(el caso de las brujas siamesas)
un folletín policial y de magia negra de
HUGO GIOVANETTI VIOLA
HUGO GIOVANETTI VIOLA
ISABELINO PENA detective de almas / 10
in memoriam
Alberto Methol Ferré
que me dio de vivir
mefistófela divina
Julio Herrera y Resissig
Sin el deseo de ver, no se ve.
Miguel de Unamuno
PRIMERA ENTREGA
1 KREMER
El Tucho me prestó el apartamento del último piso porque se tuvo que ir un mes a Buenos Aires y aquella medianoche puse las Ocho Estaciones de Gidon Kremer y le confesé a la Virgen tirado en la oscuridad:
-Lo único que me queda después de tantas vidas es miseria de amor.
Y apenas empezó el Largo de La primavera de Vivaldi contrapunteada por un cello altísimo y rasposo escuché un llanto en el corredor y al asomarme encontré a una monja sentada contra la puerta.
-Perdón -me taladró la muchacha con un leve estrabismo que parecía crucificarle el ojo izquierdo: -Vine al apartamento de abajo y tuve que subir corriendo porque adoro este disco.
-¿Querés pasar a escucharlo conmigo?
Y cuando se levantó con envaramiento de garza descubrí que era una puta disfrazada: me llevaba media cabeza y usaba tacones y medias de seda color sangre.
-No quisiera joderte -se lamió un viboreo de rimmel.
-Lo que yo te aseguro es que te mandó el Señor -prendí la portátil de la gigantesca bohardilla que acondicionó el Tucho para poder alquilar los tres pisos del ex-palacio art-déco: -¿Querés un mate?
-Pa: qué troja de libros. ¿No habrá una grapita miel?
-El historiador que me presta el bulo siempre tiene guardado algún whisky, aunque yo dejé de chuparle la teta al diablo hace cuatro vidas. Cómo te llamás.
-Magui. La Magdalena total, según mi prima Shirley -se tiró en la cama carcajeando y volviendo a llorar al mismo tiempo la muchacha todavía adolescente que usaba un body bermellón abajo del hábito sin botones ni cierres. -¿No me ponés un dedito de whisky a lo coboy? Este Largo me mata.
Y después que hizo fondo blanco tiritó acariciándose un pezón y me tanteó la bragueta con un taco:
-¿Te puedo decir Maestro? Parece que tuvieras dos mil años.
-Tengo setenta y uno y soy detective de almas. Y después que dejé la copa soy capaz de ponerme muy en palo.
-¿Ya me querés cojer?
-No -siento un escalofrío de piedad que casi me hace orinar. -¿Pero por qué no te quedás hasta mañana? Me encantaría escucharte respirar en la oscuridad. Sos mucho más que Kremer.
-Uau -se arrancó el capuchón y el pasamontaña inmaculado la chiquilina parecida a la Virgen del Greco. -Siento que me están creciendo alas.
-¿No tenés un celu para avisarle al cliente del apartamento de abajo que no podés ocupar?
-Dejá: ahí viven dos pirujas que me invitaron a filmarme. Yo llegué recién ayer de Florida y empecé a changar acá en la esquina. Adoro al Imperator. Aunque alquilé una pieza en una pensión que hay en la cuadra donde se suicidó Delmira.
2 SHIRLEY
En el apartamento había nada más que una cama de matrimonio, pero yo me quedé tomando mate en un sofá con felicidad de perro. Ya era el día de todos los santos, y ella durmió hasta el amanecer con el pelo rojo-pozzuoli derramado dulcemente en la sábana que le ceñía los pechitos y de golpe sonrió sin despertarse:
-Papi.
-Aquí estoy, mi amor.
-Pa. Soñé que nos suicidábamos juntas con Delmira metiendo la cabeza en un horno igual que Sylvia Plath -saltó tirándome un beso con un dedo acorazado por una uñaza tarantular: -¿No leíste Papi de Sylvia Plath?
-Leo muy poca poesía. Y además Delmira no se suicidó, nena.
-Mi prima Shirley es de las que piensa que fue un doble suicidio. Nunca se va a saber, igual.
