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21 / Practicar meditación no es una empresa fácil.
Las hechiceras, poco a poco, van instruyendo a la gente que no se da cuenta para qué puede servirles conocer su interior.
Y conocer su interior, es avanzar.
La voz calma de Salma los induce a penetrar en las regiones ignoradas de sus espíritus y el dios Humo del incienso los guía con certeza a llegar al centro de sus mentes, donde está el punto radiante del entendimiento. No pueden explicarle para qué deben fortalecerse y sólo les dicen que los magos mayores los aconsejan.
Larne y Laal comprendieron y guardaron absoluto silencio.
Ellos están de acuerdo con Nahala y creen que deberían tener armas.
Salma, que es paz, les recuerda las palabras de Mortry:
“Yo no he dicho que deban armarse”.
22 / Hoy es un día perfecto para estar en la playa, bañarse o pasear en las precarias canoas en las que no se aventuran demasiado en las olas.
Los tres compañeros están ahí con el señor Blatt que juega a perseguir a los niños, alcanzarlos y mordisquearlos mansamente.
Druss cuenta historias de navíos muy grandes de velas blancas o historias de marineros piratas que recorren los mares, mientras les enseña a tallar un caramillo. Esa flauta de sonido afilado.
Inventa un instrumento de percusión con caracoles perforados enhebrados en un tiento que suena precioso cuando es sacudido acompasadamente.
-Sabes tantas cosas, Druss, pero no puedes resolver mi problema.
-No, Nahala, lo siento; he visto tantos calderos, ollas y peroles como no te imaginas. Pintados con colores deslumbrantes, decorados con ranuras profundas e imborrables, sin ningún adorno...
-¿Y?
-Jamás se me ocurrió preguntar cómo y de qué estaban hechos porque esa ciencia no me interesaba. Lo usaba y nada más.
-Quiero que cuando vuelvas... a visitarnos, me traigas el secreto o te convertiré en un... un...
-Mis pasos nunca vuelven sobre sí mismos... porque... -se distrae con el tallado de un adorno en el caramillo.
Una jovencita que está escondida en el bosque cercano los mira sin atreverse a acercárseles.
Vlassa, la de los cabellos llameantes.
Más que amiga, es una hermana para Nahala.
Comparten instantes y misterios.
Vlassa vive sola porque no tiene a nadie; pastorea sus ovejas, labra una reducida parcela y sueña al sol.
Es callada y sus silencios están poblados por visiones tan bellas que la hacen llorar.
Sólo Mussi ve ese llanto.
23 / Esta noche hay hogueras a la orilla del mar y Vlassa se une al círculo de los que cuentan cosas.
Baila con sus amigos y amigas y el resplandor del fuego le pone matices de cobre en la cara, los cabellos y las piernas.
Tiene la gracia de una brisa leve y danza poseída del genio de la música sin darse cuenta que la miran asombrados.
Nunca ha intervenido así en la fiesta de la Madre Luna. Luego se sienta en la arena, cerca de Druss, para oír lo que seguramente narrará.
Las ondas traen a la orilla una espuma blanca con fosforecencias salobres que copian las estrellas.
La cola del cometa navega distancias siderales.
Y no saben qué es más hermoso: si el firmamento con sus astros, la luna o el océano.
-Esta parecería ser una celebración de despedida...
-¿Por qué, Druss? -pregunta Laal.
-No te marches todavía -ruega Nahala. -¡Quiero aprender más de ti!
-¿Dónde está la hechicera presuntuosa que no aceptaba fórmulas de un sabelotodo?
-Murió. Se fue. Nunca volverá.
-Bien. Entonces, me quedaré en tanto dure la luz del cometa y aprenderás todo lo que yo te diga.
-Trato hecho. Y ahora, quiero preguntarte si no has escuchado el ruido de la noche.
-¿QUÉ?
-Que si no escuchaste el ruido de la noche.
-Laal, ¿nuestra Nahala enloqueció?
