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EL TENSO DEBUT SOLISTA DE PAUL McCARTNEY: EL PRIMER DISCO INDIE DE LA HISTORIA

 

por Pablo Retamal N. 

Soportando el quiebre de The Beatles, la animosidad contra su flamante esposa –ataque con helado en la cara incluido- y a la imposición de un manager que no aguantaba, Paul McCartney se refugió en Escocia, donde vivió oscuros momentos, pero que terminaron por volcarse en la creación de un álbum hecho completamente a pulso. Grabado en el living de su casa, y con todos los instrumentos tocados por él, traía joyas como “Maybe I’m amazed” donde exorcizó sus iras, y le dio el impulso para dejar atrás el fantasma de su banda madre.

 

Se puso furioso. Tras leer línea por línea la carta que Ringo Starr le había entregado personalmente, Paul McCartney dejó de lado su diplomática manera de ser, arrojó lejos la misiva y las emprendió contra el baterista, quien perplejo, recibió la furia del bajista.

Gritándole a quemarropa, “Macca” apuntaba con el dedo a Starr y le gritó: “¡ACABARÉ CON TODOS USTEDES!”, “¡PAGARÁN POR ESTO!”. Luego, lo echó de su casa de Cavendish, Londres, con viento fresco a la calle. El portazo se escuchó hasta en el canal de la Mancha. Paul había estallado.

Luego, McCartney llamó a George Harrison. El autor de “Here comes the sun” no alcanzó siquiera a decir algo cuando Paul lo tapó a gritos, también mandándolo a cierta parte. “Se comportaba como Atila el Huno. Gritaba tan fuerte que tuve que alejarme el auricular de la oreja”, contó el guitarrista en un testimonio que recoge Phillip Norman en Paul McCartney, la biografía (Malpaso, 2016).

El incidente, ocurrido a comienzos de 1970, fue parte del proceso que el compositor de “Hey Jude” pasó para componer y publicar su primer disco solista, llamado simplemente McCartney. De hecho, lo que causó la furia de Paul, aun bajo la etiqueta de Apple, fue una decisión tomada a sus espaldas, sin su aprobación.

Pero no nos adelantemos. Los hechos comenzaron meses antes.

 

“Me marcho, quiero divorciarme”

 

20 de septiembre de 1969, una reunión de trabajo de The Beatles se transformó en algo tragicómico. Resulta que fueron citados por el representante Allen Klein para firmar un nuevo contrato con el sello discográfico que editaba los discos del cuarteto en Estados Unidos, Capitol Records.

Klein había conseguido que el porcentaje de regalías de los Beatles pasaría del 17,5% a un 25%. Algo increíble para la época. Sin embargo, los fab four debían entregar dos álbumes y tres sencillos por año durante las siguientes seis temporadas.

Pero Klein vio cómo su magnífico negocio se iba al tacho cuando John Lennon anunció algo que había decidido hace algunas semanas. “Me marcho, quiero divorciarme igual como lo hice con Cynthia (Powell, su primera esposa)”.

Pese a que Paul intentó afanosamente convencer a su socio de echar pie atrás, Lennon estaba exultante. El 13 de septiembre se había presentado de manera sorpresiva en vivo en un festival en Canadá llamado “Live peace in Toronto” sin ninguno de sus compañeros, sino con una nueva banda, la Plastic Ono Band, junto a Eric Clapton, Klaus Voormann, Alan White y por supuesto, Yoko Ono. El show, pese a no haber sido ensayado, fue un éxito, y ahí el hombre de “Strawberry Fields Forever” terminó por convencerse de la idea de dejar la banda que él fundó.

“Yo formé el grupo y yo lo disolví. Así de sencillo. Mi vida con The Beatles se había convertido en una trampa. El bucle de una cinta”, señala al respecto Lennon en el libro The Beatles Anthology.

Lo máximo que lograron Allen Klein y Paul McCartney fue que John prometiera no hacer pública su salida por un tiempo, para no estropear el lanzamiento inminente del álbum Abbey Road, programado para seis días después.

