sábado

FERNANDO CABRERA: UN TROVADOR FUGITIVO Y ETERNO



por Juan Manuel Mannarino

Cinco años consecutivos en Café Vinilo. El uruguayo Fernando Cabrera ya es un clásico de enero en Capital Federal.


-Siempre a sala llena, con todo vendido. Estoy contento porque las nuevas canciones están funcionando muy bien –dice el músico, a secas, poco antes de su último concierto.


Pero, antes de todo eso, Fernando Cabrera hace algo básico: toma un barco y cruza el Río de la Plata. Llega de noche un miércoles a Buenos Aires y se aloja en Palermo, a unas cuadras del restaurante donde dio una maratón de conciertos: cinco funciones al hilo, solo con su guitarra. Apenas se acomoda en el hotel habla por teléfono sobre su presente musical mientras cambia cuerdas de su guitarra. Lo hace bajo un tono parsimonioso, algo cansado: sus palabras nunca sonarán apuradas.


-Me encanta tocar con mi grupo, pero amo entrar solo al escenario con mi guitarra eléctrica, con un buen amplificador a mano. Es lo que hago desde los 20 años cuando debuté de forma profesional con el trío MonTRESvideo. Pero cada vez me gusta más hacerlo por mi cuenta. Dominar los tiempos, los ritmos. 


-Es que, más allá de tus trabajos con otros artistas, gran parte de tu carrera es como solista….


-Es un poco mi esencia, sí. Me entiendo bien conmigo mismo, y a esta altura puedo decir que disfruto de crear los climas y las atmósferas. Y cada palabra del canto va estrechamente ligada a lo que hace la guitarra. Es un matrimonio perfecto. No sé si antes lo sentía así, en la plenitud del ahora.


Dice que le gusta navegar. En cada viaje a Buenos Aires lo que aguarda ansiosamente, en realidad, es una imagen del retorno: cuando vuelva a su Uruguay natal se emociona con la vista del Cerro de Montevideo. “La fortaleza colonial, de principios de siglo XIX, es digna de contemplar desde el barco. Es poético el ingresar por la gran bahía, que es un puerto natural protegido”, larga, con entusiasmo pueril, como si hubiera descubierto el paisaje hace poco tiempo.


-¿Y qué te trae nuevamente por Buenos Aires?


-Desde el año pasado estoy ajustando temas de un nuevo disco que ya empecé a grabar. Buenos Aires forma parte de mi patria musical, de hecho Argentina y Uruguay es, para mí, un único país sin fronteras. Me hace feliz estar frente al público y presentar nuevas canciones. Lo vivo con ansiedad.


Ahora es jueves a la noche y en la antesala de uno de sus conciertos, mientras las agentes de prensa van y vienen por Café Vinilo, Fernando Cabrera come una picada a un costado del camarín, sin nadie alrededor. Tímido, con una amabilidad llana y simple, de físico menudo, su voz se escucha apacible, reflexiva. El silencio se cierne sobre su look elegante, sesentoso: un traje de lino, una camisa de finos rasgos, un calzado lustroso. Con sólo frecuentarlo un par de momentos en su entorno íntimo, Cabrera -no es ningún descubrimiento- luce como un obsesivo de los detalles: en su pequeño mundo nada brilla de más, nada es estruendoso, nada está fuera de lugar. Tal vez las cejas algo canosas y gruesas parecen un toque excesivo en un rostro pulcramente afeitado, en una sonrisa de dientes cuidados, en un flequillo negro dentro de un peinado prolijo y a la vez informal.


Dice entonces, con cierto asombro hacia sí mismo, que acaba de pasar un fin de año diferente junto a su familia, en Uruguay. 


