ENTRE LOS YORUGUAS Y LOS KIWIS
Lucila Fernández Marinovic (Uruguay, 1990) es voluntaria de la AFS (American Field Service), ha estudiado teatro bajo la dirección de Carlos Aguilera y actualmente cursa actuación en la Escuela de Cineastas del Uruguay.
Este año asumió la dirección de Sobreviviente de Mario Erramuspe, una puesta autogestionaria que auspicia elMontevideano / Laboratorio de artes y cuenta con un elenco integrado por Micaela Godoy, Rodrigo Iglesias, Nicolás Cabana, Maximiliano Bianchi y Héctor Moure Clouzet. La producción le corresponde a Maximiliano Bianchi y el sonido a Florencia Fernández. Esta realización fue respaldada y asesorada, además, por la actriz y docente teatral Cristina Velázquez, el actor y director teatral Alejandro Dutra y el cineasta Álvaro Moure Clouzet.
La avant-première de Sobreviviente tendrá lugar en setiembre en la Escuela de Cineastas del Uruguay, pasando después a El Tinglado de Montevideo (jueves de octubre y noviembre). También hay prevista una gira por Rocha, San José, San Carlos, Treinta y Tres, Chuy y La Paloma.
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Lucila Fernández Marinovic (Uruguay, 1990) es voluntaria de la AFS (American Field Service), ha estudiado teatro bajo la dirección de Carlos Aguilera y actualmente cursa actuación en la Escuela de Cineastas del Uruguay.
Este año asumió la dirección de Sobreviviente de Mario Erramuspe, una puesta autogestionaria que auspicia elMontevideano / Laboratorio de artes y cuenta con un elenco integrado por Micaela Godoy, Rodrigo Iglesias, Nicolás Cabana, Maximiliano Bianchi y Héctor Moure Clouzet. La producción le corresponde a Maximiliano Bianchi y el sonido a Florencia Fernández. Esta realización fue respaldada y asesorada, además, por la actriz y docente teatral Cristina Velázquez, el actor y director teatral Alejandro Dutra y el cineasta Álvaro Moure Clouzet.
La avant-première de Sobreviviente tendrá lugar en setiembre en la Escuela de Cineastas del Uruguay, pasando después a El Tinglado de Montevideo (jueves de octubre y noviembre). También hay prevista una gira por Rocha, San José, San Carlos, Treinta y Tres, Chuy y La Paloma.
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Los integrantes del grupo autogestionario que elaboró esta puesta de Sobreviviente se conocieron en marzo de 2010 en uno de los grupos de actuación de la Escuela de Cineastas del Uruguay. ¿Cómo surgió la idea de trabajar paralelamente en una obra teatral?
Esta propuesta llegó a mí a través de Maximiliano Bianchi, un compañero del grupo de actuación de la Escuela de Cineastas del Uruguay y actual productor y actor del Sobreviviente. Un día luego de clase llegó con la idea de hacer una obra de teatro en base a un guión de Mario Erramuspe, y yo creo que al día siguiente él ya estaba ensayando con algunos alumnos del mismo grupo. Maxi se encargó de la dirección por un mes aproximadamente, y luego de este período un día me pidió una opinión sobre su trabajo. Y yo, antes que terminara el ensayo, los paré y les dije: “Chicos, me encanta la obra, el guión es muy bueno, pero cuando lo leí me imaginé los personajes totalmente diferentes” y les propuse cambiar de rol a tres de ellos. Sé que en ese momento me querían comer cruda, pero por suerte lo aceptaron, por lo que desde entonces pasé a ser la directora. Entre los cinco actores y yo fuimos formando un equipo muy unido, e hicimos de este proyecto algo sólido y tangible. Aquello que en un principio parecía descabellado de realizar -fundamentalmente debido a nuestra inexperiencia- terminó por ser una obra que nos esperanza y nos enorgullece.
Es imprescindible destacar, además, la colaboración que recibimos de muchas personas vinculadas particularmente a la Escuela de Cineastas del Uruguay. Iniciar algo de esta índole no es fácil y menos lo es mantenerlo a flote, pero cuando se tiene gente alrededor que está constantemente alentándote, todo se vuelve más simple; por lo que me gustaría aprovechar para destacar el apoyo de Álvaro Moure Clouzet, Cristina Velázquez y Alejandro Dutra, quienes nos han acompañado en este arduo proceso de formación y nos han dado su constante apoyo.
¿Cuáles considerás que fueron las principales bases formativas a nivel cultural general que te llevaron a encarar tan decididamente la responsabilidad de dirigir un elenco dramático con sólo veinte años?
