EL PROBLEMA DEL CONTENIDO
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL
Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero
OCTAVA ENTREGA
Por una vía algo distinta se relaciona con el hecho ético el momento cognoscitivo que tiene lugar en las descripciones, en las explicaciones científico-naturales o psicológicas de lo realizado, etcétera. No es tarea nuestra señalar todos los posibles métodos de vincular lo estético con lo cognoscitivo en la unidad del contenido del objeto estético.
Al subrayar la vinculación del momento cognoscitivo con el ético, se debe señalar, sin embargo, que el hecho ético no relativiza los juicios que entran en él y no es indiferente a su profundidad, amplitud y veracidad puramente cognoscitivas. Así los hechos morales de la vida del “hombre del subsuelo” que son presentados y realizados artísticamente por Dostoyevski, necesitan de la profundidad y firmeza cognoscitivas de su visión del mundo, lo cual constituye un momento esencial de su orientación vital.
Una vez separado, en los límites de lo posible y lo necesario, el momento teórico del contenido en su ponderabilidad puramente cognoscitiva, el análisis estético debe comprender más adelante su relación con el momento ético y su significación en la unidad del contenido, pero, como es natural, este momento cognoscitivo puede ser convertido en objeto de análisis y valoración teóricos independientes de la obra artística, refiriéndose ya no a la unidad del contenido y de todo el objeto estético en su conjunto, sino a la unidad puramente cognoscitiva de cierta concepción filosófica del mundo (generalmente del autor). Semejantes trabajos tienen gran valor científico-filosófico e histórico-cultural, pero se encuentran ya fuera de los límites del análisis estético y deben ser distinguidos rigurosamente de él; nosotros no vamos a detenernos en la singular metódica de tales trabajos.
Pasemos a las tareas del análisis del momento ético del contenido.
Su metódica es mucho más compleja: el análisis estético, como el científico, debe transcribir de algún modo el momento ético que la contemplación asimila mediante la vivencia y la valoración simultáneas; al realizar esta transcripción, hay que abstraerse de las forma artística, y ante todo de la individualización estética: es necesario separar la individualidad ética de su plasmación artística en un cuerpo y un alma individuales y estéticamente valiosos; hay que abstraerse, además, de todos los momentos de su terminación. Esta tarea es difícil, y en otros casos -por ejemplo, en la música- resulta completamente irrealizable.
El momento ético del contenido de una obra se puede transmitir y transcribir parcialmente a través de la narración: se puede contar con otras palabras acerca de la vivencia, conducta o hecho que han hallado su terminación artística en la obra. Semejante narración, con un reconocimiento metódico correcto de la tarea, puede tener gran importancia para el análisis estético. En efecto: la narración, aunque conserva su forma artística -la forma del cuento-, la simplifica y reduce a un simple medio para la vivencia, abstrayéndose en lo posible de todas las funciones aislantes, culminadoras y “tranquilizadoras” de la forma (el cuento, claro está, no puede abstraerse totalmente de ellas). Como resultado de ello, aunque la vivencia se debilita y palidece, se manifiesta con más claridad, integrante de la unidad del hecho de la existencia y responsable de lo vivido, y se manifiestan también con más claridad sus nexos con la unidad de los cuales se ha liberado la forma; esto puede facilitarle al momento ético el paso a la forma cognoscitiva de razonamientos, que pueden ser éticos -en el sentido restringido-, sociológicos y de otra índole, o sea, su transcripción puramente teórica en aquellos límites donde ésta es posible.
Muchos críticos e historiadores de la literatura han poseído una alta maestría de revelación del momento ético mediante la narración semiestética metódicamente reflexionada.
La transcripción teórica pura no puede dominar nunca toda la plenitud del momento ético del contenido, la cual es dominada sólo por la vivencia, pero puede y debe aspirar a ello como su límite jamás alcanzable. El propio momento de la realización ética se culmina o se contempla artísticamente, pero nunca ser formulada de manera adecuada en lo teórico.