-Dios sabe.
-¿Sale un mate nuevo? Qué lástima que no tengas una compu, Maestro.
-Hay una en el entrepiso. Con Internet y todo.
-Esto es un paraíso.
Eso lo suspiró recién cuando entré a la cocina y me sonó como un coro del Paulus de Mendelsohnn.
-¿Para qué precisás la compu? -le alcancé el segundo mate sentado en la cama.
-Capaz que dentro de un rato te la pido para mandar un mail. ¿Se me corrió mucho el maquillaje?
-Se te chorreó el ojo derecho. Pero igual quedaste más linda que un arcoiris.
-Entonces vos también me ves el famoso antifaz estrellado de la Virgen.
-Eso te lo ve cualquiera.
-Bueno, te explico que mi prima es monja de verdad y dejó de changar hace unos meses y se metió en un convento allá en Florida. Y ayer me mandó un mail avisándome que se acaba de morir el padre Fidel, un viejito divino que la catequizó.
-¿El de la catedral de Maldonado?
-Sí. Ya estaba casi ciego. Y cuando Naná empezó a agonizar la fue a bendecir al quilombo y ocupó con mi prima para confesarle que era un edípico alcohólico y lloró y terminó acariciándole la nuca con más amor que nadie en el mundo. Así me contó Shirley. Y después le pidió en el nombre del Espíritu Santo que cerrara la puerta del infierno y tirara la llave.
-Y vos por qué te viniste a Montevideo.
-No podía soportar verla a ella resucitada en un convento y yo seguir siendo la putísima Magdalena de siempre. ¿Entendés? Con Shirley nos formamos juntas en el Laboratorio de Artes que había abajo del quilombo. Aunque yo todavía no changaba.
-No te olvides que la Magdalena de la Biblia zafó.
-Sí -corrió al baño Magui y volvió con la cabeza momificada por el sobrecuello impoluto. -Algunas locas encuentran un Maestro que las quiera sin baba.
in memoriam
Alberto Methol Ferré
que me dio de vivir
mefistófela divina
Julio Herrera y Resissig
Sin el deseo de ver, no se ve.
Miguel de Unamuno
PRIMERA ENTREGA
1 KREMER
El Tucho me prestó el apartamento del último piso porque se tuvo que ir un mes a Buenos Aires y aquella medianoche puse las Ocho Estaciones de Gidon Kremer y le confesé a la Virgen tirado en la oscuridad:
-Lo único que me queda después de tantas vidas es miseria de amor.
Y apenas empezó el Largo de La primavera de Vivaldi contrapunteada por un cello altísimo y rasposo escuché un llanto en el corredor y al asomarme encontré a una monja sentada contra la puerta.
-Perdón -me taladró la muchacha con un leve estrabismo que parecía crucificarle el ojo izquierdo: -Vine al apartamento de abajo y tuve que subir corriendo porque adoro este disco.
-¿Querés pasar a escucharlo conmigo?
Y cuando se levantó con envaramiento de garza descubrí que era una puta disfrazada: me llevaba media cabeza y usaba tacones y medias de seda color sangre.
-No quisiera joderte -se lamió un viboreo de rimmel.
-Lo que yo te aseguro es que te mandó el Señor -prendí la portátil de la gigantesca bohardilla que acondicionó el Tucho para poder alquilar los tres pisos del ex-palacio art-déco: -¿Querés un mate?
-Pa: qué troja de libros. ¿No habrá una grapita miel?
-El historiador que me presta el bulo siempre tiene guardado algún whisky, aunque yo dejé de chuparle la teta al diablo hace cuatro vidas. Cómo te llamás.
-Magui. La Magdalena total, según mi prima Shirley -se tiró en la cama carcajeando y volviendo a llorar al mismo tiempo la muchacha todavía adolescente que usaba un body bermellón abajo del hábito sin botones ni cierres. -¿No me ponés un dedito de whisky a lo coboy? Este Largo me mata.
Y después que hizo fondo blanco tiritó acariciándose un pezón y me tanteó la bragueta con un taco:
-¿Te puedo decir Maestro? Parece que tuvieras dos mil años.
