viernes

MEFISTÓFELA DIVINA


(el caso de las brujas siamesas)
folletín policial y de magia negra de

HUGO GIOVANETTI VIOLA

29 TASENDE

En el Tasende me devoré cuatro muzzarellas al tacho y miré pasar con envidia los chopps dorados por primera vez en mucho tiempo, mientras empezaban a llover relámpagos sobre el río y ahora no podía arrancarme del tercer ojo a la patrona de Domenico Theotocopulos.
-Pero joder, Carvalhito -entró de golpe la elfa por el costado del bar que daba a Ciudadela. -Si andábamos buscándote.
Y sostuvo la puerta hasta que apareció Nanda cargando una gran Biblia anaranjada que parecía pesarle más que el diablo.
-Yo ya me iba -me ensarté el panamá muy jediondo a gomina caldosa, aunque las pirujas se sentaron acorralándome con tanto desamparo que sentí que me las mandaba el mismísimo Cristo.
-Nos contó Magui que pensás escribirle una performance basada en el Cantar de los Cantares -se le globulizaron las córneas llenas de gusanitos granates a Moño de Albóndiga.
-Esa es la idea. Pero a mí la versión que más me gusta es una que grabó María Casares en Amor Divino Amor Humano.
-¿Y la tenés?
-Tucho puede tenerla.
-¿Y no te vendría bien esta última traducción que nos regaló Noel?
-Dejame ver.
Y mientras las pirujas pedían chopps y a mí ya me acogotaban las ganas de volver a escaparme borracho hasta el cementerio desde donde mi madre y mi mujer van a seguir llamándome para que me suicide con ellas localicé el canto cuarto y leí maravillado:
-Ella. Yo dormía, pero no mi corazón. / Y oí que mi amado llamaba a la puerta: “¡Ábreme, amor mío; / hermanita, / palomita virginal! ¡Mi cabeza está empapada de rocío! / ¡El rocío nocturno me corre por el cabello!”. / “Ya me he quitado la ropa; / ¡tendría que volver a vestirme! / Ya me he lavado los pies; ¡se me volverían a llenar de polvo!” / Mi amado metió la mano / por el agujero de la puerta. / ¡Eso me conmovió profundamente! / Entonces me levanté / para abrirle a mi amado. / De mis manos y mis dedos / cayeron gotitas de mirra / sobre el pasador de la puerta. / ¡Al oírlo hablar / sentí que me moría! / Abrí la puerta a mi amado, / pero él ya no estaba allí. / Lo busqué y no lo encontré / lo busqué y no me respondió.
-Es perfecto -chilló la mujerúncula. -Pero en vez de desnudarse se tiene que vestir.
-Esa es la idea. Y casarse con el amado invisible.
-Lástima que el amado invisible no exista más que en los libros -sacó la boca del chopp justo a tiempo Nanda o hubiera terminado destrozándolo con un bruxar frenético que hizo que la miraran desde todas las mesas.
-¿Y Ella era la famosa Sulamita? -pareció emocionarse de veras Rosa.
-No. Es el alma de cada uno de nosotros -traté de no ponerme a llorar como un viejo vejiga.


30 TRILCE

Volvimos con las pirujas a la proa de Brecha y Reconquista antes que reventara la tormenta y ellas quedaron en citar a la Nena para juntarnos al otro día temprano en El infierno tan querido y yo revisé el mail y no encontré un carajo y decidí acostarme desnudo en la oscuridad como Jorge Malabia en un cuento madrileño donde Onetti termina por asquearse hasta de la Inmaculada.
-Hay cosas que yo no querría explicarte por escrito, monjita Shirley -empecé a murmurar entre el truenerío feroz que me retrotraía hasta esa felicidad de la infancia cuando uno aprende a esperar que el cielo barra todo el horror del mundo y le refresque la fe triste a cualquier rostro roto. -Lo único que necesitaría es que la Nena pudiera dormir de vez en cuando conmigo para acariciarle el pelo como a una hija. Sí. Y no sé lo que hace Salinger con la tercera esposa que es cincuenta años menor que él y siempre me dieron pena esas fotos que le sacaron en un supermercado los cuervos de las revistas pero ahora lo entiendo más. Y lo que te aseguro completamente es que si Magui necesitara que le hicieran el amor con santidad por primera y última vez en su vida la embarazaría y todo. Aunque lo único que deseo es volver a escucharla respirar en la oscuridad como la primera noche.
Y seguí monologando un rato hasta que me decidí a subir en calzoncillos hasta el entrepiso y le escribí a la Nena:
-Magui: son las tres de la mañana y hace días que tengo un insomnio total. ¿Sabés que recién estaba escuchando truenos en la oscuridad y se me volvió vino místico toda mi agua congelada? Lo mismo que en Caná. Pasó así: me empecé a emocionar y de golpe te empecé a hablar. Estabas adentro mío, a la altura del pulmón derecho y yo te decía: Ya llegaste hasta aquí, Nena. Me cambiaste la vida con más magia que nadie. De aquí ya no te vas más. Y yo te tengo abrigada para siempre. No tengas miedo. Y después me acordé de tu carta y lloré un poco por la soledad y por la incomprensión y repetía: Ahora estás aquí, virgencita de las aguas, y hay un falo de luz que te va a hacer volar como tenés que volar. Y de golpe sentí que yo ya no era un perro vagabundo en un campo de nieve y me sentí un maestro por primera vez en mi vida. Y en la iglesia me había sentido un Hijo con mayúscula de tu Pureza con mayúscula. Porque tu verdadero marido va a ser siempre el Espíritu Santo. En el Taller Torres García hubo una muchacha que amaba verdaderamente mi vocación de detective de almas, y recién tres años después que me casé me escribió desde París para decirme que quería venirse a vivir conmigo. Cosas trilces. Y desde ese año hasta tu carta del otro día, a ninguna otra mujer cercana se le ocurrió decir que mi pobre tesoro era ma-ra-vi-llo-so. Y además nunca nadie me llamó tan desde lo hondo como la madrugada cuando no te fui a ver a la pensión ni me agarró los huesos explicándome que yo era la otra mano de su locura. Y es la primera vez en la vida que se me hielan las piernas por pensar en alguien. Quería decirte estas cosas, y que no se parecieran en nada a una carta de amor. Ojalá estés durmiendo en paz o haciendo el amor con fe, garcita. Ya está por empezar la mejor música del mundo, que para mí es la lluvia.

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