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JORGE LIBERATI en la presentación de la BIBLIOTECA VIRTUAL HUGO GIOVANETTI VIOLA


Palabras de JORGE LIBERATI en la presentación de la BIBLIOTECA VIRTUAL HUGO GIOVANETTI VIOLA en el MUSEO JOAQUÍN TORRES GARCÍA el 26/5/2022, Día Nacional del Libro.

 

Estimados amigos:

 

En primer lugar, quiero referirme a la persona de Hugo Giovanetti Viola que en su dilatada experiencia intelectual y en su presencia actual contiene la riqueza que más puede apreciarse, por el arte en general, la pintura, la música, el cine, la literatura, la narrativa, la poesía, la canción, el fonograma, el guión …

 

Y si esto fuera poco, agregaríamos la docencia y, algo que se suma a su obra y que la gobierna, la amistad, el ser humano abierto, poseedor de sensibilidad ante lo que hacen y sienten otros, la disposición a contribuir en que los demás se realicen, encuentren caminos, se comuniquen. Es poco común en la actualidad.

 

Esto sea dicho teniendo en cuenta que él, y su infatigable socio del arte, la cultura y la comunicación virtual, el cineasta Álvaro Moure Clouzet, no son ni representan instituciones de ninguna clase, y mucho menos dotadas de poder económico. Eso no les ha impedido contribuir con la promoción y difusión de lo que más interesa al espíritu, a la formación personal, a las formas superiores del periodismo.

 

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La versatilidad intelectual y sensible de Hugo obliga a caer en esa comparación que solemos hacer con los renacentistas. En solo uno de aquellos grandes artistas, pensadores y científicos estaba todo el saber, toda la inteligencia y las diversas especialidades concentradas.

 

Pero en Hugo hay algo que no se encuentra fácilmente entre los renacentistas. Ellos necesitaban de un Mecenas, la ayuda de alguien poderoso; Hugo ha realizado en soledad y sin ayuda de instituciones o mecenas el gran plan de su vida, y hay solo unos pocos nombres que lo han acompañado, entre los cuales está Álvaro.

 

En esto deberíamos incluir lo que significaron para él y significan, ante todo, su padre, y, luego, un personaje histórico difícilmente olvidable, Joaquín Torres García; pero también Onetti, Espínola Gómez, Guillermo Fernández, Olga Pierri, y otros de sus muchos y famosos amigos.

 

Así se cumple lo que el historiador de la filosofía argentino Juan Carlos Torchia Estrada decía de don Arturo Ardao: que en su persona se cumplía la propiedad aritmética asociativa, porque los amigos de Ardao se hacen amigos entre sí. Los amigos de Hugo también se hacen amigos entre ellos. Por otra parte, el contacto que pueda hacerse con él, personal, por teléfono, por mail, por donde sea, nunca resulta tiempo mal gastado. Nunca es un contacto más, porque trasmite siempre un contenido que deja pensando, o sintiendo una emoción de alguna especie conmovedora.

 

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Tiene una gran capacidad dialógica, es decir, un talento innato para llenar con contenido el espacio o el tiempo vacíos en cualquier intercambio de palabras, en cualquier diálogo. Puede transformar un encuentro corriente en algo que el otro ya no olvida.

 

Esta capacidad de comunicación e intercambio se refleja, por ejemplo, en “Viaje al fin del miedo/ Creer o reventar”, cuando varios personajes construyen una trama coloquial, aparentemente caótica, que se envuelve en una atmósfera se podría decir existencial: un caleidoscopio con todos los matices y todas las oposiciones que puede encerrar un estado de ánimo, la desolación en íntima comunidad con la esperanza. La conciencia colectiva de un límite de la vida que puede convertirse enseguida en un más allá interminable. Surge una estructura narrativa y una modalidad narrativa que, creo yo, están en la franja más destacada de la literatura actual uruguaya y sudamericana, y, dentro de esa franja, seguramente en la parte de arriba.

 

¿Por qué afirmo esto? No hay tiempo para desarrollar, pero, en síntesis, se trata de lo que rompe el canon. ¿Quiénes son los escritores que rompen el canon? Bueno, Cervantes es el primero que rompe el canon, el inglés Henry Fielding rompe el canon (rompe el tiempo), Marcel Proust rompe el canon (desmenuza el tiempo). Si se estudia un poco este tema se confirma que, aun cuando sean excelentes escritores por otras razones, no rompen el canon Javier de Viana o Eduardo Acevedo Díaz, sino Horacio Quiroga.