Pero lo de Lennon no era una novedad. Ringo Starr había dejado el grupo durante las tensas sesiones del White álbum (1968) y George Harrison hizo lo propio durante las grabaciones del álbum Get back, en el verano de ese 1969. Es decir, la idea de quebrar el cuarteto había pasado por la cabeza de todos los miembros… salvo por la de Paul.

La noticia lo dejó devastado y acabó con sus últimas fuerzas. Paul veía cómo la banda a la cual le había dedicado buena parte de su vida prácticamente se deshacía con la renuncia de John. Pero en rigor, Paul ya estaba bastante agotado. Llevaba meses de enfrentamiento con sus compañeros respecto a quién debía ser el manager del grupo y ponerse a cargo de Apple, la empresa que el cuarteto creó para automanejar su carrera tras la intempestiva muerte de su representante histórico, Brian Epstein, en 1967.

Lennon, Harrison y Ringo optaron por Allen Klein, un tipo de rudos modales y que había sido manager de los Rolling Stones. Por su lado, Paul prefería a Lee Eastman, un respetado abogado neoyorkino, quien parecía el candidato perfecto dado su impecable currículum, salvo por un detalle: era su suegro. Por eso, los demás, se negaban.

Sin embargo, una vez ungido Klein, Paul no firmó el contrato de representación y se vio en una situación incómoda. “Sus obligaciones contractuales con la sociedad de los Beatles y Apple implicaban que de pronto tuviera que trabajar con un mánager que jamás había aceptado y al que no soportaba”, señala en su libro Philip Norman. Por supuesto, comenzó a tomar distancia de Apple. No fue más a las oficinas y dejó de involucrarse en los asuntos de la compañía.

En sus memorias, El sonido de los Beatles (Indicios, 2011) el ingeniero de grabación de los fab four, Geoff Emerick, describe cómo era Klein: “El bajo y rechoncho gerente llegaba cada mañana en uno de los coches de Lennon, el Mercedes o el Rolls (de algún modo había convencido a John para que le dejara usarlos), vestido con un suéter de cuello de cisne que le quedaba pequeño y pantalones holgados. Pasaba la mayor parte del día en su despacho, gritando a la gente por teléfono”.

Klein comenzó a realizar masivos despidos en Apple, que incluyeron a viejos amigos del grupo, además de hacer prácticamente lo que quería en la empresa que Paul en un momento tuvo bajo sus riendas. “Lo que el manager había hecho y seguía haciendo con Apple solo aumentaba los sentimientos de traición, rechazo e impotencia que Paul albergaba”, indica Norman.

Todo esto implicó un desgaste que comenzó a verse incluso en términos físicos y mentales, según Norman, un día mirándose frente al espejo, Paul comenzó a notar la aparición de sus primeras canas.

 

“¿Quién le arrojó el helado?”

 

Pero, tras las sesiones del álbum Abbey Road, no solo el hecho de tener que aguantar a Allen Klein estaba reventando a Paul. También el hecho de vivir en Londres, en el barrio de Cavendish, donde se agolpaban diariamente varias fans. Eso es algo a lo que el bajista se había acostumbrado desde el inicio de la beatlemanía. Pero lo que no pudo aguantar fue la hostilidad que las fanáticas mostraban hacia su esposa, la fotógrafa estadounidense Linda Eastman, con quien se había casado el 12 de marzo de 1969.

Las palabras le daban igual, lo que a Paul le irritaba eran las acciones. En el frontis de la casa habían comenzado a aparecer de manera constante graffittis con mensajes de odio hacia Linda, y peor aún, una tarde de verano, una de las fanáticas que formaba parte de uno de los habituales piquetes de chicas que aguardaban frente a la puerta de la casa de Cavendish vio que la flamante señora McCartney volvía sola a casa, y no encontró mejor forma de expresarle su odio que lanzarle lo primero que pilló a mano. Literalmente, en su propia mano. Así, un helado de chocolate estalló en la cara de una sorprendida Linda, quien solo atinó a entrar a casa.

