miércoles

UNA EDUCACIÓN Y UNA TERAPIA PARA INQUIETOS (III)


un ensayo inédito de Arnaldo Gomensoro

Los educadores y los terapeutas como “inquietadores

Pues bien: antes de pasar a profundizar en cómo incide la condición de quieto o de inquieto en educadores y educandos y en psicoterapeutas, psiquiatras y pacientes, hagamos una precisión fundamental: hasta aquí, y a los efectos de hacer más fácilmente entendible el significado de esta diferenciación entre quietos e inquietos, hemos radicalizado la caracterización de la diferencia mediante la simplificación que supone hablar de los quietos y de los inquietos como si se tratara de tipos o arquetipos cien por ciento contrapuestos. La verdad es otra. Nadie es totalmente quieto ni totalmente inquieto. Todos somos relativamente quietos o relativamente inquietos. Es decir, nos ubicamos, en cada momento y en cada circunstancia, en grados variables de quietud o inquietud, con tendencias a veces bien marcadas a inclinarnos hacia algunos de los dos extremos o a cultivar un centrismo poco comprometido.

Este carácter gradual de la quietud o la inquietud se vuelve decisivo cuando las actualizan los protagonistas de la relación educativa o de la relación te-rapéutica si pensamos que tanto la educación como la terapia son actividades cuyo sentido es procurar cambios importantes en la vida de los educandos y de los pacientes (“formativos” para los educandos y “curativos” para los pacientes), que les permitan consumar sus potencialidades creativas, sacándolos del atascamiento y el bloqueo que han aquietado sus posibles vocaciones de superación.

Es decir, este carácter gradual de la quietud y de la inquietud en educandos y en pacientes resulta fundamental si, como lo veremos más adelante, la tarea central de educadores y terapeutas debería ser la de inquietar a los quietos. Naturalmente, siempre y cuando el relativamente quieto esté dis-puesto a inquietarse, quiera inquietarse, y acepte nuestra participación como simples promotores de un proceso de cambio libremente elegido, Y del que, consecuentemente, se tendrá que hacer personalmente responsable. Modalidad de influjo frontalmente contrapuesto al usual verticalismo directivo, explícito o sutil, al que son tan afectos la mayoría de los docentes, de los educadores y de los terapeutas.

También es bueno tener en cuenta que la gente no sólo es “relativamente” quieta o inquieta, sino que suele ser “contradictoriamente” quieta o inquie-ta. En efecto, hay quienes son muy inquietos en ideología política y muy quietos en ideología familiar y social; quienes son muy quietos en sus postulados de moralidad social y muy inquietos en sus prácticas de moralidad privada; quienes son muy inquietos para cuestionar a sus enemigos políti-cos y muy quietos para justificar a sus amigos y correligionarios.

Es decir, habrá que ser capaz de manejar el calificativo y de utilizarlo para comprender lo que nos pasa con clara conciencia de los matices e indivi-dualizando su aplicación vez por vez y momento por momento.


El proceso de convertirse en “persona

Por otra parte, es muy interesante poner este proceso “inquietador” en relación con el llamado por Carl Rogers “proceso de convertirse en persona”, concepción que respaldan otros importantes pensadores como Rollo May, Víctor Frankl, Martín Buber, Emmanuel Mounier, entre otros. Todos ellos coinciden en diferenciar, en cada ser humano, lo que tiene de “individuo” y lo que tiene de “persona”. Distinción prácticamente idéntica a la que nosotros proponemos entre “quietos” e “inquietos”.

En tal sentido, resulta muy elocuente que uno de los principales libros de Carl Rogers lleve por título, justamente, “El proceso de convertirse en persona”. Lo que evidenciaría que, según su tesis, no todos los individuos llegan, espontáneamente, a convertirse en personas.

Por su parte, Simone de Beauvoir iniciaba hace algunos años el auge de los planteos feministas afirmando que “la mujer no es, sino que se hace”. Afirmación que es igualmente válida para los varones. Evidentemente lo que quería decir era que la mujer (y el varón) sólo se vuelven “personas” cuando se “hacen” o se “forman” a sí mismas, superando su condición de meros individuos.

Hay pensadores que han caracterizado esta diferencia en términos muy elocuentes. Por ejemplo, Emmanuel Mounier nos dice al respecto:

“El individualismo es un sistema de costumbres, de sentimientos, de ideas y de instituciones que organiza el individuo sobre sus actitudes de aislamiento y de defensa…”

“La persona sólo se desarrolla purificándose incesantemente del individuo que hay en ella. No lo logra a fuerza de volcar su atención sobre sí, sino por el contrario, volviéndose disponible. Y, por ello, más transparente para sí misma y para los demás. Todo ocurre, entonces, como si, no estando ya “ocupada de sí misma”, “plena de sí misma”, se tornase, y solamente entonces, capaz de acoger al otro, como si entrase en gracia.”

Y respecto del carácter progresivo (o regresivo) de este proceso de irse convirtiendo en persona (en nuestros términos de irse “inquietando”) F. Kunkel nos habla de proceso “in-final”, es decir, sin punto final. O sea: nunca podemos considerar que hemos culminado el recorrido, que hemos llegado, pues cada meta alcanzada no es sino punto de partida para embarcarnos hacia la meta siguiente. Creer que hemos llegado es interrumpir el proceso, es inmovilizarnos en una quietud que es la negación radical del flujo creativo que constituye la esencia del proceso de personalización.

