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UN DIVORCIO, UNA ROSA Y UNA RENCILLA EN EL ESTUDIO: LAS HISTORIAS DETRÁS DE HEY JUDE

 


por Pablo Retamal N.

Compuesta por Paul McCartney, la canción fue pensada en apoyo al hijo de John Lennon, quien vivía el proceso de separación de sus padres. Fue el primer lanzamiento del sello Apple, fundado por el cuarteto de Liverpool para publicar sus trabajos, y el productor George Martin tuvo sus dudas respecto a los minutos de duración del tema.

 

Cuando Cynthia Powell abrió la puerta de la casa en Weybridge, Londres, se encontró con un sorpresivo y sonriente visitante. Paul McCartney. El bajista había recorrido una hora en su propio auto desde su casa en Cavendish para visitar a la ahora expareja de John Lennon. A ella le llamó la atención un detalle: una rosa roja que el autor de “We can work in out” traía en su mano.

Cynthia y el autor de “Strawberry Fields Forever” habían roto su relación después que ella sorprendiese a John junto a Yoko Ono en la casa tras volver de un viaje. En rigor, el matrimonio venía haciendo agua hacía tiempo, y la aparición de la artista japonesa no hizo sino poner el punto final.

Tras dejar de ser, en los hechos, la esposa de John –aunque aún se estaban tramitando los papeleos de divorcio–, Cynthia fue apartada del círculo de los Beatles de parte de George Harrison y Ringo Starr. La rubia pensaba que lo hacían por miedo a Lennon. Pero lo que la golpeó fue que esa actitud también fue tomada por sus mujeres, Pattie Boyd y Maureen Cox, a quienes consideraba sus amigas.

Entonces, la visita de Paul fue una especie de bálsamo para la sufrida Cynthia. Entraron, se sentaron. A continuación, el autor de “Yesterday”, galante, le entregó a Powell la rosa roja que llevaba como un personal y afectuoso obsequio. Ella lo agradeció.

El zurdo entendía bien lo que le pasaba a Cynthia, puesto que también estaba solo. Tras haber anunciado su boda, en la navidad de 1967, la relación que tenía con la actriz Jane Asher también se terminó. La intérprete sorprendió a Paul engañándola con una chica estadounidense llamada Francie Schwartz, entonces, rompió el compromiso. Paul aun estaba afectado, y por eso estuvo particularmente mustio y apagado durante las sesiones del White álbum. Pero en esta ocasión, él fue a Weybridge para apoyar a Cynthia. Tanto así, que bromeó con ella diciéndole: “Bueno, si ahora ambos estamos solos, debiéramos casarnos, ¿no crees?”, cosa que hizo reír a Powell.

Además, la visita no solo fue para charlar con Cynthia. También con Julian, por entonces de cinco años de edad, el vástago de John Lennon.

“Pensé que era excesivo considerarlos personas non gratas y sacarlos de mi vida”, aseguró Paul en el libro The Beatles: The Biography, del periodista Bob Spitz. Esto porque Cynthia Powell había formado parte del círculo cercano de la banda desde sus primeros tiempos.

Un rato antes, mientras conducía rumbo a Weybridge, Paul apagó la radio del auto. En rigor, era algo que acostumbraba a hacer para ir probando ideas de nuevas canciones. Se puso a pensar en el objetivo de su visita. Y ahí asomó el rostro del pequeño Julian.

“Empecé a cantar ‘Hey Jools, don’t make it bad, take a sad song and make it better’. Era una canción optimista, un mensaje de esperanza para Julian”, cuenta Paul en el volumen The Beatles Anthology.

Así, “Macca” empezó a componer el tema. El primer título para el tema fue “Hey Jools”, pero Paul lo cambió definitivamente a “Hey Jude” debido a que era el nombre de uno de los personajes de Oklahoma, una serie televisiva que le gustaba.

Años después, Julian Lennon tuvo palabras para el gesto de Paul para con él. Ocurrió en 1987, cuando ambos se encontraron en un hotel en Nueva York y hablaron justamente de la canción.

“Fue la primera vez en años que pudimos sentarnos y conversar. Me contó que en ese momento él había estado pensando en mis circunstancias, acerca de lo que había atravesado y de lo que me iba a pasar en el futuro”, relata Julian en un testimonio recogido en Los Beatles: en el final (Planeta, 2019), de Sergio Marchi y Fernando Blanco.

Ese nexo era especial. John nunca le prestó demasiada atención a Julian. Entonces, muchas veces fue Paul el que se acercaba e interactuaba con él. “Paul y yo solíamos pasear un poco: más que mi padre y yo. Probablemente a Paul le gustaban más los chicos. Teníamos una linda amistad, por eso es que hay más fotos mías de esa época jugando con él que con mi padre”, agrega Julian.

Philip Norman, en su Paul McCartney, la biografía (Malpaso, 2016), ahonda en este punto. “Durante el viaje en barco por las islas griegas [1967], John había visto cómo Paul y Julian jugaban ruidosamente a los vaqueros, luego se había llevado a su amigo a un aparte y le había preguntado: ‘¿Cómo lo haces?’”. 

Días de furia 

George Harrison estaba molesto. Llevaban un buen rato ensayando la nueva canción de Paul, y el guitarrista había propuesto un arreglo para el tema, el que, según pensaba, podría resultarle muy bien. En rigor, se trataba de unos breves riffs que el autor de “Taxman” iba a tocando a modo de respuesta de la voz de Paul.

A “Macca”, el arreglo no lo convenció, y espetó de forma tajante: “No, George, entras en el segundo coro tal vez”. En su cabeza, en el tema tenía que tener preponderancia del piano y eso irritó mucho a Harrison.