Yo participo desde hace varios años como voluntaria de AFS (American Field Service), que es una organización dedicada a realizar intercambios interculturales. Y la parte que más disfruto en ese trabajo es la de orientación de campamentos, para la cual lo más importante es tener una actitud de liderazgo. A su vez soy miembro de Rotaract, un movimiento juvenil que forma parte de la rueda de Rotary, la cual también apunta a formar líderes y jóvenes con conciencia social, los cuales concomitantemente volcarán sus nuevos conocimientos en beneficio de la comunidad, usualmente a través del servicio comunitario.
Siempre, desde chica, tuve como esa cosa de querer ser el líder, en los deportes, en la escuela, el liceo y todas las actividades que se me cruzaran, hasta en los juegos o las fiestas; me encantaba todo lo que fuera organizar o empujar gente a hacer algo de determinada manera y siempre fui muy mandona y exigente con los demás, pero lo fui infinitamente conmigo misma también: me gustaba que todo lo que hiciera fuera perfecto y así también me agarré varias desilusiones, ya que nada puede ser perfecto en esta vida.
Bueno, y ahora la dirección de esta obra representa un gran desafío a nivel personal, ya que me sigue costando mucho tener confianza en mis capacidades.
Por otro lado, acercándome más a lo artístico, cuando estudié actuación con el Director Carlos Aguilera descubrí el mundo mágico del escenario y me abrí a algo totalmente maravilloso como lo es el arte dramático. Viéndolo a él dirigirme, me dije un día: “Me encantaría estar alguna vez de ese lado”, y honestamente nunca creí que sería posible, pero lo fue y desde el momento que me dieron la oportunidad de dirigir esta obra, la tomé como que fuera algo de vida o muerte y no la solté más. Incluso muchos me preguntaron si estaba loca por querer dirigir una obra sin tener nada de experiencia, y bueno, mi respuesta es simple: “Este tipo de oportunidades son como un tren que pasa una vez y puede que pase muchas más como también nunca más, y la locura sería quedarse mirando cómo otro se acomoda en mi asiento. Ahora, si el concepto de locura es permitirse volar, pues entonces sí, estoy loca y hasta podría decir que soy la loca más feliz”. Si no aprovechaba esta oportunidad iba a ser por el terrible miedo al fracaso que tantas veces me ha detenido al tomar mis decisiones, pero esta vez sentí que los fracasos ya no serían tan terribles sino que pasarían a ser simplemente tropezones y no caídas, útiles para aprender de ellos y seguir creciendo.
Por último, creo que lo que más me impulsó a arriesgarme y creer fue lo que estoy aprendiendo ahora en la Escuela; ya que no sólo nos enseñan a actuar o a dirigir o a escribir y comprender un guión, etc., sino que por sobre todo eso nos enseñan a creer en nuestros propios sueños y luchar por ellos, nos enseñan a que nuestras metas son posibles desde el momento en que nos proponemos que lo sean, y además, que unidos siempre vamos a llegar más alto.
¿Pensás que este arrabal del mundo ofrece un potencial espiritual compensatorio de sus carencias infraestructurales? ¿En tu tan conocida Nueva Zelanda pasa algo similar?
En mi caso, no conozco ningún país más unido espiritualmente que éste. Reconozco que no somos los más patrióticos del mundo, ¿pero qué es ser patrióticos?: ¿salir con las banderas y cantar el himno y pelearnos con todos aquellos que estén en desacuerdo con nosotros, o sentirnos orgullosos de nosotros mismos como país, de lo que hacemos y de nuestros logros? Creo que este hermoso país en el que tuve la suerte de haber nacido se siente más que orgulloso de lo que es y de los logros que ha tenido, creo que más allá de todas las infinitas carencias que tiene estructuralmente, es un país que lucha y siempre tira para delante y no se da por vencido. Creo en el Uruguay como un país que, a pesar de las carentes condiciones con las que compite frente a la gran mayoría del mundo, está constantemente demostrando que con mucho esfuerzo todo es posible, que no se necesitan millones para hacer la diferencia, sino que se necesita simplemente creer en ello, en que se puede y por sobre todo en hacerlo juntos. En Uruguay la palabra carencia no es símbolo de debilidad y falta de posibilidades; simplemente significa que deberemos esforzarnos un poco más o quizá muchísimo más para lograr nuestros objetivos. Yo soy de los de la idea de que no existen los imposibles, las metas se las pone uno mismo al igual que los límites, y creo que eso es algo que aprendí de este país; acá la gente lucha más y se rinde menos, quizá la razón sea justamente lo que llamamos compensación de las carencias infraestructurales.
