EL PROBLEMA DEL CONTENIDO
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL
Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero
SÉPTIMA ENTREGA
¿Cómo se realiza el contenido en la creación artística y en la contemplación y cuáles son las tareas y los métodos de su análisis estético? A estos problemas de la estética debemos referirnos en las siguientes líneas brevemente. Las observaciones que aparecen a continuación no ostentan en absoluto un carácter que agote el objeto del análisis, sólo esbozan el problema; ahora bien, no vamos a abordar aquí la realización composicional del contenido con ayuda de un material determinado.
a / Se debe distinguir rigurosamente el momento cognoscitivo-ético que constituye el verdadero contenido, o sea, el momento constitutivo del objeto estético dado, de aquellos juicios y valoraciones éticas que se pueden construir y manifestar en relación con el contenido, pero que no entran en el objeto estético.
b / El contenido no puede ser puramente cognoscitivo ni estar privado en su totalidad del momento ético; más aún, puede decirse que lo ético goza de una primacía esencial en el contenido. Respecto del concepto y el juicio puros, la forma artística no puede realizarse: el momento puramente cognoscitivo resultará aislado de manera inevitable en la obra artística como un prosaísmo no diluido. Todo lo conocido debe ser correlacionado con el mundo de la consumación de la conducta humana y estar ligado de manera sustancial a la conciencia actuante; sólo así podrá entrar en la obra de arte.
Lo más desacertado sería concebir el contenido como un todo cognoscitivo teórico, como un pensamiento, como una idea.
c / La creación y la contemplación artística dominan el momento ético del contenido directamente por la vía de la vivencia y la valoración simultáneas, pero en modo alguno mediante la comprensión y la interpretación teóricas, que pueden ser sólo un camino para la vivencia. Es directamente ético tan sólo el propio hecho de la conducta (de la conducta-idea, de la conducta-acción, de la conducta-sentimiento, de la conducta-deseo, etcétera) en su viva consumación en el interior de la propia conciencia actuante; precisamente este hecho es culminado desde fuera por la forma artística, pero no en su transcripción teórica a través de juicios éticos, normas morales, sentencias, apreciaciones judiciales, etcétera.
La transcripción teórica y la fórmula de la conducta ética son ya la traducción de aquél al plano cognoscitivo, o sea, un momento secundario mientras que la forma artística -por ejemplo, la forma realizada por un relato sobre la conducta, o la forma de su heroización épica en el poema, o la forma de su plasmación lírica, etcétera- tiene que ver con la conducta misma en la naturaleza ética primaria, dominándola mediante la vivencia simultánea de la conciencia volitiva, perceptiva y activa; el momento cognoscitivo secundario, en cambio, puede tener sólo el valor auxiliar del medio.
Es indispensable subrayar que el artista y el espectador experimentan la vivencia simultánea no de la conciencia psicológica (no pueden hacerlo en el sentido estricto de la palabra), sino de la conciencia éticamente orientada y actuante (12).
¿Cuáles son, pues, las tareas y las posibilidades del análisis estético del contenido?
El análisis estético, ante todo, debe revelar la composición del contenido inmanente al objeto estético sin salirse en nada fuera de los límites de dicho objeto, como se realiza por la creación y la contemplación.
Vamos a remitirnos al momento cognoscitivo del contenido.
El momento del reconocimiento cognoscitivo acompaña en todas partes a las actividades de creación y contemplación artísticas, pero en la mayoría de los casos es completamente inseparable del momento ético y no puede ser expresado con un juicio adecuado. La posible unidad y la necesidad del mundo del conocimiento viene como a atravesar a cada momento del objeto estético, y, al no alcanzar plenitud de actualización en la obra misma, se unen con el mundo de la tendencia ética, realizando esa peculiar unidad intuitivo-dada de los dos mundos que, como ya señalamos, constituye un momento esencial de lo estético como tal (13). Así, tras cada palabra, tras cada frase de una obra poética, se siente su posible significado prosaico, su inclinación prosaica, o sea, su posible remisión continua a la unidad del conocimiento.
