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UN Y MIL HAIKUS - SAÚL IBARGOYEN (1993 – 2018)


1ª edición en formato papel: Eterno Femenino / México / 2020

1ª edición virtual: elMontevideano Laboratorio de Artes / 2020


Ilustración de portada:

Mariano Rodríguez (1912-1990), Cuba.


PRIMERA ENTREGA


PRIMERA SOLAPA


Saúl Ibargoyen (Montevideo, 1930). Poeta y narrador uruguayo/mexicano. Su obra alcanza más de 70 títulos en poesía, novela, cuento, testimonio, teatro infantil. Es Miembro correspondiente de la Academia Nacional de Letras, Uruguay. Doctor Honoris causa por la Universidad de Tijuana-CUT, México y la Universidad “Arnulfo Romero”, República de El Salvador y Miembro del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Sofia, Bulgaria. Traducidos varios de sus trabajos al francés, inglés, portugués y otras lenguas.  


PALABRAS INNECESARIAS


Toda armazón poética, ya sea tradicional, vanguardista, posvanguardista o simplemente renovadora, implica para la poesía una contradicción hasta ahora no resuelta: es decir, cómo tener acceso por parte del poeta, y aun del receptor, a una simbiosis entre forma y materia artística, entre sustancia y estructura, bajo la cifra primera de una libertad creativa que no destruya sus componentes, pues éstos son también esa misma libertad que los congrega y modifica.


O sea, el haiku como estructura deja de serlo en la medida en que es escrito, pero sólo al escribirlo el poeta logra un contenido cuya forma es un haiku. O algo así, como una interacción insoslayable entre autor -o no autor-, escritura y naturaleza. En las añejas artes poéticas de Asia Oriental hay también otras expresiones de estructura breve, como el Chüeh chü en China y el shijo clásico en Corea. El primero es un cuarteto de versos cortos, cada uno de cinco a siete caracteres, y el segundo es una composición de tres versos de unas quince sílabas cada uno. Pese a sus diferencias formales, gráficas y prosódicas, estas especies comparten valores estéticos, éticos y filosóficos con el haiku. Por otra parte, y volviendo a lo anterior, todo haiku redactado en otra lengua que no sea la japonesa, no es en verdad un haiku; sólo en ésta el sonido y la imagen pueden formar parte, según sugeríamos, en función de la escritura/pintura misma y de fundamentos religiosos y culturales muy específicos e irrepetibles, tanto del paisaje contemplado como de los ámbitos espirituales percibidos por cada haikusista, haikuista o haikusero. El poeta mexicano José Vicente Anaya lo ha esclarecido en su magnífico trabajo “Breve destello intenso (el haiku clásico del Japón)”, 1992.


En nuestra colección de haikus, compuesta con la lentitud que todo lo veloz encierra, y además apenas releída, se hallan, integrados a ella, los escritos por Mishiko Hado (uno de los heterónimos de quien firma al calce como el auctor). Haberlos distinguido significaría violar la ley de Isidore Ducasse: “La poesía debe ser hecha por todos. No solo por uno.”                                                                


UN MIL Y UN HAIKUS


La luna canta

su helada lejanía

de cielo gris.



Noche tras noche

oigo campanas rotas

por tu silencio.



Negras montañas

rodean la solitaria

senda hacia el cielo.



Gira la rueda

como un lento sonido

que vuelve a ti.



La flor de jade

levanta en mi jardín

su piel de luz.



Tus ojos miran

la limpia oscuridad:

tiemblan las sombras.



Miro en tu rostro

el frío de la lluvia.

Las aguas vuelan.



En el otoño

sobre una roca roja

grita este sol.



Llega otro aire

con su ruido de pájaros:

vive el silencio.



Las hierbas crecen:

nada saben del cielo

ni de la tierra.



Crujen los pétalos.

En mitad del jardín

entra una sombra.



Mueren abejas

fallece un colibrí

por qué el vacío.



Palomas saltan

sobre granos y pan

que ya se acaban.



Casas y nubes

calles plazas y parques

hombres y sombras.



Los secos cielos

con sus arrugas de agua

muy junto al sol.



La servilleta

blanca sobre la mesa.

Tu rostro lejos.



Humo en el cielo.

Gorriones en el viento.

Allá tu sombra.



Montaña sola

bajo la verde lluvia.

Huyen los pájaros.



La noche se abre

como una inmensa boca.

Y nadie canta.



Nubes marchitas

se clavan en el cielo.

Todo es silencio.



Nace una flor

con pétalos de sombra.

Tú no la ves.



Llegan los pájaros

con sus plumas de invierno.

Tiembla el silencio.



El árbol crece

desde la tierra fría.

Sus hojas cantan.



Ciudad oscura

entre lenguas de lluvia:

aquí tu ausencia.




Grita un relámpago

en aires de cristal:

nadie lo escucha.

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