jueves

LA AMÉRICA LATINA DEL SIGLO XXI


SÉPTIMA ENTREGA


CAPÍTULO 2: LA AVENTURA DE LA GLOBALIZACIÓN (I)

COLONIZACIÓN PREHISTÓRICA, MEMORIA Y ESCRITURA. DE LA ISLA ECUMÉNICA AL GLOBO / ESPAÑA Y EL COMIENZO DE LA PRIMERA GLOBALIZACIÓN AUTOCONSCIENTE / LA PARTICIÓN CATÓLICA DE LA TIERRA / DEL ESTADO-NACIÓN AL ESTADO-CONTINENTE: RATZEL / LA VISIÓN UNITARIA: LA GENERACIÓN LATINOAMERICANA DEL 900 / DE LOS CONGRESOS UNIVERSITARIOS A LOS MOVIMIENTOS NACIONAL-POPULARES / LOS ALBORES POLÍTICOS DEL PROCESO DE INTEGRACIÓN / UN LATINOMERICANISMO CATÓLICO / HACIA LA ECÚMENE DEFINITIVA / IGLESIA “FUENTE” E IGLESIA “REFLEJO” / LA CENTRALIDAD ROMANA

Globalización es un término moderno, de uso común desde hace poco tiempo. Las diecinueve comisiones en las que se subdividió la segunda Conferencia General del Episcopado, en Medellín, durante 1968, tenían conciencia de una época que se terminaba (1); pero en aquel encuentro la globalización tenía como rasgo fundamental ser un “imperialismo internacional del dinero”, en palabras de los obispos. Para alcanzar un uso más delicado del término debe esperarse la Conferencia de Puebla.
Allí se habla de “desafío global”, haciendo referencia a una nueva época de la historia humana (2). En el lenguaje de Puebla el término globalización se asocia a expresiones como “nueva universalidad” o “cultura universal”, casi siempre percibidas como una amenaza que avanza, nivelando y uniformando (3).
La invitación del Papa Wojtyla en Santo Domingo -en el año 1992- a “escrutar los signos de los tiempos”, impulsa a los obispos a ver en la “interrelación planetaria” (4) uno de los lineamientos principales también para América Latina, lo que los llevará a insistir sobre el valor positivo de la integración del continente. Pero Santo Domingo se inclinó a celebrar los cinco siglos del descubrimiento y la evangelización del continente antes que a entender el nuevo orden unipolar que se estaba consolidando. En ese sentido, el término “globalización” sigue siendo nuevo para la Iglesia Latinoamericana.


Es un vocablo que se populariza definitivamente en los años 90, también en la Iglesia. Comienza a adquirir ciudadanía a partir del intelectual católico Marshall Mcluhan, durante el Concilio Vaticano II, con su conocida y ampliamente comentada perspectiva de la “aldea global”, formulada en 1964 (5).

En 1992, durante la Conferencia de Santo Domingo, el escenario ya era global: el colapso de la segunda potencia mundial, la URSS, era reciente, y el modelo económico neo-liberal-capitalista se imponía ideológicamente sin competidores; la misma China, heredera del mundo socialista, asimilaba a un ritmo cada vez más sostenible la economía de mercado y abría las puertas a los capitales occidentales… todo esto era fenoménicamente visible, pero no se percibía a fondo la estructura compleja del nuevo escenario mundial.

Antes del 89 el término globalización se teñía, a lo sumo, de una cierta alarma hacia una economía de mercado liberal con pocos frenos y todavía menos vínculos.

Pero fíjese bien: la economía de mercado tenía vigencia sólo en una parte del planeta; en el resto prevalecía el régimen de planificación centralizada del Estado. Sólo después del 89 el término globalización pudo designar con propiedad todo el conjunto, y entrar en el lenguaje común y corriente.

Por eso, en 1992, estamos todavía en los comienzos de la circulación de ese vocablo.

Sin embargo, la palabra “globalización” designa una realidad no tan reciente.

El primer movimiento globalizador se representa en el largo proceso de difusión de la presencia humana sobre el planeta, que duró doscientos cincuenta mil años. Se trata de un fenómeno que se puede rastrear hasta los orígenes de la humanidad, como el homo sapiens que desde África Occidental se desplaza, a pie, hasta Medio Oriente, y luego hasta Europa y Asia, pasando por las islas de Indonesia hasta Australia; casi contemporáneamente una segunda corriente migratoria llega a Bering y desde allí a América.