El momento cognoscitivo viene a iluminar por dentro el objeto estético; como una corriente de agua pura se mezcla con el vino de la tensión ética y de la culminación artística, pero no siempre se concentra y condensa hasta el grado de un determinado juicio: todo se conoce, pero no siempre se identifica en el concepto adecuado.
Si no existiera este reconocimiento omnipenetrante, el objeto estético, o sea, lo artísticamente creable y perceptible, desaparecería de todas las relaciones de la experiencia -tanto teórico como práctica-, como desaparece el contenido del estado de amnesia general, sobre el cual no hay que recordar ni que decir, y que no se puede valorar (puede valorarse el estado, pero no su contenido); del mismo, la creación y contemplación artísticas, privadas de toda participación en la posible unidad del conocimiento, no atravesadas por ellas ni reconocidas desde dentro, se convertirán sencillamente en un estado aislado de amnesia, sobre el cual es posible saber que ha existido sólo post factum por el tiempo transcurrido.
Esta iluminación interna del objeto estético en la esfera del arte verbal, del grado del reconocimiento, puede ser elevada hasta el grado del conocimiento definido y de las asimilaciones profundas, que pueden ser distinguidas por el análisis estético.
Pero, una vez separadas una u otra asimilación cognoscitiva del contenido del objeto estético -por ejemplo, las concepciones puramente filosóficas de Iván Karamazov sobre la importancia del sufrimiento de los niños, la negación del mundo de Dios, etcétera, o bien los juicios filosófico-históricos y sociológicos de Andréi Bolkonski acerca de la guerra, del papel del individuo en la historia y otros-, el investigador debe recordar que todas estas concepciones, por muy profundas que sean por sí mismas, no están dadas en el objeto estético en su aislamiento cognoscitivo, y que la forma artística no está dirigida a ellas y no las culmina de modo directo; estas concepciones están necesariamente ligadas al momento ético del contenido, al mundo de la conducta, al mundo del hecho. Así, las ya señaladas concepciones de Iván Karamazóv tienen funciones puramente caracterológicas, constituyen un momento indispensable de su posición moral frente a la vida, guardan relación además con la posición ética y religiosa de Aliosha y, por ello, se insertan en el hecho hacia el cual está dirigida la forma artística culminante de la novela; también los juicios de Andréi Bolkonski expresan su individualidad ética y su posición vital y se entrelazan con el hecho representado no sólo de su vida privada, sino también social e histórica. De esta manera, lo cognoscitivo-verdadero llega a ser un momento de la realización ética.
Si todos estos juicios no estuvieran necesariamente relacionados por una vía u otra con el mundo concreto de la conducta humana, seguirían siendo prosaísmos aislados, lo que ocurre a veces en la obra de Dostoyevski y tiene lugar también en Tolstói, por ejemplo, en la novela La guerra y la paz, donde hacia el final los juicios cognoscitivos filosófico-históricos rompen por completo su vínculo con el hecho ético y se organizan en un tratado teórico.
Notas
(12) La vivencia y la interiorización no ostentan todavía, por sí mismas, un carácter estético. El contenido del acto de la vivencia es ético, resulta una orientación vital-práctica o ético-valorativa (emocional-volitiva) de otra conciencia. Este contenido del acto de la vivencia puede ser asimilado y elaborado en distintas direcciones: haciéndolo objeto del conocimiento (psicológico o filosófico-ético), condicionando la conducta ética (la forma más difundida de asimilación del contenido de la vivencia son la simpatía, la compasión, la ayuda), y, por último, se le puede convertir en objeto de la culminación estética. En lo sucesivo, tendremos que abordar con más detalles la llamada “estética de la vivencia”.
(13) En lo adelante esclareceremos el papel de la personalidad creadora del autor como momento constitutivo de la forma artística, en cuya unidad de la actividad encuentran también su unificación los momentos cognoscitivo y ético.
