domingo

HÉCTOR MOURE


LA CONTEMPLACIÓN DE LA ACTIVIDAD HECHA CARNE

HÉCTOR MOURE, actual directivo de elMontevideano / Laboratorio de Artes, comenzó su carrera artística integrando la generación 2010 de estudiantes de actuación de la Escuela de Cineastas del Uruguay.

Luego de un desempeño de décadas en el área de la ingeniería y reingeniería de procesos administrativos particularmente bancarios, HÉCTOR MOURE ha incursionado en pocos meses en el teatro y el cine, participando en varios cortometrajes e integrando el grupo autogestionario L’trapie, que acaba de estrenar Sobreviviente de MARIO ERRAMUSPE en El Tinglado.
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En 2007 estuviste presente en dos jornadas muy intensas del rodaje de Jesús de Punta del Este que se realizaron en Piriápolis y en Maldonado. ¿Pensás que esa contemplación interactiva incidió en que este año asumieras el rol de actor como una impostergable asignatura pendiente?

No puedo decir si la experiencia incidió directamente en mi decisión de asumir el rol de actor, aunque es innegable que me agudizó una duda personal que me inquietaba desde hacía mucho tiempo y sobre la cual seguía sin definirme.

El participar en esas dos jornadas, además, me permitió conocer la intimidad del desafío actoral y aprender que no se trata de un trabajo independiente sino que se requiere integrar un equipo con esfuerzo y disciplina al servicio de sueños y valores. Y eso me gustó.

Claro que el disparador final para la toma de mi decisión fue encontrar la propuesta docente y el empuje productivo que me ofreció la Escuela de Cineastas del Uruguay. Yo nunca había encontrado una institución que me ofreciera esas posibilidades, y menos a mi edad.

Dos meses después de iniciar tus cursos de actor cinematográfico te integraste al grupo teatral autogestionario -surgido en la propia Escuela de Cineastas del Uruguay- que acaba de estrenar Sobreviviente de Mario Erramuspe. ¿Cuáles son las diferencias específicas más destacables que existen entre una sesión de rodaje y una función en sala?

En realidad las diferencias son varias, y algunas más sutiles que otras. Habría que resaltar, por ejemplo, que en una sesión de rodaje el momento que tenés para hacer vivir al personaje es uno solo, el de la filmación, por más que en la fase de edición se puedan corregir errores o reforzar efectos dramáticos.

Otra diferencia clave es que el rodaje nunca se sincroniza con la secuencia del guión, y eso te obliga a realizar un trabajo de concentración bastante más exigente, por las entradas y salidas del personaje en cada corte e incluso por los días diferentes de la filmación.

Cada función de sala, en cambio, constituye un estreno donde no está permitido ningún error. Y finalizado ese trabajo puntual, uno recibe inmediatamente la respuesta del público y trata de leerla para mejorar y alcanzar el objetivo de que la última función sea siempre la mejor, como suele decirse.

También existen otras diferencias no menos importantes como ser la expresión física y vocal o el manejo de los espacios, que varían completamente en ambas experiencias. Sé que mis “maestros” no me perdonarían que omitiera indicarlas en esta nota.

¿Cómo vivís tu actual integración a elMontevideano / Laboratorio de Artes en función de directivo?

Con mucho agradecimiento y respeto hacia los directivos que me plantearon esta integración. Se trata de una misión que me exige trabajar con una particular humildad, ya que existe una gran distancia entre la formación de los fundadores de elMontevideano -verdaderos profesionales que han dedicado años a concretar el objetivo de “un cine posible”- y la mía, que recién comienza.

Encarando este desafío, además, me doy el lujo de confirmar que nunca es tarde para aprender y crecer en la vida.

¿Sentís que esta forma de generar cultura popular enamorada de la prospección simbólica puede reencaminar la búsqueda no utópica del Hombre Nuevo por el que militamos tanto en el plano político?

Considero que el arte es posibilitador de múltiples miradas de los distintos hechos sociales, así como también de transformaciones del individuo y su entorno. Entendiéndolo dentro del Todo Social complejo y enmarañado, el arte es andamiaje fundamental en el descubrimiento y la contemplación (no sin asombro) de la creatividad hecha carne.

Y es esta exploración afectiva y despojada de todo materialismo lo que nos permite contagiarnos y expandirnos en infinitas ondas que nos enriquecen espiritualmente en igualdad de condiciones.

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