MI HERMANA Y YO
SEXTA ENTREGA
CAPÍTULO SEGUNDO (III)
7
Como ya he escrito, ¿qué es más terrible que el último grito de don José?: ¡Sí, la he matado, mi Carmen, mi Carmen a quien adoraba! Sí, he matado a mi Carmen con el puñal de mi megalomanía, la he destruido no porque rehusara amarme, sino porque he rehusado amar a Dios, o aun admitir Su existencia. Y la “negación” de Dios ha sido terrible para mí, como es terrible Él con todos los ateos que niegan el divino Amor del cual procede todo amor.
Ahora que yazgo agonizante mientras los árboles saludan a la primavera con su nuevo manto verde, sé que soy una hoja muerta que la brisa lleva y que el temporal cósmico no dejará ni una débil huella de mi demoníaco orgullo. Como de las generaciones desaparecidas, nada quedará de mí, mientras la naturaleza, con su orden imperecedero, se trasladará de la primavera al invierno y nuevamente a la primavera…
¡Oh, mi Dios Lou, tenías veinte años y eras hermosa, elocuente con el eterno lenguaje de las flores, y yo no te escuché! Dejé que mi tizón de Lutero cayera sobre el jardín y marchitara cada pimpollo, cada dorado capullo. Mi padre tropezó contra su perrito mimado y murió de una enfermedad del cerebro, pero mi locura es mi propio castigo, y hubiera muerto porque sacudí un golpe al “amor”, el que había en ti y el que había en mí. Yo no tropecé en la noche contra ningún peldaño. Me deslicé a través de mi propia locura… ¿O la intención de la naturaleza es atraer al hombre hacia la locura?
Verrá un giorno, dijo Goldoni, che dei piccoli e dei grandi si fará nuevamente tutta una pasta (8). Ésa era la observación favorita del panadero italiano en Turín, a quien compraba el pan y las roscas, y me encerraba en mi cuarto temeroso de mis compañeros de hospedaje que me alimentaban con Jean-Jacques Rousseau.
He luchado contra este concepto igualitario toda mi vida; he combatido desesperadamente para mantener el espacio social, la sensación de distancia entre mis inferiores y yo. Pero ¿quién es ahora, sobre esta tierra, inferior a mí? Mis miembros están paralizados, mi cerebro resquebrajado, y a esta gran mente mía, la más grande desde Aristóteles, la están amasando con la pasta de la imbecilidad.
Estoy preparado para Rousseau y Schiller; estoy listo para exclamar con el autor de Minna von Barnhelm: Gleicheit ist allein das feste Band der Liebe (9). Cuando uno ha sido aplastado hasta el límite de la escoria, está preparado para aceptar la causa del albañal, de la igualdad, con todos los vulgares exponentes del pensamiento democrático. ¡Adelante con la Revolución!
8
Si la “vida” nos ultraja, en cierto modo nosotros hemos ultrajado a la “verdad”. Nuestros primeros errores yacen en nuestra espera y estamos emboscados para la ruina. Todas las generaciones luchan para convertir la verdad en una unidad, en la idea de Dios, “justicia”, “amor” y “poder”. Mi Dios era el “poder”, y por mi impotencia me doy cuenta que he construido sobre cimientos de arena.
Jesús decía: De este modo, todo aquel que escuche mis palabras y las siga, lo consideraré un hombre sabio que construyó su casa sobre una roca; las lluvias descendieron y las inundaciones llegaron y los vientos soplaron y acometieron contra esta casa; pero no sucumbió, pues tenía una roca por cimiento.
Y todo aquel que escuche mis palabras, y no las siga, lo consideraré un insensato que construyó su casa sobre la arena; las lluvias descendieron y las inundaciones llegaron y los vientos soplaron y acometieron contra esa casa, y sucumbió; y grande fue su caída.
Mi casa se ha derrumbado, y grande fue su caída. El Anticristo yace en ruinas frente al indestructible pie de Cristo, calzado con el amor del mundo, el amor manifestado en hechos. ¡Oh vida, no te burles de mí! ¡Tú has vencido, Galileo, tú has vencido en el mismo corazón de tu mayor enemigo!
¿Debo ocultar la victoria de Cristo a mi propia alma para perpetuar el mito del Anticristo, tema de mis futuros biógrafos? ¿No gritó Ayax: ¡Oh Zeus, alúmbranos, aunque nos aniquiles con la luz!? He sido asesinado y vuelto a asesinar por la verdad, y si Cristo me ha derribado por un momento o para siempre, ¿debo negarles los laureles de la victoria?...
