por Gonzalo Valdivia
Tras ser
fichado para dirigir la miniserie Lisey’s story, adaptación de su novela de
2006 que se acaba de estrenar, el cineasta chileno colaboró estrechamente e
incluso alojó en la casa del autor de terror. “Yo pensé que iba a ir a ver a
Mick Jagger y me topé con Mick Jagger con Jerry Lewis en el mismo personaje”,
dice en entrevista con Culto. También adelanta su película sobre Lady Di, a la
que llama “prima hermana de Jackie”. De un set en
Nueva York, junto a la actriz Julianne Moore y cerca de 200 personas, a su casa
en Santiago. La pandemia decretó ese brusco trayecto para Pablo Larraín (44) en
marzo de 2020, cuando la crisis del Covid lo encontró en medio del rodaje de la
segunda serie de televisión de su carrera, Lisey’s story, basada en
la novela homónima de Stephen King.
En el confinamiento, mientras el escenario local y mundial empeoraba, el
director cuenta que se refugió en el cine, su hábitat natural desde que hace 15
años debutó con su ópera prima, Fuga, hasta la actualidad, que está
ocupado en la post producción de Spencer, su filme sobre uno de los
momentos más sombríos de Lady Di.
“Revisitar películas que son viejas es quizás lo más refrescante que
hay. Con tanto nuevo material que hay en pantalla, creemos que todo lo
interesante siempre es lo nuevo, y en el cine de entre los años 30 y 60 se
filmaron películas que por lo menos a mí me transformaron muchísimo. Vi algunas
que jamás pensé que existían”, indica a Culto,
Paradójicamente, la pandemia ha sido uno de los ciclos que ha albergado
más estrenos de Fábula, la productora de cine y TV que tiene desde hace 17 años
con su hermano Juan de Dios y con la que saltó al mundo de las series en 2011
con Prófugos (HBO). La compañía ahora viene de lanzar las
primeras temporadas de dos ficciones en Amazon Prime Video (El presidente, La
jauría) y un largometraje en Netflix (Nadie sabe que estoy aquí),
además de anunciar otros proyectos que a futuro se agregarán al atestado
panorama del streaming.
En los primeros meses de cuarentena, el propio director de Tony
Manero (2008) ideó un cortometraje en clave de comedia negra
llamado Last call (última llamada), parte de Homemade (Netflix),
la colección de historias confinadas de Fábula y la compañía italiana The
Apartment Pictures.
Pero antes de la incertidumbre del Covid, el cineasta vivió otro
episodio transformador de la mano de la sociedad creativa que forjó junto a
Stephen King, con quien debió colaborar en múltiples áreas en Lisey’s
story: ambos son productores ejecutivos (junto a J. J. Abrams, Juan de Dios
Larraín y Julianne Moore, quien lo convocó) y el alabado autor de terror se
encargó de la escritura de los ocho capítulos de la ficción que lleva a la
pantalla su libro de 2006, una de sus obras más personales.
El resultado –que hasta ahora tiene tres episodios disponibles en la
plataforma Apple TV+, uno nuevo cada viernes– es un duro viaje por las
angustias de Lisey Landon (Moore), la viuda de un afamado novelista (Clive
Owen) que lidia con fanáticos de su creación literaria y un mundo alternativo
de fantasía que le presentó su difunta pareja. La serie en general no tuvo
buenas críticas en Estados Unidos, quizás en parte porque en términos de
agilidad y tono no está escrita con la lógica de la maratón, en parte porque
tiende a caer en el desbalance, pero es imponente visualmente y alcanza
momentos poderosos cuando evoca con nitidez las pesadillas y el romance.
Para Larraín, celebrado internacionalmente como uno de los mejores
retratistas recientes de la oscuridad y el dolor en el cine, el proceso semejó
ir a una escuela. Nada menos que con uno de los mayores autores de las últimas
décadas, a quien fue ver a su casa a Estados Unidos cuando comenzaron a
trabajar en el proyecto.
¿Diría que haber visitado a Stephen King y haber sido su huésped lo
ayudó más a entender la novela o a empezar a generar una relación creativa con
él?
