por Rafael Fuentes
Peter Soterdijk
(Karlsruhe, 1947) explora las múltiples consecuencias de la desaparición de
Dios en las culturas laicas de la modernidad. Queda claro que «ocultar
a Dios» no debe confundirse con una «muerte de Dios». El filósofo alemán
afronta así con escepticismo el concepto de «Ragnarök», traducible como «fin
del mundo» o como «ocaso de los dioses». Algo que le conduce a una crítica de
Wagner y de Nietzsche y su decreto de defunción de Dios. No hemos matado a
Dios -nos dice-, sino que lo hemos negado y escondido. Más que morir, lo hemos
«perdido» a través de una cultura secularizada, de ahí su significativo título,
«La herencia del Dios perdido». Una pérdida cuya herencia resulta poco
halagüeña. Sloterdijk sitúa el comienzo de este olvido de la Divinidad en la
filosofía del XVIII con Giambattista Vico, quien ya distingue entre
la era de los dioses y la posterior de los héroes y los hombres. El punto de
inflexión se encuentra en la razón científica. Las sagradas
escrituras ensalzaron a un Dios autor de todo lo existente. Ahora el turno de
la creación pasa a manos del ser humano, que investiga y construye una
tecnología cada día más omnipresente. Se trata de lo que Sloterdijk denomina el
«Octavo Día de la Creación». El orgullo humano silencia a la Divinidad, para
endiosarse como dueño absoluto de ese «octavo día».
Estamos ante una
nueva fe laica que admira las innovaciones tecnológicas de ese octavo
día, pero que las contempla con recelo y desdicha, pues se instala
cada vez con más fuerza el miedo a lo destructivo de esa creatividad. Desechos
capaces de colapsar el medio ambiente. Manipulaciones genéticas que amenazan
con desembocar en lo monstruoso. Máquinas para producir adicciones. Juegos con
partículas subatómicas susceptibles de causar el holocausto de la Humanidad. Toda
esa tecnología posee un cariz gótico, dotada del poder de provocar la extinción
de sus creadores. Y un Dios al que pueden aniquilar sus criaturas no es un
Dios, sino un impostor. Un estafador condenado a una perpetua angustia.
El autor de
«Esferas» indaga con sagacidad en esta cuestión central del alma de nuestro
tiempo técnico, donde la Humanidad se autodiviniza. El hombre extravía su
dimensión trascendente y se ve como un producto mecánico. La autoconfianza se
destruye. Las creaciones tecnológicas de la Humanidad hacen que esta se
perciba, según Freud, como «una especie de Dios de prótesis». Un
segundo Dios ortopédico.
Infantilización
Algo que se traduce
en desconfianza hacia nosotros mismos. De ahí el fervor de las colectividades religiosamente
analfabetas por los héroes con superpoderes de pacotilla, al estilo de la
factoría Marvel, sustitutos pueriles de los dioses. Esa cultura de
masas desespiritualiza y vacía de vida interna a la persona. Solo queda su
imagen externa, su apariencia mediática ante los demás, con la infantilización
que eso conlleva. Por ello Sloterdijk capta una urgencia en entrar en una fase
post-secular. El problema no es la tecnología en sí misma, sino la carencia de
lo sagrado por autoendiosamiento de la Humanidad. Los dogmas laicistas deberían
cuestionar sus premisas. El pensador germano divisa una vía para lograrlo en la
filosofía de William James y su defensa del derecho a creer.
Se constata que somos una especie por naturaleza creyente, y la falta de esa
facultad de creer nos causa una profunda herida. Otro camino hacia la
superación del dogma secular lo halla en el retorno de lo místico.
No en una alucinación enfermiza, sino en una introspección de nuestra
experiencia interior.
Desafíos
Aquí toma como referencia a MartinBuber, quien propugnó la atenta escucha dentro de nosotros mismos. Se abriría así el espacio íntimo olvidado por la cultura de masas, nos descubriría dimensiones inéditas de nuestro yo y es posible que alcancemos a percibir un eco de lo sagrado en nosotros mismos. La crisis de los dogmas laicos hacia una época post-secular la detecta también en el creciente apetito por lo sagrado en las sociedades más avanzadas. Una presencia de Dios como fuerza interna que suple la debilidad humana para superar desafíos y alcanzar metas que la persona, abandonada a sí misma, jamás culminaría.
«La herencia del Dios perdido». Peter Sloterdijk
Ensayo. Trad: Isidoro Reguera. Siruela, 2020. 280 páginas.
(ABC CULTURAL / 5-3-2020)
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