Cuando se transcribe en lo posible el momento ético del contenido que es terminado por la forma, el análisis estético propio debe entender el significado de todo el contenido en el conjunto del objeto estético, es decir, como contenido precisamente de la forma artística dada, y ésta, como forma del contenido dado, sin salirse en absoluto de los límites de la obra. Pero el momento ético, al igual que el cognoscitivo, se puede separar y convertir en objeto de una investigación independiente, filosófico-ética o sociológica; puede ser convertido en objeto de valoraciones morales o políticas actuales (de valoraciones secundarias, no de las primarias, imprescindibles asimismo para la contemplación estética). Así, pues, el método sociológico no sólo transcribe el hecho ético en su aspecto social, que es vivido y valorado en la contemplación estética, sino que rebasa los límites del objeto e introduce el hecho en nexos sociales e históricos más amplios. Semejantes trabajos pueden tener gran importancia científica: son incluso totalmente indispensables para el historiador de la literatura, pero se encuentran fuera de los límites del análisis propiamente estético.
La transcripción psicológica del momento ético tampoco tiene una relación directa con el análisis estético. La creación y contemplación artística tienen que ver con los sujetos éticos, los sujetos de la conducta, y con las relaciones ético-sociales existentes entre ellos. A estos sujetos éticos se orienta valorativamente la forma artística que los culmina, pero de ningún modo a los sujetos psicológicos y a los nexos psicológicos que existen entre los mismos.
Se debe señalar, sin someter por ahora este planteamiento a un desarrollo más profundo, que en algunos casos -por ejemplo, durante la percepción de una obra musical- es perfectamente admisible desde el punto de vista metódico la profundización intensiva del momento ético, mientras que su ampliación extensiva destruiría la forma artística dada; el momento ético no tiene fronteras internas que pudieran ser violadas ilegalmente: la obra no determina ni puede predeterminar el grado de profundidad del momento ético.
¿En qué medida el análisis del contenido puede tener un carácter científico de validez general?
Es factible, en principio, el logro de un alto grado de cientificidad, especialmente cuando las disciplinas correspondientes -la ética filosófica y las ciencias sociales- alcanzan por sí mismas el grado de cientificidad posible para ellas; pero en realidad el análisis del contenido es muy difícil, y resulta totalmente imposible evitar cierto grado de subjetividad, lo que está condicionado por la propia ciencia del objeto estético; pero el tacto científico del investigador siempre puede mantenerlo dentro de las fronteras debidas, obligando a determinar aquello que es subjetivo en su análisis.
Tal es, en sus rasgos más generales, la metódica del análisis estético del contenido.
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL
Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero
OCTAVA ENTREGA
Por una vía algo distinta se relaciona con el hecho ético el momento cognoscitivo que tiene lugar en las descripciones, en las explicaciones científico-naturales o psicológicas de lo realizado, etcétera. No es tarea nuestra señalar todos los posibles métodos de vincular lo estético con lo cognoscitivo en la unidad del contenido del objeto estético.
Al subrayar la vinculación del momento cognoscitivo con el ético, se debe señalar, sin embargo, que el hecho ético no relativiza los juicios que entran en él y no es indiferente a su profundidad, amplitud y veracidad puramente cognoscitivas. Así los hechos morales de la vida del “hombre del subsuelo” que son presentados y realizados artísticamente por Dostoyevski, necesitan de la profundidad y firmeza cognoscitivas de su visión del mundo, lo cual constituye un momento esencial de su orientación vital.
Una vez separado, en los límites de lo posible y lo necesario, el momento teórico del contenido en su ponderabilidad puramente cognoscitiva, el análisis estético debe comprender más adelante su relación con el momento ético y su significación en la unidad del contenido, pero, como es natural, este momento cognoscitivo puede ser convertido en objeto de análisis y valoración teóricos independientes de la obra artística, refiriéndose ya no a la unidad del contenido y de todo el objeto estético en su conjunto, sino a la unidad puramente cognoscitiva de cierta concepción filosófica del mundo (generalmente del autor). Semejantes trabajos tienen gran valor científico-filosófico e histórico-cultural, pero se encuentran ya fuera de los límites del análisis estético y deben ser distinguidos rigurosamente de él; nosotros no vamos a detenernos en la singular metódica de tales trabajos.
Pasemos a las tareas del análisis del momento ético del contenido.
Su metódica es mucho más compleja: el análisis estético, como el científico, debe transcribir de algún modo el momento ético que la contemplación asimila mediante la vivencia y la valoración simultáneas; al realizar esta transcripción, hay que abstraerse de las forma artística, y ante todo de la individualización estética: es necesario separar la individualidad ética de su plasmación artística en un cuerpo y un alma individuales y estéticamente valiosos; hay que abstraerse, además, de todos los momentos de su terminación. Esta tarea es difícil, y en otros casos -por ejemplo, en la música- resulta completamente irrealizable.
