miércoles

CHARLES BUKOWSKI - JAMÓN Y CENTENO (LA SENDA DEL PERDEDOR) - 66

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Al final llegó el día de la Promoción de los Mayores. Se celebró en el gimnasio femenino y con música en vivo. Una verdadera banda. No sé por qué, pero esa noche recorrí caminando los tres kilómetros que separaban a la casa de mis padres del colegio, y me paré en la oscuridad a observar el festejo a través de la persiana metálica. Y me quedé asombrado. Todas las chiquilinas usaban vestidos largos y parecían adultas y majestuosas. Los muchachos también relumbraban enfundados en sus esmóquines y bailaban maravillosamente erguidos y con las caras aplastadas contra los peinados femeninos.

 

Entonces me contemplé reflejado en la ventana, con la cara llena granos y marcas y la camisa rotosa, y me sentí como una especie de animal de la selva atraído por la luz. ¿Para qué había venido? Me sentí mal. Pero seguí mirando. Después que terminó la música, las parejas se quedaron hablando y todo era natural y civilizado. ¿Dónde habían aprendido a bailar y a conversar? Yo me sentía incapaz de mirar a las muchachas a los ojos y mucho menos de bailar con ellas.

 

Y sin embargo sabía que lo que estaba viendo no era tan simple ni tan bonito como aparentaba, y que para acceder a aquella falsedad social tenías que pagar un precio y quedar entrampado en un callejón sin salida. Entonces volvió a sonar la banda y ellos recomenzaron el baile con las luces doradas, rojas, azules y verdes relumbrando sobre cada pareja. Y de golpe pensé: “Algún día va a empezar mi baile, y yo voy a tener algo que ellos no tienen”.

 

Pero igual ver aquello me golpeó demasiado. Los odié. Odié su belleza y su juventud sin problemas, y mientras los veía girar mágicamente entre los remansos de colores como niños inmaculados los volví a odiar porque tenían algo que a mí me faltaba y volví a pensar: “Ya van a ver que algún día voy a ser tan feliz como cualquiera de ustedes”.

 

Ellos seguían bailando y yo seguía prometiéndome lo mismo.

 

Hasta que escuché un ruido atrás mío.

 

-¿Qué estás haciendo aquí?

 

Era un viejo con una cabeza parecida a la de una rana y llevaba una linterna.

 

-Estoy viendo el baile.

 

La linterna le iluminaba los ojos redondos y grandes, que brillaban como los de un gato abajo de la luna. Pero tenía una boca seca y marchita y todas las curvas de la cabeza lo hacían parece una calabaza tratando de ser inteligente.

 

-¡Sacá el culo de allí!

 

Me enfocó con la linterna.

 

-¿Y usted quién es? -pregunté.

 

-Soy el guarda nocturno. ¡Sacá tu culo de aquí antes de que llame a la policía!

 

-¿Por qué? Yo también pertenezco a la Promoción de los Mayores.

 

Entonces me enfocó la cara, mientras la banda tocaba “Púrpura intensa”.

 

-¡Mierda! -dijo. -¡Por lo menos tenés 22 años!

 

-Sí. Estoy en las listas de este año, en la clase de 1939, promoción de graduados. Henry Chinaski.

 

-¿Y por qué no estás bailando ahí adentro?

 

-Eso no importa. Me voy a mi casa.

 

-Sí. Andate.

 

Me di vuelta y empecé a caminar. La linterna me iba siguiendo y enfocando el camino. Salí del campus. Era una noche agradable y templada, casi calurosa. Creo que vi algunas luciérnagas, pero no estoy seguro.

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