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LOS BEATLES, ESOS MUCHACHOS (IV)


por GABRIEL JIMÉNEZ EMÁN

EL SARGENTO PIMIENTA Y LA ERA DORADA DEL POP

Este poder innovador se concentraría luego en todo su esplendor en el LP Sergeant Pepper´s lonely hearts Club Band (1967), considerado con justicia la obra cumbre de la música pop y donde brilla el genio arreglístico de George Martin, con una serie de espectaculares orquestaciones de sonidos inéditos hasta entonces. En la portada del disco figura un collage con las caras en miniatura de los más disímiles personajes, actores, escritores, músicos, científicos, políticos, obra del artista Klaus Voorman, rodeando a La Banda de Corazones Solitarios del Sargento Pimienta, en una soberbia metáfora colectiva donde se casa la poesía con la música y la soledad se llena de belleza. Son doce temas donde no hay desperdicio alguno. En la pieza que da título al álbum se oye la voz de Paul cantando desde el fondo, seguida por la guitarra y la batería, los bronces y los violines. La siguiente “With a Little help from my Friends” la lleva la voz nasal de Ringo como surgida de un cuento infantil; el título de la canción se convierte pronto en un lema universal sobre la amistad.

Luego viene “Lucy in the sky with diamonds”, un tema eminentemente psicodélico relacionado con los efectos alucinantes del ácido lisérgico (LSD) que dio mucho que hablar entonces; tema cantado y abordado en el filme Yellow submarine mediante figuras cambiantes y coloridas de bailarinas, flores, árboles que crecen vertiginosamente y la presencia de Jeremy, el famoso hombrecito burlón que a mí se me parece a un cronopio de Julio Cortázar. En “Getting better” el bajo y la voz de McCartney son extraordinarios, como en “Fixing a hole” y “She´s leaving home”, esta última una de los mejores poemas suyos que habla de una jovencita que abandona su hogar; mientras que la surrealista “Being for the benefit of Mr Kite” es de Lennon, y “Within you without you” de Harrison es la pieza donde brilla más su sitar. Vuelve Paul con sus “When I´m sixty four” de inspiración netamente inglesa, así como su “Lovely Rita”, y las dos últimas de Lennon: “Good morning good morning” y “A day in the life”, donde Lennon alcanza su máxima expresión poética, basada en un hecho trágico de la muerte de un joven en Londres, con todo el arsenal pop a su servicio.

En diciembre de 1967 la expresión psicodélica se continúa en Magical Mystery Tour que también merece un filme lleno de todos esos elementos para dar la idea de un verdadero viaje hacia una realidad alucinante, que habla en ese momento de una capacidad experimental importante. Los Beatles trabajaban probando con nuevas posibilidades: música atonal y electrónica dodecafónica, oriental, rock, pop, balada, blue, folk y sus formas intermedias. Magical Mistery Tour cuenta con un coro fabuloso y la calidad vocal de McCartney como nunca, probada en “Your mother should know” mientras Lennon lo hace en “I am the walrus” donde se produce la metamorfosis de Paul en foca. El más puro estilo baladístico-lírico de McCartney se aprecia en “The fool on the hill”, otro de sus grandes éxitos. Finalmente la excepcional “Blue jay way” de Harrison, que nada tiene que envidiarle a las composiciones de sus compañeros; y una última autoría de los cuatro donde todos se hallan volando en ese viaje. “Flying”: la melodía nos deja flotando en medio de una serie de efectos acústicos de primera magnitud.

En este año 1967 comienzan serias desavenencias en el grupo; los problemas personales se juntan a los profesionales; los negocios en la firma discográfica Apple, de su propiedad, no marchan bien y los desenvolvimientos personales de cada uno se imponen sobre su condición grupal: ya está casi decidida la disolución del grupo, han terminado las giras y apenas se reúnen para grabar dos nuevos LP.

The Beatles (1968) mejor conocido como El Álbum Blanco es un álbum doble con una cantidad significativa de canciones y donde vuelve a confirmarse su genio cambiante y dinámico, presto a experimentar con nuevas formas. Esta vez Harrison se pone a la par de la dupla principal, con un álbum de decantación musical. Tenemos la figuración de Lennon en piezas como “Dear Prudence”, lírica; la alucinada “Glass Onion”, “The continuing history of Bungalow Bill” (un relato mágico) y “Hapiness is a warm gun”, texto sacrílego que alude al placer sexual. Mientras, McCartney ofrece piezas menores para ser cantadas a coro como “Obladi Oblada” y “Wild honey pie” en la tradición británica; o de mediana calidad como “Back in the USSR”. En el lado 2 tenemos en cambio a un McCartney lírico de primera importancia en las baladas “Martha my dear” (una canción a su perra), “Rocky Racoon” y sobre todo “Blackbird”, poema a un mirlo negro extraordinario, y “I will”. Lennon brilla aquí con “I´m so tired” y “Julia”, la primera una canción de corte existencialista; la otra se vuelca al mundo infantil y nostálgico. Harrison figura con “Piggies”, –nada especial– y mucho menos Ringo con “Don´t pass me by”.

En el disco 2 del Álbum Blanco tenemos a Lennon con su blues más famoso: “Yer blues” que me complací en cantar cada vez que pude, pieza soberbia en homenaje a ese género inmortal, que además le sirve a Lennon de catarsis. Lo mismo ocurre con las excepcionales piezas “Sexy Sadie” y “Everybody got something to hyde except for me and my monkey” el título más largo de Los Beatles, en un derroche de imágenes surreales y oníricas. En “Helter Skelter” Paul logra transmitirnos su virtuosismo instrumental en una pieza nada brillante, donde se impuso la forma sobre el contenido; mientras que Harrison sí logra una belleza única en su “Long, long, long” usando de nuevo el sitar hindú. Pero donde Harrison alcanza su cima en este disco  –uno de los  grandes logros de su carrera— es en “While my guitar gently weeps” donde el tema de la guitarra es expresado por el mismo instrumento con la ayuda del británico Eric Clapton, uno de los mejores amigos de George y de los grandes virtuosos de la guitarra rock. Se trata de un nuevo clásico de Harrison.

En la cara 2 del segundo disco tenemos al clásico “Revolution” de Lennon, una sátira al poder político más que una afirmación de la revolución, usando una instrumentación de primera línea, sobre todo de guitarras. Una parodia de las viejas canciones inglesas realiza McCartney en “Honey pie”, sin mayores hallazgos, mientras que “Savoy truffle” de Harrison supera a mi entender a las canciones de Lennon-McCartney en esta cara. Ringo sigue estando por debajo de todos ellos en “Good night” que cierra el álbum en una suerte de despedida.

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