Creo qui absurdum (10): creo el absurdo absoluto de Jesús, pero tampoco puedo ser salvado. No puedo rendir mi orgullo del intelecto hasta el último momento, ni mi convicción de que Jesús debe inclinarse frente a Nietzsche, aunque sea un montón de ruinas. ¡No más enemigos, no más odio, sólo un mundo abrazado en amor! ¡Ese no es reino para mí! ¡Debo tener relámpagos y truenos, y morir mientras el mundo se estrella en mis oídos!
Estoy asustado por sueños y aterrorizado por visiones; como la de Job, mi piel se quiebra y está desleída. Pero en todo este mundo deshecho no puedo asirme a ningún salvavidas a lo Swedenborg, como hace Strindberg. Sólo puedo hundirme, sin dejar huella en el violento alud de la existencia. Estoy perdido, irremediablemente y sin esperanzas… Como Napoleón, en medio de una terrible tormenta; el panorama está quebrado, cada árbol despedazado, y nada de lo que alguna vez amé u odié puede sobrevivirme.
Tuve el coraje de innovar y así asombré a mis contemporáneos que permanecieron en la profunda cavidad de Dios, aunque Él fue abolido en el pensamiento del siglo. Como Madame de Staël, que se atrevió a desafiar a Napoleón, yo me atreví a romper la Bastilla de las convenciones de la moral cristiana. Aun Voltaire opinaba que Dios era necesario para salvar a miles de la desesperación.
Antes que yo, los filósofos afrontaron una guerra de coles (11) contra el cristianismo: yo me empeñé en un ataque total contra la esclavitud moral de los judeocristianos.
Esto me dejó sin un amigo, y fui un ermitaño en mi soledad. Hasta que aparecieron las lagunas de la locura y sucedió esto: ¡Al gritar contra la locura de Dios, enloquecí yo mismo!
Todo se puede adquirir en la soledad, excepto la cordura.
9
Un hombre solamente puede vivir mientras esté ebrio, ebrio de vino, de mujeres, de ideas o de pasión mesiánica. Y en mi sed dionisíaca me he intoxicado con todo, aun con la humanidad de los monos de Darwin y de los positivistas.
Pero aunque pruebe, no puedo hacerme budista y emborracharme hasta la muerte. La idea de hundirme en la nada me horroriza; como a Dostoievski, el glacial horror a la eternidad me vence; dormir un billón de años y nunca más ver el alba que se eleva sobre las montañas…; nunca más…, nunca más.
Por eso los hombres necesitan el mito de Dios. Sólo somos un conglomerado de partículas, accidentales y sin sentido, y este hecho es terrible de soportar. De ahí que Dios o el hombre sea quien toma su lugar en nuestra fantasía…
Nos acercaremos a la verdad en la proporción que nos alejamos de la vida, dijo Sócrates, a punto de beber la cicuta. Todo es vanidad y una persecución tras el viento, pero esta sabiduría salomónica es difícil de aceptar. Hasta el fin soñaré con aquella que me enseñó por primera vez las posibilidades del amor romántico. Contra sus besos, Sócrates, Schopenhauer, Salomón y Sakia Muni sólo son envidiosos eunucos que han perdido el sabor de la vida.
La muerte no es jamás mejor que la vida, a pesar de Buda y de los santos. Yo que muero, sé que no hay nada más trágico que el hombre muerto, ya esté bajo tierra o camine como un cadáver viviente a través del mundo, sin fe en la vida o en el futuro….
En las entrañas de mi madre he amado la vida y la amo ahora cuando los que llevarán mi paño mortuorio se agrupan a mi alrededor y esperan la señal para llevarme a la eternidad.
10
He sufrido al no aceptar los consuelos de otros hombres: Dios y la “inmortalidad”. Pero como Jerjes, que estaba enamorado de un plátano, así me aferré al arca de un futuro “utópico” y de este modo traté de revocar a Dios y a la inmortalidad del petrificado bosque del pensamiento moderno.
Se puso de moda el admirarme por mi negación de Dios, pero mi optimismo de Zaratustra es simplemente Jehová disfrazado. Ladrón de Dios, deshice los vínculos de mi ateísmo y me opuse a que Él se fuera. Quise una bendición de Él que ciertamente está muerto.
Pero ¿está muerto Dios? ¿Qué sucederá si me encuentro cara a cara con Él -Nietzsche-Anticristo-, yo, que construí mi vida en la roca de la incredulidad? Quizá verteré sangre por primera vez, como lo hizo Lou, cuando me confesó que a los quince años era todavía virgen y tembló en presencia de un hombre.
_________________________________
Notas
(8) Llegará un día que de los pequeños y los grandes se hará nuevamente una sola masa.
(9) La igualdad es el único vínculo seguro del amor.
(10) Lo creo porque es absurdo.
(11) La frase es de Stendhal. (N. DEL T.I.)
