sábado

IDEA VILARIÑO - LAS LETRAS DE TANGO (5)

 Los tres lenguajes del tango (2)

 

En el último tercio del siglo parece haber una producción abundante -sobre todo carnavalesca- de canciones concebidas en esta habla. Sin embargo, ella no trasciende ni perdura como sucedió con el gauchesco que tuvo en Uruguay y Argentina un ámbito nacional, que se hizo un sitio en la literatura y que, aunque su auge se da a lo largo de todo el siglo pasado, se sostiene, modificándose pero vivo y fecundo, en la literatura del actual.

 

Pero si atendemos a lo que pasa a comienzos del siglo con nuestros cantos populares, vemos lo siguiente: todo el mundo leía u oía versos camperos; los payadores no andaban sólo por la campaña y las lejanas pulperías sino que a veces se acercaban a las ciudades; los payadores urbanos -improvisadores llegado el caso, cantores de sus propias letras- tienen en su repertorio composiciones gauchescas.

 

Sin embargo, no todo lo que se cantaba en los locales de diversión de Montevideo, Buenos Aires y otras ciudades, más precisamente en sus orillas, eran cantos camperos. Resulta sorprendente enterarse de lo que escuchaban aquellos hombres de agallas, y de avería, en las noches bravas de los arrabales: canciones, tonadas, estilos, zambas de Arturo de Navas, Gabino Ezeiza, Alcides de María, Elías Regules:

 

Entre los pastos tirada

como una prenda perdida

entre el silencio escondida

como caricia robada…

 

Estilos y valses de Betinotti, el autor de Pobre mi madre querida, de Como quiere la madre a sus hijos, Tu diagnóstico:

 

Tu diagnóstico es sencillo

sé que no tengo remedio

y sé que estoy deshauciado

por tu esperanza y mi anhelo.

 

Hay un abismo entre oyentes -no cuando se cantaba en medio familiares- y lo oído, y entre los lenguajes respectivos.

 

Es muy ilustrativo de esta separación entre el canto y su medio -en cuanto a temas, sentimientos expresión- el caso de Saúl Salinas, apodado El víbora, sujeto de avería, dicen, que murió peleando a cuchillo, dicen, y que escribió los más delicados valses, canciones, tonadas: Mi estrella, Las pastora, Mírala cómo va.

 

Mírala cómo va,

ay de mí,

y dijo que me quería…

 

Casi todos estos cantores, dijimos, tenían en su repertorio versos ‘gauchescos’, aunque tal vez se inclinasen, más que por el gauchesco convencional, por lo provinciano más auténtico, con aire, modismos y pronunciación locales. Pero lo más serio y ambicioso de sus obras respectivas trasluce el deseo de escribir o expresarse correcta y ‘literariamente’. De tal modo que, podemos señalarlas como el punto de partida de esa línea de decir depurado que perdura, vigente siempre, en el tango.

 

Algunos de esos autores hacen el entronque con la milonga arrabalera y con el tango. Por ejemplo, Martino, autor de la cifra Para quererte he nacido, del estilo El sueño:

 

Anoche, mientras dormía,

de cansancio fatigado,

no sé qué sueño adorado

pasó por la mente mía.

 

Soñé que yo te veía

y tú me estabas mirando

y yo te estaba contando

mi vida triste, muy triste,

y que desapareciste

al despertarme llorando.

 

Las décimas dejan paso a las cuartetas, el sueño delicado, a la vulgar realidad, el lenguaje cuidado, al lenguaje ciudadano común, incluidas algunas voces lunfardas. Del estilo se ha pasado a la milonga. Soy una fiera:

 

Los domingos me levanto

de apoliyar mal dormido

y a veces hasta me olvido

de morfar por las carreras;

me cacho los embrocantes,

mi correspondiente habano

y me piyo un automóvil

para llegar bien temprano.

 

Martino no hace sino engranar en un proceso comenzado en el siglo anterior y que por entonces culminaba. Unos años antes Villoldo no se había animado a decirlo en su lengua de todos los días; ni en serio -Cantar eterno- ni en broma -Cuidado con los cincuenta-, a pesar de lo que parecía fácil rampa de sus letras humorísticas.

 

Tal proceso que, se estima, comenzó a tomar fuerza alrededor del ochenta, de nuevo plantea el conflicto entre la lengua hablada y la cantada o escrita, pero ahora se trata del habla de la ciudad, o más bien, para empezar, de sus arrabales, donde se mezclan el español, sus arcaísmos, diversos dialectos y lenguas europeos y americanos, incluidos caló, germanía, argot y lunfardo.

 

Ya los cielitos habían incorporado deformaciones, neologismos, etc., del campo y también de la ciudad. Hay una extensa zona en que ambos coinciden, pero creemos que es la ciudad que se afirma en estos versos que, según Gesualdo (7) se cantaban alrededor del 62:

 

Tomá mate, che,

tomá mate,

que en la tierra del pampero

no se estila el chocolate.

 

O estos, del 80:

 

Andate a la Recoleta

decile al recoletero

que prepare una boveda

para este pobre cochero.

 

Y, en cambio, hacia el fin del siglo Pepino el 88 matizaba su papel -siempre según Gesualdo- con “canciones sobre temas de actualidad” que eran orilleras por su asunto, pero castizas por su enunciación:

 

Somos los criollos mentados

de los pagos de las orillas

que nos ponemos golillas

de pañuelos floreados.

 

Somos los bravos muchachos

de melenita pareja

que escondemos una oreja

bajo el ala de los gachos.

 

Somos los quiebra cantores

que hemos sacado patente

de peleadores valientes

y bailarines pintores.

 

Notas 

(7) Vicente Gesualdo, Historia de la música en la Argentina, Buenos Aires, Edit. Beta, tomo II, 1961.

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+