Minutos más tarde, un furioso Paul salió a enfrentar a las calcetineras. “¡¿Quién le ha tirado un helado de chocolate a Linda?!”, gritó. La atacante se identificó, y con pedantería señaló que no era un helado. “En realidad, era un mousse de chocolate”, dijo, sin ánimo alguno de disculparse.

Graffitis, helados en la cara de su mujer, un manager que no soportaba, el fin del grupo. Paul no aguantó más. Tras la reunión del 20 de septiembre, y el episodio del “mousse de chocolate”, cogió a Linda, sus perros, su hija Mary –quien había nacido meses antes-, a Heather, la vástago de Linda a quien había adoptado como propia, una guitarra, y arrancó con todos a Escocia, a su granja en High Park, ubicada en la península de Kintyre (y que años después inmortalizaría en su canción “Mull of Kintyre”).

Paul sabía que partía, pero no por cuánto tiempo permanecería ahí. Por eso, su salida la realizó en estricto secreto. “Nadie, salvo su familia y los miembros de Apple con los que tenía mayor intimidad, sabía lo de la península de Kintyre y la granja de High Park, e incluso los que estaban en el secreto recibieron escasas noticia de él o ninguna”, cuenta Norman. De repente, el hombre de “Penny Lane” era un fantasma.

 

Los oscuros días en Escocia

 

La calma en el campo de Kyntre parecía el escenario ideal para que Paul recuperara energías y encontrara la paz. Pero el proceso no fue inmediato.

“Pasé mucho tiempo en Escocia, donde tengo una granja. Normalmente voy allí de vacaciones, pero en esta ocasión, me pasé todo un tiempo allí intentado imaginar qué haría y probablemente fue entonces cuando resultó más terrible. Tenía la sensación de que me habían despedido por reducción de plantilla. La gente decía ‘pero tienes dinero, no es como a un minero que lo despiden por reducción de plantilla’. Pero para mí lo eran porque no se trataba de una cuestión monetaria sino de autoestima. De repente me sentí como si no valiera nada si no estaba en The Beatles”, cuenta Paul en The Beatles Anthology.

Paul pasaba sus días en cama, sin levantarse, sin afeitarse, bebiendo abundante whisky, fumando tabaco y marihuana. Sin ganas de hacer nada. Sin un rumbo fijo. Sin horizontes. “Yo pensaba: ‘¿Podré volver a cantar y componer?, ¿quién querrá relacionarse con un bajista en paro?’. Aquello me afectó muchísimo”, añade el hombre de “Eleanor Rigby” en el Anthology.

Y por si fuera poco, Paul comenzó a tener pesadillas con quien menos tenía ganas de ver. “En los sueños que una vez le habían inspirado ‘Yesterday’ y ‘Let It Be’ empezó a aparecer Allen Klein disfrazado de un dentista demoníaco que intentaba inyectarle una aguja hipodérmica; como había revelado en la canción ‘Every Night’, Paul se quedaba acostado, mientras se sacudía de manera incontrolable y sentía la cabeza demasiado pesada para levantarla de la almohada”, relata en la citada biografía Phillip Norman.

Pero ahí apareció Linda. La eterna Linda. Comprensiva, miró a los ojos a su marido y le dijo: “Mira, estás bien. No es más que el shock por lo de The Beatles y todo eso”. Ahí Paul, comenzó a aterrizar, a darse cuenta que la vida tenía un sentido, y que su crisis personal, tenía una salida.

Así, en diciembre de 1969 la familia McCartney ya estaba de vuelta en Cavendish, y Paul ya tenía una idea, y sobre todo canciones para llevarla a cabo.

 

Trabajando en modo indie

 

Con composiciones hechas en Escocia, y algunas cosas antiguas que rescató, Paul se puso a trabajar en su primer disco solista. No lo sabía, pero estaba creando un modo de hacer las cosas que hoy definiríamos como indie. Es decir, discos íntimos, grabados sin depender de nadie, con todo el trabajo llevado a cabo por una sola persona. Paul no quería nada ni con Apple, ni con Klein, ni menos con los Beatles. Su soledad la estaba usando como un motor creativo.