SEXTA ENTREGA
CAPÍTULO SEGUNDO (III)
7
Como ya he escrito, ¿qué es más terrible que el último grito de don José?: ¡Sí, la he matado, mi Carmen, mi Carmen a quien adoraba! Sí, he matado a mi Carmen con el puñal de mi megalomanía, la he destruido no porque rehusara amarme, sino porque he rehusado amar a Dios, o aun admitir Su existencia. Y la “negación” de Dios ha sido terrible para mí, como es terrible Él con todos los ateos que niegan el divino Amor del cual procede todo amor.
Ahora que yazgo agonizante mientras los árboles saludan a la primavera con su nuevo manto verde, sé que soy una hoja muerta que la brisa lleva y que el temporal cósmico no dejará ni una débil huella de mi demoníaco orgullo. Como de las generaciones desaparecidas, nada quedará de mí, mientras la naturaleza, con su orden imperecedero, se trasladará de la primavera al invierno y nuevamente a la primavera…
¡Oh, mi Dios Lou, tenías veinte años y eras hermosa, elocuente con el eterno lenguaje de las flores, y yo no te escuché! Dejé que mi tizón de Lutero cayera sobre el jardín y marchitara cada pimpollo, cada dorado capullo. Mi padre tropezó contra su perrito mimado y murió de una enfermedad del cerebro, pero mi locura es mi propio castigo, y hubiera muerto porque sacudí un golpe al “amor”, el que había en ti y el que había en mí. Yo no tropecé en la noche contra ningún peldaño. Me deslicé a través de mi propia locura… ¿O la intención de la naturaleza es atraer al hombre hacia la locura?
Verrá un giorno, dijo Goldoni, che dei piccoli e dei grandi si fará nuevamente tutta una pasta (8). Ésa era la observación favorita del panadero italiano en Turín, a quien compraba el pan y las roscas, y me encerraba en mi cuarto temeroso de mis compañeros de hospedaje que me alimentaban con Jean-Jacques Rousseau.
He luchado contra este concepto igualitario toda mi vida; he combatido desesperadamente para mantener el espacio social, la sensación de distancia entre mis inferiores y yo. Pero ¿quién es ahora, sobre esta tierra, inferior a mí? Mis miembros están paralizados, mi cerebro resquebrajado, y a esta gran mente mía, la más grande desde Aristóteles, la están amasando con la pasta de la imbecilidad.
Estoy preparado para Rousseau y Schiller; estoy listo para exclamar con el autor de Minna von Barnhelm: Gleicheit ist allein das feste Band der Liebe (9). Cuando uno ha sido aplastado hasta el límite de la escoria, está preparado para aceptar la causa del albañal, de la igualdad, con todos los vulgares exponentes del pensamiento democrático. ¡Adelante con la Revolución!
8
Si la “vida” nos ultraja, en cierto modo nosotros hemos ultrajado a la “verdad”. Nuestros primeros errores yacen en nuestra espera y estamos emboscados para la ruina. Todas las generaciones luchan para convertir la verdad en una unidad, en la idea de Dios, “justicia”, “amor” y “poder”. Mi Dios era el “poder”, y por mi impotencia me doy cuenta que he construido sobre cimientos de arena.
Jesús decía: De este modo, todo aquel que escuche mis palabras y las siga, lo consideraré un hombre sabio que construyó su casa sobre una roca; las lluvias descendieron y las inundaciones llegaron y los vientos soplaron y acometieron contra esta casa; pero no sucumbió, pues tenía una roca por cimiento.
Y todo aquel que escuche mis palabras, y no las siga, lo consideraré un insensato que construyó su casa sobre la arena; las lluvias descendieron y las inundaciones llegaron y los vientos soplaron y acometieron contra esa casa, y sucumbió; y grande fue su caída.
Mi casa se ha derrumbado, y grande fue su caída. El Anticristo yace en ruinas frente al indestructible pie de Cristo, calzado con el amor del mundo, el amor manifestado en hechos. ¡Oh vida, no te burles de mí! ¡Tú has vencido, Galileo, tú has vencido en el mismo corazón de tu mayor enemigo!
¿Debo ocultar la victoria de Cristo a mi propia alma para perpetuar el mito del Anticristo, tema de mis futuros biógrafos? ¿No gritó Ayax: ¡Oh Zeus, alúmbranos, aunque nos aniquiles con la luz!? He sido asesinado y vuelto a asesinar por la verdad, y si Cristo me ha derribado por un momento o para siempre, ¿debo negarles los laureles de la victoria?...