-No lo sé, pero a veces hace esa clase de preguntas.
-¡Explícate, muchacha! -Druss hace una mueca bromeando.
-¡Hablo en serio! El ruido de la noche es... Cómo puedo hacer para que me entiendan... ¡Rayos!... Cuando no hay un solo sonido en al aire... Si se presta atención, ahí está el ruido de la noche: Uuuuuuuu. No tiene pausa. Tranquiliza como dormir a la sombra de los tilos... Por sus caras de tontos, veo que no me comprenden y no puedo ilustrarlo mejor... ¡Rayos! Presten atención cuando estén a punto de dormirse.
Vlassa se pone de pie:
-Sé lo que es. Puedo oírlo. Es como has dicho, Nahala.
-O sea, señores, que no estoy loca. El Ruido de la Noche es otro dios protector que nos cuida mientras duran las tinieblas. Podemos confiarle secretos y penas y rogarle que conceda nuestros deseos. Y es tan enorme que lo abarca todo.
-Sí. Lo oigo en invierno cuando los abetos suenan bajo el peso de la nieve... -termina Vlassa.
Ambas callan y sus miradas verdes se pierden en el horizonte distante.
24 / El cometa ya no se ve.
Se fue con su cauda rutilante y les queda el recuerdo de las noches encendidas.
Druss no parece tener apuro por marcharse.
Los aldeanos quieren aprender las cosas que él puede enseñarles porque es bueno de corazón.
El ocaso está haciendo filigranas en el oeste, derramando lacres y lilas detrás de los altos acantilados.
Diseña los perfiles de las rocas y los pastos con trazos dorados y el paisaje se vuelve un paraíso que riela.
La luz oscila en la estela del sol.
Los amigos conversan sentados en la arena.
-¿Comen peces, verdad?
-Nada más que cuando la diosa casualidad nos favorece, Druss; son difíciles de atrapar: el oleaje es tumultuoso y las flechas disparadas con arcos no son demasiado efectivas.
-¿Lo intentaron con una red, Laal?
-¿Red?
-Sí. Mira.
Druss alisa la arena y dibuja una malla.
-Es una trampa perfecta; los peces quedan atrapados y se pueden sacar del agua. En el río o en el arroyo, es más fácil aun.
-Está claro que es algo que se teje, ¿pero con qué?
-Cáñamo.
-¿Cáñamo?
-Sí; abunda en esta región y les mostraré cómo sacar hilo de sus ramas.
-¿Hilo?
-Sí, hombre; tan resistente como no tienes idea.
Una fiebre por obtener la fibra invade por igual a hombres y mujeres que comprendieron de inmediato su utilidad.
Puede tejerse para confeccionar prendas livianas o coser con costuras delgadas.
Idean toda clase de aplicaciones.
El proceso tiene sus obstáculos y demora varias semanas, pero el resultado es excelente.
Y aquel laberinto de nudos llamado red, al cabo de un tiempo está listo para ser probado.
-¿Y cuando el agua se congela, Druss?
-Se hace un agujero en el hielo y se mete la red, Nahala. Se me ocurre que con esos zapatos de madera tendrían una buena diversión y un mejor ejercicio para ahuyentar el frío.
-¿Cuál?
-Aprender a deslizarse sobre el hielo; los he visto en países lejanos, de distinta forma y tamaño. Igual servirán los vuestros, aunque ya no estaré para reír al verlos caer mil veces y volver a levantarse.
-No quiero saber nada acerca de tu partida, juglar -dice la hechicera.
-¡Huuuuuuuum! -él los mira con una expresión indescifrable.
La red es un triunfo.
Puede afirmarse que Druss instituyó otra fiesta: la del agua.
Se complace al contemplarlos entrar y salir con la red repleta.
Las continuas zambullidas salpican gotas cristalinas al ritmo de las voces que cantan y las gotas tienen un millón de arcoiris adentro de sus panzas redondas.
Los pescados asados son una delicia.
