martes

LA ÚLTIMA CURDA DE JUAN CARLOS ONETTI / investigaciones criminales en Santa María

22 EL DIBUJO / EL ENTIERRO

Isabelino Pena se tanteó el jopo muy engominado después que bordearon el templo valdense para internarse en la sombra esmeralda de la plaza y murmuró:
-Acá hay más candidatos a la gayola que en un crucigrama de doña Agatha.
-¿Y qué puede tener que ver el robo de Jerónimo con el de Lux? -estaciona atrás del furgón policial que vigila la obra del Cristo obrero Jorge: -Antes de pasar a buscarte fui a casa y encontré a Mingo durmiendo al lado del pozo. Por lo menos lo tapó, el desgraciado.
-Bueno, los crímenes casi nunca se sincronizan tanto como en las películas. ¿Aquel no es el Impala de Marcos?
-No. El de Tito. Se compraron los dos únicos que trajo el concesionario. Frivolidad obliga.
El gordo supervisaba el velorio entrajetado y alhajado con un reloj de cadena, y le informó a Blue Eyes que Anita lo estaba esperando en el establo y que todavía no habían traído el cuerpo del Hugo.
-Lo degollaron en la gruta -me lleva hasta el rocón y empieza a pellizcarse las manos frente al dibujo del cuerpo delineado con cal sobre la tierra ya negra de sangre: -Es increíble que haya muerto defendiendo el vestido de comunión.
-¿Estás seguro de eso?
-Sí. Se ve que no vinieron a matarlo pero él salió con la cuchilla de doña Glyde y kaput. Y le juro que lo entiendo, porque para mí ese vestido era más lindo que las nenas que se ponen en edad de usar sutien.
Isabelino Pena intercambió un rebrillo de repulsión con el milico que custodiaba la hornacina azulada por el ágata y señaló la ropa colgante:
-Fue un sacrificio hermoso.
-¿No me da un mate, jefe? Aunque le aseguro que no va a ser un velorio de pobre porque doña Glyde está cocinando desde que llegó de Enduro.
-Y Ana María cómo está.
-Empacada en que velen al Hugo en el establo. La hija de Petrus le mandó un gatito de regalo con Jose y no le dio ni corte.
Y cuando nos sentamos en la vereda distingo una obsesión estrábica taladrándonos desde una reja del viejo casco de estancia y me erizo:
-Me imagino que al chivo se lo llevaron con el moisés y todo.
-Por supuesto. ¿Sabe que ese bicho me hacía sentir bueno? A Jerónimo lo hubiera tirado en la parrilla, pero este Lux me gustaba más que las nenas con tetas. Y anoche sentí unas ganas tan desesperadas de verlo que me largué hasta acá como un loco y descubrí este asquete.
-Me contó Jorge.
-El histérico de mierda. El candidato a santo que se caga en cualquier buena intención. Me insultó y se fue a dormir. Díaz Grey lo sacó bien en el libro: vive en pose.
Y de golpe escucharon las zancadas de Blue Eyes atravesando la obra con una crispación que asustó al detective:
-Qué pasa.
-Pasa que el Hugo sabía que lo iban a matar para comerse al chivo y le pidió a mi sobrina que lo enterraran como a la Rita. Y en Santa María no se usan carrozas con caballos desde que cerró Miramonte. Grimm debe haber usado la última cuando murió mi hermano.
-Perdón -se mete el alfiler de corbata en un colmillo el gordo: -Tu sobrina es mi ahijada y va a ser más linda que mi hermana y tiene más cabeza que la señora del gobernador. ¿Pero esta procesión no la estará inventando ella? Además ya no hay chivo. Y a la Rita la acompañaron vos y el chivo.
-Quiere ir ella con la yegua.
-¿Con María José? Bueno, en el club siempre escuché decir que la yegua y el Hugo parecían más que amigos -se tapó una risa-eructo el hombre de chaleco hinchadísimo. -Me parece que Barrientos todavía vive en Enduro: le tirás cincuenta pesos y te embetuna dos ponys. Y si no encuentran carroza lo pueden llevar en la jardinera, nomás. Total a quién le importa.
-Mirá: si los bolches te hubieran matado a vos me afiliaba enseguida -grita Jorge desde su auto y el perfil se le humedece con una fe solar: -¿No la acompaña un rato a Ana María, don Pena?
-Si no me tuteás, no.
Jorge cabeceó sonriendo y Tito se acomodó provocativamente la entrepierna.