“La pasé lindo, del mismo modo en Navidad, tengo muchos sobrinos y hermanos. En general en estas fechas no tengo la misma algarabía que todo el mundo, me suelo quedar solo en casa, no me entusiasman las reuniones y los afectos obligatorios. Sin embargo, este año no quise defraudar a mis familiares, y rompí con eso”, cuenta, y aclara que vive solo, en su casa de la capital uruguaya -“He viajado por muchísimos países, pero rara vez salgo de los hoteles. Voy, actúo y vuelvo. En cambio, en mi lugar, Montevideo, me encanta deambular. Ahí nací y es la ciudad que disfruto”-. 


Luego, con una pizca de humor, dice que “no pudo” tener hijos. 


-¿Cómo es eso?


-Lo que pasa es que las novias me abandonan tan rápido que no me da tiempo ni de embarazarlas. Y tampoco tengo animales.


-¿No te gustan?


-Desde mi punto de vista, los animales son para estar en el campo o en el zoológico. Acá en lo cívico, para animales ya es suficiente con nosotros. 


Cantautor uruguayo que se convirtió en faro de una generación -junto a Jaime Roos, Jorge Drexler y Ana Prada, entre otros-, con una carrera realizada prácticamente en los márgenes de la industria musical, y figura cada vez más trascendental en la Argentina, Fernando Cabrera, con sus 63 años, parece consciente de un interés in crescendo sobre su obra. Y lo dice con cierta sorpresa. “Todas las semanas me entero que hay un músico que hace una versión de mi cancionero. Es un fenómeno reciente. No hay cosa más linda que saber que hasta en los coros de una escuela se están haciendo temas míos. Lo digo con sinceridad: me emociona que los colegas agarren mis canciones y hagan versiones, tanto en un pueblo chico como en un teatro grande”. 


Compositor de clásicos de la canción contemporánea como “La casa de al lado”, “Te abracé en la noche” y “El tiempo está después”, las letras de Cabrera suelen ser atemporales y, a la vez, arraigadas en ciertas unidades de espacio, tema y lugar -como ocurre con su amado Montevideo, con la soledad, la libertad, los eternos viajes interiores y exteriores, los rumores del viento, la playa, las mateadas-, de un lirismo elegíaco que en su voz tiene una hipnótica seducción -similar a la que producen artistas como Nick Cave-, y se ocupan, sobre todo, de un tema: el Amor. 


Con mayúscula y con, también, diversos matices: una fina sensibilidad hacia el amor por el arte, por las emociones mundanas, por los placeres, por la insoportable levedad del ser. El amor a los hombres y a las mujeres, y el amor entre ellos, que deriva, inevitablemente, en una sinfonía de desamores, derivas y desencuentros. Tal como narra Rodrigo Fresán en una crítica sobre la escritora norteamericana Carson McCullers, y que perfectamente se puede aplicar sobre una buena parte de la obra del compositor uruguayo: “El Amor de corazones rotos o de corazones a punto de romperse o el Amor que hace irrompibles a esos corazones o que es lo único que puede repararlos. El Amor, finalmente, como la más inexacta e implacable de las ciencias”. 


Mi destino es canción / y es fugaz por si acaso, es el estribillo del tema “Un par”, y la canción, tanto como el amor, parecen huir pero, al fin y al cabo, son lo único que permanecen como una huella de estilo, disco tras disco, concierto tras concierto, en Fernando Cabrera. 


Allí, en esa estratosfera sentimental donde reina con su guitarra, sus letras y su voz – sonámbula y rasposa pero jamás impostada, con los matices de un trovador que es capaz de desnudar un estado de ánimo en una canción de dos minutos- , el uruguayo estrena nuevas canciones con su sello de mando: más bien a través de una firme errancia que bajo una declamación de certezas. Porque el autor de discos memorables como “Bardo” (2006), “Viva la patria” (2013) y “432” (2017) no hace gala de un hermetismo intelectual ni de un romanticismo a la moda como tampoco su obra es una pieza de colección encumbrada por la nostalgia y la mera elevación poética. 


