5 / EL HÉROE COMO EMPERADOR Y COMO TIRANO (2)
Cuando la meta del esfuerzo del héroe es
el descubrimiento del padre desconocido, el simbolismo básico sigue siendo el
de las pruebas y el camino que se revela a sí mismo. En el ejemplo de arriba la
prueba queda reducida a las preguntas persistentes y a la mirada
aterrorizadora. En el cuento anterior de la mujer almeja, se probó a los hijos
con el cuchillo de bambú. Hemos visto, al revisar la aventura del héroe, hasta
qué grado puede llegar la severidad del padre. Para la congregación de Jonathan
Edwards, se convertía en un verdadero ogro.
El héroe bendecido por el padre vuelve
para representar al padre entre los hombres. Como maestro (Moisés) o como
emperador (Huang Ti) su palabra es ley. Puesto que el héroe se ha centrado en
la fuente, hace visible el reposo y la armonía del lugar central. Es un reflejo
Eje del Mundo, de donde se extienden los círculos concéntricos -la Montaña del
Mundo, el Árbol del Mundo-; él es el perfecto espejo microscópico del
macrocosmos. Verlo es percibir el significado de la existencia. De su presencia
nacen los dones, su palabra es el viento de la vida.
Pero en el carácter representativo del
padre puede haber un deterioro. Esa crisis queda descrita en la leyenda persa
zoroástrica de la Edad de Oro, Jemshid.
Todos miraron al trono y no oyeron ni
vieron
A nadie más que a Jemshid, él solo era
el Rey,
Absorbía todos sus pensamientos, y en
sus alabanzas
Y adoración por este hombre mortal
Olvidaron la adoración por el gran
Creador,
Y orgullosamente a sus nobles habló,
Embriagado con sus fuertes aplausos,
“Soy inigualable, pues a mí la tierra
Me debe toda su ciencia y nunca existió
Una soberanía como la mía, benéfica
Y gloriosa, que borró de la tierra
poblada
La enfermedad y la necesidad. La alegría
doméstica
Y el descanso proceden de mí, todo lo
que es bueno y grande
Espera mi orden; la voz universal
Declara el esplendor de mi gobierno,
Que está por encima de lo concebido por
el corazón humano
Y me hace el único monarca del mundo.”
-En cuanto estas palabras salieron de
sus labios,
Palabras impías e insultantes al alto
cielo,
Su grandeza terrestre se deshizo -todas
las lenguas
Se volvieron clamorosas y atrevidas. El
día de Jemshid
Quedó en las tinieblas, toda su
brillantez se oscureció.
¿Qué dijo el Moralista? “Cuando eras
rey
Tus súbditos eran obedientes, pero
quien sea
Que descuide orgullosamente la
adoración de su Dios
Trae desolación a su casa y a su hogar.”
-Y cuando notó la insolencia de su
pueblo
Supo que había provocado la ira del
cielo
Y el terror lo sobrecogió. (29)
Cuando el emperador ya no relaciones
los dones de su reinado con su fuente trascendental, rompe la visión estereotípica
que está en su papel sostener. Ya no es el mediador entre dos mundos. La
perspectiva del hombre se achata e incluye sólo el término humano de la
ecuación y en el acto cae la experiencia de la fuerza sobrenatural. La idea que
sostiene a la comunidad se ha perdido. La fuerza es todo lo que la sostiene. El
emperador se convierte en el ogro-tirano (Herodes-Nemrod), el usurpador de
quien debe salvarse el mundo.
Notas
(29) Firdusi, Shah-Nameh, traducción
de James Atkinson (Londres y Nueva York, 1886), p. 7.
La mitología persa está enraizada en el
sistema indoeuropeo común que fue llevado de las estepas aral-caspianas a la India
y al Irán, como también a Europa. Las principales divinidades de los primeros
escritos sagrados (Avesta) de los persas corresponden muy estrechamente a los
de los primeros textos hindúes (Vedas: ver nota 32, p. 108, supra), pero
las dos ramas sufren grandes influencias que las hacen variar grandemente en
sus nuevos países, pues la tradición védica cede gradualmente a las fuerzas
dravidianas, y la persa a las semurio-babilonias. Al principio del primer
milenio a. C. las creencias persas fueron reorganizadas por el profeta, Zaratustra
(Zoroastro) conforme a un estricto dualismo de principios del bien y del mal,
luz y oscuridad, ángeles y demonios. Esta crisis afectó profundamente no sólo a
los persas sino también a la materia de las creencias hebreas, y, por lo tanto,
siglos después, al cristianismo. Representa un apartamiento radical de la más usual
representación mitológica del bien y del mal como efectos procedentes de una
única fuente del ser que trasciende y reconcilia toda polaridad.
Persia fue arrasada por los soldados de Mahoma, 642 d.C. Los que no se convirtieron fueron pasados a cuchillo. Un pequeño grupo se refugió en la India, donde sobrevive hasta el presente bajo el nombre de Parsis (“persas”) de Bombay. Después de un período de tres siglos hubo una “restauración” literaria, mahometana-persa. Los grandes nombres son: Firdusi (940-1020?), Omar Khayyam (¿-1123?), Nizami (1140-1203), Jalal ad-Din Rumi (1207-1273), Saadi (11847-1291), Hafiz (7-1389?) y Jami (1414-1492). El Shah Namek de Firdusi (“La Épica de los Reyes”) es una repetición en sencillo verso narrativo de la historia de la antigua Persia hasta la conquista islámica.
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