EL PROBLEMA DEL CONTENDIO
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL
Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero.
DUODÉCIMA ENTREGA
CAPÍTULO IV (1) / EL PROBLEMA DE LA FORMA
La forma artística es la forma del contenido, pero culminada íntegramente en el material y “fijada” a él. Por eso, debe ser entendida y estudiada en dos direcciones:
1. En el interior del objeto estético puro, como forma arquitectónica orientada valorativamente al contenido (el hecho posible) y referida a él.
2. Dentro del conjunto composicional material de la obra: éste es el estudio de la técnica de la forma.
En la segunda dirección del estudio, la forma no debe interpretarse en ningún caso como la forma del material -esto tergiversa de raíz la comprensión-, sino sólo como culminada en él y con su ayuda, y en este sentido, además de su objetivo estético, está condicionada también por la naturaleza del material dado.
El presente capítulo constituye una breve introducción a la metódica del análisis estético de la forma como forma arquitectónica. Con demasiada frecuencia, la forma se entiende sólo como la “técnica”; esto es característico tanto del formalismo como del psicologismo en la teoría del arte. Nosotros, en cambo, consideramos la forma en el plano propiamente estético, como forma artísticamente valiosa. He aquí la cuestión fundamental de este capítulo: ¿cómo la forma, al ser realizada íntegramente en el material, se convierte al mismo tiempo en la forma del contenido refiriéndose, desde el punto de vista valorativo, a éste? O dicho con otras palabras: ¿cómo la forma composicional -la organización del material- culmina la forma arquitectónica, o sea, la unificación y organización de los valores cognoscitivos y éticos?
La forma se desmaterializa y se extrae de los límites de la obra como material organizado sólo al convertirse en expresión creativa valorativamente definida, del sujeto estéticamente activo. Este momento de la actividad de la forma, ya señalado por nosotros con anterioridad (en el primer capítulo), se somete aquí a un análisis más pormenorizado. (15)
En la forma me hallo a mí mismo, encuentro mi actividad productiva creadora de valores, siento vivamente mi movimiento creador del objeto, y no sólo en la creación primaria y en la interpretación propia, sino también durante la contemplación de la propia obra: debo sentirme a mí mismo en cierta medida como el creador de la forma para poder realizar en general la forma artísticamente valiosa como tal.
En esto estriba la diferencia esencial entre la forma artística y la cognoscitiva: esta última no posee un autor-creador. Yo encuentro la forma cognoscitiva en el objeto y no me siento a mí mismo en ella ni siento mi propia actividad de creación. Por esto se condiciona la necesidad forzosa peculiar del pensamiento cognoscitivo: él es activo, pero no siente su actividad, pues el sentimiento sólo puede ser individual, referido a la individualidad, o, con más exactitud, el sentimiento de mi actividad no entra en el contenido objetivo del pensamiento mismo, sino que se queda al margen de él como un apéndice subjetivo-psicológico, y nada más: la ciencia, como unidad objetivo-material, no posee un autor-creador. (16)
El autor-creador es un momento constitutivo de la forma artística.
Yo debo sentir la forma como mi propia actitud de valoración activa ante el contenido para poderla sentir estéticamente: en la forma y con ella yo canto, narro y represento; con la forma yo expreso mi amor, mi afirmación, mis aceptaciones.
El contenido se contrapone a la forma como algo pasivo que la necesita, como receptivo, abarcable, fijable, amable, etcétera, tan pronto como yo dejo de ser activo en la forma, el contenido “tranquilizado” y culminado por ella se “revuelve” de inmediato y aparece en su valor cognoscitivo-ético puro. O sea, la contemplación artística finaliza y es sustituida por la vivencia puramente ética o la reflexión cognoscitiva, la aceptación o el rechazo teóricos, la admisión o la negación prácticas, etcétera. Así, con una percepción no artística de una novela, se puede “asfixiar” la forma y hacer activo el contenido en su orientación cognoscitivo-problemática o ético-práctica; se puede, por ejemplo, vivir junto con los héroes sus aventuras, éxitos o fracasos en la vida; se puede también reducir la música al simple acompañamiento de los sueños personales, de la propia tensión ético-elemental libre, trasladando a dicho acompañamiento el centro de gravedad.