 

En el siglo pasado lo rompe Joyce o Faulkner. En el boom latinoamericano lo rompe García Márquez o Cortázar, cada uno a su manera y, en nuestro país, Juan Carlos Onetti. Entre los escritores uruguayos actuales, Hugo rompe el canon (reúne el tiempo), sea por la hondura psicológica de “Morir con Aparicio”, o por “Yo el Protector”, esa elegía histórica que nos devuelve transformado el género de las leyendas patrias.

 

Su modalidad particular discursiva no es diacrónica sino sincrónica, y la estructura de la novela es una red, no un sistema, es decir, un laberinto que, pese a su ritmo oscilante e incluso mareante, no deja nada oculto al lector, quien comprende todo, entiende todo, hable el personaje que hable, en la jerga que sea, actúe el personaje que sea, en el espacio y en el tiempo que sean.

 

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En cuanto a la poesía de Hugo, creo que está pidiendo un estudio que ponga en claro toda su vitalidad, la recurrente sugerencia de pensamiento, de cuestión reflexiva. Hay que tener en cuenta en ella el ajuste de los versos con lo más exigente de la tradición, pero inserto en una novedad indiscutible, por el denuedo, lo inusitado, el cromatismo, la feliz combinación de lenguaje culto con lenguaje popular.

 

Hugo escribe hermosos sonetos con tanta espontaneidad como oportunidad respecto a las normas rigurosas de la versificación clásica. Y, en los demás géneros de estrofas, se observa una consagrada consustanciación entre la formalidad y la informalidad poéticas, tan renuentes a complementarse.

 

Hombre solo adorando”, por ejemplo, con esos breves poemas o tankas, viene a representar una variedad lírica que se funde en otra variedad veladamente filosófica. Cada verso, por la relación que guarda cada una de sus palabras con el resto, contiene un insondable sentimiento, con una raíz de experiencia personal indudable, y una idea bien delimitada que se agranda en función de su misma economía lingüística y de la ausencia de carga conceptual.

 

Precisamente, la instantaneidad, la brevedad, el guiño que el ojo conocedor del mundo hace y dirige al rostro del interlocutor, es la expresión finita que se traduce en la infinidad de una idea, conjuntamente con el sonido que se parece al de la música de cámara.

 

Dígase al respecto que, si bien no es lo mismo, tienen un propósito semejante, breve y hondo, las video-estampas de Álvaro Moure Clouzet, que se pueden ver en Facebook. A mí me resultan tankas cinemáticas o cinematográficas. El otro día vi un cardenal posado en el patio, y corrí a filmarlo, porque el plumaje de este pájaro es de un fuerte colorido, poco común. Bueno, Álvaro no filma simples curiosidades como esa: filma alegorías. Lo que se ve en la filmación representa un sentimiento que va más allá del movimiento, de la figura y del lugar.

 

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Finalmente, digamos que, en general, se busca lo maravilloso en las pantallas de la gigantesca estructura digital y tecnológica, teléfonos, televisores, en el Facebook, en las redes.

 

Pero, en la obra de Hugo tenemos la oportunidad de contemplar lo maravilloso, etimológicamente “lo extraño”, lo que nutre con mayor eficiencia al arte, dirigiendo la atención a un dominio interior, entrañable, se diría vascular, a una subjetividad que se ha purificado en alguna clase de corazón que no sabemos dónde está ni cómo funciona, pero que palpita secretamente, y cuya savia vuelve a recorrer el cuerpo y se proyecta en la escritura.

 

Por esto, y por todo lo que quisiéramos referir de obra tan vasta, tiene que reconocérsele oficialmente, aunque fuere una operación tardía. Tiene que ir al papel, también, despertar el interés del Estado y de las editoriales. ¿Dónde suelen buscarse las maravillas, en este Uruguay de hoy? Bueno, se buscan en las escaleras … y creo que todos me van a entender, porque las escaleras sirven para trepar. No las necesitamos. Hugo no las necesitó, y la prueba es esta Biblioteca Virtual que hoy inauguramos.

 

Escribió Henry Miller algo que puede cuadrar perfectamente en este momento: “El sabio no resuelve problemas. El sabio dice: está escrito en las estrellas, y a continuación toma su flauta y lanza una nota desconsolada”. Nosotros compartimos el desconsuelo de Hugo, y lanzamos la nota que podemos para … ¡consolarnos!

 

Amigos, esa bondad que tiene Hugo, esa “gracia de profundidad”, como él llama a la que encuentra en sus lecturas, esa espiritualidad embellecida por la nobleza, por la luz de una estética trascendente, religiosa y liberadora que convierte con pocas palabras en una ética personal, y que reparte entre nosotros:

 

¡vamos a compensársela con nuestra admiración y cariño! 

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