Por otra parte, en Nueva Zelanda esto pasa de otra manera. Allá la gente no sufre de las carencias infraestructurales de las que hablamos, pero a la vez su nivel primer mundista no les impide ser espiritualmente muy unidos. Pienso que esto se debe al afán de consolidar una identidad que sea capaz de aunar la multiculturalidad aportada por una infinidad de inmigrantes: los neocelandeses se autodenominan los kiwis. Y las carencias que puedan existir en Nueva Zelanda provienen más que nada de su particular ubicación geográfica. Allá, por más que tengan todo lo necesario para crear y ser innovadores en muchas cosas, lo que les hace falta es ser reconocidos por sus logros y ser conocidos también por los demás continentes; necesitan dejar de ser la sombra de Australia, al igual que nosotros lo somos en muchos aspectos de la Argentina. Y por más de que ya hace muchos años que lo han dejado de ser, aun la gente en todo el mundo sigue ignorando que existe ese hermoso país donde se crean cosas inimaginablemente maravillosas e innovadoras. Pienso que tanto en Uruguay como en New Zealand amamos lo que hacemos, lo nuestro, y lo respetamos y lo mostramos al mundo entero con mucho orgullo, y que más allá de que sea aceptado o no por los demás, nosotros mismos creemos en ello y lo apoyamos, defendemos lo autóctono, y eso es algo que no se paga ni con todo el dinero del mundo y que admiro tremendamente de estos dos países que siento como mis dos hogares.
¿Qué es lo mejor que te pasó en la vida?
Es muy difícil contestar esta pregunta, ya que tengo la suerte de poder decir que, así como me han pasado cosas muy duras en la vida, también me han pasado cosas maravillosas y he tenido la oportunidad de vivir experiencias inexplicablemente hermosas y enriquecedoras. Si nos referimos a una ocasión especial creo que no tendría respuesta, pero analizándolo desde lo emocional podría decir que lo mejor que me pasó es mi familia. He pasado mucho tiempo cuestionándola y tratando de entender muchas cosas, pero hoy en día puedo decir que he aprendido a comprenderla y a amarla más que a nada en el mundo. Por sobre todas las cosas, lo mejor que me pasó en la vida son mis hermanos: no sería nadie sin ellos y por más cursi que suene, mi vida no tendría ningún sentido si no estuvieran a mi lado. Mi niñez la recuerdo llena de alegría y diversión y eso se lo debo por sobre todo a mis hermanas. Y luego se marcó un antes y un después en mi vida con el nacimiento de mi hermanito Juan, que actualmente tiene 10 años. Él me enseño en todo momento a valorar las cosas simples de la vida, y con su alegría y sus constantes mimos me iluminó el corazón. Mis hermanos son, sin duda, mis tesoros más preciados y por eso no existe nada que yo pueda haber hecho ni ninguna experiencia que yo pueda haber tenido que los supere a ellos.
Por otro lado, acercándome más a lo artístico, cuando estudié actuación con el Director Carlos Aguilera descubrí el mundo mágico del escenario y me abrí a algo totalmente maravilloso como lo es el arte dramático. Viéndolo a él dirigirme, me dije un día: “Me encantaría estar alguna vez de ese lado”, y honestamente nunca creí que sería posible, pero lo fue y desde el momento que me dieron la oportunidad de dirigir esta obra, la tomé como que fuera algo de vida o muerte y no la solté más. Incluso muchos me preguntaron si estaba loca por querer dirigir una obra sin tener nada de experiencia, y bueno, mi respuesta es simple: “Este tipo de oportunidades son como un tren que pasa una vez y puede que pase muchas más como también nunca más, y la locura sería quedarse mirando cómo otro se acomoda en mi asiento. Ahora, si el concepto de locura es permitirse volar, pues entonces sí, estoy loca y hasta podría decir que soy la loca más feliz”. Si no aprovechaba esta oportunidad iba a ser por el terrible miedo al fracaso que tantas veces me ha detenido al tomar mis decisiones, pero esta vez sentí que los fracasos ya no serían tan terribles sino que pasarían a ser simplemente tropezones y no caídas, útiles para aprender de ellos y seguir creciendo.
Por último, creo que lo que más me impulsó a arriesgarme y creer fue lo que estoy aprendiendo ahora en la Escuela; ya que no sólo nos enseñan a actuar o a dirigir o a escribir y comprender un guión, etc., sino que por sobre todo eso nos enseñan a creer en nuestros propios sueños y luchar por ellos, nos enseñan a que nuestras metas son posibles desde el momento en que nos proponemos que lo sean, y además, que unidos siempre vamos a llegar más alto.
¿Pensás que este arrabal del mundo ofrece un potencial espiritual compensatorio de sus carencias infraestructurales? ¿En tu tan conocida Nueva Zelanda pasa algo similar?