“Recuerdo haberle dicho a George que no tocara. Quería contestar cada frase con un riff y no me parecía apropiado. Él no lo veía así, y era un poco difícil para mí tener que atreverme a decirle a George Harrison (uno de los grandes) que no tocara. Era como un insulto, pero así es como hicimos muchas de nuestras cosas […]. La regla era que el escribía la canción tenía que decidir el arreglo. Eso lo enojó”, recuerda Paul en el libro de Marchi y Blanco.

“Hey Jude” fue grabada en Trident y no en Abbey Road, el clásico lugar de trabajo de los oriundos de Liverpool. Ocurre que para esos entonces, los Beatles habían empezado a frecuentar esporádicamente otros estudios, para cambiar de ambiente. En Trident, tenían a su disposición una moderna mesa de ocho pistas y era el punto donde Paul y George Harrison estaban produciendo paralelamente a otros artistas para Apple. En su autobiografía, el histórico ingeniero de grabación del cuarteto, Geoff Emerick, señala que la pelea entre Paul y George los empujó a explorar la posibilidad de grabar “Hey Jude” fuera de los estudios Abbey Road. “Habían decidido rehacer el tema en Trident, pensando tal vez que un cambio de emplazamiento propiciaría un ambiente más calmado”, cuenta Emerick en El sonido de los Beatles (Indicios, 2011).

El round Harrison – McCartney no fue algo aislado. El resentimiento del guitarrista hacia el bajista ya venía acumulando varios episodios, como la vez en que Paul registró el solo de guitarra de “Taxman”, durante las grabaciones de Revolver.

Además, “Hey Jude” se trabajó en medio de las sesiones del White álbum, las cuales habían estado marcadas por las discusiones y las diferencias entre los cuatro miembros del conjunto. A tanto llegó el mal ambiente que el baterista Ringo Starr renunció a la agrupación, pero al cabo de unas semanas accedió a regresar tras haber sido convencido por sus compañeros.

Pero no todo fueron peleas. En la grabación hubo espacio para un pequeño chascarro. Resulta que justo después del inicio de la segunda estrofa, entre los versos “The minute you let her under your skin / Then you begin”, Paul soltó fuera de micrófono un improperio. “Fucking hell!”. (“¡Puta mierda!”). El hecho fue toda una gracia para el siempre ácido Lennon, quien pidió que dejaran el insulto en la grabación.

“Paul tocó mal una tecla en el piano y soltó un improperio —recordó Lennon posteriormente—, pero yo insistí en que lo dejáramos lo suficientemente enterrado como para que apenas se oyera. La mayoría de la gente no se dará cuenta… pero nosotros sabremos que está ahí.”

Si bien la obra fue compuesta para su hijo, John en un principio creyó que estaba dedicada como un apoyo hacia él y su romance con Yoko Ono. “Si lo piensas, Yoko acababa de entrar en escena ... con las palabras ‘anda y atrápala’ subconscientemente él (Paul) estaba diciendo: ‘Adelante, déjame’”, cuenta en el libro de Spitz. 

“Si es nuestra, la pondrán” 

“Hey Jude”, en la cara A, y “Revolution” en la B conformaron el primer single de 45″ que lanzaba la discográfica Apple al mercado. Se trataba de la compañía que los mismos Beatles –adelantándose al indie–, crearon tras la muerte de su manager Brian Epstein para conducir su carrera.

La decisión de que “Hey Jude” ocupara el lado A, fue netamente comercial, debido a su mayor potencial de aceptación, sobre todo en Estados Unidos. Lennon no compartió la decisión, apostaba fuerte a que “Revolution” fuera el lado A, e hizo un intenso lobby a su favor. Al final, sin compartir la decisión, terminó por acatar. Hubo razones importantes para ello.

“Por competitivos que fueran, siempre querían que el tema más potente fuera la cara A, independientemente de quién lo hubiera compuesto, porque se repartían los royalties al cincuenta por ciento. Lo más importante era maximizar las ventas de discos, que se traducían en dinero)”, recuerda Emerick en su libro. Paul quería agregar una orquesta sinfónica a la grabación, pero el productor George Martin vetó la idea. Aun así, igual un conjunto de 36 músicos de cámara participó en el registro.

Martin, además, alegó por la duración del single, de siete minutos. Algo poco visto en la época. “Era una canción muy larga. Después de cronometrarla dije: ‘No pueden hacer un single tan largo’. Los chicos me hicieron callar a gritos –no era la primera vez que lo hacían–, y John preguntó ‘¿por qué no?’”, recuerda en The Beatles Anthology.

Sin tener una respuesta tan clara, Martin le contestó a Lennon que los DJ de las radios no la pondrían debido a la duración.

Sin embargo, el autor de “Norwegian Wood” no se inmutó y le contestó:

“Si es nuestra la pondrán”.

Y vaya que tuvo razón John Lennon. El tema se fue directo al número 1 y permaneció allí durante nueve semanas en USA y solo dos en UK antes de ser destronada por “Those were the days”, una balada pop interpretada por la cantante Mary Hopkin y que -vaya ironía- había sido producida por McCartney.

El filme promocional, curiosamente, fue una emisión para la televisión. Fue un show para el programa de David Frost, delante de un público de 300 personas. En rigor, tanto la canción como la actuación estaban pregrabadas, aunque la idea era mostrarlos como si estuviesen en vivo. Frost, en su particular estilo, presentó al cuarteto como “la más grande orquesta de salón de té del mundo”.



(LA TERCERA / 27-8-2018)

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