23 FÉLIX / LA GORGUERA

Isabelino Pena encontró a Ana María dejándose lamer un pechito por el hijo de la gata de Angélica Inés Petrus y le ofreció una mansedumbre lastimada y fluvial:
-¿Ya le pusiste nombre?
-Se va a llamar Félix -se sube el bretel del traje de baño y señala a la yegua: -Ella es María José.
El detective se taponeó varios estornudos y se sentó a tomar mate en un pedazo de ñandubay.
-Lo importante es el trago triste -me sondea reverberantemente el animal mientras espanta con la cola el mosquerío bostero.
-El Hugo me contó que el entierro de la Rita fue más lindo que un arco iris -aceptó un mate la chiquilina que levantaba demasiado los ojos al hablar: -Y Jorge me contó que cuando la pusieron en el cajón Jerónimo empezó a chuparla hasta que le vieron la cara que tenía cuando era chica. Y las velas bailaban.
-Cómo está Higinia.
-Esperando que le venga la cara de la Virgen. Pero dice que la tos le dice porquerías horribles. ¿Vos conocés a un uruguayo alto y de lentes que llegó la semana pasada y me compró un Señor de la Paciencia?
-Es mi maestro.
-Yo le regalé un jazmín como el tuyo y él me puso una mano en la cabeza y me dio cien pesos. ¿Podés llevarme a verlo?
-Cuando quieras.
-Me llevás esta tarde y después me siento acá a esperar a Lux. Hoy me dormí un ratito y soñé que Lux tenía puesto mi traje de comunión.
Y de golpe se le riza el labio y la belleza castaña rebrilla refrescando el jedor sin fondo del establo.
-Rufianeli encontró a Marcos tirado en el Puente de los Condones -escucharon comentar a Jorge Malabia en la puerta.
-¿El Hugo ya jiede mucho? -no le da la menor pelota doña Glyde: -Yo preparé empanadas de carne y pasteles de membrillo. Y caña hay cantidá. Se lastra en casa y listo.
-Rufianeli anda arreando bolches que da placer -carcajeó Tito.
Entonces no tengo más remedio que salir y llevar aparte a Jorge para preguntarle dónde queda el Puente de los Condones.
-Aquí cerca -explicó el tío de Ana María, ya afeitado y uniformado con el saco sport jolivudense: -Es el primer puente de fierro que hubo en Santa María y está por derrumbarse desde que yo soy chico. Pero abajo se formó una especie de revolcadero oficial.
-¿Y Marcos amaneció en el auto?
-Sí. Y ya está declarando. Rufianeli peinó hasta el fondo de casa y arreó a Mingo, por las dudas. Ahí traen el cajón.
Y cuando vuelvo al establo encuentro a Félix succionando el pezón floral de Ana María y atrás aparece Tito con ojos fascistas y la obliga a embutirse una solera y le tira un patadón al cachorro:
-Somos todos lo mismo. Lo único que nos importa es sacarles la ropa. Después te traigo una mamadera para que lo tranquilices y hoy mismo te comprás un vestido de comunión como la gente y chau chivos en las estaciones. La plata del Cristo obrero la juntamos organizando kermesses.
-No te preocupes porque Lux va a aparecer con el moisés y el vestido -acomodó un jergón destripado la chiquilina: -Hugo quería que lo velaran aquí arriba.
Entonces el gordo sale a fumar a la puerta del cuchitril-horno con los rulos muy gomosos y lo sigo dándome cuenta que lo que le chorrea hasta el cogote colorado es más hondo que el sudor.
-Viva la humanidad, don Pena. Lo mejor es enterrar la mariconería y seguir cagando gente -se secó las facciones idénticas a las de la Brigitte Bardot de Villa Petrus Tito Perotti y ayudó a cargar el humíldisimo cajón con una cruz excavada.
-Yo quiero ver al Hugo -pide la chiquilina y Blue Eyes se resigna a destapar la sonrisa del peón-muñeco orejudo que ahora parece usar una gorguera de coágulos barrosos.
El gordo salió corriendo a vomitar pero Jorge Malabia le acarició la nuca a su sobrina.
-Después del trago triste empieza la fiesta -me encandila la yegua mientras plumerea un malón de tábanos con la cola calmosa.


(continúa próximo viernes)

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