Las dos cosas. Una de las razones por las cuales me pareció fascinante
la invitación a hacer esto fue precisamente poder conocerlo y también trabajar
con él. Lo que no había pensado que podría suceder era que, en antes de la
pandemia, debido a las distancias, a los teléfonos, lo mejor fue reunirse con
él para poder digerir, comentar y hacer observaciones de los guiones en algunos
casos. Me subí a un avión y me fui a Maine, a donde él vive. Porque, como
cocinero, obviamente una de las cosas más atractivas aquí es poder visitar la
cocina de uno de los cocineros que han cambiado la historia de la cocina, si
hacemos la metáfora. Yo tenía toda clase de preguntas que me hacía a mí mismo
sobre cómo hace alguien para escribir materiales tan diversos, (como inspirar)
una película como Stand by me, hasta The shining, y
después desde Sueños de fuga hasta Carrie. Esa
diversidad humana. Cómo hace Stephen King para ser tan universal y cómo escribe
cosas que han cambiado y definido la cultura en los últimos 50 años.
¿Y con qué respuestas se encontró?
La primera, que no hay una respuesta.
Yo pensaba encontrar algunas respuestas definidas y la verdad es que lo más
interesante es que lo que él cocina es a sí mismo, porque él es el primer y
último espectador de lo que está haciendo. Cada vez que crea una historia se
pone a sí mismo en el lugar del personaje y a partir de eso define qué es
verosímil y qué no, sea esto en un contexto de una película adolescente o de
terror y todo lo que está entremedio. Por lo tanto, me pareció fascinante
entender que en realidad no hay una respuesta más que él mismo. Y eso está
metido un poco en su propio misterio como ser humano, porque es una persona muy
afable, muy sencilla y, como todos los genios, muy gracioso. Es muy divertido y
muy brillante. Yo pensé que iba a ir a ver a Mick Jagger y me topé con Mick
Jagger con Jerry Lewis en el mismo personaje. Me pareció fascinante y fue muy
gracioso.
Lanzado en octubre de 2006, Lisey’s story ha sido descrito en más de una ocasión por el propio King como su libro favorito de su larga carrera, además de uno de sus más personales. Tres años antes, tras estar hospitalizado por un caso de doble neumonía que casi le cuesta la vida, a su regreso a casa se encontró con la que sería la semilla de la historia: su estudio estaba completamente reacondicionado, ausente de documentos, revistas y sus objetos personales. Pensó en sí mismo como un fantasma que visitaba su despacho y en la figura de su esposa, la también novelista Tabitha King. Aunque el escritor ha enfatizado que ni Lisey ni Scott Landon fueron imaginados a semejanza del matrimonio que forman desde 1971, en la dedicatoria del libro se lee: “Para Tabby”.
“Es en realidad un tributo a su propia mujer y cuando entiendes eso
obviamente hay que actuar con la delicadeza que implica, porque yo no quería
meterme en su privacidad. Era él quién iba a determinar cuáles eran esos
límites, por supuesto. Pero también me di cuenta de que había algo muy bello en
la idea de que un escritor que ahora cumple 74 años, que ha escrito más de 50
novelas y que ha creado todo lo que sabemos, venga en este momento a rendir un
tributo a su mujer y a decirle, a través de esta historia, que sin ella no
habría podido hacer absolutamente nada”.
Comprender esa capa íntima, dice Larraín, fue determinante en dar forma
a una miniserie que “es un duelo, es un réquiem sentimental, es un melodrama
con elementos fantásticos que está basado en una historia de dolor y superación
de una mujer que quiere avanzar con su vida luego de la muerte de su esposo”.
Jackie (2016) también era un relato sobre un duelo y más
de alguna vez ha mencionado que El club (2015) cuenta con
elementos de película de terror. ¿Le ayudaron esas dos experiencias en
particular a encarar este proyecto?