Cabrera, en efecto, no se conforma con una buena letra; quiere que la melodía nunca pierda consistencia y por eso su búsqueda constante de borradores, del método del ensayo y error, de pulir y depurar la estética de la canción rioplatense y llevarla a los cruces más impensados. Rima, métrica, timbre, textura, ritmo, contrapunto, armonía: cada elemento con sus contagios de tango, milonga, candombe, balada, zamba, y los ecos de la música brasileña, del rock, del jazz, de la música camarística. Y, a su vez, ciertos faros ineludibles como Alfredo Zitarrosa y Astor Piazzolla –a quien le dedicó la hermosa “La balada de Astor Piazzolla”: (…) Quiso estudiar y halló banderas muy cerradas /acostumbradas a mentir y aconsejar/quiso mudar y hacer un nido en la enramada/todos los bichos del insulto a soportar (…)-.   


-Alguna vez dijiste que cuando no hacés nada, te ponés muy mal. ¿Te sigue pasando?


-Pero también amo no hacer nada. Vivo en una especie de vagancia, pero eso es engañoso. La música y la poesía me ocupan mucho, y además están los viajes. 


-¿Por qué es engañoso?


-Lo engañoso es que esa situación de aparente pereza es el motor para que se te ocurran las ideas, porque la cabeza nunca para de funcionar. De hecho, estoy también elaborando dos libros nuevos, uno de poesía, que va lento, y el otro que será como una especie de crónicas y recuerdos de la profesión. 


Entre sus recientes composiciones están “No recuerdo” y “Estaba en otra vida”, fragmentos que Cabrera comparte de letra y puño, como un physique du rôle que, de manera consciente, esquiva toda idea de perfección. La supresión como síntesis creativa.  Dice que no suele presentar un disco con canciones completamente nuevas para luego darlas a conocer en conciertos en vivo. Más bien, procede al revés: cuando éstas llegan a la grabación final, tras un arduo proceso de edición, es porque se foguearon a lo largo de muchas presentaciones.  


“No recuerdo” “No recuerdo”
la barra de la esquina no recuerdo

los chistes de mi padre
el temple de mi madre su gobierno
no recuerdo el borde de aquel río ni el momento
cuando arrancó el sonido a ponérseme de acuerdo
el lazo de tus labios no recuerdo no recuerdo (…)


“Estaba en otra vida”
Vivir es volátil como el fuego

amar es crecerse poco a poco
y entre los riesgos del juego
y los confines del loco
estás vos
estamos nosotros (…)


-Hay quienes siguen viendo a tu canción como melancólica, triste. ¿Qué pensás? 


-No estoy para nada de acuerdo. No son la nostalgia ni la tristeza los temas principales de mi repertorio. Tengo ya casi 300 canciones y hay de todo, qué se yo. Y tampoco me gusta que asocien las letras simplemenente a lo que he vivido. Por supuesto que miro el lugar donde vivo, y miro hacia adentro, pero lo autobiográfico es un límite. También invento mucho, observo a los demás. 


-¿Y dónde más te identificás? 


-Soy un músico criollo pero aggiornado, tengo algo del rock de los ´60-´70, de la música brasileña, del tango, de lo rioplatense. Me emociona de todo, soy un oyente para nada esquemático, qué se yo, el folk, la música culta, de los Beatles a Bob Dylan, de Tom Jobim a Piazzolla, también el blues. Adoro el género de la canción, es un privilegio pertenecer ahí, uno lo lleva en la memoria, vas con tu guitarra y cantás, no necesitás más. Somos herencia de algo formidable, la canción uruguaya de unos 50 años para acá se hizo de la nada. 


Da nombres de los artistas uruguayos que lo influenciaron. La lista es extensa: Aníbal Sampayo, Osiris Rodriguez Castillos, Alfredo Zitarrosa, Daniel Viglietti, Víctor Lima, José Carbajal, Eduardo Mateo, Eduardo Darnauchans, Rubén Rada, Hugo Fattoruso, Jorge Galemire. “Y acá hago un freno”, dice, y se detiene en Mateo, con quien grabó un disco en vivo en 1987. La voz cambia a un registro de evocación, entre tierna y plañidera.