Es la primera globalización mundial hecha a pie, lentamente, en el arco de decenas de miles de años, que la memoria humana privada aún de la escritura no pudo registrar y fijar en el tiempo como crónica. Sólo pocos hombres designados para esta tarea, una elite especializada en cada tribu, pudieron conservar repitiendo algunas memorias que alcanzarán, como muchos, algunos fragmentos de hechos de vida con 300-400 años; pero a medida que el tiempo transcurría, la historia conocida se deshilachaba hasta perderse en trozos, es decir, flecos de siglos de historia. Hasta que el hombre puebla toda la Tierra y, llegado un momento, inventa y perfecciona la escritura.

La escritura amplía en forma gigantesca la capacidad y la exactitud de la memoria; escritura y memoria son el secreto de la segunda globalización, ésta sí histórica y autoconsciente. Además, no ya a pie sino sobre el océano. Las naves -carabelas, galeones, bergantines- convirtieron a Europa en el centro del mundo.

¿De dónde partiría para hacer entender, hoy, el extremo recorrido que está detrás del término globalización?

Desde Portugal y Castilla. Si la primera globalización, la que se hizo a pie, terminó en el continente americano, la segunda globalización, la oceánica, comienza justamente con América. Puede haber muchos otros puntos de partida, pero para nosotros, latinoamericanos, el más cercano es el descubrimiento. Cuando los españoles llegaron a estas tierras encontraron las ecúmenes inca y azteca, dos unidades con un determinado grado de desarrollo, en cierto sentido análogas al imperio romano, aunque no estuvieran tan avanzadas como éste. Los españoles, tocando tierra en estas latitudes, se encontraron con Imperios que unificaban múltiples pueblos y variadas lenguas, como parte del movimiento que tendía a la paulatina reunificación de la ecúmene definitiva.

Globalización y ecúmene; ¿los está usando como sinónimos?

En cierto sentido lo son; la globalización moderna es la perfección de las ecúmenes antiguas, escasamente o para nada comunicativas entre ellas, como Europa, China, India, los Incas, los Aztecas. Aquellos sujetos históricos no podían saberlo porque no tenían una idea precisa de los límites del globo. Los Incas y los Aztecas dominaban grandes zonas (6), en cuyas márgenes estaban los “bárbaros”, los “incivilizados”; ignoraban la existencia de otras ecúmenes; no tenían noticias de China, no sabían de la existencia de África, no podían imaginar la existencia de Roma; por lo tanto no podían pensarse sino como centro del mundo.

Es decir, se trataba de “islas ecuménicas”, muy vastas en ciertos casos, pero siempre islas.

Entonces la globalización tiene como característica singular el hecho de que sólo pueda ser entendida a posteriori…

A posteriori, es verdad. Existe globalización cuando un círculo se cierra y se vuelve imposible que exista otro. Para el planeta Tierra, el círculo se cerró en los comienzos del siglo XX, excepto por los dos polos de hielo. Desde ese momento se puede hablar de una sola ecúmene mundial, hoy dividida en casi doscientas entidades estatales.

A fines del siglo XV, Castilla y Portugal rompen con el asedio musulmán y comienzan las grandes navegaciones oceánicas, emprendiendo la ruta hacia las Américas. ¿Está diciendo que éste es el comienzo de la perfección de la ecúmene, es decir, de la globalización moderna para América Latina?

Esto se verá con Magallanes y con Elcano, un portugués y un hombre de Castilla. Ambos circunnavegaron la Tierra entre 1519 y 1522 (7), cuando ya se tenía conciencia de que la Tierra era un globo, aunque todavía no se sabía bien cómo era. Por eso digo que nosotros, los latinoamericanos, estamos en el origen del descubrimiento del camino hacia la ecúmene total. La conciencia unificada del mundo comienza en el siglo XVI y madura en los grandes filósofos de la historia universal del siglo XVIII. Cuando Voltaire comienza a escribir una filosofía de la historia mundial, empezando con China -porque tenía noticias sobre este inmenso país de parte de los jesuitas que habían estado allí- tenía también algún conocimiento de África, y poseía información de todas las latitudes conocidas en la época.

