miércoles

ESTÉTICA DE LA CREACIÓN VERBAL (64) - MIJAIL. BAJTIN

 AUTOR Y PERSONAJE EN LA ACTIVIDAD ESTÉTICA (26)

 

EL HÉROE COMO TOTALIDAD DE SENTIDO

Acto, confesión, autobiografía, héroe lírico, biografía, situación, carácter, tipo, personaje, hagiografía. (5)

  

Saquemos conclusiones de todo lo dicho. En la confesión-rendimiento de cuentas no hay héroe ni autor, porque no hay postura desde la cual podrían realizarse sus relaciones mutuas, no hay lugar para una extraposición valorativa; el héroe y el autor se funden en uno: es el espíritu que supera el alma en su devenir, que no puede ser concluido sino apenas materializado en Dios (un espíritu que se ha vuelto ingenuo). Aquí no hay ni un solo momento de autosuficiencia que sea irresoluble. Está claro que el argumento como momento de significación estética no es posible en la confesión (la carne autosuficiente y limitada del acontecer, aislada, tiene principio y fin positivamente justificados); no puede existir un mundo objetual en tanto que entorno estéticamente significativo, es decir, como momento artístico descriptivo (paisaje, ambiente, vida cotidiana, etc.). La totalidad biográfica de la vida con todos sus acontecimientos no es autosuficiente ni representa un valor (este valor sólo puede ser artístico); resulta que la confesión-rendimiento de cuentas no conoce la tarea de construir una totalidad biográfica valiosa de una vida realizada potencialmente. La forma de la actitud hacia uno mismo vuelve imposibles todos estos elementos valorativos.

 

¿De qué modo percibe el lector la confesión-rendimiento de cuentas, con qué ojos la lee? Nuestra percepción de la confesión inevitablemente va a tender a una estetización. Bajo este enfoque, la confesión aparece como materia prima para una elaboración estética posible, como contenido de una obra literaria posible (que se aproximaría a una biografía). Al leer nosotros la confesión, aportamos con el mismo hecho de lectura una extraposición valorativa con respecto a su sujeto, con todas las consecuencias relacionadas con esta posición, agregando una serie de momentos de transgresión: damos un acabado al final y a otros momentos (puesto que nos encontramos provisionalmente extrapuestos), añadimos un segundo plano y un fondo (esto es, la percibimos sobre el fondo de los datos que conozcamos mejor), ubicamos en un espacio los momentos aislados de la realización, etc. De todos estos momentos aportados por la percepción del excedente puede originarse la forma estéticamente acabada de la obra. El contemplador empieza a inclinarse por la autoría, el sujeto de la confesión-rendimiento de cuentas llega a ser personaje (por supuesto, el espectador en este caso no crea junto con el autor, como cuando se percibe una obra de arte, sino que realiza un acto creativo primario; por supuesto, es un acto primitivo). Una semejante visión de la confesión-rendimiento de cuentas corresponde a la finalidad, que de antemano no es la artística. Por supuesto, de cualquier documento humano se puede hacer un objeto de percepción estética, lo cual se realiza aun más fácilmente con un documento que está en el pasado de la vida (aquí, la conclusión dentro de la memoria estética viene a ser a menudo nuestra obligación), pero no siempre esta percepción es la principal y determinada finalidad del documento, y aun más: la percepción y la profundidad de la estetización presuponen una realización anticipada en la comprensión de la tarea inmanente, extraestética del documento (lo cual no cubre la noción de “invención” y “ficción” en toda su plenitud y legalidad propia.

 

¿Quién es, pues, el lector de la confesión-rendimiento de cuentas (autoinforme) y cómo debe percibir este género para realizar la tarea extraestética inmanente? Lo esencial consiste en que no hay autor con quien crear conjuntamente, ni hay héroe al cual se podría concluir estéticamente junto con el autor. El sujeto de la confesión-rendimiento de cuentas se nos contrapone en el acontecimiento del ser como alguien que realiza su acto, al que nosotros no debemos reproducir (imitar) ni contemplar artísticamente, sino que debemos reaccionar frente a él por medio de un acto-respuesta (así como un ruego dirigido a nosotros no debe ser reproducido ni vivenciado o imitado, ni tampoco percibido artísticamente, sino que debe recibir una reacción mediante un acto: cumplirlo o negar; este acto no es inmanente al ruego, mientras que la contemplación estética -la creación conjunta- es inmanente a la misma obra de arte, aunque no como a una obra dada empíricamente). Nos oponemos al sujeto de la confesión en el único y unitario acontecimiento del ser que abarca a nosotros dos, y nuestro acto de respuesta no lo debe aislar en el acontecer, el futuro inminente del acontecer nos une a los dos y determina nuestra interrelación (nos encontramos uno frente al otro en el mundo de Dios). Por supuesto, la extraposición le resulta aun más intensa (de no ser así, esta postura no sería creadoramente productiva), pero no se utiliza estéticamente, sino de un modo moral y religioso. Porque además de la memoria estética y de la memoria histórica, existe la memoria eterna proclamada por la Iglesia, que es un recuerdo que no concluye a la personalidad (en el plano fenomenológico), que es una conmemoración eclesiástica (del difunto “esclavo de Dios”, Fulano) y una mención en la oración por la paz de su alma. Todo acto laico inmanente de la cultura sería en este caso insuficiente y banal. El análisis de este momento sobrepasa los propósitos de nuestro trabajo, que es de carácter absolutamente laico. Existe otro aspecto en la finalidad de la confesión-rendimiento de cuentas, que es el preceptivo (el conocimiento ético-religioso, puramente práctico). En la realización de una finalidad preceptiva tiene lugar una simpatía hacia el sujeto, pero no con el propósito de concluirlo sino con el fin de su propio crecimiento espiritual; la confesión comunica y enseña acerca de Dios, porque, como hemos visto, mediante un rendimiento de cuentas a solas con uno mismo se entiende Dios, se conoce la fe que está en la vida misma (vida-fe). (El significado puramente preceptivo de las parábolas acerca del publicano en parte de los salmos.) Este es, en términos generales, el propósito de la confesión-rendimiento de cuentas para el lector. Lo cual no excluye, por supuesto, la posibilidad de enfocarla desde el punto de vista cognoscitivo teórico y estético, pero ninguno de estos enfoques realiza esencialmente el propósito de este género.

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