El álbum se grabó en su mayoría en el living de la casa de Cavendish entre diciembre de 1969 y enero de 1970. Ese modo de registrar un álbum es algo que otros artistas como John Frusciante, Jack White, Sujfan Stevens o el mismo Jorge González copiarían más tarde. Y todo de manera muy sencilla. Paul usó simplemente un magnetófono Studer de cuatro pistas. Nada más.

“Lo primero que grabó —con la intención de probar el equipo— fue un fragmento de cuarenta y cinco segundos titulado ’The Lovely Linda’, que incluía ruidos de fondo obra de Linda y que terminaba con una risita involuntaria de ambos como si no pudieran creerse su propio atrevimiento. Esta pieza terminaría formando parte del álbum, con la risita y todo”, cuenta Phillip Norman.

Paul no llamó a nadie, él mismo hizo las veces de productor e ingeniero del disco. Además, dando cuenta de su talento musical, tocó todos los instrumentos: voz, bajo, batería (un instrumento para el cual siempre tuvo habilidad), guitarras solista y rítmica, steel guitar, piano, maracas, bongós, pandereta, cencerro de melotrón, copas de vino, xilofón. Linda fue la única asistente que tuvo el álbum, haciendo coros.

Entre las cosas que sacó del cajón encontró “Junk”, una sencilla canción acústica que había quedado fuera del White album, y que ahora estaba lista para darle una nueva oportunidad, esta vez sin soportar algún comentario sarcástico de Lennon, o la indiferencia de sus otros compañeros. Lo mismo pasó con otro de los temas, “Teddy boy”.

Si se pone atención, las canciones son sencillas, sin trucos de edición, overdubs o sobregrabaciones. Paul quería lograr la sencillez y rusticidad que había buscado en el proyecto Get Back, de The Beatles, pero que no se había logrado materializar. Quería sonar casero, simple. “Algunos de los temas serían tan breves como las que conformaban el popurrí de Abbey Road, unos se improvisarían en el momento, otros ni siquiera estarían terminados”, señala Norman.

Por ejemplo, la instrumental “Valentine day” dura apenas 1:41 y no llega al nivel de pulido que –por ejemplo- tuvo en su minuto “Flying”, del Magical mystery tour (1967). Lo mismo que el mini popurrí “Hot as sun/glasses”, en el espíritu de pegar piezas chicas inacabadas. Dura 2:07.

Con la mayoría de las canciones terminadas, Paul decidió que igualmente necesitaría ocupar algún estudio para agregar alguna que otra cosa pequeña y realizar las mezclas. Pero como quería seguir manteniendo el álbum en secreto reservó unas horas en los modestos estudios Morgan de Willesden, en el norte de Londres, bajo el nombre de Billy Martin.

“Linda, la bebé Mary y Heather lo acompañaban todos los días y llenaban el lugar de parafernalia para bebés, juguetes y comida de picnic”, cuenta Phillip Norman. Pero no solo estuvo en Morgan, también pasó por Abbey Road, donde mantuvo el alias de Billy Martin, aunque lo hizo solo en las etapas finales del disco.

Entre las canciones había una que destacaba, la balada “Maybe I’m Amazed”, compuesta pensando en Linda, y sobre todo, en lo que significó la blonda fotógrafa en sacar a Paul del estado de desesperanza en que encontraba. “Quizás soy un hombre / y quizás soy un hombre solitario / quien está en el medio de algo que realmente no entiende / quizás soy un hombre / y tu eres la única mujer quien podría ayudarme”, dice reveladora parte de la letra.

Con el piano como protagonista, Paul va trabajando con el esquema pregunta/respuesta que tanto le había funcionado en otras canciones. Los arpegios van contestando la letra. Luego, entran los otros instrumentos, incluyendo la batería, donde Paul le saca un sonido sólido amén de un notable sentido del tiempo, sin perderse, en una época donde no habían clicks ni metrónomos digitales.

