lunes

IDEA VILARIÑO - LAS LETRAS DE TANGO (9)

 EL LENGUAJE (4)

 

Diminutivos, vesre, naturalidad

 

Merece un párrafo aparte el uso de diminutivos. Estos iluminan una zona de ternuras por cosas, seres, lugares, que aflora en el tango desde los comienzos y que repetidamente insiste y se detalla sin resultar nunca ridícula. En Amurado:

 

Una tarde más tristona

que la pena que me aqueja

arregló su bagayito

y amurado me dejó.

 

Aunque es innecesario citar textos, ya que aparecen con tanta frecuencia en los títulos: La cartita, Caminito, La cieguita, Galleguita, Milonguita, El carrerito, Mocosita, Caminito del taller, Noviecita mía, El matecito, Perdón, Viejita, etc.

 

El vesre (esa es ya su designación entre nosotros; para qué llamarlo metátesis) es considerado como una práctica lunfarda -aunque no se aplique necesariamente a lunfardismos- y como tal ingresa en el tango. Dice Gobello que es una travesura; es una travesura vieja como el mundo, o como el lenguaje, pero en el tango rara vez tiene ese carácter.

 

Se le usa con parquedad, sin enfatizarlo ni lucirlo. Casi siempre se echa mano a formas de uso corriente:

 

El gotán se te fue al corazón

 

Tenés un camba

que te hace gustos

 

un goruta flaco y alto

que trabajaba en la Boca

 

a aquellas voces que permanecen por ser las más creíbles y que son casi como otro nombre de la cosa; tan familiares que pueden pasar inadvertidas. Por eso caben en versos doloridos o graves en que no hay lugar para juegos:

 

Los recuerdos más fuleros

me destrozan la zabeca

 

En éste como en otros casos la inversión puede ser provocada por las necesidades de la rima; esa posición a fin de verso y esa servidumbre le dan un poco más de relieve y pueden exigir combinaciones nuevas o menos transitadas:

 

Paica fayuta

que me amurastes,

vos me jurastes

quererme bien;

mas me batieron

que estando en cana

eras bacana

por el sotrén.

 

Uno de los méritos innegables del lenguaje tanguístico es su naturalidad, su manera de llenar el verso, de seguir la música con las apariencias de lo coloquial. En ocasiones, se dan cierta retórica, cierto lenguaje que suena a falso:

 

regresaba a mi morada

con deseos de descansar.

Al llegar vi luz prendida

en el cuarto de mi amada.

 

Pero al nivel del buen tango lo corriente es lo otro:

 

Me da su permiso,

señor Comisario…

 

Por favor, lárgueme, agente,

no me haga pasar vergüenza.

 

Te fuiste, ja! ja!

que te vaya bien,

 

Recibí tu última carta

en la cual tú me decías

 

Hoy, después de tanto tiempo

de no verte, de no hablarte.

 

Esa tesitura coloquial, esa naturalidad, esa manera de instalarse en el verso y en la música, son propias de toda poesía popular. Es su condición de poesía de argumento, su carácter casi siempre dramático lo que hace aquí más difíciles y más notables tales virtudes.

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