DEL MATERIAL Y DE LA FORMA
EN LA CREACIÓN ARTÍSTICA VERBAL
Primera edición en español de un ensayo escrito en 1924 / Editorial Arte y Literatura, Cuba, 1986 / Traducción del ruso de Alfredo Caballero
SÉPTIMA ENTREGA
¿Cómo se realiza el contenido en la creación artística y en la contemplación y cuáles son las tareas y los métodos de su análisis estético? A estos problemas de la estética debemos referirnos en las siguientes líneas brevemente. Las observaciones que aparecen a continuación no ostentan en absoluto un carácter que agote el objeto del análisis, sólo esbozan el problema; ahora bien, no vamos a abordar aquí la realización composicional del contenido con ayuda de un material determinado.
a / Se debe distinguir rigurosamente el momento cognoscitivo-ético que constituye el verdadero contenido, o sea, el momento constitutivo del objeto estético dado, de aquellos juicios y valoraciones éticas que se pueden construir y manifestar en relación con el contenido, pero que no entran en el objeto estético.
b / El contenido no puede ser puramente cognoscitivo ni estar privado en su totalidad del momento ético; más aún, puede decirse que lo ético goza de una primacía esencial en el contenido. Respecto del concepto y el juicio puros, la forma artística no puede realizarse: el momento puramente cognoscitivo resultará aislado de manera inevitable en la obra artística como un prosaísmo no diluido. Todo lo conocido debe ser correlacionado con el mundo de la consumación de la conducta humana y estar ligado de manera sustancial a la conciencia actuante; sólo así podrá entrar en la obra de arte.
Lo más desacertado sería concebir el contenido como un todo cognoscitivo teórico, como un pensamiento, como una idea.
c / La creación y la contemplación artística dominan el momento ético del contenido directamente por la vía de la vivencia y la valoración simultáneas, pero en modo alguno mediante la comprensión y la interpretación teóricas, que pueden ser sólo un camino para la vivencia. Es directamente ético tan sólo el propio hecho de la conducta (de la conducta-idea, de la conducta-acción, de la conducta-sentimiento, de la conducta-deseo, etcétera) en su viva consumación en el interior de la propia conciencia actuante; precisamente este hecho es culminado desde fuera por la forma artística, pero no en su transcripción teórica a través de juicios éticos, normas morales, sentencias, apreciaciones judiciales, etcétera.
La transcripción teórica y la fórmula de la conducta ética son ya la traducción de aquél al plano cognoscitivo, o sea, un momento secundario mientras que la forma artística -por ejemplo, la forma realizada por un relato sobre la conducta, o la forma de su heroización épica en el poema, o la forma de su plasmación lírica, etcétera- tiene que ver con la conducta misma en la naturaleza ética primaria, dominándola mediante la vivencia simultánea de la conciencia volitiva, perceptiva y activa; el momento cognoscitivo secundario, en cambio, puede tener sólo el valor auxiliar del medio.
Es indispensable subrayar que el artista y el espectador experimentan la vivencia simultánea no de la conciencia psicológica (no pueden hacerlo en el sentido estricto de la palabra), sino de la conciencia éticamente orientada y actuante (12).
¿Cuáles son, pues, las tareas y las posibilidades del análisis estético del contenido?
El análisis estético, ante todo, debe revelar la composición del contenido inmanente al objeto estético sin salirse en nada fuera de los límites de dicho objeto, como se realiza por la creación y la contemplación.
Vamos a remitirnos al momento cognoscitivo del contenido.
El momento del reconocimiento cognoscitivo acompaña en todas partes a las actividades de creación y contemplación artísticas, pero en la mayoría de los casos es completamente inseparable del momento ético y no puede ser expresado con un juicio adecuado. La posible unidad y la necesidad del mundo del conocimiento viene como a atravesar a cada momento del objeto estético, y, al no alcanzar plenitud de actualización en la obra misma, se unen con el mundo de la tendencia ética, realizando esa peculiar unidad intuitivo-dada de los dos mundos que, como ya señalamos, constituye un momento esencial de lo estético como tal (13). Así, tras cada palabra, tras cada frase de una obra poética, se siente su posible significado prosaico, su inclinación prosaica, o sea, su posible remisión continua a la unidad del conocimiento.