Pero esa no es la única canción introspectiva del disco. También lo es “Every night”, donde recuerda esos días tristes en Escocia. “Cada noche sólo quiero salirme, salirme de mi cabeza / Cada día no quiero levantarme, salirme de mi cama / Cada noche yo quiero jugar afuera / Y cada día yo quiero hacerlo”.

Otra canción que narra esos días de encierro es “Man we was lonely”. Su espíritu optimista se refleja en esas dulzonas melodías cortesía McCartney y en su letra: “El hombre que se sentía solo / Sí que se sentía solo / Y que se vio en apuros para encontrar una sonrisa / El hombre que se sentía solo / Sí que se sentía solo / Pero ahora estaban muy bien todo el tiempo / Solía montar en mi carretera rápida de la ciudad / Cantando canciones que pensé estaban solas / Ahora déjame dormir con mi amor / por el momento estoy en casa”.

Parecía que McCartney, como había decidido titular el largaduración, ya estaba listo. Faltaba solo la masterización. Para ello, su cuñado John Eastman llevó las cintas a unos estudios de Nueva York y se le dieron los últimos retoques. Por fin, Paul había salido del agujero. Esas canciones le habían permitido exorcizar todo aquello que lo estaba envenenando.

 

McCartney vs. Klein

 

Nunca dejaron de llamarse. Incluso habiendo pasado por días difíciles, John y Paul solían telefonearse cada cierto tiempo, costumbre que mantuvieron hasta la muerte del primero en 1980. En una de esas llamadas, en marzo de 1970, Paul decidió revelarle a Lennon su secreto.

-Voy a hacer lo mismo que tú y Yoko. Voy a lanzar un álbum… y yo también dejaré el grupo.

-Bien. Ya somos dos que lo hemos aceptado mentalmente.

Para esa fecha, Paul ya estaba afinando los detalles finales del lanzamiento de McCartney. Sin embargo, la sombra de The Beatles seguía corriendo a su lado, como si no se le pudiese despegar del todo, y el culpable de ello tenía nombre y apellido.

Mientras cada beatle vivía sus días por separado, Allen Klein mascullaba cómo diantres iba a hacer cumplir un contrato de grabación a un grupo que ya no existía. La primera solución que tuvo fue sacar un compilado de temas viejos y lados B titulado –irónicamente para Paul- Hey Jude, pensado para el mercado estadounidense.

Pero esa era una solución parche, por lo que el regordete manager se puso a urgar en los archivos en busca de algo que pudiese servir para lanzar un álbum nuevo.

Y lo encontró.

Klein llegó a las cintas de las sesiones del álbum Get back, grabadas en enero de 1969, y que el ingeniero Glyn Johns había editado y transformado en un álbum, pero a nadie le había gustado el resultado, salvo a Paul. Entonces, sabiendo esto, Klein telefoneó a Lennon para preguntarle a quién le pasaban el material. John no lo dudó un segundo: Phil Spector. George Harrison y Ringo también dieron su aprobación. Por supuesto, Klein no se molestó en preguntarle a Paul.

Pero la suerte le trajo a Klein otro regalito: las horas de cinta que el director Michael Lindsay-Hogg había filmado de los ensayos y que dieron forma a una película que terminaría llamándose igual que el álbum, Let it be.

Había una escena que Lindsay-Hogg quería dejar sí o sí en la película, que es el momento en que Paul, George y Ringo están grabando “I me mine” mientras un indiferente Lennon baila una especie de vals con Yoko. El problema es que el registro de audio captado en Twickenham y en los estudios de Apple no tenían la suficiente calidad sonora para ser incluida en un álbum, y hubo que volver a grabarla.

Así, el 3 de enero de 1970, Paul, a su pesar, se encontró nuevamente en Abbey Road con Ringo y George para registrar una nueva versión de “I Me Mine”. Fue la última vez que los Beatles (o lo que quedaba de ellos) se reunían para una sesión de grabación. Esto, mientras Paul seguía trabajando sigilosamente en su disco.