En mi caso, no conozco ningún país más unido espiritualmente que éste. Reconozco que no somos los más patrióticos del mundo, ¿pero qué es ser patrióticos?: ¿salir con las banderas y cantar el himno y pelearnos con todos aquellos que estén en desacuerdo con nosotros, o sentirnos orgullosos de nosotros mismos como país, de lo que hacemos y de nuestros logros? Creo que este hermoso país en el que tuve la suerte de haber nacido se siente más que orgulloso de lo que es y de los logros que ha tenido, creo que más allá de todas las infinitas carencias que tiene estructuralmente, es un país que lucha y siempre tira para delante y no se da por vencido. Creo en el Uruguay como un país que, a pesar de las carentes condiciones con las que compite frente a la gran mayoría del mundo, está constantemente demostrando que con mucho esfuerzo todo es posible, que no se necesitan millones para hacer la diferencia, sino que se necesita simplemente creer en ello, en que se puede y por sobre todo en hacerlo juntos. En Uruguay la palabra carencia no es símbolo de debilidad y falta de posibilidades; simplemente significa que deberemos esforzarnos un poco más o quizá muchísimo más para lograr nuestros objetivos. Yo soy de los de la idea de que no existen los imposibles, las metas se las pone uno mismo al igual que los límites, y creo que eso es algo que aprendí de este país; acá la gente lucha más y se rinde menos, quizá la razón sea justamente lo que llamamos compensación de las carencias infraestructurales.
Por otra parte, en Nueva Zelanda esto pasa de otra manera. Allá la gente no sufre de las carencias infraestructurales de las que hablamos, pero a la vez su nivel primer mundista no les impide ser espiritualmente muy unidos. Pienso que esto se debe al afán de consolidar una identidad que sea capaz de aunar la multiculturalidad aportada por una infinidad de inmigrantes: los neocelandeses se autodenominan los kiwis. Y las carencias que puedan existir en Nueva Zelanda provienen más que nada de su particular ubicación geográfica. Allá, por más que tengan todo lo necesario para crear y ser innovadores en muchas cosas, lo que les hace falta es ser reconocidos por sus logros y ser conocidos también por los demás continentes; necesitan dejar de ser la sombra de Australia, al igual que nosotros lo somos en muchos aspectos de la Argentina. Y por más de que ya hace muchos años que lo han dejado de ser, aun la gente en todo el mundo sigue ignorando que existe ese hermoso país donde se crean cosas inimaginablemente maravillosas e innovadoras. Pienso que tanto en Uruguay como en New Zealand amamos lo que hacemos, lo nuestro, y lo respetamos y lo mostramos al mundo entero con mucho orgullo, y que más allá de que sea aceptado o no por los demás, nosotros mismos creemos en ello y lo apoyamos, defendemos lo autóctono, y eso es algo que no se paga ni con todo el dinero del mundo y que admiro tremendamente de estos dos países que siento como mis dos hogares.
¿Qué es lo mejor que te pasó en la vida?
Es muy difícil contestar esta pregunta, ya que tengo la suerte de poder decir que, así como me han pasado cosas muy duras en la vida, también me han pasado cosas maravillosas y he tenido la oportunidad de vivir experiencias inexplicablemente hermosas y enriquecedoras. Si nos referimos a una ocasión especial creo que no tendría respuesta, pero analizándolo desde lo emocional podría decir que lo mejor que me pasó es mi familia. He pasado mucho tiempo cuestionándola y tratando de entender muchas cosas, pero hoy en día puedo decir que he aprendido a comprenderla y a amarla más que a nada en el mundo. Por sobre todas las cosas, lo mejor que me pasó en la vida son mis hermanos: no sería nadie sin ellos y por más cursi que suene, mi vida no tendría ningún sentido si no estuvieran a mi lado. Mi niñez la recuerdo llena de alegría y diversión y eso se lo debo por sobre todo a mis hermanas. Y luego se marcó un antes y un después en mi vida con el nacimiento de mi hermanito Juan, que actualmente tiene 10 años. Él me enseño en todo momento a valorar las cosas simples de la vida, y con su alegría y sus constantes mimos me iluminó el corazón. Mis hermanos son, sin duda, mis tesoros más preciados y por eso no existe nada que yo pueda haber hecho ni ninguna experiencia que yo pueda haber tenido que los supere a ellos.
1 comentario:
la verdad , que yo he tenido un breve experiencia de ser dirigidos por , algun director vastante mayor que lucila , pero esa energía que te transmite y la seguridad de saber a donde quiere llegar , y que es lo que quiere sacar de el personaje , a pesar d esus cortos 20 años , es una experiencia muy linda , y muy inspiradora para quienes somos dirigidos por ella , felicitaciones y que te espere un gran camino por delante
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