“Fue generoso conmigo me inculcó disciplina cotidiana cuando él era famoso por no tenerla. Era un hombre difícil, vivía al margen de los códigos de la sociedad, y eso le costó caro. Pero tenía un notable humor y dejó una sabiduría muy grande de la cual todos nos beneficiamos”. 


En la charla deriva hacia la infancia. Cuenta que empezó con la guitarra cuando cumplió seis años: sus padres “le notificaron” que iba a arrancar con clases particulares con una profesora argentina que vivía en Montevideo, a pocos metros de su casa. Durante un tiempo aprendió solfeo y “los primeros rudimentos” de la música. Luego pasa, en una elipsis hacia la juventud, a su breve vida en Bolivia: un año y medio de estadía entre 1987 y 1988, “una experiencia muy importante en lo personal y en lo musical, acompañé a una cantante, compuse mis temas propios. Necesité esa distancia, ese corte con Uruguay. Y fue la usina creativa para ganar confianza y lanzarme con mi primer disco, que ahora se está por reeditar en formato vinilo”. 


Es entonces que Cabrera se suelta, deja las reflexiones profundas y habla de su rutina. La seriedad con la que cuenta detalles cotidianos, bajo ráfagas de sutiles ironías, pone el relato en una zona de juego, parecido a un texto de Georges Perec. Dice que lo primero que suele hacer cuando se levanta, cerca de las nueve, en lo que él denomina como “la siesta matutina”, es apagar el despertador. Luego abre la persiana y estira el cuerpo. Hace ejercicios físicos. “Después salgo del dormicilio y me dirijo hacia una habitación contigua, donde tengo dispuesta una pileta contra una pared, con dos canillas, y en la puerta superior un espejo contra la pared. Al costado hay una pequeña saliente horizontal donde se apoyan un cepillo de dientes y un pomo de dentífrico, dos excelentes inventos que aislados no serían nada”. 


Y luego, en una calma locuacidad: “Salgo de allí y me dirijo a otra habitación que está adornada con ollas, sartenes, cucharones. Me fabrico un desayuno que consiste en dos frutas sin pelar, una nuez, cuatro almendras y un pequeño número de maníes. A todo esto le agrego una medida de yogur cortado con leche, para que no quede tan espeso. De ahí me voy a mi ventana preferida, me siento con las piernas extendidas, apoyo la bandeja en los muslos. Prendo la radio al azar, en la AM, busco humoristas en programas de política o en informativos, aunque casi siempre termino en una radio folklórica o de tango. Luego me hago un café y enciendo una caldera, que es como acá llamamos a la pava. Todos los días compruebo, además, que van cuatro años que tengo la garrafa de 13 kilos de súper gas. Y además poseo una de repuesto llena, así que calculo que voy a tener suministro de gas al menos de acá al 2025”. 


Siguiendo un estricto orden cronológico dice que después prepara un mate con mezclas de yerbas misioneras o correntinas, que compra cuando viaja a Argentina. Con el mate, aclara, comprueba el “ánimo de la voluntad” para saber si lava las cosas del desayuno o las deja para después. Más tarde revisa el mail en su computadora, lee diarios de Uruguay y Argentina, se entretiene con Facebook. Y, entonces, sobreviene una “reparadora” siesta: la del mediodía. 


