martes

CARL G. JUNG Y EL ÁRBOL GENEALÓGICO


 (Recuerdos, sueños, pensamientos / 1961)

  

"Cualquier árbol que quiere tocar el cielo necesita tener raíces tan profundas hasta el punto de tocar a los infiernos"

 

Sobre su propio árbol genealógico, Jung fue descubriendo ciertas resonancias que durante toda su vida enriquecieron su labor y ampliaron sus intuiciones sobre la importancia de los ancestros en la psique humana. La influencia de su abuelo, médico como él, del que heredó su nombre, unido a la leyenda de que también su abuelo fuera hijo natural de Goethe, quizás fue decisivo para reunir en Jung la tenacidad y esmero del científico y la creatividad y amplitud del poeta.

 

Del mismo modo podríamos decir que la influencia de su padre, párroco protestante, propició su interés y búsqueda en una sabiduría oculta detrás de las religiones. Conjunción de virtudes que seguramente le convirtieran en uno de los más vivaces descubridores del fondo del alma humana.

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[…] "Cuando trabajaba con el cuadro genealógico comprendí claramente la curiosa vinculación del destino que me une a los antepasados. Tengo la viva impresión de que estoy bajo la influencia de cosas o interrogantes que quedaron sin respuesta para mis padres y abuelos. Muchas veces me pareció que en una familia existía un karma impersonal que se transmitía de padres a hijos. Me lo pareció siempre, como si hubiera de dar respuesta a cuestiones que se plantearon a mis antepasados, sin que ellos pudieran responderlas, o como si debiera terminar o proseguir cosas que el pasado dejo inconclusas.” […]

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[…] “Por lo tanto, la causa del desarreglo debe buscarse en tal caso no en el ámbito personal, sino más bien en la situación colectiva. Esta circunstancia la ha tenido muy poco en cuenta la psicoterapia hasta nuestros días.

 

[…] "Tanto nuestra alma como nuestro cuerpo se componen de elementos que todos estuvieron ya presentes en la serie de antepasados. Lo "Nuevo" en el alma individual es la recombinación variada hasta el infinito de los ancestrales componentes, cuerpo y alma tienen por ello un carácter eminentemente histórico y no hallan en lo nuevo, en lo recién nacido la adecuada morada, es decir, los rasgos ancestrales se encuentran en el propio hogar sólo en parte.” […]

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[…] “Cuanto menos comprendamos lo que buscaron nuestros padres y antecesores, tanto menos nos comprendemos a nosotros mismos, y contribuimos con todas nuestras fuerzas a acrecentar la carencia de arraigo e instintos del individuo de tal modo que sigue a "la fuerza de gravedad" sólo como partícula física.” […]

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[…] “Y así permanecemos en las tinieblas sin vislumbrar si el mundo de los antepasados participa con bienestar ancestral en nuestra vida, o a la inversa, si se aparta de ella con aversión. Nuestra tranquilidad y satisfacción internas dependen en gran medida de si la familia histórica, personificada por el individuo, concuerda o no con las condiciones efímeras de nuestro presente.” […]

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