 

Pero Paul tuvo otra “interrupción”. Klein decidió sacar “Let it be” como single con “You know my name” como lado B. Aprovechando el vuelo de las sesiones Beatles, Paul junto a George Martin produjeron el single en base a una versión de las grabaciones originales, las que le habían pasado a Glyn Johns. El single salió el 6 de marzo de 1970 y se fue directo al número 1 en USA y al 2 en Reino Unido.

En la ocasión, Paul se dio un gusto. Como ya había utilizado a Linda para hacer coros en su –todavía- secreto primer disco solista, y encontró que lo había hecho bien, le pidió que lo volviera a hacer en esta ocasión. Así, se registró la única participación de la fotógrafa en una canción de los fab four. La versión del single es la que se puede escuchar en el compilado The Beatles 1967-1970.

Tras ese lanzamiento de marzo, Phil Spector comenzó a trabajar en las cintas de Get Back para crear el álbum Let it be. Le dieron rienda suelta para que hiciera lo que quisiese. Lennon era un fanático del famoso “Wall of sound”, o la sobrecargada producción que el estadounidense imprimía en los discos en que le tocaba laborar donde el reverb intenso y los coros en clave angelical eran su marca.

Pero no hay secreto que dure 100 años, y Allen Klein se enteró del nuevo álbum de Paul. Horrorizado, temiendo un evidente conflicto para el contrato firmado entre los Beatles y Capitol Records, intentó paralizarlo. Klein habló con el presidente de Capitol, Sal Iannucci, y le dijo que Paul seguía bajo contrato con los Beatles, entonces no tenía derecho a lanzar un álbum solista. El teléfono de inmediato sonó en el despacho del abogado de Paul, Lee Eastman, quien escuchó la preocupada y amenazante voz de Iannucci, pero no se amilanó: “McCartney sale en Capitol en cinco semanas o vamos directamente a Clive Davis de Columbia”. Iannucci amenazó con una demanda, pero el viejo Lee sacó un as bajo la manga: “Adelante, demándanos, será un caso grandioso y una publicidad magnífica para el disco”.

Ante la amenaza de que Paul se fuera a la competencia, Klein no tuvo más opción que incluir el lanzamiento del disco en el catálogo de Apple, en Inglaterra, y para Capitol en Estados Unidos. “Macca” había ganado un round.

Pero todavía era pronto para cantar victoria.

 

Todo por una fecha

 

En Apple, a McCartney le dieron el 10 de abril como fecha de lanzamiento. Sin embargo, Paul accedió a posponerlo una semana, para el 17, con el fin de darle una pequeña ayuda a su excolega Ringo Starr. Resulta que el baterista también había grabado su primer disco solista, Sentimental journey, una colección de viejas canciones orquestadas que el hombre de “Octopus’s garden” había registrado como una especie de regalo para su madre.

La fecha de lanzamiento de disco de Ringo era el 27 de marzo, entonces, para darle algo más de tiempo de atención, Paul no puso problemas con una nueva fecha.

Pero, como dice Bob Dylan, en un simple giro del destino, Phil Spector, obsesivo y trabajólico como era, avisó que el “nuevo” álbum Let it be ya estaba estaría listo para su lanzamiento el 24 de abril. La fecha no era al azar, se trataba de una semana antes del estreno mundial de la película en Nueva York.

17 de abril contra 24 de abril. Apenas siete días de diferencia. Inevitablemente, ambos discos competirían por la atención, y en Apple no tenían dudas de quién tenía que ceder.

Pero Allen Klein, quien ya había perdido un round contra Lee Eastman, dejó el asunto en manos de los mismos Beatles, en rigor, de John y George. Ambos, decidieron que “lo mejor para la compañía” era posponer el álbum de Paul para el 4 de junio. El problema es que no le preguntaron si estaba de acuerdo. Simplemente, lo decidieron a sus espaldas.