Cuando nosotros sencillamente estamos viendo u oyendo algo, todavía no percibimos la forma artística; hay que hacer de lo visible, lo audible y lo pronunciable la expresión de nuestra actitud de valoración activa, hay que entrar como creador en lo visible, lo audible y lo pronunciable y por lo mismo superar el carácter extracreadoramente definido de la forma, su materialidad: ella deja de existir fuera de nosotros como material percibido y ordenado de modo cognoscitivo, y deviene la expresión de la actividad valorativa que penetra en el contenido y lo transforma. Así, al leer o escuchar una forma poética, yo no la dejo dentro de mí como una expresión ajena, la cual simplemente es necesario escuchar y cuyo significado -práctico o cognoscitivo- sólo es necesario entender; pero yo en cierto grado la hago mi propia expresión acerca de otro, me subordino al ritmo, la entonación, la tensión articulatoria, la gesticulación interna (los movimientos creadores) del relato, la actividad representativa de la metáfora, etcétera, como la expresión adecuada de mi propia actitud valorativa ante el contenido, es decir, estoy orientado durante la percepción no a las palabras, a los fonemas, al ritmo, sino que con éstos, me oriento de manera activa al contenido, lo abarco, lo formo y lo culmino (la propia forma, tomada en abstracto, no se basta a sí misma, sino que hace autosuficiente al contenido poseedor de forma). Yo me vuelvo activo en la forma y con ésta ocupo una posición valorativa fuera del contenido como orientación cognoscitivo-ética, lo cual por primera vez hace posible la culminación y en general la realización de todas las funciones estéticas de la forma con respecto al contenido.
Así, pues, la forma es la expresión de la actitud de valoración activa del autor-creador y del perceptor (o coautor de la forma) ante el contenido; todos los momentos de la obra -en los cuales podemos sentirnos a nosotros mismos y también a nuestra actividad valorativa referente al contenido- que se superan en su materialidad por esta actividad, deben ser referidos a la forma.
Notas
(15) La comprensión de la forma como expresión de la actividad no es del todo ajena a la teoría del arte, pero sólo en una estética sistemáticamente orientada ella puede recibir una fundamentación sólida.
(16) El científico-autor organiza sólo la forma externa de la exposición; la particularidad, el acabado y la individualidad de la obra científica, que expresan la actividad subjetiva estética del creador, no penetran en el interior del conocimiento del mundo.
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL
Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero.
DUODÉCIMA ENTREGA
CAPÍTULO IV (1) / EL PROBLEMA DE LA FORMA
La forma artística es la forma del contenido, pero culminada íntegramente en el material y “fijada” a él. Por eso, debe ser entendida y estudiada en dos direcciones:
1. En el interior del objeto estético puro, como forma arquitectónica orientada valorativamente al contenido (el hecho posible) y referida a él.
2. Dentro del conjunto composicional material de la obra: éste es el estudio de la técnica de la forma.
En la segunda dirección del estudio, la forma no debe interpretarse en ningún caso como la forma del material -esto tergiversa de raíz la comprensión-, sino sólo como culminada en él y con su ayuda, y en este sentido, además de su objetivo estético, está condicionada también por la naturaleza del material dado.
El presente capítulo constituye una breve introducción a la metódica del análisis estético de la forma como forma arquitectónica. Con demasiada frecuencia, la forma se entiende sólo como la “técnica”; esto es característico tanto del formalismo como del psicologismo en la teoría del arte. Nosotros, en cambo, consideramos la forma en el plano propiamente estético, como forma artísticamente valiosa. He aquí la cuestión fundamental de este capítulo: ¿cómo la forma, al ser realizada íntegramente en el material, se convierte al mismo tiempo en la forma del contenido refiriéndose, desde el punto de vista valorativo, a éste? O dicho con otras palabras: ¿cómo la forma composicional -la organización del material- culmina la forma arquitectónica, o sea, la unificación y organización de los valores cognoscitivos y éticos?
La forma se desmaterializa y se extrae de los límites de la obra como material organizado sólo al convertirse en expresión creativa valorativamente definida, del sujeto estéticamente activo. Este momento de la actividad de la forma, ya señalado por nosotros con anterioridad (en el primer capítulo), se somete aquí a un análisis más pormenorizado. (15)
En la forma me hallo a mí mismo, encuentro mi actividad productiva creadora de valores, siento vivamente mi movimiento creador del objeto, y no sólo en la creación primaria y en la interpretación propia, sino también durante la contemplación de la propia obra: debo sentirme a mí mismo en cierta medida como el creador de la forma para poder realizar en general la forma artísticamente valiosa como tal.
