismo y la actividad semántica, ya que se generan el cuerpo y el alma de la palabra en su unidad concreta. En el quinto y último momento están reflejados los anteriores, pues constituye esa faceta de ellos que está dirigida a la individualidad del hablante (el sentimiento de generar el sonido, el sentido, el nexo y la valoración.
La actividad formadora del autor-creador y del espectador domina todas las facetas de la palabra: con la ayuda de todas ellas él puede realizar una forma culminadora orientada al contenido; por otra parte, todas ellas sirven también para expresar a este último; en cada momento el creador y el espectador sienten su actividad -seleccionadora, creadora, definidora, culminadora- y al mismo tiempo sienten ese algo a que está dirigida dicha actividad y que es anterior a ella. Pero el momento rector, el foco de las energías formadoras es, por supuesto, el quinto momento, y le siguen, en orden sucesivo de importancia, el cuarto, o sea, la valoración; el tercero -los nexos-; el segundo, es decir, el significado, y, por último, el primero referido al sonido, que reúne en sí a todos los demás momentos y se convierte en portador de la unidad de la palabra en la poesía.
Notas
(17) El aislamiento resulta ya naturalmente, el primer producto de esta actividad: es como un acto de irrupción en los dominios del autor.
(18) Nosotros abordamos aquí la palabra lingüística desde el punto de vista de la realización composicional de la forma artística por ella.
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