Un proverbio chino dice: “hombre que deja de construir su casa, muere”. Podríamos parafrasearlo diciendo: “quien deja de construir su persona, muere existencialmente como tal para convertirse en un mero individuo”.

Quizá sea Martín Buber, en su “Yo y Tú”, quien mejor caracterice esta situación cuando dice: “No hay dos especies de seres humanos, sino dos polos de humanidad. Ningún ser humano es puramente una persona, ninguno es puramente una individualidad. Cada ser humano vive en el interior de un Yo doble. Pero hay seres humanos en quienes la persona es a tal punto preponderante que cabe llamarlos personas. Y hay otros en quienes la individualidad es a tal punto preponderante que cabe llamarlos individuos. La verdadera historia se desarrolla en la relación de los unos con los otros. O, dicho en nuestra terminología, la verdadera historia se desarrolla en la relación entre los quietos y los inquietos.

Respecto de la relativa equivalencia de nuestro planteo con la concepción personalista (de C. Rogers, Mounier, Buber, etc.), hagamos una aclaración decisiva: los procesos de inquietarse y de volverse persona resultan equivalentes sólo cuando la inquietud de los inquietos es “creativa”, cuando es “constructiva”. Es a ella a la que nos veníamos refiriendo en los parágrafos anteriores.

Pero también existe otra inquietud que resulta gratuitamente negadora y gratuitamente no creativa, sino destructiva, y que se agota en la mera negación. En términos del filósofo Hegel diríamos que es una inquietud que contrapone a las “tesis” que apuntalan el sistema las meras “antítesis”, sin orientarse a la superación de ambas en la “síntesis” creativa. Es la inquietud de los “rebeldes sin causa”, de los contestatarios gratuitos, de los “anti” de la esterilidad. En las antípodas de estos “inquietos contra todo” se ubican los inquietos “fecundos”, cuya negación tiene el significado de desbrozar el camino para nuevas posibilidades, para la realización concreta de nuevos valores. Se trata, pues, de una negativa-afirmativa, que sólo niega para hacerle sitio a una auténtica y decisiva afirmación y que habilita, consecuentemente, salidas efectivamente alternativas.

Es bueno enfatizar que nuestra reserva para con esta inquietud puramente negativa se refiere a su falta de perspectiva prospectiva. En sí misma, “la rebeldía sin causa” sigue siendo “potencialmente” más creativa que la quietud conformista. El problema pedagógico y terapéutico con ella es el de encontrar la manera de “encauzarla”, de “reorientarla”, de volverla “fermental”, en el sentido de Vaz Ferreira. Y, la manera de “encauzarla” (haciendo un juego de palabras) consiste en lograr ponerla al servicio de una “causa” que la vuelva creativa.

Pues bien: si quisiéramos resumir y sintetizar los atributos que caracterizan a los quietos y a los inquietos, podríamos hacerlo formulándonos algo decisivo: ¿PARA QUÉ VIVEN LOS QUIETOS Y PARA QUÉ VIVEN LOS INQUIETOS?

Siguiendo las reflexiones extraordinariamente clarificadoras de Víctor Frankl, diríamos que los quietos viven buscando y tratando de obtener de la vida PLACER Y PODER. Mientras que los inquietos viven buscando y tratando de darle a la vida SENTIDO (uno de los principales libros de V.Frankl se llama, justamente, “El hombre en busca de sentido”).

En efecto, la compulsiva búsqueda de placer y de poder constituye la base de todas las servidumbres que dominan a los seres humanos. Constituye la llave maestra con que la sociedad de consumo “seduce” a sus futuros adictos. Por algo Lipovetski sostenía que ya no eran las relaciones “de producción”, sino “las relaciones de seducción” las que permitirían, de ahora en adelante, entender la historia.

Dicho en muy pocas palabras: los seres inquietos son aquéllos que, en una época que el mismo Lipovetski pudo caracterizar como “la era del vacío”, se deciden, casi empecinadamente, a buscarle, a encontrarle y, si fuera necesario, a “inventarle” UN SENTIDO A LA VIDA HUMANA.

Esta búsqueda y esta voluntad denodadas de encontrarle sentido a la vida es lo que hace que los inquietos protagonicen con su existencia la sentencia de J. P. Sastre, con la que encabezábamos este trabajo, cuando sostiene que LO IMPORTANTE NO ES LO QUE LOS OTROS O LAS CIRCUNSTANCIAS HAN HECHO DE NOSOTROS, SINO LO QUE NOSOTROS HACEMOS CON LO QUE LOS OTROS O LAS CIRCUNSTANCIAS HAN HECHO DE NOSOTROS.


(continúa próximo miercoles)

3 comentarios:

Roch dijo...

..."Mientras que los inquietos viven buscando y tratando de darle a la vida SENTIDO"...

..."se deciden, casi empecinadamente, a buscarle, a encontrarle y, si fuera necesario, a “inventarle” UN SENTIDO A LA VIDA HUMANA"...

Le aseguro que esa búsqueda es por demás inquietante.
Si hasta sería más conveniente pasarse de bando ...

Anónimo dijo...

Si esa esa búsqueda es por demás inquietante para vos, Roch...
ciertamente no la hagas.
Decorá el paisaje de lo habitual mientras yo hago el intento de vivir

zen dijo...

ROCH: Muchas veces dicen, también formamos parte de los dos bandos, por aquello del equilibrio, verdad?

Pero ciertamente, es inquietante sin duda.

Un abrazo.

ANONIMO: Sería precioso que comente con un "nick" o su nombre, digo, para irnos conociendo.

Un abrazo.

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+