El momento ético del contenido de una obra se puede transmitir y transcribir parcialmente a través de la narración: se puede contar con otras palabras acerca de la vivencia, conducta o hecho que han hallado su terminación artística en la obra. Semejante narración, con un reconocimiento metódico correcto de la tarea, puede tener gran importancia para el análisis estético. En efecto: la narración, aunque conserva su forma artística -la forma del cuento-, la simplifica y reduce a un simple medio para la vivencia, abstrayéndose en lo posible de todas las funciones aislantes, culminadoras y “tranquilizadoras” de la forma (el cuento, claro está, no puede abstraerse totalmente de ellas). Como resultado de ello, aunque la vivencia se debilita y palidece, se manifiesta con más claridad, integrante de la unidad del hecho de la existencia y responsable de lo vivido, y se manifiestan también con más claridad sus nexos con la unidad de los cuales se ha liberado la forma; esto puede facilitarle al momento ético el paso a la forma cognoscitiva de razonamientos, que pueden ser éticos -en el sentido restringido-, sociológicos y de otra índole, o sea, su transcripción puramente teórica en aquellos límites donde ésta es posible.
Muchos críticos e historiadores de la literatura han poseído una alta maestría de revelación del momento ético mediante la narración semiestética metódicamente reflexionada.
La transcripción teórica pura no puede dominar nunca toda la plenitud del momento ético del contenido, la cual es dominada sólo por la vivencia, pero puede y debe aspirar a ello como su límite jamás alcanzable. El propio momento de la realización ética se culmina o se contempla artísticamente, pero nunca ser formulada de manera adecuada en lo teórico.
Cuando se transcribe en lo posible el momento ético del contenido que es terminado por la forma, el análisis estético propio debe entender el significado de todo el contenido en el conjunto del objeto estético, es decir, como contenido precisamente de la forma artística dada, y ésta, como forma del contenido dado, sin salirse en absoluto de los límites de la obra. Pero el momento ético, al igual que el cognoscitivo, se puede separar y convertir en objeto de una investigación independiente, filosófico-ética o sociológica; puede ser convertido en objeto de valoraciones morales o políticas actuales (de valoraciones secundarias, no de las primarias, imprescindibles asimismo para la contemplación estética). Así, pues, el método sociológico no sólo transcribe el hecho ético en su aspecto social, que es vivido y valorado en la contemplación estética, sino que rebasa los límites del objeto e introduce el hecho en nexos sociales e históricos más amplios. Semejantes trabajos pueden tener gran importancia científica: son incluso totalmente indispensables para el historiador de la literatura, pero se encuentran fuera de los límites del análisis propiamente estético.
La transcripción psicológica del momento ético tampoco tiene una relación directa con el análisis estético. La creación y contemplación artística tienen que ver con los sujetos éticos, los sujetos de la conducta, y con las relaciones ético-sociales existentes entre ellos. A estos sujetos éticos se orienta valorativamente la forma artística que los culmina, pero de ningún modo a los sujetos psicológicos y a los nexos psicológicos que existen entre los mismos.
Se debe señalar, sin someter por ahora este planteamiento a un desarrollo más profundo, que en algunos casos -por ejemplo, durante la percepción de una obra musical- es perfectamente admisible desde el punto de vista metódico la profundización intensiva del momento ético, mientras que su ampliación extensiva destruiría la forma artística dada; el momento ético no tiene fronteras internas que pudieran ser violadas ilegalmente: la obra no determina ni puede predeterminar el grado de profundidad del momento ético.
¿En qué medida el análisis del contenido puede tener un carácter científico de validez general?
Es factible, en principio, el logro de un alto grado de cientificidad, especialmente cuando las disciplinas correspondientes -la ética filosófica y las ciencias sociales- alcanzan por sí mismas el grado de cientificidad posible para ellas; pero en realidad el análisis del contenido es muy difícil, y resulta totalmente imposible evitar cierto grado de subjetividad, lo que está condicionado por la propia ciencia del objeto estético; pero el tacto científico del investigador siempre puede mantenerlo dentro de las fronteras debidas, obligando a determinar aquello que es subjetivo en su análisis.
Tal es, en sus rasgos más generales, la metódica del análisis estético del contenido.
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