Y entonces, se convierten en pescadores.
Las hechiceras, poco a poco, van instruyendo a la gente que no se da cuenta para qué puede servirles conocer su interior.
Y conocer su interior, es avanzar.
La voz calma de Salma los induce a penetrar en las regiones ignoradas de sus espíritus y el dios Humo del incienso los guía con certeza a llegar al centro de sus mentes, donde está el punto radiante del entendimiento. No pueden explicarle para qué deben fortalecerse y sólo les dicen que los magos mayores los aconsejan.
Larne y Laal comprendieron y guardaron absoluto silencio.
Ellos están de acuerdo con Nahala y creen que deberían tener armas.
Salma, que es paz, les recuerda las palabras de Mortry:
“Yo no he dicho que deban armarse”.
22 / Hoy es un día perfecto para estar en la playa, bañarse o pasear en las precarias canoas en las que no se aventuran demasiado en las olas.
Los tres compañeros están ahí con el señor Blatt que juega a perseguir a los niños, alcanzarlos y mordisquearlos mansamente.
Druss cuenta historias de navíos muy grandes de velas blancas o historias de marineros piratas que recorren los mares, mientras les enseña a tallar un caramillo. Esa flauta de sonido afilado.
Inventa un instrumento de percusión con caracoles perforados enhebrados en un tiento que suena precioso cuando es sacudido acompasadamente.
-Sabes tantas cosas, Druss, pero no puedes resolver mi problema.
-No, Nahala, lo siento; he visto tantos calderos, ollas y peroles como no te imaginas. Pintados con colores deslumbrantes, decorados con ranuras profundas e imborrables, sin ningún adorno...
-¿Y?
-Jamás se me ocurrió preguntar cómo y de qué estaban hechos porque esa ciencia no me interesaba. Lo usaba y nada más.
-Quiero que cuando vuelvas... a visitarnos, me traigas el secreto o te convertiré en un... un...
-Mis pasos nunca vuelven sobre sí mismos... porque... -se distrae con el tallado de un adorno en el caramillo.
Una jovencita que está escondida en el bosque cercano los mira sin atreverse a acercárseles.
Vlassa, la de los cabellos llameantes.
Más que amiga, es una hermana para Nahala.
Comparten instantes y misterios.
Vlassa vive sola porque no tiene a nadie; pastorea sus ovejas, labra una reducida parcela y sueña al sol.
Es callada y sus silencios están poblados por visiones tan bellas que la hacen llorar.
Sólo Mussi ve ese llanto.
23 / Esta noche hay hogueras a la orilla del mar y Vlassa se une al círculo de los que cuentan cosas.
Baila con sus amigos y amigas y el resplandor del fuego le pone matices de cobre en la cara, los cabellos y las piernas.
Tiene la gracia de una brisa leve y danza poseída del genio de la música sin darse cuenta que la miran asombrados.
Nunca ha intervenido así en la fiesta de la Madre Luna. Luego se sienta en la arena, cerca de Druss, para oír lo que seguramente narrará.
Las ondas traen a la orilla una espuma blanca con fosforecencias salobres que copian las estrellas.
La cola del cometa navega distancias siderales.
Y no saben qué es más hermoso: si el firmamento con sus astros, la luna o el océano.
-Esta parecería ser una celebración de despedida...
-¿Por qué, Druss? -pregunta Laal.
-No te marches todavía -ruega Nahala. -¡Quiero aprender más de ti!
-¿Dónde está la hechicera presuntuosa que no aceptaba fórmulas de un sabelotodo?
-Murió. Se fue. Nunca volverá.
-Bien. Entonces, me quedaré en tanto dure la luz del cometa y aprenderás todo lo que yo te diga.
-Trato hecho. Y ahora, quiero preguntarte si no has escuchado el ruido de la noche.
-¿QUÉ?
-Que si no escuchaste el ruido de la noche.
-Laal, ¿nuestra Nahala enloqueció?
-No lo sé, pero a veces hace esa clase de preguntas.