El momento cognoscitivo viene a iluminar por dentro el objeto estético; como una corriente de agua pura se mezcla con el vino de la tensión ética y de la culminación artística, pero no siempre se concentra y condensa hasta el grado de un determinado juicio: todo se conoce, pero no siempre se identifica en el concepto adecuado.
Si no existiera este reconocimiento omnipenetrante, el objeto estético, o sea, lo artísticamente creable y perceptible, desaparecería de todas las relaciones de la experiencia -tanto teórico como práctica-, como desaparece el contenido del estado de amnesia general, sobre el cual no hay que recordar ni que decir, y que no se puede valorar (puede valorarse el estado, pero no su contenido); del mismo, la creación y contemplación artísticas, privadas de toda participación en la posible unidad del conocimiento, no atravesadas por ellas ni reconocidas desde dentro, se convertirán sencillamente en un estado aislado de amnesia, sobre el cual es posible saber que ha existido sólo post factum por el tiempo transcurrido.
Esta iluminación interna del objeto estético en la esfera del arte verbal, del grado del reconocimiento, puede ser elevada hasta el grado del conocimiento definido y de las asimilaciones profundas, que pueden ser distinguidas por el análisis estético.
Pero, una vez separadas una u otra asimilación cognoscitiva del contenido del objeto estético -por ejemplo, las concepciones puramente filosóficas de Iván Karamazov sobre la importancia del sufrimiento de los niños, la negación del mundo de Dios, etcétera, o bien los juicios filosófico-históricos y sociológicos de Andréi Bolkonski acerca de la guerra, del papel del individuo en la historia y otros-, el investigador debe recordar que todas estas concepciones, por muy profundas que sean por sí mismas, no están dadas en el objeto estético en su aislamiento cognoscitivo, y que la forma artística no está dirigida a ellas y no las culmina de modo directo; estas concepciones están necesariamente ligadas al momento ético del contenido, al mundo de la conducta, al mundo del hecho. Así, las ya señaladas concepciones de Iván Karamazóv tienen funciones puramente caracterológicas, constituyen un momento indispensable de su posición moral frente a la vida, guardan relación además con la posición ética y religiosa de Aliosha y, por ello, se insertan en el hecho hacia el cual está dirigida la forma artística culminante de la novela; también los juicios de Andréi Bolkonski expresan su individualidad ética y su posición vital y se entrelazan con el hecho representado no sólo de su vida privada, sino también social e histórica. De esta manera, lo cognoscitivo-verdadero llega a ser un momento de la realización ética.
Si todos estos juicios no estuvieran necesariamente relacionados por una vía u otra con el mundo concreto de la conducta humana, seguirían siendo prosaísmos aislados, lo que ocurre a veces en la obra de Dostoyevski y tiene lugar también en Tolstói, por ejemplo, en la novela La guerra y la paz, donde hacia el final los juicios cognoscitivos filosófico-históricos rompen por completo su vínculo con el hecho ético y se organizan en un tratado teórico.
Notas
(12) La vivencia y la interiorización no ostentan todavía, por sí mismas, un carácter estético. El contenido del acto de la vivencia es ético, resulta una orientación vital-práctica o ético-valorativa (emocional-volitiva) de otra conciencia. Este contenido del acto de la vivencia puede ser asimilado y elaborado en distintas direcciones: haciéndolo objeto del conocimiento (psicológico o filosófico-ético), condicionando la conducta ética (la forma más difundida de asimilación del contenido de la vivencia son la simpatía, la compasión, la ayuda), y, por último, se le puede convertir en objeto de la culminación estética. En lo sucesivo, tendremos que abordar con más detalles la llamada “estética de la vivencia”.
(13) En lo adelante esclareceremos el papel de la personalidad creadora del autor como momento constitutivo de la forma artística, en cuya unidad de la actividad encuentran también su unificación los momentos cognoscitivo y ético.
No hay comentarios:
Publicar un comentario