En esto estriba la diferencia esencial entre la forma artística y la cognoscitiva: esta última no posee un autor-creador. Yo encuentro la forma cognoscitiva en el objeto y no me siento a mí mismo en ella ni siento mi propia actividad de creación. Por esto se condiciona la necesidad forzosa peculiar del pensamiento cognoscitivo: él es activo, pero no siente su actividad, pues el sentimiento sólo puede ser individual, referido a la individualidad, o, con más exactitud, el sentimiento de mi actividad no entra en el contenido objetivo del pensamiento mismo, sino que se queda al margen de él como un apéndice subjetivo-psicológico, y nada más: la ciencia, como unidad objetivo-material, no posee un autor-creador. (16)
El autor-creador es un momento constitutivo de la forma artística.
Yo debo sentir la forma como mi propia actitud de valoración activa ante el contenido para poderla sentir estéticamente: en la forma y con ella yo canto, narro y represento; con la forma yo expreso mi amor, mi afirmación, mis aceptaciones.
El contenido se contrapone a la forma como algo pasivo que la necesita, como receptivo, abarcable, fijable, amable, etcétera, tan pronto como yo dejo de ser activo en la forma, el contenido “tranquilizado” y culminado por ella se “revuelve” de inmediato y aparece en su valor cognoscitivo-ético puro. O sea, la contemplación artística finaliza y es sustituida por la vivencia puramente ética o la reflexión cognoscitiva, la aceptación o el rechazo teóricos, la admisión o la negación prácticas, etcétera. Así, con una percepción no artística de una novela, se puede “asfixiar” la forma y hacer activo el contenido en su orientación cognoscitivo-problemática o ético-práctica; se puede, por ejemplo, vivir junto con los héroes sus aventuras, éxitos o fracasos en la vida; se puede también reducir la música al simple acompañamiento de los sueños personales, de la propia tensión ético-elemental libre, trasladando a dicho acompañamiento el centro de gravedad.
Cuando nosotros sencillamente estamos viendo u oyendo algo, todavía no percibimos la forma artística; hay que hacer de lo visible, lo audible y lo pronunciable la expresión de nuestra actitud de valoración activa, hay que entrar como creador en lo visible, lo audible y lo pronunciable y por lo mismo superar el carácter extracreadoramente definido de la forma, su materialidad: ella deja de existir fuera de nosotros como material percibido y ordenado de modo cognoscitivo, y deviene la expresión de la actividad valorativa que penetra en el contenido y lo transforma. Así, al leer o escuchar una forma poética, yo no la dejo dentro de mí como una expresión ajena, la cual simplemente es necesario escuchar y cuyo significado -práctico o cognoscitivo- sólo es necesario entender; pero yo en cierto grado la hago mi propia expresión acerca de otro, me subordino al ritmo, la entonación, la tensión articulatoria, la gesticulación interna (los movimientos creadores) del relato, la actividad representativa de la metáfora, etcétera, como la expresión adecuada de mi propia actitud valorativa ante el contenido, es decir, estoy orientado durante la percepción no a las palabras, a los fonemas, al ritmo, sino que con éstos, me oriento de manera activa al contenido, lo abarco, lo formo y lo culmino (la propia forma, tomada en abstracto, no se basta a sí misma, sino que hace autosuficiente al contenido poseedor de forma). Yo me vuelvo activo en la forma y con ésta ocupo una posición valorativa fuera del contenido como orientación cognoscitivo-ética, lo cual por primera vez hace posible la culminación y en general la realización de todas las funciones estéticas de la forma con respecto al contenido.
Así, pues, la forma es la expresión de la actitud de valoración activa del autor-creador y del perceptor (o coautor de la forma) ante el contenido; todos los momentos de la obra -en los cuales podemos sentirnos a nosotros mismos y también a nuestra actividad valorativa referente al contenido- que se superan en su materialidad por esta actividad, deben ser referidos a la forma.
Notas
(15) La comprensión de la forma como expresión de la actividad no es del todo ajena a la teoría del arte, pero sólo en una estética sistemáticamente orientada ella puede recibir una fundamentación sólida.
(16) El científico-autor organiza sólo la forma externa de la exposición; la particularidad, el acabado y la individualidad de la obra científica, que expresan la actividad subjetiva estética del creador, no penetran en el interior del conocimiento del mundo.
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