-Tengo setenta y uno y soy detective de almas. Y después que dejé la copa soy capaz de ponerme muy en palo.
-¿Ya me querés cojer?
-No -siento un escalofrío de piedad que casi me hace orinar. -¿Pero por qué no te quedás hasta mañana? Me encantaría escucharte respirar en la oscuridad. Sos mucho más que Kremer.
-Uau -se arrancó el capuchón y el pasamontaña inmaculado la chiquilina parecida a la Virgen del Greco. -Siento que me están creciendo alas.
-¿No tenés un celu para avisarle al cliente del apartamento de abajo que no podés ocupar?
-Dejá: ahí viven dos pirujas que me invitaron a filmarme. Yo llegué recién ayer de Florida y empecé a changar acá en la esquina. Adoro al Imperator. Aunque alquilé una pieza en una pensión que hay en la cuadra donde se suicidó Delmira.
2 SHIRLEY
En el apartamento había nada más que una cama de matrimonio, pero yo me quedé tomando mate en un sofá con felicidad de perro. Ya era el día de todos los santos, y ella durmió hasta el amanecer con el pelo rojo-pozzuoli derramado dulcemente en la sábana que le ceñía los pechitos y de golpe sonrió sin despertarse:
-Papi.
-Aquí estoy, mi amor.
-Pa. Soñé que nos suicidábamos juntas con Delmira metiendo la cabeza en un horno igual que Sylvia Plath -saltó tirándome un beso con un dedo acorazado por una uñaza tarantular: -¿No leíste Papi de Sylvia Plath?
-Leo muy poca poesía. Y además Delmira no se suicidó, nena.
-Mi prima Shirley es de las que piensa que fue un doble suicidio. Nunca se va a saber, igual.
-Dios sabe.
-¿Sale un mate nuevo? Qué lástima que no tengas una compu, Maestro.
-Hay una en el entrepiso. Con Internet y todo.
-Esto es un paraíso.
Eso lo suspiró recién cuando entré a la cocina y me sonó como un coro del Paulus de Mendelsohnn.
-¿Para qué precisás la compu? -le alcancé el segundo mate sentado en la cama.
-Capaz que dentro de un rato te la pido para mandar un mail. ¿Se me corrió mucho el maquillaje?
-Se te chorreó el ojo derecho. Pero igual quedaste más linda que un arcoiris.
-Entonces vos también me ves el famoso antifaz estrellado de la Virgen.
-Eso te lo ve cualquiera.
-Bueno, te explico que mi prima es monja de verdad y dejó de changar hace unos meses y se metió en un convento allá en Florida. Y ayer me mandó un mail avisándome que se acaba de morir el padre Fidel, un viejito divino que la catequizó.
-¿El de la catedral de Maldonado?
-Sí. Ya estaba casi ciego. Y cuando Naná empezó a agonizar la fue a bendecir al quilombo y ocupó con mi prima para confesarle que era un edípico alcohólico y lloró y terminó acariciándole la nuca con más amor que nadie en el mundo. Así me contó Shirley. Y después le pidió en el nombre del Espíritu Santo que cerrara la puerta del infierno y tirara la llave.
-Y vos por qué te viniste a Montevideo.
-No podía soportar verla a ella resucitada en un convento y yo seguir siendo la putísima Magdalena de siempre. ¿Entendés? Con Shirley nos formamos juntas en el Laboratorio de Artes que había abajo del quilombo. Aunque yo todavía no changaba.
-No te olvides que la Magdalena de la Biblia zafó.
-Sí -corrió al baño Magui y volvió con la cabeza momificada por el sobrecuello impoluto. -Algunas locas encuentran un Maestro que las quiera sin baba.
2 comentarios:
Silvia Plath y el alma que supo ponerle a "su espejo"
Sin la turbiedad del amor o de la antipatía.
No soy cruel, solo veraz
L mayor parte del tiempo medito sobre la pared de enfrente.
Y trata de embusteras a la luna y a las velas.
Gracias. Volver hermoso lo terrible es lo máximo. Un beso.
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