Continúa, siempre en el mismo tono adusto y sarcástico. “Es fundamental levantarme con buen ánimo para pensar en un buen almuerzo, frugal y fugaz. Después me dirijo a un bar de vinos que queda sobre la calle Piedras, en la Ciudad Vieja donde vivo, casi en el puerto. Camino a gran ritmo las tres cuadras que me separan de casa, y así cumplir con las recomendaciones del Club de Maratonistas, al cual pertenezco. Y una vez en el bar trabajo con mis apuntes, ordeno ideas, hay una guitarra disponible donde a veces toco unos minutos. Hago de oficina, contesto o edito los WhatsApp. Y me tomo las cinco botellas diarias de vino que me recomendó el médico. Cuando empiezo a sentir sueño entonces preparo el retorno, que suele ser más largo que la venida, porque a la vuelta hago el trayecto en eses y así duplico el metraje. Y al llegar a mi casa se impone otra pequeña siesta reparadora que me deja en condiciones de leer un poco, uno o dos libros, antes de acostarme y descansar. Puede que mire algo de televisión chatarra, también”.


Fernando Cabrera escribe desde los 13 años. Allí fue cuando hizo su primera canción. Dice que no tiene rutina de escritura; más bien –aclara- espera que le llegue alguna idea o emoción. Hay largos meses donde no surge nada. “Apurar o provocar el proceso no conduce a ningún lado. Esperar a que el tiempo haga aparecer una idea, eso es lo que me gusta, para luego desarrollarla”, enfatiza, y recuerda aquellas canciones que escuchó de niño, letristas como Linares Cardozo, Yupanqui, Dávalos, Manuel Castilla, pero sobretodo temas de Zitarrosa, frases aisladas de sus canciones como Mariposa marrón de madera, refiriéndose al violín. 


-Horacio Ferrer, Spinetta y Eduardo Mateo, ellos fueron el trío que más me influyeron cuando era chico, tipo a los trece años. Y luego vinieron Jobim, Newton Mendonça, Vinicius y Chico Buarque, que fue uno de los más grandes. Y Milton Nascimento, y el repertorio de Elis Regina. Y así.


Ahora es su penúltimo recital en Café Vinilo y está por entrar a escenario. No existe un ritual especial: simplemente chequea que todo esté en condiciones y sacude el saco de lino. Antes de despedirse habla al pasar de política –“siempre un tema espinoso”- y dice sobre el nuevo gobierno de Uruguay “que es una alternativa de centro derecha, pero ahora es difícil opinar porque apenas empezó”. De Argentina: “Ojalá les vaya bien y modifiquen el rumbo del gobierno anterior, que ya sabemos todos lo desastroso que fue”. 


Toma un vaso de agua en el camarín y dice que le parece “abrumador” la cantidad de cantautores rioplatenses entre las nuevas generaciones –“recién ahora siento que soy una referencia musical para muchos de ellos, y es algo que me da orgullo, una inmensa alegría”-, que los que más le gustan son Martín Buscaglia y Lisandro Aristimuño, aunque pone reparos acerca de la autoría. “Hoy hay más facilidades para grabar, para estudiar, para estar más informado con lo que pasa. Están las redes y eso ayuda a la difusión. Pero no creo que la calidad pase por ahí. Hay más gente que se dedica a la música, pero los buenos autores son pocos”, lanza, filoso.


Fernando Cabrera, finalmente, prepara la lista de canciones. Remarca con un lápiz el repertorio, entre temas viejos y nuevos. Alguien se acerca y le dice que volverá a actuar a sala llena. Que el público está expectante. 


-¿Hay canciones que preferís más que otras? 


-Tengo una visión integral de mi obra. Pero tengo cuatro o cinco discos favoritos, a los cuales siempre vuelvo. “Fines”, “Bardo”, “Viveza”, “432”. Ah, y el primero que hice, “El viento en la cara”. Es mentira eso de que el primer disco siempre fue el peor.


Así es como es. Desde un principio -dice en voz baja y con la penumbra sobre su rostro de joven tardío, a pocos metros del escenario- ya está claro lo que uno es.  




Juan Manuel Mannarino es periodista. Colabora en la revista digital Anfibia, Cosecha Roja y Nuestras Voces. Es docente de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata y escribe obras de teatro.

https://www.youtube.com/watch?v=eSuyA--5Wio&t=4s

No hay comentarios:

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...
Google+