Para notificarlo, pensaron en una carta que terminó redactando George Harrison, quien señaló que la decisión no era “nada personal”. Y pensaron en dejarla en la recepción de Apple para que el cartero se la llevara. Pero Ringo, levantó la voz diciendo que semejante decisión debían comunicársela en persona, así que se ofreció para él mismo llevarle la carta a Paul a su casa en Cavendish. Y así fue como Ringo se llevó la furia de Paul, quien se sintió traicionado. “Macca” jamás negaría el exabrupto. “Me enfadé de verdad […]. Lo que dije, de hecho, fue: ‘Esto es el colmo y si me arrastran hasta el fondo, los llevaré conmigo’. Tenía que hacer algo para afirmar mi posición porque si no simplemente me hundiría”, señala el bajista en la biografía de Phillip Norman.

Quizás por la impresión que le causó el enojo de Paul, Ringo convenció a John, George, y a Klein de mantener el 17 de abril como fecha de lanzamiento de McCartney. Paul había vuelto a ganar.

Sin embargo, no pasarían muchos días para recibir un gol en arco propio. La maqueta definitiva de Let it be llegó a los oídos de John, George y Ringo. Todos la aprobaron de inmediato y se deshicieron en agradecimientos a Phil Spector. Hasta que alguien hizo llegar la cinta a la casa de Paul. La miró, la dejó de lado y siguió abocado a los detalles finales del lanzamiento de McCartney. Pero cuando la escuchó, y se topó con la versión de “The long and winding road”, llena de coros, arreglos orquestales y muchísimo reverb, Paul se sintió tocado. Su idea de una canción sencilla e íntima se había ido al garete.

De inmediato, cogió el teléfono y llamó a la oficina de Klein, en Apple. Le respondieron que había salido, por lo que Paul comenzó a dictar una carta en que exigía que se usara “su” versión de la canción (la que produjo Glyn Johns) y que “jamás volvieran a alterar mi música”. Pero no fue más que un saludo a la bandera. La versión de Spector se mantuvo, muy a su pesar. Ahora Klein ganaba.

 

Paul deja a los Beatles

 

John Lennon se puso furioso. Tomó el ejemplar del Daily Mirror y lo agitó violentamente. No podía creer que Paul estuviese anunciando algo que, según creía, le correspondía haber hecho a él primero.

Ocurre que ya sin nada que perder, Paul se abocó de lleno a McCartney. Tal como había grabado el disco, mantuvo el mismo espíritu de hacer todo por su cuenta para los asuntos como la carátula. Con la asesoría de Linda, Paul supervisó cada detalle de esta. “La portada era una imagen de cerezas esparcidas sobre un mostrador blanco en torno a un cuenco de, posiblemente, sopa de cerezas silvestres; en la contracubierta aparecía Paul, con una barba de pocos días, en los páramos de Escocia con su bebé Mary asomando desde el interior de su abrigo de piel de cordero. Al abrir el desplegable aparecían veintiuna fotos a color que Linda había hecho de la nueva familia McCartney”, narra Phillip Norman.

Además, pagó de su bolsillo una serie de afiches promocionales, puesto que los de Apple incluían una pequeña frase en la parte inferior: “Apple. Una empresa ABKCO”, es decir la compañía de Klein. Como no quería que algo manchara su obra, mandó a imprimir otros que no hacían referencia a la empresa del regordete manager.

Paul, sintiendo que tenía el control de todo, negó todas las solicitudes de entrevistas, no sacó ningún single, y en cambio, optó por otra estrategia.

En la edición británica del disco, que finalmente salió el 17 de abril de 1970, incluyó una página con una especie de entrevista donde McCartney le respondía a Peter Brown, el portavoz de prensa de Apple. Ahí, le hablaba directamente a los fans. Y no eran las noticias que querían oír. Acá unos extractos significativos:

P. ¿Todas las canciones son de Paul McCartney solo?

R. Sí, señor.

P. ¿Y serán firmadas así: McCartney?

R. Sería un poco tonto que aparecieran firmadas por Lennon-McCartney, así que quedarán como McCartney.

P. ¿Has disfrutado del trabajo en solitario?

R. Mucho. La única persona con la que tenía que consultar las decisiones era yo y estaba de acuerdo conmigo mismo. Recuerda que Linda también está metido en ello, así que en realidad es como un dúo.

