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CINE URUGUAYO


UN LLAMADO DESDE LA ESQUINA
DEL NUEVO MILENIO


La Escuela de Cineastas del Uruguay acaba de instalarse en un viejo primer piso con azotea de Colón y Buenos Aires, decidida a convertirse en una esquina-torre fundadora de un panorama de purificación.

Hace exactamente un siglo morían Julio Herrera y Reissig y Florencio Sánchez, dos arietes de una generación del 900 que, a costo de la miseria de amor (Vallejo dixit), le construyó catacumbas en el cielo a la chatura de un país-puerto encharcado entre demasiada sangre de vacas y de hombres.

En el campo, por lo menos, el estrellerío enlentejuelaba una gracia de profundidad (Onetti dixit) tan silvestre como barroca. O mejor: tan mestiza como emperradamente mística.

Recojemos todo eso.

En una fecha patria, el 18 de julio de 1896, los montevideanos contemplaron la primera exhibición cinematográfica que se realizó en Le Salon Rouge -situado en 25 de mayo 287- apenas seis meses después que los parisinos asistieran al debut del cine en la Sala Lumière.

El espacio destinado a los espectáculos organizados por nuestra escuela se llamará Salón Lumière.

Necesitamos, en plena posmodernidad, construir un arte (y no estamos hablando solamente de cine) de primer nivel mundial que sea tan popular como el fútbol y le coma la cancha a la frivolidad impuesta por el consumismo salvaje, que es capaz de incendiarnos la fe para vender tristeza.

Pero sin quijotismo ni utopía, por favor. Faltan goles de Ghiggia.

Nuestros cursos para acceder a tecnicaturas con inserción laboral automática en las producciones de elMontevideano / Laboratorio de Artes son muy baratos y empiezan a mitad de marzo.

La América del Sur que mapeó Torres García con el vértice fálico incrustado en la humanidad alta hay que construirla en el lomo de una cultura del amor (expresión más temida que el infierno por nuestros teóricos de cielorraso) y de los símbolos sosegadores del miedo y la desesperación (Bajtin dixit).

¿Quién pudo imaginarse que Joaquín Torres García y Juan Carlos Onetti tenían chance matemática o filosófica de masificar el filo tan redentor como rabioso de sus universos míticos?

Y ahí están: somos ellos, con vértigo y cojones.

Pero en el siglo XXI ya no podemos trabajar tan solos.

Y cada obelisco tiene el celeste que se merece.

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