-¡Explícate, muchacha! -Druss hace una mueca bromeando.
-¡Hablo en serio! El ruido de la noche es... Cómo puedo hacer para que me entiendan... ¡Rayos!... Cuando no hay un solo sonido en al aire... Si se presta atención, ahí está el ruido de la noche: Uuuuuuuu. No tiene pausa. Tranquiliza como dormir a la sombra de los tilos... Por sus caras de tontos, veo que no me comprenden y no puedo ilustrarlo mejor... ¡Rayos! Presten atención cuando estén a punto de dormirse.
Vlassa se pone de pie:
-Sé lo que es. Puedo oírlo. Es como has dicho, Nahala.
-O sea, señores, que no estoy loca. El Ruido de la Noche es otro dios protector que nos cuida mientras duran las tinieblas. Podemos confiarle secretos y penas y rogarle que conceda nuestros deseos. Y es tan enorme que lo abarca todo.
-Sí. Lo oigo en invierno cuando los abetos suenan bajo el peso de la nieve... -termina Vlassa.
Ambas callan y sus miradas verdes se pierden en el horizonte distante.
24 / El cometa ya no se ve.
Se fue con su cauda rutilante y les queda el recuerdo de las noches encendidas.
Druss no parece tener apuro por marcharse.
Los aldeanos quieren aprender las cosas que él puede enseñarles porque es bueno de corazón.
El ocaso está haciendo filigranas en el oeste, derramando lacres y lilas detrás de los altos acantilados.
Diseña los perfiles de las rocas y los pastos con trazos dorados y el paisaje se vuelve un paraíso que riela.
La luz oscila en la estela del sol.
Los amigos conversan sentados en la arena.
-¿Comen peces, verdad?
-Nada más que cuando la diosa casualidad nos favorece, Druss; son difíciles de atrapar: el oleaje es tumultuoso y las flechas disparadas con arcos no son demasiado efectivas.
-¿Lo intentaron con una red, Laal?
-¿Red?
-Sí. Mira.
Druss alisa la arena y dibuja una malla.
-Es una trampa perfecta; los peces quedan atrapados y se pueden sacar del agua. En el río o en el arroyo, es más fácil aun.
-Está claro que es algo que se teje, ¿pero con qué?
-Cáñamo.
-¿Cáñamo?
-Sí; abunda en esta región y les mostraré cómo sacar hilo de sus ramas.
-¿Hilo?
-Sí, hombre; tan resistente como no tienes idea.
Una fiebre por obtener la fibra invade por igual a hombres y mujeres que comprendieron de inmediato su utilidad.
Puede tejerse para confeccionar prendas livianas o coser con costuras delgadas.
Idean toda clase de aplicaciones.
El proceso tiene sus obstáculos y demora varias semanas, pero el resultado es excelente.
Y aquel laberinto de nudos llamado red, al cabo de un tiempo está listo para ser probado.
-¿Y cuando el agua se congela, Druss?
-Se hace un agujero en el hielo y se mete la red, Nahala. Se me ocurre que con esos zapatos de madera tendrían una buena diversión y un mejor ejercicio para ahuyentar el frío.
-¿Cuál?
-Aprender a deslizarse sobre el hielo; los he visto en países lejanos, de distinta forma y tamaño. Igual servirán los vuestros, aunque ya no estaré para reír al verlos caer mil veces y volver a levantarse.
-No quiero saber nada acerca de tu partida, juglar -dice la hechicera.
-¡Huuuuuuuum! -él los mira con una expresión indescifrable.
La red es un triunfo.
Puede afirmarse que Druss instituyó otra fiesta: la del agua.
Se complace al contemplarlos entrar y salir con la red repleta.
Las continuas zambullidas salpican gotas cristalinas al ritmo de las voces que cantan y las gotas tienen un millón de arcoiris adentro de sus panzas redondas.
Los pescados asados son una delicia.
Y entonces, se convierten en pescadores.
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