“PASIÓN Y ÉXTASIS LATINOAMERICANO”
Un año después de la visita del Ballet Teresa Carreño de Venezuela, se presentó en el Teatro Solís la Compañía Colombiana de Ballet / Incolballet, referencia cardinal del ballet caleño, y entrevistamos al respecto al bailarín uruguayo Edgard March, responsable de la Producción Logística local del evento.
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Un año después de la visita del Ballet Teresa Carreño de Venezuela, se presentó en el Teatro Solís la Compañía Colombiana de Ballet / Incolballet, referencia cardinal del ballet caleño, y entrevistamos al respecto al bailarín uruguayo Edgard March, responsable de la Producción Logística local del evento.
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Pasión y éxtasis latinoamericano representa el fruto de muchos años de trabajo. ¿Cuáles fueron los factores gravitantes para la concreción de este verdadero pico estético continental?
Cali representa la referencia más alta de la danza clásica en Colombia, gracias a que en 1978 nació en esta ciudad el Instituto Colombiano de Ballet / Incolballet. Su Directora, Gloria Castro, tuvo la osadía de fundar en Colombia la institución de Educación Artística formal de carácter público en el país que posibilita el acceso a la formación en Ballet Clásico a niños / as provenientes de los estratos 1, 2 y 3. Esta labor puede ser analizada como un singular fenómeno cultural por el fuerte impacto social alcanzado a través de sus programas educativos y artísticos.
Estamos frente al resultado de 31 años de trabajo, en los cuales Incolballet ha velado por la defensa de la formación rigurosa y profesional de la danza clásica en Colombia y por sus egresados, que en gran mayoría y en número sorprendente, integran actualmente los elencos principales de las compañías de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, habiendo constituido además sus propias compañías, donde se desempeñan como maestros.
El programa ofrecido en estas actuaciones montevideanas sobresale por su diversidad.
Se trata de un repertorio muy amplio que va del ballet clásico al ballet contemporáneo, con coreografías relevantes de coreógrafos internacionales como Meredith Rainey, que aborda dos trabajos enraizados en la expresividad oriental: Raga, un trío encaminado a lograr la conexión del cuerpo, mente y espíritu dentro de la atmósfera musical hindú bien lograda por Sheila Chandra, y El último botón, de Kodo, Toki, Nokoe y Nana Fushi, que recrea la situación de presión en que se mueven los altos ejecutivos y sus colaboradores, representada en los sobretodos de los bailarines que al quitar el último botón logran liberarse de sus presiones.
Y de allí nos trasladamos a una extensa segunda parte unitaria con sabor rioplatense.
En este caso la coreografía pertenece al argentino Jorge Amarante, sobre música de Sverre Indris Joner y Eladia Blázquez. Tanguéandonos es un ballet neo-clásico que está basado en la mixtura de los ritmos y las diferentes expresiones del electrotango, haciendo visible la música a través de un lenguaje corporal novedoso y contemporáneo. La impronta iberoaméricana ya estaba presente, por otra parte, en el comienzo del espectáculo, ya sea en Majísimo -donde Jorge García recrea la cadencia, el misterio, la picardía y el brillo de la tradición hispánica reflejada además en el vestuario y los accesorios y en la alegría que los intérpretes le imprimen a la música de Massenet- como en Alfonsina, con coreografía de Gustavo Herrera y música arreglada sobre el original de Ariel Ramírez.
¿Esta búsqueda tan polifacética marca desde un principio el trabajo del Incolballet?
Sí, porque la Maestra Gloria Castro lo creó con el propósito de incentivar la realización profesional de los bailarines en Colombia -promoviendo la consolidación de la danza como un arte definido en la difusión de los valores nacionales- pero siempre en función de un estrecho intercambio internacional de maestros y coreógrafos, quienes han contribuido a la creación de obras propias para Incolballet, así como de reposición de obras del repertorio universal.
Actualmente la compañía realiza un promedio de 90 a 100 funciones anuales dentro y fuera de Colombia, interpretando obras que están a la vanguardia de las expresiones dancísticas, lo que la ha consolidado como bastión significativo del ballet clásico y neoclásico en América Latina.
Cali representa la referencia más alta de la danza clásica en Colombia, gracias a que en 1978 nació en esta ciudad el Instituto Colombiano de Ballet / Incolballet. Su Directora, Gloria Castro, tuvo la osadía de fundar en Colombia la institución de Educación Artística formal de carácter público en el país que posibilita el acceso a la formación en Ballet Clásico a niños / as provenientes de los estratos 1, 2 y 3. Esta labor puede ser analizada como un singular fenómeno cultural por el fuerte impacto social alcanzado a través de sus programas educativos y artísticos.
Estamos frente al resultado de 31 años de trabajo, en los cuales Incolballet ha velado por la defensa de la formación rigurosa y profesional de la danza clásica en Colombia y por sus egresados, que en gran mayoría y en número sorprendente, integran actualmente los elencos principales de las compañías de Europa, Estados Unidos y Latinoamérica, habiendo constituido además sus propias compañías, donde se desempeñan como maestros.
El programa ofrecido en estas actuaciones montevideanas sobresale por su diversidad.
Se trata de un repertorio muy amplio que va del ballet clásico al ballet contemporáneo, con coreografías relevantes de coreógrafos internacionales como Meredith Rainey, que aborda dos trabajos enraizados en la expresividad oriental: Raga, un trío encaminado a lograr la conexión del cuerpo, mente y espíritu dentro de la atmósfera musical hindú bien lograda por Sheila Chandra, y El último botón, de Kodo, Toki, Nokoe y Nana Fushi, que recrea la situación de presión en que se mueven los altos ejecutivos y sus colaboradores, representada en los sobretodos de los bailarines que al quitar el último botón logran liberarse de sus presiones.
Y de allí nos trasladamos a una extensa segunda parte unitaria con sabor rioplatense.
En este caso la coreografía pertenece al argentino Jorge Amarante, sobre música de Sverre Indris Joner y Eladia Blázquez. Tanguéandonos es un ballet neo-clásico que está basado en la mixtura de los ritmos y las diferentes expresiones del electrotango, haciendo visible la música a través de un lenguaje corporal novedoso y contemporáneo. La impronta iberoaméricana ya estaba presente, por otra parte, en el comienzo del espectáculo, ya sea en Majísimo -donde Jorge García recrea la cadencia, el misterio, la picardía y el brillo de la tradición hispánica reflejada además en el vestuario y los accesorios y en la alegría que los intérpretes le imprimen a la música de Massenet- como en Alfonsina, con coreografía de Gustavo Herrera y música arreglada sobre el original de Ariel Ramírez.
¿Esta búsqueda tan polifacética marca desde un principio el trabajo del Incolballet?
Sí, porque la Maestra Gloria Castro lo creó con el propósito de incentivar la realización profesional de los bailarines en Colombia -promoviendo la consolidación de la danza como un arte definido en la difusión de los valores nacionales- pero siempre en función de un estrecho intercambio internacional de maestros y coreógrafos, quienes han contribuido a la creación de obras propias para Incolballet, así como de reposición de obras del repertorio universal.
Actualmente la compañía realiza un promedio de 90 a 100 funciones anuales dentro y fuera de Colombia, interpretando obras que están a la vanguardia de las expresiones dancísticas, lo que la ha consolidado como bastión significativo del ballet clásico y neoclásico en América Latina.
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