jueves

HACIA UN TEATRO POBRE (37) - JERZY GROTOWSKI

 


NO ERA TOTALMENTE ÉL (*) (2)

 

JERZY GROTOWSKI

 

(*) Este artículo se publicó en Les Temps Modernes (París, abril de 1967) y en Flourish, el periódico del Royal Shakespeare Theatre Club (verano de 1967).

 

Artaud habla del “trance cósmico”. Nos trae de nuevo un eco del tiempo en el que los cielos se habían vaciado de sus habitantes tradicionales y se habían convertido en sí mismos en el objeto de un culto. El “trance cósmico” nos conduce inevitablemente al “teatro mágico”. Pero Artaud explica lo desconocido con lo desconocido, lo mágico con lo mágico. No sé lo que significa la expresión “trance cósmico” porque en general no creo que el cosmos pueda, en su sentido físico, convertirse en un punto trascendental de referencia para el hombre. Los puntos de referencia son otros: el hombre es uno de ellos.

 

Artaud se opone al principio discursivo en el teatro, por ejemplo: toda la tradición teatral francesa. Pero no podemos aceptarlo como un pionero en este campo, muchos otros teatros de Europa oriental y central poseen una tradición viva de un teatro no discursivo. ¿Dónde podríamos colocar a Vajtangov o a Stanislavski?

 

Artaud rechazó un teatro que se contentaba con ilustrar los textos dramáticos; buscaba un teatro que fuese un arte creativo en sí mismo, que no duplicara simplemente lo que la literatura estaba haciendo. Muestra gran valor y conciencia de su parte, porque utilizó un lenguaje en el que las obras completas de los dramaturgos no se intitulaban dramas o comedias sino “el teatro de Molière”, o “el teatro de Monthermant”. La idea de un teatro autónomo es más antigua y nos llega de Meyerhold en Rusia.

 

Artaud intentó suprimir las barreras entre los actores y el auditorio. Esto puede parece asombroso pero hay que advertir que nunca propuso ni abolir el escenario ni separarlo del auditorio, ni trató de adaptar una estructura diferente para cada nueva producción, creando así una base real para la confrontación entre los dos “conjuntos” que forman los actores y los espectadores. Simplemente propuso colocar el auditorio en el centro y actuar en todos los rincones de la sala. No planteó la eliminación de la barrera entre el escenario y el auditorio, sino el remplazo de muñecos clásicos por otra estructura rígida. Años antes, todas estas ideas habían sido precedidas por Reinhard, por Meyerhold en su producción de los misterios medievales y, más tarde, de nuevo por Syrkus en Polonia, quien había elaborado su concepción de un “teatro simultáneo”.

 

Así hemos rechazado los méritos supuestos de Artaud a fin de devolvérselos a sus verdaderos padres. Puede pensarse que estamos preparando una escena de martirio y despojamos a Artaud de sus harapos tal y como él despoja de sus ropas a Beatrice Cenci en su producción. Pero hay una diferencia entre desvestir a alguien para torturarlo o hacerlo con el fin de encontrar lo que realmente es. El hecho de que otros hayan construido sistemas similares en otras partes no altera el hecho vital de que Artaud hizo sus descubrimientos por sí mismo a partir de su propio sufrimiento, del prisma de sus obsesiones personales y, en lo que se refiere a su propio país, todo lo inventó en realidad.

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