P. ¿Echaste de menos a los otros Beatles y a George Martin? ¿Hubo algún momento en que pensaras “ojalá Ringo estuviera aquí para esta parte”?

R. No.

P. ¿Estás planeando un nuevo álbum o sencillo de los Beatles?

R. No.

P. ¿Este álbum es una separación de los Beatles o el inicio de una carrera en solitario?

R. El tiempo lo dirá. Que sea un álbum en solitario significa que es el inicio de una carrera en solitario y que no lo haya hecho con los Beatles quiere decir que es un descanso. Así que es ambas cosas.

P. ¿Esta separación de los Beatles es temporal o permanente, y se debe a diferencias personales o musicales?

R. A diferencias personales, empresariales y musicales, pero más que nada a que me lo paso mejor con mi familia. ¿Temporal o permanente? En realidad no lo sé.

P. ¿Prevés algún momento en el futuro en que Lennon-McCartney vuelva a convertirse en una sociedad compositiva activa?

R. No.

P. ¿Cuál es tu relación con Klein?

R. No existe. No estamos en contacto y él no me representa de ninguna manera.

P. ¿Qué planeas a continuación? ¿Unas vacaciones? ¿Un musical? ¿Una película? ¿El retiro?

R. Mi único plan es crecer.

Pero alguien del Daily Mirror consiguió un ejemplar de preventa del disco, vio la “entrevista” y no dudó en lanzar el golpe siete días antes que el álbum saliera. Así, la mañana del 10 de abril de 1970, el periódico salió a las calles con la portada: «PAUL DEJA LOS BEATLES».

El más enojado era Lennon. Meses antes le habían pedido que guardara silencio sobre su éxodo para no estropear la salida de Abbey Road, y ahora Paul aparecía arrogándose la salida del grupo estropeando de algún modo a Let it be. Además, todos los miembros del cuarteto en algún momento se habían ido… menos Paul, por lo que esa actitud de “yo soy el primero en hacerlo público” les resultó irritante.

Un ágil de la prensa fue a pedirle una reacción a Lennon, y este, con su lengua venenosa no dudó en golpear a su excompañero: “Es un hecho evidente que [Paul] no puede salirse con la suya, así que crea el caos. Yo saqué cuatro álbumes el año pasado y no hice ningún puto comentario sobre dejar la banda”.

La reacción de los críticos fue dispareja. En Melody Maker, Richard Williams señaló que el álbum era “pura banalidad” y que “Man we was lonely” era “el peor ejemplo del estilo de music-hall [de Paul]”.

En New Musical Express, Alan Smith, señaló que todo era “como oír la satisfacción personal de un hombre comprometido con el sonido de la música […]. Excitación no es una palabra que pueda utilizarse para definir este álbum. Calidez y felicidad, sí”. De todas maneras, críticas más, críticas menos. Canas más, canas menos, McCartney permaneció tres semanas en el número uno en Estados Unidos y alcanzó el número dos en Reino Unido.

¿Y la opinión de John sobre el disco? “En realidad, John detestó el álbum hasta el punto de la apoplejía pero —por el momento— se reservó sus comentarios”, señala Phillip Norman.

Pero el haber anunciado su salida del grupo no le resultó gratis. “Macca” quedó sindicado como quien acabó con el “sueño beatle” y sus siguientes trabajos fueron recibidos con indiferencia, muy lejos del entusiasmo que despertaron George Harrison con su fundamental All things must pass, y John con su John Lennon / Plastic Ono band, ambos lanzados a fines de ese 1970. No sería sino hasta Band on the run (1973) que Paul volvería a ganarse el respeto del público como solista, a mérito propio, sin complejos.


(LA TERCERA / 16-4-2020)

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