Allí comienzan las historias mundiales, y se vuelve operativa la conciencia de poder transmitir un mensaje de redención de toda la humanidad; la Iglesia adquiere una mayor conciencia global y globalizante, y esto establece las condiciones para un rol más incisivo en el devenir de la historia universal como conjunto de lo visible y lo invisible.

¿Cuándo sucedió el cierre del círculo del que usted habla? ¿Cuándo se puede decir que este cerco se cerró?

Cuando Colón descubre la “isla América” -la consideraba como una antesala de las Indias de Oriente, y murió sin saber que había encontrado un continente nuevo- surge la disputa por la repartición. En realidad, la disputa es anterior, aunque ya existe en la competición entre Castilla y Portugal para llegar al otro extremo de la “isla mundial”, es decir, a China y las tierras de las especias. El tratado de Alcaçobas, de 1479, trece años antes del descubrimiento, realiza una primera repartición: Castilla reconoce que la ruta africana es de los portugueses empeñados en la búsqueda del pasaje interoceánico hacia las Islas de las especies asiáticas; Portugal reconoce la soberanía de Castilla sobre las Islas Canarias, ignorando que el sistema de vientos y corrientes marítimas la convertían en la puerta de acceso a América. Cuando Colón vuelve de su primer viaje, explota el litigio entre Portugal y Castilla, y para dirimirlo, los dos reinos piden el arbitraje del Papa.

Confían a Alejandro VI la correcta y definitiva interpretación de los alcances del tratado de Alcaçobas, un poco como hicieron Argentina y Chile en la disputa del canal de Beagle (8), si queremos establecer una analogía con este siglo.

Como puede verse, descubrimiento, disputa, partición del globo terráqueo, son acciones casi simultáneas. Es interesante hacer notar que la primera división del globo terráqueo la realiza la Iglesia, con una Bula papal que reclama a Portugal y Castilla a que diriman el conflicto de la interpretación del Pacto de Alcaçobas, es decir: dónde comenzaba la zona española, que todavía era oceánica, y dónde la portuguesa. La Intercaetera de Alejandro VI (9) señala la primera repartición global de un espacio que todavía no había sido explorado, pero que, se sabía, era de un globo, finito. Es decir, traza una división mundial del globo: establece qué pertenece a Portugal y qué a España.

Podemos considerarlo también el primer arbitraje planetario. Las dos potencias marítimas de la época lo aceptan; luego lo pondrán en discusión y lo modificarán en Tordesillas (10), haciéndolo llegar hasta lo que será Brasil, que nace como una estación-puerto de la aventura asiática de Portugal. Por su camino africano.

¿Es decir que Castilla y Portugal, los italianos de Génova y de Florencia, Américo Vespucio y Cristóbal Colón… son los símbolos del comienzo de la ecúmene definitiva?

Cuando se descubre que la Tierra es efectivamente lo que algunos habían intuido: un globo cerrado. Ya no es posible expandir la ecúmene, salvo en las hipótesis de colonizar otros planetas similares al nuestro.

La segunda globalización, la “consciente” como usted la llama, cierra un círculo.

Y permite que se pueda designar como mundial la que, en 1914, en realidad era una guerra fundamentalmente europea. La segunda, en 1939, fue mucho más mundial, porque involucró escenarios asiáticos y africanos que la primera guerra prácticamente no tocó.

La bipolaridad que les siguió implica el mundo global, dos polos en un solo mundo, pero donde prevalece lo dual. Mientras que después del 89, con el final de la bipolaridad, se realiza la globalización bajo la insignia de una unidad relativamente homogénea del mundo, con su centro principal en los Estados Unidos.




(continúa próximo jueves)

3 comentarios:

Roch dijo...

vine en busca de algún adelanto de las filmaciones pero me encuentro con una septima entrega de ... (no lo leí;)
que haya sido todo con éxito.

zen dijo...

ROCH: En noviembre (9 aprox.) lanzaremos parte de los "short cut", con anuncios que la verdad y gracias a Dios, las personas nos vienen pidiendo de hace ya un tiempo.

Va a ser un lindo momento para cerrar un ciclo y comenzar otro, pero sobre todas las cosas, le agradezco profundamente por acompañarme todo este tiempo con el corazón inflamado.

Un abrazo grande.
(recuerde en Noviembre compartiremos todo este año de intenso trabajo entre todo este precioso equipo, entre el cual ud. no es tan ajena).

Roch dijo...

la compañia es mutua.
Se lo quiere mucho.

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