1ª edición: Editorial Proyección / Uruguay / 1993, en colaboración con la Universidad de Poitiers.
1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020, con el
apoyo de la Universidad de Poitiers.
EL INDIVIDUO Y EL GRUPO
II – MODALIDADES DEL
GRUPO (2)
Detengámonos entonces a
examinar los principales distintivos de estos notables provincianos. El término
elegido para su denominación expresa con claridad el peso predominante de
status social, aunque las irónicas insinuaciones del narrador de Para una
tumba sin nombre desplazan subrepticiamente la atención hacia un pueril
sentimiento de orgullo que obedece a razones bastante inesperadas:
Todos nosotros, los
notables, los que tenemos derecho a jugar al póker en el Club Progreso y a
dibujar iniciales con entumecida vanidad al pie de las cuentas por copas o
comidas en el Plaza. Todos nosotros sabemos cómo es un entierro en Santa María.
Algunos fuimos, en su oportunidad, el mejor amigo de la familia, se nos ofreció
el privilegio de ver la cosa desde un principio y, además, el privilegio de iniciarla
(16).
La afirmación de ese
presunto “saber” -que los notables reivindican como una prueba de indiscutible
superioridad- contrasta graciosamente con su contenido irrisorio. Señalemos de
paso, que de la masa de los notables no tardará en surgir un subgrupo,
mencionado en reiteradas ocasiones en Para una tumba sin nombre; el de
los “veteranos” (17), que enriquecerán y prestigiarán con nuevas cualidades a
esta privilegiada casta “sanmariana”. La sabiduría proveniente de la edad, la
experiencia, la virilidad y hasta el heroísmo repercute pues todo el grupo,
engrandeciéndolo irónicamente.
Estas pretensiones de
maestría de las que se jactan los veteranos -y de rebote, el clan entero-, tal
como lo señalan seis menciones incluidas en las dos primeras páginas del
relato, alcanzarán su plena significación al vincularse a otra función
claramente específica de los notables: el ejercicio del poder. A través de la
hábil reiteración del verbo “golpear”, el poder y la violencia se nos presentan
sugerentemente como los inseparables corolarios del “saber”. Estos dos aspectos
aparecerán orgánicamente ligados al dominio del tiempo que subraya el narrador
y que asegura, en la novela, en forma manifiesta, la omnipotencia de la casta
de los notables:
Comparamos -nosotros, los
veteranos- las actuaciones del difunto padre Bergner con las de su sucesor,
este italiano, Favieri, chico, negro, escuálido, con su indomable expresión
provocativa, casi obscena.
Sabemos también de
necrologías recitadas y las soportamos mirando la tierra, el sombrero contra el
pubis.
Todo eso sabemos (18)
El puntilloso
conocimiento del pasado de la ciudad, fundado sobre el enraizamiento y la
permanencia envidiables de las “viejas familias”, constituye para los notables
una formidable ventaja. Después de haberse apropiado de la Historia “sanmariana”
a través de múltiples reinterpretaciones aparecidas en su propia prensa, y
logrado modelar políticamente la conciencia de sus conciudadanos, los notables
parecen haberse fijado un objetivo más ambicioso todavía. En lo sucesivo, sus
prerrogativas ya no se limitarán al ámbito de la política y la economía; ahora
aspirarán a controlar el conjunto de las representaciones mentales de la comunidad,
dominando de modo absoluto esa doble herramienta imprescindible para todo
verdadero poder: el lenguaje y la escritura.
Todo eso sabemos. Todos
nosotros sabemos cómo es un entierro en Santa María, podemos describirlo a un
forastero, contarlo epistolarmente a un pariente lejano. Pero esto no lo
sabíamos, este entierro, esta manera de enterrar (19)
Por eso, los notables
experimentarán como sacrílego el comportamiento general de Jorge Malabia, quien
cuestiona desenvueltamente -a través de su lenguaje y sus relatos- estructuras
mentales y certidumbres seculares: la tiranía del grupo, en una palabra. Y es a
partir de lo inaudito –“esto, este entierro, esta manera de enterrar” cuando
los notables comenzarán a sentirse sacudidos.
Notas
(17) Ibíd., p. 7: “Es
mejor, más armonioso, que la cosa empiece de noche, después y antes del sol.
Fuimos a lo de Miramonte o a lo de Grimm, “Cochería Suiza”. A veces, hablo de
los veteranos, de la casa de duelo, por una razón, por diez o por ninguna. Cf.
pp. 8-9.
(18) Ibíd., I, pp. 8-9-
(19) Ibíd., p. 9.
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