Me ayudaron, porque Jackie, al igual que esta historia, está
construida a partir de fragmentos de memoria y las memorias, como sabemos, son
todas siempre emocionales. Uno recuerda hechos, pero los recuerda a partir de
las emociones que vivió. Y seguramente en El club hay
elementos de terror psicológico. Pero la verdad es que tuve que partir desde
cero, porque acá son códigos distintos, y de alguna manera me tuve que meter en
el trabajo y en la narrativa y en la ética y estética de otra persona, en este
caso del señor King, para poder elaborar un trabajo que antes siempre me era
más personal. Entonces tuve que manejar un auto ajeno, o cocinar en una cocina
ajena, y con parámetros bastante claros, que tienen que ver con la manera en
que él narra. Y para mí fue maravilloso porque tuve la oportunidad de aprender
ahí. Yo les digo a mis amigos que fui a la universidad de Stephen King, porque
obviamente eso es muy transformador. No creo ser el mismo director antes de eso
que ahora. Más allá de los resultados, personalmente me pareció una experiencia
muy transformadora, porque uno aprende muchas cosas que tienen que ver con la
narrativa y también con la posibilidad de trabajar, por ejemplo, con efectos
visuales, que nunca había tenido acceso y que son nuevos para mí. Eso fue un
proceso de aprendizaje muy largo y fascinante.
El mito universal de Diana
Tras terminar por fin el rodaje de Lisey’s story, el
cineasta chileno se sumergió a comienzos de año en las filmaciones del
largometraje que sucede a Ema (2019) y que marca su segunda
película en inglés. De estrenar en 2016 su retrato del duelo de Jacqueline
Kennedy (Jackie) el director pasa a explorar la figura de Lady Di en los
días en que a comienzos de los 90 determinó divorciarse del príncipe Carlos.
Con la estadounidense Kristen Stewart como protagonista y guión del renombrado
Steven Knight (Peaky Blinders), la cinta le permite marcar diferencias
con la versión televisiva de la novela de King. “Es una película que está hecha
de una manera mucho más clásica, en que todo sucede delante de cámara”,
asegura, junto con llamarla “una prima hermana de Jackie”.
El filme apunta a un estreno en un festival durante el segundo semestre
y quizás a pelear por los premios de la industria estadounidense. Pero con
certeza le espera el escrutinio de Inglaterra, que el año pasado se irritó
con The Crown cuando en su temporada cuatro recordó el
turbulento origen de la relación de Diana con la familia real, con sus desaires
y tensiones. Incluso, el gobierno británico llamó, hasta ahora sin éxito, a que
Netflix colgara una advertencia respecto a que la serie era un “trabajo de
ficción”.
Cuando se trata de una adaptación de Stephen King lo clásico sería decir
que el mayor reto es que le guste tanto a él como a sus seguidores. En el caso
de un proyecto como Spencer la idea podría estar dirigida a
que provoque reacciones en Inglaterra. ¿Bajo qué expectativas se encuentra ante
lo que pueda suceder con la película allí?
Uno piensa en lo que pueda producir y obviamente la reacción que pueda haber en Gran Bretaña es muy relevante, pero también hay algo mucho más simple, que tiene que ver con que cuando uno está filmando algo el primer espectador es uno mismo, te tiene que gustar a ti. Será muy íntimo, pero si no te funciona a ti, no le va a funcionar nunca a nadie. Con mi hermano (Juan de Dios) somos los dos chilenos, pero nos fuimos a filmar una película con una actriz americana, con un equipo inglés y alemán. Filmamos casi toda la película en Alemania y un pedazo en Inglaterra. Entonces, en realidad, para mí todo lo que tiene que ver con la corona inglesa es mucho más cercano a un mito universal. Es el gran melodrama, en donde todas las personas nos podemos sentir de alguna manera representadas, incluso en un contexto tan distinto como el de los reyes y las reinas, los príncipes y princesas. Pero lo que les pasa a ellos nos pasa a todos, y los dolores y miserias de Diana producen una empatía tan poderosa que quizás está ahí la clave, más que pensar en Inglaterra. Pensar su humanidad y ver cómo nos reflejamos todos en ella, seamos de cualquier origen, lugar o país.
(LA TERCERA / 12-6-2021)
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