Creo qui absurdum (10): creo el absurdo absoluto de Jesús, pero tampoco puedo ser salvado. No puedo rendir mi orgullo del intelecto hasta el último momento, ni mi convicción de que Jesús debe inclinarse frente a Nietzsche, aunque sea un montón de ruinas. ¡No más enemigos, no más odio, sólo un mundo abrazado en amor! ¡Ese no es reino para mí! ¡Debo tener relámpagos y truenos, y morir mientras el mundo se estrella en mis oídos!
Estoy asustado por sueños y aterrorizado por visiones; como la de Job, mi piel se quiebra y está desleída. Pero en todo este mundo deshecho no puedo asirme a ningún salvavidas a lo Swedenborg, como hace Strindberg. Sólo puedo hundirme, sin dejar huella en el violento alud de la existencia. Estoy perdido, irremediablemente y sin esperanzas… Como Napoleón, en medio de una terrible tormenta; el panorama está quebrado, cada árbol despedazado, y nada de lo que alguna vez amé u odié puede sobrevivirme.
Tuve el coraje de innovar y así asombré a mis contemporáneos que permanecieron en la profunda cavidad de Dios, aunque Él fue abolido en el pensamiento del siglo. Como Madame de Staël, que se atrevió a desafiar a Napoleón, yo me atreví a romper la Bastilla de las convenciones de la moral cristiana. Aun Voltaire opinaba que Dios era necesario para salvar a miles de la desesperación.
Antes que yo, los filósofos afrontaron una guerra de coles (11) contra el cristianismo: yo me empeñé en un ataque total contra la esclavitud moral de los judeocristianos.
Esto me dejó sin un amigo, y fui un ermitaño en mi soledad. Hasta que aparecieron las lagunas de la locura y sucedió esto: ¡Al gritar contra la locura de Dios, enloquecí yo mismo!
Todo se puede adquirir en la soledad, excepto la cordura.
9
Un hombre solamente puede vivir mientras esté ebrio, ebrio de vino, de mujeres, de ideas o de pasión mesiánica. Y en mi sed dionisíaca me he intoxicado con todo, aun con la humanidad de los monos de Darwin y de los positivistas.
Pero aunque pruebe, no puedo hacerme budista y emborracharme hasta la muerte. La idea de hundirme en la nada me horroriza; como a Dostoievski, el glacial horror a la eternidad me vence; dormir un billón de años y nunca más ver el alba que se eleva sobre las montañas…; nunca más…, nunca más.
Por eso los hombres necesitan el mito de Dios. Sólo somos un conglomerado de partículas, accidentales y sin sentido, y este hecho es terrible de soportar. De ahí que Dios o el hombre sea quien toma su lugar en nuestra fantasía…
Nos acercaremos a la verdad en la proporción que nos alejamos de la vida, dijo Sócrates, a punto de beber la cicuta. Todo es vanidad y una persecución tras el viento, pero esta sabiduría salomónica es difícil de aceptar. Hasta el fin soñaré con aquella que me enseñó por primera vez las posibilidades del amor romántico. Contra sus besos, Sócrates, Schopenhauer, Salomón y Sakia Muni sólo son envidiosos eunucos que han perdido el sabor de la vida.
La muerte no es jamás mejor que la vida, a pesar de Buda y de los santos. Yo que muero, sé que no hay nada más trágico que el hombre muerto, ya esté bajo tierra o camine como un cadáver viviente a través del mundo, sin fe en la vida o en el futuro….
En las entrañas de mi madre he amado la vida y la amo ahora cuando los que llevarán mi paño mortuorio se agrupan a mi alrededor y esperan la señal para llevarme a la eternidad.
10
He sufrido al no aceptar los consuelos de otros hombres: Dios y la “inmortalidad”. Pero como Jerjes, que estaba enamorado de un plátano, así me aferré al arca de un futuro “utópico” y de este modo traté de revocar a Dios y a la inmortalidad del petrificado bosque del pensamiento moderno.
Se puso de moda el admirarme por mi negación de Dios, pero mi optimismo de Zaratustra es simplemente Jehová disfrazado. Ladrón de Dios, deshice los vínculos de mi ateísmo y me opuse a que Él se fuera. Quise una bendición de Él que ciertamente está muerto.
Pero ¿está muerto Dios? ¿Qué sucederá si me encuentro cara a cara con Él -Nietzsche-Anticristo-, yo, que construí mi vida en la roca de la incredulidad? Quizá verteré sangre por primera vez, como lo hizo Lou, cuando me confesó que a los quince años era todavía virgen y tembló en presencia de un hombre.
_________________________________
Notas
(8) Llegará un día que de los pequeños y los grandes se hará nuevamente una sola masa.
(9) La igualdad es el único vínculo seguro del amor.
(10) Lo creo porque es absurdo.
(11) La frase es de Stendhal. (N. DEL T.I.)
No hay comentarios:
Publicar un comentario